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3.2 Medicina en la época de contacto. Encuentro médico

3.2.2 Sistemas médicos precontacto

3.2.3.3 Hispanización de Ticiotl

A partir de 1521, la situación tanto de la sociedad indígena mexicana como de su medicina, fue la misma que la de otras sociedades sometidas, es decir, fue casi destruida por la guerra, la conquista y la muerte masiva. El colapso de la sociedad prehispánica puso en serio peligro la supervivencia de la sociedad indígena y, por tanto, de su medicina. Sin embargo, como ya hemos señalado, hay que mencionar que los conquistadores aceptaron los resultados empíricos de la medicina prehispánica, especialmente contrastados con la enorme escasez de sus propios recursos médicos y asistenciales; por ello, mostraron interés por los recursos terapéuticos, aunque con la operación preventiva de privarlos de todo valor cosmogónico; así toleraron a los titici y la continuidad de su asistencia a las comunidades indígenas, incluso toleraron el recurso a ellos por parte de los recién llegados (Anzures, 1981: 29; Viesca, 1987: 93; Hernández & Foster, 2001: 21). Dicho de otro modo, parece indudable que la “otra” medicina – o la medicina de “los otros”- continuó practicándose sin trabas oficiales explícitas hasta, por lo menos, finales del siglo XVI (Viesca, 2000: 57, 59).

Si bien la Ticiotl y titici fueron permitidos en la época de contacto, recordemos que las actitudes hacia una y otros oscilaron entre la aceptación, la simple tolerancia y el desprestigio, dependiendo de contextos y momentos concretos. Uno de los condicionantes fundamentales para pasar de la primera o la segunda de estas actitudes a la tercera fue la llegada progresiva de galenos y cirujanos peninsulares a la Nueva España, así como la cacería de herejías por parte de los religiosos que, una vez constatado el fracaso de sus primeras conversiones en masa, se alarmaron ante la persistencia de las viejas creencias no cristianas, lo que les llevó a una represión de la práctica y de los practicantes indígenas, que perdieron su lugar en la sociedad colonial (Pardo, 2013). Fue así como la Ticiotl se convirtió, a los ojos de los colonizadores, en curanderismo y charlatanería, obligándola a adoptar y explicar su pathos en base a la religión católica y teorías de la medicina galénico-hipocrática y empírica española para seguir siendo practicada (Viesca, 1990c: 134; Viesca, 2013: 231-232; Pérez, 1993: 566; Anzures, 1983: 56).

En cuanto a los titici, fueron tolerados en un principio debido a la escasez de médicos españoles,

para después ser destinados a atender solo a los indígenas, aunque eso no evitó nunca que fueran el recurso de algunos pobladores novohispanos, vistos como “vulgo” por los galenos, pero no siempre pertenecientes realmente a los estamentos más bajos de la sociedad (Viesca, 2000:

57, 59).

Pese a que los gobernantes novohispanos se dieron a la tarea de regular y modificar tanto la práctica de galenos como de titici, los religiosos tuvieron mayor influencia en el mestizaje y regulación que sufrió la práctica indígena. Al implementar la religión católica, los frailes españoles se dieron a la tarea de reemplazar a los antiguos dioses por el dios español, logrando que la Ticiotl modificara algunos aspectos de sus explicaciones etiológicas de la enfermedad, que ahora pasaba a ser castigo del dios de los españoles. Este proceso llevó aparejada la pérdida de algunos recursos terapéuticos por la implementación de los traídos desde la península, aunque la mayor parte de la herbolaria autóctona se mantuvo (Pérez, 1993: 566) e incluso se transportó a la medicina de los conquistadores, como ya indicamos.

Aunque se trató de destruir a la Ticiotl, se mantuvo y practicó especialmente en las comunidades indígenas y en los llamados “pueblos de indios”; este mantenimiento podemos analizarlo en base a tres puntos: el diagnóstico de la enfermedad, sus causas y la terapéutica.

Por lo que se refiere al primero de estos tres puntos, el diagnóstico continuó como en la época prehispánica, a través de oraciones, medición con las manos y coloración o movimiento del agua, con los cuales, se pretendía conocer la causa (divina, mágica o natural) de la enfermedad.

