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Delimitación de nuestro objeto de estudio

Dans le document 1. La narrativa (Page 48-64)

PARTE I ENCUADRE CONCEPTUAL

1.2 Delimitación de nuestro objeto de estudio

Semejante definición de la narrativa es difusa y propicia la inclusión de numerosos y heteróclitos subgéneros tales como novelas, cuentos, artículos de prensa, crónicas, mitos, leyendas, fábulas, epopeyas, historias, tragedias, comedias,

9 Ritmo narrativo es el término utilizado en la jerga literaria para referirse al cotejo entre la extensión temporal de la historia y la del discurso (Bal, 1990). Se entiende que los efectos rítmicos aceleradores enseñan que la duración temporal de la historia es mayor a la del discurso, en contraposición a los detenedores y a la ralentización en los que sucede todo lo contrario. La escena es el único movimiento en el que la amplitud temporal de la historia y la del discurso son iguales (isocronía).

Generalmente es empleada para suministrar información y se expresa a través de representaciones dramáticas y diálogos.

10 El otro relato introducido por Genette es el singulativo, en el cual hallamos acompasamiento numérico entre el hecho que en él se cuenta y el sucedido en la historia: refiere una vez lo que ha ocurrido una vez.

pantomimas, cuadros pintados, vitrales, tiras cómicas, películas, noticias y conversaciones (Bal, 1990; Barthes, 1970; Pimentel, 2005; Spang, 1993; Valles, 2008).

Por eso, ante la disparidad de los subgéneros narrativos existentes, resulta ineludible acotar un poco más el campo, pues en su totalidad no es objeto de interés para nosotros. De aquí que consideremos fundamental entretejer lo narrativo con lo biográfico, resultando lo biográfico-narrativo como el subcampo en el que podemos asentar nuestro objeto de estudio. Lo biográfico le otorga ciertas particularidades a lo narrativo, pues lo remite no sólo al conjunto de eventos que un personaje causa o padece, núcleo de la narrativa ya mencionado, sino a la encarnación de este en un yo existente11, en un sujeto circunstanciado espacio-temporalmente. A cualquier forma de lo biográfico subsiste un sujeto referencial empírico que lo acredita, desechando, por consiguiente, aquellos míticos y fantasmagóricos que no tienen ningún asidero en la realidad (Arfuch, 2005; Denzin, 1989)12. Lo biográfico aflora en ese marco de expansión de una subjetividad ―«atestiguada» por la asunción del «yo», por la insistencia en las «vidas reales», por la autenticidad de las historias en la voz de sus protagonistas (…) por la veracidad que el testimonio imponía al terreno resbaladizo de la ficción‖ (Arfuch, 2005, p. 21). Lo biográfico, como lo demuestra la misma etimología del vocablo, está fundido con la vida de un sujeto realmente existente, la cual, según Denzin (1989), se despliega en dos niveles principalmente: uno superficial que incluye las rutinas y quehaceres cotidianos y otro profundo que comprende el ―yo sensible, moral, sagrado, interior‖ (p. 29), que, inusualmente, es develado a los otros.

Sumariamente, lo biográfico-narrativo remite, pues, a relatos de vida, a subjetividades fácticas, históricas, a sus experiencias decisivas y al devenir subsecuente

11 De aquí que, tomando prestada la expresión de Gusdorf (2012), nos refiramos a lo biográfico como el ámbito de ―las escrituras del yo‖ (p. 18).

12 Cabe añadir, sin embargo, que dentro de este campo ya hay autobiografías de personajes que no han existido. Lejeune (1994) menciona el caso de MacPherson con Ossian, quien escribe la autobiografía de un personaje imaginario y la publica bajo su nombre igualmente imaginario. Por eso, Arfuch (2005) afirma que las transformaciones surgidas en la autobiografía exigen ―acotar si ésta es

«clásica», «canónica» o susceptible de algún predicado ficcional –ya Gertrude Stein, entre otros, había introducido una nota irónica en su Autobiografía de Alice Toklas–‖ (p. 52). Como podrá evaluarse luego, nosotros estamos optando por una versión clásica de las narraciones autorreferenciales. Es obvio que las mutaciones y disidencias en el género amplían sus perspectivas, pero, en ningún momento, pueden ser sinónimo de abolición de las formas clásicas a las que alude Arfuch.

de la sarta de interacciones con el medio13 (Arfuch, 2005; 2014; Bolívar, Domingo y Fernández, 1998; 2001; Creswell, 2007; Denzin, 1989; Ferrarotti, 1993; Fischer, 2005;

Kohli, 1993; Rosenthal, 2005; Sautu, 2004). Esclarecedora para la ocasión resulta la aserción de Ricoeur (2004a) de que son las narraciones las que nos permiten acceder a los dramas temporales de la vida humana.

