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1. 1 El impacto del pensamiento bergsoniano

1.4. El tratamiento bergsoniano de la cognición

En este apartado trataré de mostrar resumidamente algunos puntos centrales de la filosofía bergsoniana directamente relacionados con lo que la ciencia cognitiva define, hoy en día, como su campo de estudio.

Se trata de desarrollos vinculados a la conciencia, al conocimiento y a la relación entre mente y cuerpo, aunque para plantearlos adecuadamente me referiré también a algunas cuestiones de orden físico, ontológico y epistemológico relacionadas con la naturaleza del tiempo, la cuestión del determinismo físico o las vías de acceso empírico a la consciencia.

Mi reconstrucción de estos desarrollos trata de destacar los aspectos más importantes del resumen ya realizado en la sección anterior, planteando algunas de las ideas fundamentales de Bergson sobre la mente y la conciencia en los términos adecuados para que resulte posible más adelante compararlas de modo más o menos directo con aproximaciones posteriores, y específicamente con la aproximación enactivista dentro de la filosofía actual de las ciencias cognitivas. En cualquier caso, no me propongo llevar a cabo una exégesis general detallada del pensamiento de Bergson sobre la mente; se trata tan sólo de un trabajo preparatorio para la comparación sustantiva entre enactivismo y filosofía de la mente bergsoniana que llevo a cabo en el tercer capítulo, así como para la puesta en contexto histórico del pensamiento bergsoniano sobre la mente que llevo a cabo en varios capítulos de la segunda parte de esta tesis. Por esta razón, procuro mantenerme en todo momento cerca del planteamiento original de Bergson a la vez que reformulando sus palabras, destacando los aspectos relevantes para la discusión posterior.

Aunque esta cuestión se desarrolla con más detalle en el capítulo séptimo de esta tesis, creo necesario mencionar como elemento de contexto básico la relación compleja de la obra de Bergson con los planteamientos de la ciencia de su tiempo.

Como he mostrado en el capítulo anterior, y en contra del extendido mito según el cual su personalidad filosófica hubiera estado marcada por una cierta lejanía o desconfianza hacia la ciencia, la trayectoria de Bergson como pensador indica un interés continuo por el diálogo con ella. Una de las consecuencias de esta atención constante al estado de la ciencia de su época es que las cuestiones referidas a la

72 relación entre conocimiento, conciencia y vida (entendida ésta en sentido tanto biológico como fenomenológico), acuciantes en el contexto de los desarrollos de la psicología y de la biología durante la vida de Bergson, estructuran en buena parte el curso de su filosofía.

1.4.1. El tratamiento de la consciencia inmediata y la naturaleza de la duración

Ya en el Essai, Bergson plantea el estudio directo de los “datos inmediatos de la consciencia” como método idóneo para resolver las cuestiones relacionadas con la relación entre vida, conciencia y cognición. Este tipo de planteamiento, que sin menosprecio de los datos experimentales apela al carácter apodíctico de los datos fenomenológicos, conservará un papel crucial en los desarrollos subsiguientes de su filosofía.

Sin embargo, como hemos visto, de modo similar a lo que sucede en el caso de la fenomenología husserliana, y en contra de lo que ciertas lecturas de la noción bergsoniana de intuición podrían sugerir, la aproximación bergsoniana a lo fenomenológico no se basa en un “subjetivismo” ingenuo, sino en un análisis detallado de la conciencia, que trata de ir más allá de las conclusiones poco atentas del “sentido común”. A partir del análisis de los datos inmediatos de la conciencia, Bergson desarrolla algunas ideas fundamentales para el conjunto de su teoría, siendo la principal de ellas la existencia de una tendencia psicológica hacia la

“espacialización” del tiempo, que oscurecería las propiedades del tiempo real (sin embargo siempre presentes en la consciencia).

Esta idea de un tiempo real (la durée bergsoniana) con unas propiedades radicalmente diferentes a las del espacio es sin duda una de las piezas centrales del pensamiento bergsoniano, en tanto que conlleva un replanteamiento radical de ciertas cuestiones ontológicas básicas. Para Bergson, los supuestos tradicionales de las grandes escuelas de la filosofía y de la física, fundados en última instancia en el sustancialismo, fracasan en reconocer la naturaleza de la durée, lo que lleva a una serie de errores de razonamiento que afectan áreas enteras del conocimiento.