Habremos de recordar que, aunque las formas fueron prehispánicas, hubo inserción de elementos hipocráticos y religiosos en ellas (Anzures, 1981: 34-39). Para ejemplificar lo anterior, mencionaremos una de las oraciones o invocaciones de la enfermedad, recogida por Anzures (1981: 34), en la que se observa cómo el lugar de los dioses prehispánicos fue reemplazado por santos cristianos:

Para descubrir al causante del mal Mirará aquí en el libro Quién de aquellos le aborrece, Quién se irrita, quizá un santo.

Dígnate venir, el golpeado contra las piedras en nueve lugares, El desmenuzado entre las manos en nueve lugares…

¿quién eres tú el que se digan enojarse?

¿Acaso nuestra venerable madre?

¿acaso el venerable San Gaspar?

¿Quién se digna enojarse?

¿acaso el venerable San Juan?...

¿Quizá los dueños del agua, los venerables ángeles de Dios?

¿Quizá cayó en manos de los habitantes de los lugares difíciles?

¿O (en las de) Uno Conejo que está boca arriba?

¿O (en las de) mi padre, mi madre, Cuatro Caña que está moviéndose?

En cuanto al segundo aspecto, las causas por las cuales se presentaban las enfermedades, retomemos la idea de que, pese a estar sometidos al gobierno virreinal, los titici continuaron considerando que las enfermedades se debían a la acción de los dioses, procesos relacionados con el animismo-magia de espíritus y el accionar de los mismos hombres y, por último, a causas naturales. Al adaptarse la cosmovisión indígena a los preceptos cristianos, la enfermedad como causa divina no fue erradicada, aunque si cambiada por un solo dios en lugar del amplio panteón mexica. Lo mismo ocurrió en el caso del animismo-magia, ya que los espíritus mexicas fueron cambiados por santos españoles. Las enfermedades que no sufrieron modificaciones fueron aquellas atribuidas a causas naturales, ya que compaginaban bien con la medicina galénica española (Anzures, 1981: 40-42).

El tercer punto de la Ticiotl practicada tanto en la época de contacto como en la colonial, se refiere a la terapéutica indígena, la cual reúne las curaciones psico-religiosas, las mixtas y los remedios naturales. Anzures (1981: 66) nos permite identificar las modificaciones en la terapéutica debido a la eliminación de elementos prehispánicos, e imposición de aspectos españoles:

Tabla 3.2 Terapéutica indígena en la época prehispánica y en la época de contacto Época prehispánica Época de contacto y colonial época se promete a la virgen o santo al que se pide la salud que el enfermo vestirá un tiempo su hábito. Persistencia de creencia y rituales antiguos. Se dieron actitudes sincretistas

Sistema

naturalista A base de hierbas, animales y minerales medicinales, solos o combinados, se hace a los santos cristianos, a Dios o a la

ponga algún emplasto de plantas, animales o minerales, se le hace una limpia o se le rezan conjuros, o el enfermo hace una manda

virgen

Tras la conquista, la salutación a los enfermos, el elemento oratorio de la terapéutica mexica, continúo en práctica, pero su contenido se transformó radicalmente. En la época prehispánica, las salutaciones correspondían a la vieja palabra o huehuetlatolli, discurso ocupado para el mantenimiento del orden social por parte del sacerdote-médico o el ticitl, y que se pronunciaba en diversos eventos de la vida de los individuos, entre ellos el momento de la enfermedad. Los sacerdotes cristianos aprovecharon estos discursos para implementar la religión católica mediante el cambio de elementos indígenas por aquellos propios del cristianismo (López, 1973:

92-93).

Como hemos visto, si bien la Ticiotl continuó en práctica por falta de galenos y demanda de titici, tuvo que ser modificada para adaptarse a los estándares del conquistador. Sin embargo, el arte necesitaba de sus practicantes para que dichos cambios ocurrieran, y que a su vez, ellos mismos cambiaran. Referente a lo último, el ticitl pudo ejercer en la Nueva España, como se ha mencionado, por dos razones, siendo la primera la falta de asistencia médica peninsular, y la segunda su manejo en la herbolaria. Además de todo esto, hemos de insistir en que se le permitió practicar por su aceptación de algunos de los preceptos europeos en la práctica médica.

