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2. MARCO TEÓRICO-CONCEPTUAL

2.3 Otras discusiones deontológicas

2.3.1 El problema de la objetividad

Desde la expansión del periodismo popular de gran tirada, en las tres últimas décadas del siglo diecinueve, el concepto de objetividad periodística ha estado en el centro de la escena. En Estados Unidos, país de producción y exportación de esta teoría, objetividad y periodismo profesional han sido prácticamente sinónimos. Ya en el siglo veinte, la objetividad se constituyó en la “piedra angular del periodismo”

(Muñoz Torres, 2012, p. 834) y operó, incluso, como factor de aglutinación de quienes la rechazaban.

Si bien el propósito de este apartado no es presentar una discusión de fondo sobre la historia del concepto de objetividad, sí nos interesa plantear algunas aristas relacionadas con su naturaleza, y que la vinculan estrechamente con el universo deontológico. En este sentido, acudimos a la visión de algunos autores que nos presentan disparadores de particular interés. Uno de ellos es Espeche (2012), para quien es esencial recordar el contexto liberal, anglosajón e histórico en que nació la objetividad como idea fundamental del periodismo. Ese momento coincidió con:

i. La irrupción de las agencias internacionales de noticias.

ii. La profesionalización del periodismo.

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iii. Las transformaciones económicas emanadas de los avances técnicos que permitieron una gran expansión del universo de lectores. (p.4)

Según este autor, la teoría de la objetividad

(…) plantea que la labor informativa debería basarse en los hechos de la realidad y mantenerse equidistante de los conflictos sociales. Prioriza, de este modo, determinados factores de noticiabilidad, como actualidad, proximidad, prominencia y curiosidad. La noticia fue equiparada desde entonces al hecho, y fue separada de la opinión en tanto géneros diferenciados. (p. 4)

La noción de objetividad, por lo tanto, se definió en oposición a la de opinión y hasta se emparentó con la idea de verdad. El debate, de este modo, se estructuró en la dicotomía objetividad-subjetividad. La teoría liberal defendió la idea de la objetividad como “un método que garantiza la calidad de los mensajes”. Del otro lado, los subjetivistas la presentaron como “una quimera o un engaño”. Para los primeros, los imperativos que llevaban a distinguir con claridad hechos de opiniones eran observados como “procedimientos éticos orientados a reforzar la fiabilidad del discurso periodístico”. Y, para los segundos, se trataba de un “enmascaramiento de las intenciones, siempre subjetivas e interesadas” de los periodistas. (Arroyas, 2009, p. 1).

Para Restrepo (2001), la objetividad periodística no es más que una “utopía” y una

“pretensión desmedida” (p. 2). En su argumento, acude a una comparación con aquella idea de Heráclito sobre que nadie puede bañarse dos veces en el mismo río:

Los hechos de la historia diaria, que son la materia prima de la información periodística, son tan cambiantes como las aguas de un río. Pretender la objetividad es tanto como creer que es posible capturar y congelar el instante que huye. (pp. 2-3)

En otro de sus textos, aunque compartido con Herrán (Herrán y Restrepo, 1992), se define al debate sobre la objetividad como “un circunloquio tan estéril como tratar de definir el sexo de los ángeles, por tener como punto de referencia conceptos absolutos”. Y los autores concluyen:

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Es obvio que nadie puede ser absolutamente objetivo, como tampoco tiene credibilidad un periodismo absolutamente comprometido, porque pierde como meta la información, y al obsesionarse con la necesidad de llegar a determinada demostración, se acerca al fuego de la propaganda. (pp. 136-137)

En nuestra investigación, coincidimos en el carácter poco útil de discutir si existe o no la objetividad periodística, puesto que se trata de una idea de características absolutas en un contexto de hechos que son dinámicos, relativos y que dependen de un contexto determinado y de unos valores específicos de quienes los observan.

Tampoco coincidimos con el postulado categórico que equipara objetividad y verdad, y que entiende a la objetividad “como el principio fundamental de representación de la realidad y de la verdad” (Berganza Conde, Oller Alonso y Meyer, 2010, p. 491). En la misma línea, Muñoz Torres (2012) sostiene que, cuando se aborda un hecho, se ponen en juego “conceptos previos”, lo que torna imposible la “percepción pura” (p. 841). Y concluye:

Los “hechos brutos” carecen completamente de sentido si no están conectados -mediante la subjetividad de la persona- con conceptos y nociones que hacen posible su interpretación. De ahí que el conocimiento factual no pueda ser disociado de la percepción subjetiva y, en consecuencia, de la capacidad humana de juzgar (…) es imposible señalar hechos sin valores. (p.842)

Para nosotros, el desafío más importante que, hoy, tiene por delante el periodismo profesional es transformar a la objetividad en un método de trabajo vinculado a principios deontológicos. Hace un siglo, esta idea surgía como una superación de la objetividad en tanto idea inmaculada. Berganza Conde, Oller Alonso y Meyer (2010) recuperan aquellas “cinco estrategias” para la práctica periodística de Gaye Tuchman (1978) que proponen a la objetividad como método profesional:

i. La presentación de diferentes puntos de vista.

ii. Los hechos que apoyan las declaraciones.

iii. La separación clara entre el contenido de la información y la opinión.

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iv. La estructuración de la noticia siguiendo el principio de la pirámide invertida.

v. La separación de la información y opinión. (p. 491)

Veinte años después, la misma Tuchman (1998) replantea su propuesta al recopilar cinco “procedimientos estratégicos” que les permiten a los periodistas

“proclamar su objetividad”. Estos son:

i. Verificar los hechos.

ii. Presentar posibilidades en conflicto.

iii. Presentar evidencia sustentadora.

iv. Uso juicioso de comillas.

v. Estructurar la información en frases apropiadas. (pp. 202-207)

Como se ve, tanto las estrategias como los procedimientos citados por Tuchman son dispositivos que tienen estrecha vinculación con los principios deontológicos. Y por ello en esta investigación consideramos a la cuestión de la objetividad como un problema que forma parte del universo deontológico de la profesión periodística. A nuestro criterio, el desafío de la profesión pasa por transformar la noción de objetividad en un método de trabajo, sustentado en los principios deontológicos del periodismo. Para un periodista profesional, el “ser objetivo” no está relacionado con disfrazar o encubrir sus convicciones, miradas o incluso intereses sobre los hechos de la realidad. Por el contrario, es ser consecuente con los principios deontológicos de la actividad, independientemente del estilo y de la vocación interpretativa o

“subjetivista” que porte el periodista.

La idea de objetividad, aún hoy, es “un marco de referencia que los periodistas usan para orientarse a sí mismos” (Glasser, 1992, p. 176). Como haremos visible en nuestra propuesta aplicada, el periodismo tiene por delante la tarea de dotar de sentido al concepto y de fusionarlo con los principios de la profesión.

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