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Destripando el espacio público

REVISITANDO LA OKUPACIÓN

2. LA DIMENSIÓN PÚBLICA

2.6 Destripando el espacio público

Por todo ello, conviene superar –en el plano simbólico-conceptual– el espacio público institucional que, insertado en un urbanismo que es la forma social del modo de producción dominante (Harvey, 1977), se muestra insuficiente para acoger las demandas de empoderamiento popular. Hay que dejar de centrarse en lo institucional como el marco y el fin de las acciones de apropiación y

109 Accesible en: www.youtube.com/watch?v=PiZTV1nME24 (13:44)

110 Los movimientos sociales, por ejemplo, movilizan y construyen bienes públicos, porque al formular un reto al sistema político institucional buscan hacer algo por el interés general -el interés (del) público- que se ha visto desatendido o ignorado por éste. De hecho, el éxito de los movimientos sociales se identifica con la capacidad de incidencia en la agenda política, por medio de inventar un espacio político propio (Martínez, 2002a: 129). La toma de edificios puede, igualmente, liberar bienes públicos secuestrados e infrautilizados por el sector privado, tal como demuestran los ya mencionados Dieste Hernández y Pueyo (2003).

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recuperación y transitar hacia un espacio común. En esta tarea los Centros Sociales pueden cumplir una tarea fundamental:

"Podemos hablar de la creación de un nuevo espacio público, e incluso la redefinición de lo público o común, partiendo de los centros sociales, un nuevo espacio público que rompe con lo privado pero también con lo público pues está además cuestionando la soberanía del Estado sobre los equipamientos colectivos y sobre lo que es el gobierno biopolítico de la administración, es decir, los centros sociales como una máquina que puede y que está intentando elaborar lo que se ha llamado una reapropiación de la administración, es decir, intentando ligar la democracia o las instancias democráticas de base con su composición, con agenciamientos productivos en acto, apropiaciones que funcionan en la metrópoli, esto es, en el espacio fundamental de la cooperación social productiva" (Sánchez-Pinilla, 2010)

Los Centros Sociales pueden ayudar a resituar el espacio público en el centro de la vida urbana, pero caracterizada por sus dimensiones colectivas y autónomas.

Lo público debe ser redefinido111, y eso en la ciudad significa en gran medida resignificar el espacio público, empezando por proyectos y lugares que actúan al margen de mediaciones institucionales. En efecto,

"El individualismo contemporáneo no tiene sentido másque, en la era democrática, en la cual reinan un consenso y un apego fuertes,generales y durables a las instituciones y los valores democráticos. Cuantomás existe una desafección colectiva frente a las grandes ideologías, tantomás existe una legitimación de los referentes democráticos. El surgimientodel individualismo hedonista nos ha desembarazado de las fiebres revolucionariasy nacionalistas, y nos ha reconciliado por esa vía con las institucionespluralistas de la democracia. El movimiento que apunta a valorizar el«yo primero»

conduce, paradójicamente, a la aceptación de las reglas políticasy éticas de la era democrática, al consenso democrático" (Lipovetsky, 2000).

Las reglas democráticas hoy en día fomentan la desafiliación colectiva, y puesto que lo público, y por antonomasia el espacio público urbano, se consideran las arenas de la expresión democrática, vienen teñidas de trazas individualistas.

Los Centros Sociales tienen una vocación comunalizadora, en cuanto organizan

111 Parece que el Ayuntamiento de Madrid pretende hacer algo similar con la Red de Bienes Comunes: https://oficinaus.wordpress.com/portfolio/gestion-en-red-de-bienes-comunes/

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en su seno a diferentes colectividades y proyectan alternativas y horizontes que entienden el cuerpo social como matriz solidaria y de apoyo mutuo. La autonomía política que se propugna a través de estos espacios tiene poco que ver con la autonomía pública democrática de los actuales espacios públicos. Bajo este paradigma, los individuos son sujetos políticos en cuanto seres autoemancipados y autónomos que se relacionan con los demás libremente pero sin perder su condición individual y sin asociarse a ninguna dimensión colectiva (clase, etnia, cultura); a lo sumo a una identidad compartida, pero sin raíces políticas y folklórico en tanto atributo consumible que refuerza lo igual.

