• Aucun résultat trouvé

El tratamiento de las fuentes de información

2. MARCO TEÓRICO-CONCEPTUAL

2.3 Otras discusiones deontológicas

2.3.2 El tratamiento de las fuentes de información

La temática que involucra al tratamiento de las fuentes de información como parte de la construcción de la noticia ha sido abordada por numerosos autores, en general, desde un punto de vista técnico. Así, se han estudiado desde la naturaleza de las fuentes hasta su tipología. E incluso la cuestión ha sido analizada y discutida desde una disciplina como el derecho, procurando establecer qué clase de protección tiene el periodista cuando no está en condiciones de revelar la identidad de una fuente. En este inciso, nos proponemos aportar otra mirada: establecer y analizar los vasos comunicantes que existen entre la temática de las fuentes y la deontología periodística. Para ello, señalaremos algunos aspectos vinculados al denominado periodismo ciudadano y a las redes sociales entendidas como fuentes de información, que, pensamos, constituyen desafíos presentes para la actividad de la prensa.

Desde nuestra perspectiva, sin fuentes de información, no hay periodismo. Es que

“a menos que se trate de hechos programados –una sesión parlamentaria, una competencia deportiva, un espectáculo, etc. –, la mayoría de los periodistas no ha sido testigo presencial de aquello sobre lo que informa” (Ruiz y Albertini, 2008, p. 14). Por lo tanto, para los periodistas, las fuentes son imprescindibles. Y en el tratamiento que éstos hagas de ellas se decide buena parte de la calidad del producto periodístico. En este sentido, Borrat (1998) afirma:

La potencia informativa del periódico se pone de manifiesto (...) en el número, la calidad y el pluralismo de sus fuentes de información. Ante un hecho noticiable determinado, el periódico necesita disponer de varias fuentes contrastables para que su propia versión no sea mera trascripción o reproducción de la que le ha proporcionado una sola fuente, ni refleje tan sólo la versión de una de las partes del conflicto. (p. 57)

Si bien Borrat, por el contexto histórico de su texto, focaliza la cuestión en los periódicos, su mirada nos parece extrapolable a la generalidad de la actividad de la prensa. La profesionalidad de un medio de comunicación, entonces, está estrechamente relacionada con las tres variables que menciona el autor:

102 i. Número de fuentes.

ii. Calidad de las fuentes.

iii. Pluralismo de las fuentes.

También Suárez Villegas (2014) otorga una importancia decisiva a las fuentes de información para la calidad del producto periodístico, a tal punto que establece una conexión entre fuentes y veracidad. No puede haber veracidad informativa sin

“contraste y pluralidad de fuentes” (p. 5). Y añade:

El periodista debe acudir a fuentes fiables de información para construir la noticia y debe hacerlo conforme a la legalidad y el respeto a los derechos de las personas. Asimismo, la heterogeneidad de estas fuentes repercutirá en la calidad del producto final. Ello se traduce en una noticia en la que quede representada el mayor número posible de enfoques sobre los hechos, otorgando voz y visibilidad a todos sus actores implicados.

Mediante este procedimiento se evita la difusión de una información sesgada o proclive a un determinado grupo que pervierta la función social debida de todo proceso periodístico. (p. 5)

Ferré Pavia y Nogué i Regás (2010, traducción propia), en el Llibre d´estil de l’Agència Catalana de Notícies, presentan algunas exigencias para el abordaje de las fuentes de información:

i. Pluralidad. Evitaremos producir un periodismo de declaraciones y contradeclaraciones en que no intervienen los otros actores sociales, los sectores implicados en la noticia ni la ciudadanía. Daremos voz a todas las fuentes implicadas e intentaremos abordar las temáticas desde la perspectiva que más implique la sociedad. (p. 121)

ii. Atribución precisa de la información y/o declaración que aporta la fuente.

Es fundamental, para no crear confusiones y para que el receptor pueda localizar bien las fuentes, que las atribuciones de las declaraciones siempre se hagan correctamente y se revisen. Existe un cierto margen para retocarlo (acortarlas o corregir errores), pero nunca se sacarán de contexto ni se variará el sentido. (p. 121)

103

iii. Contrastación. La práctica de la contrastación es una norma básica del trabajo periodístico. Nos da garantías para no esparcir rumores y favorece el pluralismo de la información que producimos. Estaremos siempre muy atentos a no relegar la verificación por la falta de tiempo, especialmente en asuntos delicados. (p. 122)

iv. Atención cuidadosa al off the record. Se reservará para casos especialmente delicados por la repercusión que tiene. Si no se presenta una de esas situaciones, se evitará repetir datos de los que no se pueda citar la fuente.