Aunque una discusión detallada de la doctrina de la duración excedería el propósito de esta tesis, es posible esbozar aquí, en base a las explicaciones del mismo

73 Bergson y de las de estudiosos como Čapek (1971) y Bjelland (1981, 1987), algunas de sus características principales.

En primer lugar, Bergson defiende la continuidad del tiempo-duración, pero define ésta como continuidad en la heterogeneidad, con el objeto de diferenciarla de la noción de continuum homogéneo tradicionalmente aplicada en el pensamiento matemático (Čapek, 1971, pp. 92-98). Mientras que un continuum temporal homogéneo, entendido según el modelo de la línea matemática (y, por lo tanto, en última instancia, fundado en una abstracción de las características del espacio), estaría formado por una serie infinita de instantes, externos entre sí pero idénticos en naturaleza, y se adecuaría un principio de infinita divisibilidad (según el cual entre dos momentos cualesquiera se extendería una serie infinita de momentos de la misma naturaleza), el continuum heterogéneo descrito por Bergson consiste en una sucesión de momentos cualitativamente diferenciados e irreductibles, cada uno de los cuales mantendría en su seno, prolongándola, la existencia de los momentos que le preceden.

De acuerdo con esto, la relación de sucesión entre los momentos de la duración bergsoniana no puede ser entendida exclusivamente en términos de

“ordenación temporal”, ya que se trata de una relación intrínsecamente dinámica, lo que excluye toda yuxtaposición posible de los términos o relata, y asimétrica, en la que el presente emerge diferenciándose sobre un “fondo” persistente de pasado.

Del mismo modo, Bergson niega la concepción del tiempo como “contenedor vacío”

de los objetos o acontecimientos físicos, postulando una relación compleja entre duración y existencia material tal y como esta última es comprendida por la física (Bergson, 2012a, pp. 235-245; Čapek, 1971, pp. 30-39), y se opone a la idea de la existencia de momentos de extensión universal, planteando la existencia de una diferencia real de ritmos de duración.

El desarrollo a lo largo de sus obras de esta concepción del tiempo, radicalmente diferente de la dominante en la historia del pensamiento occidental, conlleva para Bergson un distanciamiento de la ontología sustancialista, así como el rechazo de determinados esquemas de pensamiento enraizados en ésta; así, por ejemplo, Bergson rechaza la existencia de dualidades conceptuales irreconciliables, decantándose por un pensamiento relacional y “gradualista”.

Sin embargo, la importancia del papel del tiempo real o duración en la teoría

74 de la cognición bergsoniana va más allá del hecho de suponer un trasfondo general para la elaboración de su modelo de la cognición. En primer lugar, la idea de la duración tiene implicaciones directas para algunas cuestiones físicas directamente ligadas a la naturaleza de los procesos cognitivos, siendo quizás la más importante de ellas la cuestión de la indeterminación de los sistemas físicos: dadas las citadas características de dinamicidad intrínseca y asimetría de la sucesión temporal y, en última instancia, a causa de la afirmación de persistencia real del pasado, la emergencia de lo nuevo (y, por tanto, de lo no enteramente implicado, causal o lógicamente, por los estados anteriores del mundo) es no sólo posible, sino necesaria en un mundo como el descrito por Bergson. Esto permite a Bergson otorgar, sin abandono de la efectividad de las causas, un papel crucial a los grados de indeterminación de la acción del organismo en la explicación de la consciencia y la cognición (tal y como comentaré más detalladamente en el apartado siguiente).

En segundo lugar, la cuestión de la naturaleza del tiempo reviste un papel fundamental en la explicación de los fenómenos memorísticos, siendo éstos, para Bergson, un componente crucial en todo proceso cognitivo. De hecho, al mostrar la relación entre las dos formas fundamentales de memoria, la memoria-hábito y la memoria pura, Bergson llega a hacer coincidir ésta última, en tanto que extremo ideal de un continuo, con la duración real misma, lo cual revela un aspecto claramente panpsiquista (o, en palabras de Čapek , “panprotomentalista”) de la concepción bergsoniana de la realidad física (Papanicolau, 1987; Čapek , 1971, pp.

302-311).

1.4.2. El modelo bergsoniano de la cognición

Como hemos visto, Bergson elabora lo fundamental de su teoría de la relación entre mente y cuerpo en segunda obra clave, Matière et mémoire (1896/2012a)). Aunque las ideas fundamentales de este tratado ya han sido expuestas dentro de la recapitulación general del pensamiento de Bergson, en la primera parte de éste mismo capítulo, a continuación trataré de destacar algunos elementos del pensamiento bergsoniano sobre la mente que resultan cruciales para la comparación con desarrollos anteriores, coetáneos y posteriores, y especialmente para la comparación con la perspectiva enactivista en ciencias cognitivas.