Pero lo biográfico también es un ámbito heterogéneo. En él tiene cabida una serie de subgéneros disímiles, tales como las biografías, las autobiografías, las historias de vida, los relatos de vida, diarios, retratos, crónicas, necrologías, epístolas, historias orales, anales, memorias, biogramas, etc.14 (Arfuch, 2005; Bolívar et al. 1998; 2001;

Clandinin & Connelly, 1994; Connelly & Clandinin, 2006; Denzin, 1989; Pujadas, 2002; Sarabia, 1996; Sautu, 2004; Smith, 1994; Valles, 1999.) Lo oceánico de este ámbito, aunado a su progresiva expansión, provoca que Arfuch (2005, 2014) prefiera el término espacio biográfico al de género biográfico, en consideración a que para ella el segundo parecería encauzarse más a un inmutable reservorio de definidas formas clásicas y canónicas con sus sucesivas variaciones (autobiografías, biografías, confesiones, memorias, diarios íntimos, correspondencias y memorias de egregios personajes), mientras que el primero lo haría a un horizonte de inteligibilidad que favorece la evolución, la renovación, la diversidad, la complejidad, la inclusión y la apreciación de otras manifestaciones que exceden las anteriores, pero que convergen en la presentación de las vidas, o de parte de ellas, de sujetos históricos ínclitos así como de los corrientes. Entre ellas menciona las siguientes, algunas de las cuales son noveles, de suma actualidad e incitadas por la idiosincrasia, las preferencias axiológicas, las sensibilidades y los adelantos técnicos de nuestros días: entrevistas de corte biográfico o dialógico, cuadernos de notas, conversaciones, perfiles, anecdotarios, historias de vida,

13 Somos conocedores de que algunos autores (Ferrarotti, 1993; Kohli, 1993; Santamarina y Marinas, 1994; Sautu, 2004) aceptan la posibilidad de que lo biográfico se canalice no sólo a la individualidad, sino también a lo colectivo. No obstante, no profundizaremos en ello debido a que nuestro trabajo se sitúa en la línea del testimonio que emerge en la dualidad de la relación educativa.

14 Merece la pena recalcar que Sarabia (1985) llama al ámbito continente de todos estos géneros historias de vida. Teniendo en cuenta lo expresado hasta el momento podemos concluir con facilidad la razón que le induce a hacerlo. Con independencia de la denominación utilizada, coincidimos con él en el meollo del asunto.

relatos de autoayuda, testimonios, documentales y teatro (auto)biográfico, variantes del show como talk shows y reality shows. Afirma Arfuch (2005):

A su dimensión clásica [de lo biográfico] como modo de acceso al conocimiento de sí y de los otros –la vida como totalidad que iluminaría una escritura, un descubrimiento, una actuación, una personalidad–, a ese apasionante ―más allá‖ de la mesa de trabajo del escritor, del despacho del funcionario, del camarín de la estrella, que explicaría –y haría compartir– un derrotero siempre único, se suman hoy otras ―tecnologías de la presencia‖, que la globalización extiende al infinito. En efecto, la preeminencia de lo vivencial se articula a la obsesión de certificación, de testimonio, al vértigo del ―directo‖, el ―tiempo real‖, la imagen transcurriendo bajo (y para) la cámara, el efecto ―vida real‖, lo

―verdaderamente‖ ocurrido, experimentado, padecido, susceptible de ser atestiguado por protagonistas, testigos, informantes, cámaras o micrófonos, grabaciones, entrevistas, paparazzi, desnudamientos, confesiones… (p. 61).