Naturalmente, además de estos casos, la pervivencia de la Ticiotl y del accionar de los titici se dio también en las zonas periféricas o alejadas, que escapaban del control efectivo de los conquistadores y colonos, porque como otros elementos de la cultura prehispánica, la medicina y sus practicantes buscaron refugio en las zonas alejadas del virreinato, pudiendo así practicar la Ticiotl sin abandonar su cosmogonía (José Pardo, comunicación personal, 2017; López, 1973:

92).

Los titici si bien atendían a la población en general, pasaron por una serie de imposiciones gubernamentales que les obligaban a asistir médicamente solo a la población indígena, después de avalar su profesión ante el virrey (Viesca, 2001: 50). Las razones de los gobernantes para dicha disposición se sustentó en la corriente hipocrática que permeaba la medicina renacentista española, la cual consideraba que las enfermedades se diferenciaban en latitud y zonas geográficas (Viesca, 2000: 72-73; Viesca, 1990b: 95). A la idea anterior se anexó la explicación que los galenos dieron al impacto que las grandes epidemias del siglo XVI tuvieron en la

población indígena, concluyendo que la medicina de los indios era mejor y más adecuada a su naturaleza (Viesca, 2000: 72). Aunque este límite de la acción asistencial de los titici, reflejado en la disposición oficial, no se llevó a cabo de forma general, ya que fueron muchos los titici que trabajaron en los hospitales asistiendo tanto a indígenas como a mestizos y españoles allí ingresados (Miévelle, 2012: 104-105).

La actitud de desprestigio hacia los titici que, como hemos dicho, se dio a inicios de la época colonial y convivió con otras actitudes más tolerantes, está íntimamente relacionada con el cambio en la conciencia epistemológica que la labor misional y de conversión al cristianismo se impuso desde el principio; y más aún a medida que los aires de la Contrarreforma católica que se iban imponiendo en la metrópoli alcanzaban la colonia. El sector religioso tuvo, lógicamente, un gran peso en esta situación, ya que fue uno de los que más pugnó por el rechazo del ticitl por considerarlos ejecutores y repositorios de las costumbres prehispánicas y uno de los elementos clave para la pervivencia de las mismas (López, 1967: 112; Viesca, 1990: 220, 225; Viesca, 1990c: 144). Ambas acciones hicieron que Ticiotl y Titici fueran considerados diferentes a lo europeo, provocando con creciente frecuencia el desconocimiento de su validez y pugnando por confinarlas en la consideración de curanderismo para la práctica, y de curanderos para los practicantes (Viesca, 1995: 73).

En palabras de Viesca (2001: 47), la palabra curandero “hacía mas referencia al rol de un individuo como sanador, implicando que dicho personaje no es doctor en sentido occidental. Un curandero es una persona que cura, o que trata de curar, acorde a los conocimientos pre-hispánicos, añadiendo conocimiento español”. Tal “curandero” es un producto de la Conquista y muestra el poder de la parte española sobre la indígena. Aquellos que fueron nombrados como curanderos, en la época prehispánica, fueron sanadores que ejercían como expertos, que resolvían problemas de salud mediante prácticas variadas, entre las que ocupaba un lugar principal la preparación de medicamentos. La paradoja, fue que esto, visto a veces como una amenaza, contribuía sin embargo al mantenimiento del orden social (Viesca, 2001: 48).

Así pues, tal y como lo hemos presentado en este apartado, tanto la medicina española como la Ticiotl sufrieron cambios durante la época de contacto. Sin embargo, la población hacia uso de ambas, probablemente en niveles y ámbitos mayores de los que los testimonios que han sobrevivido nos llevan a pensar. Por eso, en el siguiente apartado, nos gustaría centrarnos en uno de esos escenarios en los que los dos sistemas podían encontrarse en contacto directo: los

hospitales. Éstos fueron sin duda uno de los espacios que más influyeron en la apropiación de recursos autóctonos e instauración de prácticas nacidas del contacto entre una y otra medicina.