(p. 123)

Antes de abordar los lazos entre el tratamiento de las fuentes y la deontología, nos parece pertinente clarificar y clasificar a las fuentes de información según sus características y naturaleza. Acudiendo a un trabajo de Coca y Diezhandino (1997) como plataforma, Marauri, Rodríguez y Cantalapiedra (2012) establecen once tipos de fuentes que suelen ser nominadas por los medios de comunicación:

i. Institucional, cuando las fuentes son o pertenecen a instituciones públicas o privadas definidas e identificables y hablan en representación o en calidad de ambas.

ii. No institucional, cuando las fuentes no provienen de institución o de representante de institución alguna o, si lo son, hablan a título personal.

iii. Ambas, cuando parte de las fuentes principales responden a la primera variable y parte a la segunda.

iv. Observación directa, cuando la información proviene del testimonio personal sobre el suceso del propio redactor.

v. No consta, cuando en la unidad redaccional no se citan fuentes o cuando se utilizan expresiones lo suficientemente ambiguas como para que no sea posible una determinación exacta, tales como fuentes de la Administración, fuentes próximas a... o fuentes fiables.

vi. Diarios, cuando se citan textos publicados en otros periódicos o medios escritos.

vii. Agencias, cuando la fuente principal es el texto elaborado por una agencia informativa.

104

viii. Institucional, no institucional y observación directa, cuando se produce una combinación de las tres.

ix. Observación directa y no institucional, para los casos en los que predominen estos dos tipos de fuentes.

x. Observación directa e institucional, por la misma razón.

xi. Otras, para aquellas que no se puedan englobar en ninguna de las anteriores. (p. 89)

A esta clasificación de tipo tradicional, le debemos incorporar el universo de las fuentes que provienen del periodismo ciudadano y de las redes sociales. Por periodismo ciudadano entendemos “el conjunto de aportaciones que en el ámbito de la información realizan personas ajenas a la profesión a través de los nuevos medios y tecnologías” (Salvat y Serrano, 2011, p. 70). Se le conoce también como “periodismo público, participativo, interactivo, comunitario, alternativo, de fuente abierta, en red, personal, bidireccional o, incluso, nano periodismo” (Pellegrini-Ripamonti, 2010, p.

272). El ciudadano, al embarcarse en esta dinámica, abandona el rol pasivo que le estaba reservado en el esquema tradicional y pasa a ser un “prosumer”, es decir, productor y consumidor de información (Espiritusanto, 2011, p. 5).

Por otro lado, las redes sociales también se han erigido en fuentes de información.

La razón fundamental es que, a través de las redes, la información llega a los periodistas en forma inmediata desde el mismo lugar en donde se producen los hechos. Quienes difunden esta información ya no son “periodistas ciudadanos” sino simples usuarios de las redes sociales. Suárez Villegas y Álvarez (2016) estudiaron este fenómenos, llegando a la conclusión de que las redes han ganado “especial relevancia para el proceso informativo que tienen los contenidos noticiosos de última hora” (p.

69). Y así lo argumentan:

Estos contenidos [los de última hora] se difunden con gran rapidez por las redes sociales, aprovechando la versatilidad tecnológica y la conectividad de los usuarios, especialmente en aquellas situaciones en las que los periodistas no pueden acceder al lugar de los hechos de forma inmediata. Por ejemplo, en zonas geográficas aisladas o con dificultad de acceso por diferentes razones, los medios deben cubrir informativamente el

105

acontecimiento a partir de los testimonios y contenidos remitidos por los propios ciudadanos. (p. 69)

Tanto en los casos del periodismo ciudadano como en el de los contenidos que llegan a la prensa a través de las redes sociales, el periodista debe tener especial cuidado al utilizar a esas publicaciones como fuentes de información. En su estudio, Suárez Villegas y Álvarez (2016) visibilizan que “casi un 50% de los internautas (…) habían conocido noticias de actualidad a través de las redes sociales que finalmente resultaron ser falsas” (p. 70). Y concluyen que, ante el riesgo de que las redes viralicen información falsa o tergiversada, “el profesional del periodismo necesita nuevas habilidades en el desempeño de su labor, como saber analizar cuándo un contenido es real o falso” (p. 71).

Como hemos visto, el periodismo ciudadano y las redes sociales ponen a los profesionales de la prensa ante el reto de incorporar una nueva dimensión ante el tratamiento de las fuentes: la capacidad de detectar informaciones falsas, que son difundidas interesadamente para constituirse en el origen de noticias que luego publican medios profesionales.

Sin embargo, este desafío no es exclusivo de las dinámicas surgidas con la digitalización, sino que el interés o la imprecisión de las fuentes han formado parte, siempre, de la tradición de las rutinas periodísticas. Uno de los fallos habituales de los profesionales está constituido por tomar por válida a toda información aportada por una fuente “confiable”, con la que se tiene un vínculo personal, evitando acudir a los los principios de verificación y contrastación. Esta conducta contradice un principio básico de la profesión, que es de carácter eminentemente deontológico, como lo es el del “principio de veracidad”, ya que “la confianza personal no es un grado de solvencia de la calidad de la fuente informativa” (Suárez Villegas, 2014, p. 7).