En consecuencia, al interior de lo biográfico también es necesario realizar nuevamente una demarcación en razón de que el testimonio que resulta de interés para nosotros en este estudio bascula más hacia las narraciones autorreferenciales que hacia la biografía. Al tenor de los planteamientos de diversos estudiosos de la temática, efectuamos la siguiente distinción entre ambos términos. La biografía se refiere a la historia de la totalidad de la vida de una persona, viva o fallecida, o de un segmento de ella, relatada por otra. Las narraciones autorreferenciales aluden a los relatos en los que un individuo relaciona explícitamente su mismidad por iniciativa propia o por petición de algún (algunos) interlocutor(es). Es el mismo protagonista el encargado de contar y contarse sin subterfugios, de suerte que tanto la intencionalidad como la voluntariedad del sujeto cuya vida es narrada sean inexcusables en las narraciones autorreferenciales que no siempre en la biografía, en vista de que esta puede ser elaborada sin contarse con el sujeto biografiado y de que, en aquellos casos en los que efectivamente tiene parte, es el autor (el biógrafo) el agente decisorio último.

Se concluye, finalmente, por qué los especialistas sustentan que, habitualmente, las biografías se relatan en tercera persona y las narraciones autorreferenciales en

primera, aun cuando es notable indicar que hay casos que quebrantan este patrón15 (Bolívar et al., 1998; 2001; Caballé, 1995; Creswell, 2007; Denzin, 1989; Gusdorf, 1991; Mallimaci y Giménez, 2006; Miguel, 1996; Plummer, 1989; Pujadas, 2002;

Sarabia, 1985; 1996; Smith, 1994; Weintraub, 1991).

Apoyados en Caballé (1995) y Weintraub (1991) podríamos admitir que ambas acciones conciernen al ámbito de las experiencias de un sujeto, pero que su distinción radica en que contarse sobrepuja al contar por cuanto no sólo supone el encuentro de este con una realidad externa, sino la internalización de la misma y la transformación del sujeto. Es precisamente el criterio que utilizan ambos autores para diferenciar la memoria de la autobiografía cuando sugieren que en las primera hay proclividad al suceso externo percibido conscientemente por el sujeto, a las acciones o hazañas por este acometidas (res gestae), en cambio en la segunda la hay hacia la interioridad, es decir al devenir formativo de este, su ser siempre in fieri. Valga decir que, como opina el mismo Weintraub, dicho deslinde conceptual debe ser flexible, pues el criterio propuesto, al funcionar a modo de tipo ideal weberiano, nunca sega la complejidad de la realidad. Sirviéndonos de la terminología de Gusdorf (2012), podríamos complementar lo anterior sosteniendo que la autobiografía contiene una intensidad y autenticidad en el examen de conciencia exigua en la memoria, a fuer de que en ella hay un acercamiento más superficial al yo; en cambio en aquella se ―refleja el singular diálogo de una (…) persona consigo misma a través de las peripecias de una existencia, en la intimidad del corazón y del pensamiento‖ (p. 19).

***

Antes de continuar con el hilo discursivo que venimos desarrollando es importante realizar cuatro precisiones:

15 No ahondaremos en la cuestión debido a que desborda el alcance de lo que aquí nos incumbe.

No obstante, si alguien tiene interés en hacerlo puede recurrir a Lejeune (1994). Lo fundamental en estos casos, según el autor francés, es no perder de vista que con independencia de la persona gramatical que se emplee en el relato, esta siempre ampara la inferencia de la identidad entre el narrador y el personaje y, obviamente, entre este y el autor, tal y como lo enunciamos en este capítulo mediante la recurrencia al pacto autobiográfico. En el caso de las autobiografías en segunda (cuando el autor se llama tú) o tercera persona, motivadas por el honor, la humildad o por un desdoblamiento, el narrador asume una distancia con respecto al personaje principal que no obstruye su identificación por parte del lector.

1. El que las biografías y las narraciones autorreferenciales versen, respectivamente, sobre la reconstrucción retrospectiva que un investigador hace de la vida de otro o que un sujeto elabora de sí mismo, no entraña el desdén por el presente y el conjunto de perspectivas, constitutivos, asimismo, del trayecto existencial. Las mociones connaturales al ser humano (sentimientos, pensamientos, anhelos), si bien son previas al nombramiento que este hace de ellas, en muchas ocasiones, anidan en su interior estados inmediatos y futuribles, razón por la cual su direccionalidad no es hacia lo pretérito, sino hacia el provenir.