En primer lugar, Bergson se plantea la relación entre el cuerpo de un sujeto

75 consciente y las imágenes percibidas en términos contundentemente no- representacionalistas. En el primer capítulo, apenas al inicio de sus reflexiones sobre este tema, Bergson escribe:

Pour que cette image que j’appelle ébranlement cérébral engendrât les images extérieures, il faudrait qu’elle les contînt d’une manière ou d’une autre, et que la représentation de l’univers matériel tout entier fût impliquée dans celle de ce mouvement moléculaire. Or, il suffirait d’énoncer une pareille proposition pour en découvrir l’absurdité. C’est le cerveau qui fait partie du monde matériel, et non pas le monde matériel qui fait partie du cerveau. (Bergson, 1896/2012a, p. 13)

Así pues, Bergson niega rotundamente que la consciencia pueda explicarse por la existencia de “reproducciones mentales” que actúen como vehículos de la relación entre ésta y un mundo exterior a ella. Para el autor, de hecho, la distinción entre un dominio “inmaterial” de la conciencia y un dominio “material”, externo a ésta e independiente de las cualidades fenomenológicamente aprehendidas, es no sólo errónea, sino la raíz fundamental de los problemas y paradojas de las diferentes teorías de la conciencia, escindidas, a causa de este prejuicio, en propuestas

“idealistas” y “materialistas”; estas aporías derivarían, en última instancia, de la imposibilidad de definir la relación entre dos tipos de realidades definidas arbitrariamente como absolutamente diferentes en su naturaleza.

Para evitar este problema y, tratando de respetar el sentido de los datos aportados por la inspección atenta de la conciencia, Bergson define la materia, al inicio de su análisis de la percepción, como el conjunto de las imágenes (Bergson, 1896/2012a, p. 17). Ello no implica, sin embargo, que la existencia de la materia dependa enteramente del acto perceptivo: para Bergson, si el mundo no se reduce a la pura subjetividad, son las imágenes percibidas mismas las que deben conservar de un modo u otro su existencia, incluso en las situaciones en que no son percibidas.

Según esto, además, las imágenes no admiten ser descritas en términos de

“interioridad” o “exterioridad” respecto a la consciencia, ya que, sin reproducción mediante, la localización de lo percibido no puede ser otra que la que se presenta en la percepción misma (esto es, “ahí fuera”), a la vez que la consciencia no dispone de un “dominio propio” en el que pudiera mantener, al mismo tiempo, su

“interioridad” y su relación con los objetos materiales. Para Bergson, la tendencia a pensar la percepción en términos de interioridad y exterioridad (y, por extensión, en

76 términos de imágenes o representaciones internas) es el resultado de diferentes confusiones.

En primer lugar, deriva del hecho de que los cambios en el conjunto de las imágenes parecen formar parte simultáneamente de dos sistemas de relación distintos. En uno de ellos (el tratado habitualmente por la ciencia), las imágenes varían "por sí mismas y en la medida en que reciben la acción suficiente de otras imágenes"; en el otro (exclusivo de la percepción individual), las imágenes se presentan como variando según su relación con la acción virtual el sujeto que las percibe. En este segundo sistema de relación, el cuerpo aparece, pues, como un

“centro de acción”, diferenciable del entorno en la medida en que, por un lado, responde directamente a las intenciones activas, y por el otro, parece ejercer una influencia directa sobre el resto de las imágenes, que aparecen significativamente modificadas según el estado y posición del aquél (así, por ejemplo, las imágenes cercanas al cuerpo aparentan un tamaño mayor, y los objetos muestran lados diferentes según su posición relativa al sujeto).

En segundo lugar, la tendencia a utilizar el criterio interior/exterior deriva de una confusión relativa a la diferencia entre percepciones y afecciones; para Bergson, esta diferencia consiste en que, aunque tanto unas como otras se relacionan con la acción del cuerpo, perteneciendo al segundo “sistema de relación”, las percepciones se dan junto a acciones virtuales (no completas y, por lo tanto, susceptibles de anulación), mientras que las afecciones se dan junto a acciones reflejas (actuales) del organismo. La intervención de la distancia como factor retardante en la realización de acción contribuiría a reforzar la idea de una separación entre un ámbito interno y un ámbito externo.

Así pues, Bergson niega la pertinencia de la distinción entre un “dominio interior” de la consciencia y un “dominio exterior” material, y con ello hace desaparecer, a su vez, la necesidad de postular representaciones para explica la relación entre estos dominios. Por otro lado, sus análisis destacan la existencia de una relación entre lo percibido y las acciones del percipiente; debido a esto, Bergson denuncia la tendencia generalizada a considerar la consciencia y la percepción en términos puramente contemplativos u orientados al conocimiento, y elabora su teoría de la percepción en dirección opuesta. Para el filósofo, la percepción es fundamentalmente un componente de la acción, de tal modo que lo percibido está

77 en función del hecho que el entorno requiera, de un modo u otro, una respuesta activa por parte del sujeto (o una modificación de su actividad).