También el contar con una presunta información exclusiva que surge de una determinada fuente puede hacer caer al periodista en el error de saltearse la necesaria verificación, incumpliendo, otra vez, con el principio de veracidad. Así lo sostiene Suárez Villegas (2014):

106

El periodista ha de saber que contar con una fuente informativa confidencial no constituye una garantía de su veracidad, incluso puede ser una argucia por parte de esta para servirse del periodista para difundir simple rumores infundados y que pueden ocasionar un daño injustificado a tercero. En otras ocasiones, como ocurre en este caso, podría responder al propósito de mantener abierta una especulación sensacionalista que alimenta la malsana curiosidad mediática de convertir un doloroso asunto familiar en una telenovela infame, en la que se hace partícipe al público para que juzgue las intenciones de sus protagonistas. (p. 8)

En la misma línea avanza Mayoral (2005), quien expone el poder casi ilimitado que cobran las fuentes cuando el periodismo profesional no examina ni su rigurosidad ni sus intereses en profundidad:

Los medios de comunicación parecen haber sucumbido al embrujo y al poder retórico de las fuentes informativas. El mensaje periodístico, formalmente independiente, está hipotecado por oscuras servidumbres. Se ha escrito oscuras porque los profesionales de la información no identifican debidamente a sus fuentes; y servidumbre, porque los periodistas difunden una versión de la realidad que, con gran frecuencia, es tan solo una versión interesada —y, por tanto, cabe deducir que deformada— de esa realidad. (p. 93)

O sea: cuando las rutinas periodísticas no tienen incorporado un aceitado sistema de verificación de la información que proviene de sus fuentes, se daña el principio de veracidad y, en consecuencia, se daña el derecho a la información. Además, los intereses pretendidamente ocultos que puede tener una fuente al transmitir una información deben poner en guardia al periodista para evitar ser engañado. En esta línea, Joe Lelyveld, célebre director del New York Times en la década de 1990 y ganador del Premio Pulitzer, exigía que sus periodistas se hicieran una pregunta al momento de decidir si daban por válida una información proporcionada por una fuente:

¿Qué motivo, si es que hay alguno, podría tener la fuente para engañarnos o confundirnos, o para exagerar u ocultar datos importantes que puedan alterar nuestra impresión de la noticia? (Kovach y Rosenstiel, 2003, p. 126).

107

Al proponer a sus cronistas ese interrogante, Lelyveld los impulsaba a sospechar de los intereses poco transparentes que, quizá, podían tener sus fuentes. Y, por lo tanto, a verificar, siempre y en todos los casos, toda información proveniente de una fuente.

Pues bien. Al comienzo de este apartado manifestamos que, desde nuestro punto de vista, la cuestión del tratamiento de las fuentes de información se encuentra atravesada por la deontología. Ese vínculo lo observamos en dos aspectos específicos:

i. El principio de veracidad.

ii. El principio de verificación.

Para nosotros, ambos principios están enlazados, por lo que no puede haber veracidad sin verificación de la información. Es que, después de todo:

La esencia del periodismo es la disciplina de verificación. A fin de cuentas, el periodismo se diferencia del entretenimiento, la propaganda, las obras de ficción o el arte por su disciplina de verificación (…) Únicamente, el periodismo se centra en el relato fidedigno de los hechos. (Kovach y Rosenstiel, 2003, p. 100-101)

A modo de conclusión, expondremos los cinco principios que, desde nuestro punto de vista, todo periodista debiera seguir para un tratamiento de las fuentes de información que esté en consonancia con los valores deontológicos de la profesión.

Estos principios, claro está, formarán parte del espíritu de nuestra propuesta aplicada para el caso argentino. Y son:

i. Principio de doble verificación. Cuando recibe información de una fuente, el periodista debe verificar su veracidad con, al menos, dos fuentes más, que no deben tener vinculación alguna con la fuente original. Sin la doble verificación, la información no debe ser publicada.

108

ii. Principio de transparencia sobre la identidad. El periodista no debe ocultar su identidad a una fuente, bajo ninguna circunstancia.

iii. Principio de honestidad. El periodista no puede pagar, en ningún caso, a una fuente para recibir información.

iv. Principio de credibilidad con la fuente. El periodista debe respetar siempre los acuerdos pactados con su fuente, que podrán incluir anonimato o un determinado tipo de tratamiento de la información.

v. Principio de pluralidad. El periodista debe presentar, en todos los casos, una voz de contraste a la información original, a los efectos de que sea el público el que otorgue —o no— credibilidad a esa información.