2. Dentro de las narraciones autorreferenciales hallamos las autobiografías, las memorias, los dietarios, el autorretrato literario, las confesiones y otras de mayor informalidad como verbalizaciones obtenidas en entrevistas, declaraciones espontáneas, autoobservaciones, cartas, composiciones, videos, etc. (Allport, 1942; Caballé, 1995; Gusdorf, 1991, 2012; Plummer, 1989; Sarabia, 1996; Weintraub, 1991). Es apropiado enunciar que hay autores que destinan parte de sus esfuerzos en distinguir cada una de estas manifestaciones, especialmente la autobiografía del resto de géneros adyacentes (Arfuch, 2005; Caballé, 1995; Gusdorf, 2012; Lejeune, 1994;

Miraux, 2005; Sarabia, 1996; Weintraub, 1991). Aun cuando valoramos su empeño en medio de tanta equivocidad semántica imperante en la actualidad, para nosotros no es objeto de problematización una diferenciación pormenorizada entre ellas ni la fijación de la gradualidad en que las propiedades constriñen a cada una, debido a que, por el momento, lo que, básicamente, nos interesa del conjunto es lo autorreferencial como atributo integrador. El testimonio que cautiva nuestra atención como categoría pedagógica, puede tener propiedades de todas, como podrá comprobarse a lo largo de este trabajo, lo que no significa que devenga en un constructo epistémico farragoso o que no pueda tener más proximidad a unas que a otras.

3. En simultaneidad con los términos biografía, autobiografía, memoria, diario íntimo, etc., consuetudinariamente, circulan en el ámbito académico, incluso con mayor asiduidad que algunos de los citados, otros dos que nos parece importante aclarar: relato de vida (life story en inglés, récit de vie en francés) e historia de vida (life history en inglés, histoire de vie en francés).

Correspondientemente, uno se refiere al discurso que una persona hace sobre su propia historia personal íntegra o sobre parte de ella con la mínima intervención del investigador16, mientras el otro surge como el discurso acerca de la historia de una persona, producido por un investigador fruto de la triangulación de fuentes en aras de mayor exhaustividad.

Lo anterior comporta que si la persona vive, la historia de vida es elaborada no sólo con el relato de vida, sino con la información captada a partir de la utilización de otras técnicas como, por ejemplo, la revisión documental, las entrevistas y los grupos de discusión con informantes cercanos y conocedores de la persona investigada, con miras a rebasar el relato de vida mediante la detección de las intersecciones entre el sujeto y la colectividad, en las cuales están sedimentados los temas y patrones sociales prevalecientes y el posicionamiento de este ante ellos17 (Atkinson, 1998, 2002; Bolívar et al. 2001; Creswell, 1998; Denzin, 1970, 1989; Mallimaci y Giménez, 2006; Pujadas, 2002). A decir de Goodon, ―si la life-story [cursivas añadidas] individualiza y personaliza, la life-history [cursivas añadidas] contextualiza y politiza‖ (citado en Bolívar et al, 2001, p. 29).

Acorde con lo dicho, sin esmerarse demasiado, es agible apreciar, en la línea de algunos autores (Bolívar et al., 2001; Denzin, 1989; Pujadas, 2002),

16 La mayoría de los especialistas encuadran los relatos de vida en un proceso investigativo, velando por que la intervención del investigador sea inexistente o insignificante, se vierta, simplemente, en incitación ―conservando incluso las propias peculiaridades lingüísticas de la persona‖ en favor de

―proporcionar una mayor fuerza testimonial‖ (Pujadas, 2002, p. 13). No obstante, en menor cuantía, existen voces disidentes como Bertaux (2005), quien considera que el requerimiento del investigador a un sujeto para que se narre no es conditio sine qua non para la existencia del mismo. Según el sociólogo francés, el relato de vida se configura ―desde el momento en que un sujeto cuenta a otra persona, investigador o no [cursivas añadidas], un episodio cualquiera de su experiencia vivida‖ (p. 36).

17 En coherencia con lo expuesto a pie de página N° 13 de la p. 49, tanto los relatos de vida como las historias de vida también pueden orientarse hacia un colectivo.

que la historia de vida tiene la facultad expedita para coincidir con la biografía, siempre y cuando el relato de vida tome parte en su elaboración.

En contra, el relato de vida, enmarcado en una investigación, puede solaparse con las narraciones autorreferenciales ―por encuesta‖. Dicha tipificación es propuesta por Pujadas (2002) para dar a entender que en todo proceso inquisitivo se pueden emplear documentos personales, aquellos cuya producción no cuenta con la inducción del investigador como factor incoativo, o registros biográficos por encuesta, es decir, por encargo de este para llevar a cabo la pesquisa.