Esta excesiva autonomía nos sustrae de nuestra inherente pertenencia colectiva y nos sumerge en un universo de seres autosuficientes que no necesitan del otro. Sin embargo, es en el reconocimiento de nuestra debilidad y vulnerabilidad cuando nacen los deseos del otro, de constituir una amalgama de relaciones.

"Soy débil frente al otro. Soy débil para el otro. Precisamente en esta debilidad metafísica del'poder no poder' se despiertan unas ansias y un deseo del otro. El otro solo se anunciamediante una brecha en el ser en cuanto 'ser sí mismo', solo se anuncia por medio de unadebilidad óntica. Incluso aunque el sujeto tenga satisfechas todas las necesidades sigue en labúsqueda del otro. Las necesidades se refieren al yo, mientras que la órbita del deseo quedafuera del yo (...) El eros es el único que está en condiciones de liberar al yo de la depresión (...)El eros que me arranca de mí mismo y me embelesa con el otro llevándome a él es lo únicoque puede vencer la depresión" (Han, 2017:108)

Así pues, la herida nos abre al otro, nos hace conscientes de nuestra dimensión colectiva e interconectada. Recuperar esta dimensión pasa por abrir el espacio público y abrir espacios públicos allí donde no se espera. Reivindicar la co-dependencia (Rendueles, 2013), la vida en común, politizando los ámbitos cotidianos y experimentando articulaciones comunitarias requiere producir espacios capaces de cobijar y abordar dichos planteamientos. Tomar conciencia, darnos cuenta de nuestra interrelación significa desatar la potencia política que contiene todo pensamiento y acción colectiva.

"Ese 'darse cuenta' no conduce a buscar una 'salida' o una 'salvación' individual, sino comunitaria, social. El resistente no sólo, ni prioritariamente, piensa en sí mismo" (Esquirol, 2015:13)

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Para Lefebvre el disfrute de la ciudad está asociado a los bienes de carácter colectivo, como el espacio público, la vivienda, los equipamientos o los servicios públicos. Efectivamente, la ciudad como provisora de espacios colectivos en los que pensar lo social como una compleja, múltiple y plural articulación, exige espacios en los empoderarse.

"Desde finales del siglo XIX, las ciudades, que históricamente han interpretado múltiplesfunciones, desde las militares y religiosas hasta las políticas y comerciales (en función de lahistoria y la geografía de su construcción y transformación), han ido definiéndose cada vez másen función del papel que desempeñan en la organización de la reproducción social" (Smith, 2005:64)

La epistemología feminista ha puesto en el centro del debate los cuidados y las prácticas, hasta ahora invisibilizadas, minorizadas y despreciadas, que sustentan la vida, sin perder de vista su conexión política, que pasa inevitablemente por entender el proceso social como producción colectiva. La ciudad es el escenario material y simbólico compartido, común, en el que se pone en marcha esta producción, compuesta por muchos proyectos. Esta multitud de multiplicidades constituye la riqueza urbana, pero no puede ser comprendida sin un horizonte transformador. Las iniciativas que conciben la ciudad como nicho de mercado o de usuario desafiliados atenta contra la ciudad como ámbito de derechos colectivos en el que expresar y apoyarse políticamente en pos del bien común. El derecho a la ciudad es también un derecho humano emergente (VV.AA., 2011). Dicho en otras palabras,

"La cuestión de qué tipo de ciudad queremos no puede estar divorciada de la que plantea qué tipo de lazos sociales, de relaciones con la naturaleza, de estilos de vida, de tecnologías y de valores estéticos deseamos. El derecho a la ciudad es mucho más que la libertad individual de acceder a los recursos urbanos: se trata del derecho a cambiarnos a nosotros mismos cambiando la ciudad. Es, además, un derecho común antes que individual, ya que esta transformación depende inevitablemente del ejercicio de un poder colectivo para remodelar los procesos de urbanización"(Harvey, 2008)

Por todo ello, los Centros Sociales presentan la posibilidad de ensayar espacios públicos comunes en consonancia con una ciudad que prioriza el bienestar colectivo, para lo que es imprescindible comenzar a crear una red de

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infraestructuras, equipamientos y entrelazamientos que permitan pensar un nosotros urbano en clave emancipadora.

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Los padres quieren hacer morir a los hijos, por eso los mandan a la guerra, mientras que los hijos quieren matar a los padres, por eso, por ejemplo, protestan contra la guerra, y desprecian con fiereza la sociedad de los viejos, que exige esa guerra.

Pasolini