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PARTE 1. MARCO TEÓRICO

1.2 PROCESAMIENTO DUAL DE LA INFORMACIÓN

1.2.4 Formación y transformación de las asociaciones mentales

La evidencia empírica desarrollada en las últimas décadas arroja cierta luz en la comprensión de cómo se forman las asociaciones mentales. Es decir, aquellas asociaciones entre conceptos que toda persona posee sin necesidad de tener un conocimiento explícito sobre ellas, así como que resultan fácilmente accesibles (o evocables) en el procesamiento de la información del entorno. En este sentido, tal y como refleja Carlston (2010), una de las premisas fundamentales en el estudio de las asociaciones mentales consiste en la idea de que las mismas se encuentran albergadas en el sistema de memoria de la persona, hecho que las hace rápidamente accesibles, siendo este proceso incluso ajeno a la consciencia de esta. Para que esto ocurra, necesariamente ha tenido que existir un primer registro de la asociación entre conceptos, existiendo varios mecanismos que pueden promocionar la ocurrencia de este fenómeno. De acuerdo con Gawrosnki y Sritharan (2010), se destacan a continuación los principales mecanismos:

Socialización: asumiendo el papel fundamental de la memoria a largo plazo en el mantenimiento y acceso a las asociaciones mentales, el proceso de socialización (especialmente la primaria) se constituye como fenómeno protagonista en la creación de asociaciones entre conceptos en base al conocimiento que la persona adquiere de sus figuras de referencia y sus experiencias. Así, trabajos como los de Sherman y sus colaboradores (2009), evidencian la importancia de la transmisión generacional de ciertas actitudes entre padres e hijos que permiten la predicción de la conducta, por ejemplo, respecto al consumo de tabaco. Por otro lado, también resulta relevante el papel que ejercen otros agentes de socialización, tales como los iguales, la escuela o los medios de comunicación, a partir de los que también formamos un conjunto de asociaciones mentales que regulan y condicionan nuestra interpretación del mundo que nos rodea y de nosotros mismos.

Contacto social: con relación a la generación de prejuicios en base a la asociación mental entre la raza y determinadas características negativas, autores como Henry y Hardin (2006) y Dhont y su equipo (2011) destacan que el contacto intergrupal facilita la creación de nuevas asociaciones y, por tanto, una reducción del prejuicio implícito asociado a un determinado grupo social. En este sentido, este tipo de investigaciones pone de manifiesto la posibilidad de cambio de determinadas

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asociaciones mentales, así como la importancia de las experiencias vitales en su desarrollo, no sólo respecto a prejuicios raciales, sino también a otros fenómenos psicosociales como, entre otros, los estereotipos o las atribuciones.

Aprendizaje por condicionamiento: desde este prisma, la formación de asociaciones mentales resulta producto de un proceso de aprendizaje en el que se produce la exposición simultánea y repetida de varios estímulos. Así, las características de un estímulo pueden generalizarse al otro, estableciéndose entre estos una asociación mental a partir de la cual sendos estímulos siempre se encontrarán conceptualmente relacionados y, por tanto, ante la presentación de uno de ellos se evocará automáticamente la aparición del otro (Gawronski & Sritharan, 2010). A modo de ejemplo, son varios los estudios que ponen de manifiesto la relación que se establece entre la exposición a contenido violento en contextos de ocio (p. ej., videojuegos) y la paulatina desensibilización hacía la violencia, en este caso, al asociarse de forma implícita “violencia” y

“diversión” como producto del aprendizaje (Bartholow, Bushman & Sestir, 2006). Así, también a modo de ejemplo, estudios que plantean el desarrollo de actitudes sexistas como consecuencia del consumo de pornografía mainstream en el que de forma habitual se degrada a la mujer (Hald, Malamuth & Lange, 2013), pudiendo estas asociaciones (p. ej., “mujer” y “objeto”) ser determinantes en el desarrollo de la agresión (Davis, et al., 2006; Kingston et al., 2008).

Auto-anclaje: Gawronski, Bodenhausen y Becker (2007) plantean la formación de asociaciones mentales con una valencia positiva como producto de la función autorreferencial del yo. Esto es, la tendencia que tenemos a prestar una especial atención a aquello (en un sentido amplío) que tiene que ver con nosotros mismos, implicaría una asociación mental positiva básicamente por el mantenimiento de la congruencia con nuestra identidad, autoconcepto o sistema de creencias. En este sentido, a modo de ejemplo, es de esperar una asociación mental positiva entre “beber alcohol” y “conducir” si es algo que una persona hace con frecuencia.

Pertenencia grupal: estrechamente relacionado con el punto anterior, autores como Ranganath y Nosek (2008) plantean que el mismo fenómeno sucede respecto al endogrupo, tendiéndose a

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realizar asociaciones mentales de carácter positivo respecto a todo lo que tenga que ver con las personas que conforman el “nosotros” en contraposición a los “otros”, siendo estas además fácilmente generalizables a cada uno de los miembros del grupo aunque la asociación se produzca únicamente en base a una sola experiencia. En este sentido, de acuerdo con Van Bavel y Cunningham (2009), este fenómeno explicaría la preferencia automática superior por las personas miembros del endogrupo a diferencia de las consideradas del exogrupo, siendo este un factor especialmente relevante en la comprensión de la categorización social y los sesgos raciales.

Por otro lado, debemos también contemplar cómo es posible la transformación de las asociaciones mentales de una persona. En primer lugar, aunque resulte obvio, debemos destacar que existe la posibilidad de producir cambios en estas (Gawronski & Sritharan, 2010). En este sentido, los mismos procesos que se han comentado respecto a su formación, también suponen potentes mecanismos de cambio y transformación. A modo de ejemplo, Fernando ha podido discriminar a una persona inmigrante debido a una experiencia en la que fue víctima de un robo cuando era pequeño, por lo que en la actualidad en su mente existe la asociación inmigrante-persona peligrosa, habiéndose establecido en base a la experiencia de Fernando cuando era niño. Por el contrario, es posible que esa asociación se transforme (o incluso desaparezca) si Juan mantiene a partir de entonces contacto con otras personas inmigrantes desde una vivencia positiva y, por tanto, aprenda que inmigrante no implica necesariamente persona peligrosa. Asimismo, resultaría plausible que la asociación se fortalezca si Juan tiene nuevas experiencias negativas con personas inmigrantes. En todo caso, este tipo de proceso de transformación de las asociaciones mentales depende de muchos otros factores (p. ej.

motivacionales), pero sirva el ejemplo para clarificar la posibilidad de cambio de estas.

Finalmente, en este sentido, desde varios ámbitos de la psicología, como la Psicología Social o la Psicología Clínica, se han descrito estrategias, técnicas y procedimientos con la intención de promocionar cambios duraderos en las asociaciones mentales que suponen la base de, por ejemplo, los prejuicios raciales, las actitudes machistas o las distorsiones cognitivas15. Asimismo, esta posibilidad de cambio a nivel cognitivo, entre otros factores, supone una de las metas de los programas de intervención y reinserción social de delincuentes violentos, tanto adultos como adolescentes (Dean et al. 2007; Eccleston & Owen, 2007).

15 A modo de ejemplo: la técnica del contacto ampliado o la terapia de reestructuración cognitiva.

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