Para ultimar este apartado, queremos reparar sucintamente en la divergencia que existe en la significación del documento personal entre Pujadas (2002) por un lado y Allport (1942), Sarabia (1996) y Plummer (1989) por otro. Contrariamente a lo que piensa Pujadas, este trío conviene en que el criterio de demarcación de los documentos personales no radica en la presencia o no del investigador como interventor en la creación del registro biográfico, sino en que sean revelación de una vida personal.

4. Cuando hablamos de narraciones autorreferenciales estamos enfocándonos, exactamente, como ya lo dijimos, en relatos cuya finalidad estricta reside en la exteriorización de un sujeto y de sus experiencias por parte de él mismo.

Con esto no estamos apuntalando que otras narraciones no contengan trazas autobiográficas. Sería ignorar que toda praxis hermenéutica siempre está determinada por una precomprensión, por la propia facticidad del sujeto que la emprende, tal y como asiente Heidegger y lo reitera Gadamer con la revaloración de los prejuicios. El mundo fenoménico sólo aparece al ser humano en concurrencia con su propia historicidad, con sus prejuicios como a priori de la comprensión. De aquí que Valéry (1990) rece: ―Considero más útil contar lo que uno ha sentido que simular un conocimiento independiente de cualquier persona y una observación sin observador. En realidad, no existe teoría que no sea un fragmento, cuidadosamente preparado, de alguna

autobiografía‖ (p. 78); y que Geertz (2003) escriba, con respecto a la indagación que efectúa el antropólogo:

Para el antropólogo, cuya profesión es estudiar otras culturas, el enigma siempre está presente. Su relación con su objeto de estudio es, quizá más que para ningún otro hombre de ciencia, inevitablemente problemática.

Si sabe uno lo que el antropólogo piensa qué es un salvaje, ya tiene la clave de su obra. Si sabe uno lo que el antropólogo piensa que él mismo es, sabe uno en general el tipo de cosas que dirá sobre la tribu que está estudiando. Toda etnografía es en parte filosofía, y una buena dosis de lo demás es confesión. (p. 287).

En el campo investigativo, estos planteamientos resuenan en Creswell (1998), por ejemplo, quien, basado en los planteamientos de Denzin (1989), evidencia sus preferencias por la ―biografía interpretativa‖, al cuestionar la querencia de la ―biografía clásica‖ de aprehender con objetividad y exactitud, en los materiales verificables que la contienen y en las entrevistas que puedan realizarse, la verdadera historia de vida de un sujeto.

Contrariamente, en la ―biografía interpretativa‖, es creado, debido a que acontece una dialéctica entre una historicidad doble, la de la subjetividad estudiada y la del autor que posee un propio horizonte de captación concretizado en sus experiencias, preferencias y valores. En este sentido Creswell (1998) sostiene que ―en el punto de vista interpretativo, las biografías son, en parte, escritos autobiográficos de los escritores‖ (p. 50)18 y Denzin (1989) formula:

Mientras escribimos sobre sus vidas, nosotros aproximamos el mundo de los otros mediante nuestros textos. Creamos diferencias, oposiciones y presencias que nos permiten conservar la ilusión de haber capturado las experiencias ―reales‖ de personas ―reales‖. En realidad, creamos las personas sobre las que escribimos de la misma manera que ellos se crean cuando se comprometen en prácticas narrativas. (p. 82)19.

18 En el original: ―In the interpretative view, biographies are, in part, written autobiographies of the writers‖ (Creswell, 1998, p. 50).

19 En el original: ―As we write about lives, we bring the world of others into our texts. We create differences, oppositions, and presences which allow us to maintain the illusion that we have captured the

―real‖ experiences of ―real‖ people. In fact, we create the persons we write about, just as they create themselves when they engage in storytelling practices‖. (Denzin, 1989, p. 82).

Pero, a pesar de nuestra simpatía por esta perspectiva, recalcamos que, en rigor, no es a esto a lo que nos estamos refiriendo en este numeral. Pese a que admitimos que es imposible narrar al margen de lo que somos, incluso en aquellos discursos de pretendida objetividad, queda claro, pues, que lo autorreferencial excede esta concepción y que apunta a una praxis

Pero, a pesar de nuestra simpatía por esta perspectiva, recalcamos que, en rigor, no es a esto a lo que nos estamos refiriendo en este numeral. Pese a que admitimos que es imposible narrar al margen de lo que somos, incluso en aquellos discursos de pretendida objetividad, queda claro, pues, que lo autorreferencial excede esta concepción y que apunta a una praxis

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