Si bien esto parece entrar en contradicción directa con la afirmación de la capacidad de las imágenes para subsistir en ausencia del sujeto percipiente, Bergson resuelve esta contradicción aparente reformulando la relación entre lo real no percibido y el percepto; para el filósofo, dada la inexistencia de dominios separados y vehículos representacionales, esta relación no puede suponer una adición de lo percibido a lo real, sino que debe consistir, fundamentalmente, en una operación de selección o delimitación.

Así pues, para Bergson lo percibido es tan sólo un recorte de lo real según las necesidades del sujeto activo (Bergson, 1896/2012a, p. 17)., y lo único “añadido”

en la percepción es la distribución de lo real en cualidades y objetos diferenciables.

Sin embargo, dado que lo percibido no es más, por así decirlo, que un "subconjunto"

de lo real, se sigue también que los objetos y cualidades percibidas forman verdaderamente parte de lo real, y en este sentido subsisten, sin ver alterada su naturaleza profunda, aún cuando no son percibidos.

Bergson identifica, pues, lo aprehendido conscientemente en la percepción con aquello que "solicita" la acción del organismo según la misma constitución de éste. Según este planteamiento, la diferencia entre la actividad consciente y la respuesta orgánica inconsciente depende del grado de complejidad del organismo u órgano específico implicado, en tanto que éste determina la cantidad de respuestas posibles a un determinado estímulo. Bergson plantea, de hecho, la cuestión del grado de complejidad del organismo en términos de indeterminación causal, significando esto fundamentalmente que a mayor complejidad del organismo, y aún siendo su conducta siempre acorde con la causalidad física, éste depende cada vez más de sí mismo y menos del entorno en la determinación de su movimiento. La conciencia implicaría, de acuerdo con ello, una capacidad real y efectiva de decisión autónoma sobre la acción.

Cabe destacar, en relación con esto, el hecho de que, para Bergson, la tarea del cuerpo (y, por extensión, del cerebro y del sistema nervioso) es exclusivamente sensorio-motriz: el cuerpo, en un momento dado, no hace otra cosa que "poner en relación causas y efectos", sin que ello implique, por lo comentado arriba, un determinismo completo. De este modo la consciencia perceptiva misma consiste en

78 la interacción continuada entre el organismo y el entorno en el mundo físico. Sin embargo, es importante destacar el hecho de que, tratándose la percepción de una interacción dinámica y, por lo tanto, dotada de duración, resulta imposible comprender plenamente su funcionamiento sin recurrir a la intervención de la memoria.

Así, aunque en un principio, por motivos de claridad de la exposición, Bergson se centra en dar cuenta de una supuesta percepción “pura” (considerada provisionalmente en ausencia de memoria y de amplitud temporal), su teoría de la percepción se encuentra profundamente ligada a su concepción de la memoria, proporcionando el conjunto de percepción y memoria un retrato completo de los mecanismos de la consciencia y la cognición; de hecho, en la teoría bergsoniana, percepción y memoria se requieren mutuamente, no pudiéndose dar la una sin la otra.

Para el filósofo, el papel de la memoria en la consciencia se puede resumir del siguiente modo: a través de la memoria, lo pasado es aplicado a la percepción (acción) en curso.

Sin embargo, esta “aplicación” se da en diferentes modos: en el segundo capítulo de Matière, Bergson define la existencia de dos tipos diferenciados de memoria, memoria-hábito y memoria pura, teniendo ambos un papel necesario en todo acto de recordar. En el caso de la memoria-hábito, de naturaleza fundamentalmente corporal, sucede que los movimientos ejecutados repetidamente en el pasado afectan a la constitución del organismo, provocando cambios en sus capacidades y disposiciones; esto afecta necesariamente a la percepción, en tanto que ésta está ligada a la acción virtual del cuerpo (Bergson 1896/2012a, pp. 81-146).

El papel de la memoria pura es completamente diferente: ésta consiste en la persistencia real, duracional (y no reducible, por lo tanto, a una localización espacial específica), de la historia pasada del sujeto percipiente. Según Bergson, en todo acto perceptivo real (es decir, con duración), la percepción conlleva la aplicación de

"imágenes-recuerdo", derivadas de esta memoria pura o duracional y diferentes en su grado de “concentración”, a lo percibido, de tal modo que lo percibido es siempre una "superposición" de perceptos pasados y perceptos presentes, en la que estos últimos, en virtud de la atención del organismo, actúan como “guías” o atractores de

79 aquellos.

Aunque este breve resumen de las ideas de Bergson sobre la cognición es necesariamente incompleto y poco detallado, servirá como base orientativa para comprender las comparaciones y comentarios desarrollados a lo largo de esta tesis.

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2. La propuesta enactivista en la filosofía de las