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2.1 Problema de Investigación, objetivos y preguntas de investigación

2.2.1 Giro retórico y semiótica

Harley (1999) propuso el giro retórico en base al giro lingüístico y la retórica. El primero nos lleva a considerar que las enfermedades pasadas no pueden ser entendidas en base al corpus teórico del investigador contemporáneo. Para poder estudiarlas, habrá que considerarlas como sistemas semióticos en conflicto y concebir a las entidades morbosas en términos epistémicos (Harley, 1999: 409, 410). Ya que los símbolos y su creación son específicos de una sociedad, el giro lingüístico refiere más a un giro contextual que nos sitúa en el dónde, cómo y cuándo se construyó el discurso que se presentó y avaló ante y por la sociedad para la entidad morbosa (Good, 1994: 112; Staiano, 1992: 99).

Al contextualizar, será posible aplicar la retórica para presentar y conectar el conocimiento del cuerpo médico y social que generó la enfermedad, integrando así todos los aspectos, signos y símbolos que la construyeron y rodearon (Harley, 1999: 408, 411, 420, 433). Sin embargo, en la historia social de la medicina, es mas frecuente hacer uso de la hermenéutica retórica, ya que

señala que los padecimientos pertenecen al campo de la semántica debido a su construcción en base a significados con los que el enfermo entiende su realidad. Así mismo, se menciona que el diálogo del practicante, al momento de construir la entidad de la enfermedad, es hermenéutico o interpretativo, ya que la interpretación del padecimiento es un rasgo esencial de la medicina (Coulehan, 1991: 112). Resumiendo, la hermenéutica retórica permite identificar las ideas tanto de pacientes como practicantes, junto con las ideas que permeaban la sociedad en la que vivieron (Anrubia, 2003: 98).

Pese a que el giro lingüístico y la hermenéutica se apoyan en la semántica, Harley (1999: 435) propone emplear la semiótica con la finalidad de revelar los sistemas sociales y conceptuales del pluralismo médico que creó a las enfermedades, y que nos permite llegar a un re-diagnóstico y re-configuración social. En otras palabras, con la semiótica podremos explorar los métodos que generaron símbolos, signos, técnicas de diagnóstico y las tecnologías, elementos que formularon las entidades de enfermedades y nos revelan la episteme del grupo social (Staiano, 1992: 179).

Ahora bien, para reconstruir el diagnóstico de cocoliztli, buscaremos sus signos y símbolos en los documentos de la época, los cuales nos narrarán las experiencias tanto del cuerpo médico como de la sociedad. Sin embargo, nos centraremos en la investigación de un evento considerado como “minúsculo” comparado con los cambios y adaptaciones que ocurrían en la época de contacto, los cuales llenan los folios de los documentos. Es por lo anterior que las referencias que lleguemos a encontrar las tendremos que entender bajo los conceptos de la Microhistoria” y como “excepciones normales”.

2.2.2) Microhistoria y lo “excepcional normal”

En la década de 1970, el historiador Edoardo Grendi tomó del antropólogo Clifford Geerts la idea del análisis de lo microscópico. Para el antropólogo, los megaconceptos pueden ser estudiados si se parte del saber extraordinariamente abundante que se tiene de cuestiones extremadamente pequeñas, o microhistóricas (Serna & Pons, 2002: 199).

Aplicando lo microscópico a la historia, Grendi (1977 en Serna & Pons, 2002: 206) proponía un modelo de análisis llamado microhistoria, en el que se redujeran los objetos de investigación al ligar el contexto con el análisis circunstancial. Esto se podría practicar en campos que por sus

pequeñas dimensiones, permiten el análisis con resultados significativos (Serna & Pons, 2002:

199). La microhistoria trabaja con documentos “excepcionales normales”, testimonios indirectos o documentos excepcionales que resultan “normales” por su relevancia. En otras palabras, debido a la escasez de testigos explícitos, lo excepcional da en negativo lo que se podría definir como normal. Grendi, con su metodología, intentó adentrarse a documentos que requerían una alfabetización cultural y una sofisticación hermenéutica, e interrogarse por unos hechos humanos que parecían menores, pero que al observarse desde un ángulo distinto, se presentaban como parte de la vida diaria de la gente del pasado (Serna & Pons, 2002: 206, 213).

Al hacer microhistoria, se tendrían tres significados o hallazgos si se parte de lo excepcional normal. El primero hace referencia a las fuentes, el segundo a los objetos de investigación, y el tercero al método de conocimiento y a las inferencias a aplicar. El primer hallazgo refiere a que una cosa se torna excepcional normal si el documento es significativo por ser revelador. Si al buscar un objeto de investigación que, por su condición extraña, descubra un negativo, o por fragmentos, hechos o procesos históricos normales y/o colectivos, se tiene el segundo significado. Por último, el indicio como mecanismo de creación de un paradigma cognoscitivo, o la huella escasa pero igualmente reveladora a la que se le da un significado si se llega a ella con audacia refiere al último de los hallazgos de Grendi (Serna & Pons, 2002: 208).

Dos documentos de las crónicas estudiadas en esta investigación nos permitirán ejemplificar los hallazgos de la microhistoria. El primer documento se trata de la carta de Fray Domingo de Betanzos, testigo directo que, sin pretenderlo, menciona el impacto demográfico de cocoliztli junto con los meses de inicio de la enfermedad. Otro ejemplo lo tenemos en los Anales de San Gregorio Acapulco. En éstos se leen, en náhuatl, los síntomas de la enfermedad y su nombre.

Ambos son fuentes que se volvieron significativos por la información contenida, y de dicha información se desprenden datos (mortandad, descripción de la enfermedad, inicio de la epidemia) que permitirán cumplir los objetos de investigación. Por último, con el análisis de la información proveniente de las fuentes, nos aproximaremos a la construcción sociocultural del cocoliztli.

Los tres hallazgos de la microhistoria llevan a aceptar que la historia y el trabajo del historiador es revelar el pasado que ya no existe a través de la reconstrucción indirecta y oblicua por medio de indicios, confirmando que se tiene un método de abducción, con la que se “sugiere que algo puede ser” (Serna & Pons, 2002: 209). Al utilizar dicho método, habrá que relacionar un hecho al

que solo se accede mediante pruebas, con testimonios o indicios, y así verificar la inferencia. La abducción es la confirmación de que los historiadores no pueden reconstruir y conocer una realidad inexistente por situarse en el pasado. Con la finalidad de tener una aproximación al evento de estudio, se usan materiales o fuentes históricas, las cuales casi siempre son indirectas; esto hace que se trabaje con escasa información para encontrar las uniones significativas en materiales simples y escasos (Serna & Pons, 2002: 209). Los documentos históricos, acorde a Ginzburg, expresan las relaciones entre las clases de una sociedad determinada, además de tomar las voces de las victimas o los sujetos que presenciaron el evento, mediante la vos cortada que da una percepción del mundo. Para que los documentos sean relevantes y se vuelvan verídicos, el historiador debe hacer uso de la retórica, para así presentar y dar coherencia a una narrativa que haga convincente el hallazgo. En otras palabras, el historiador depende de su cualidad personal para llevar al lector al momento del evento y revelarle el pasado (Serna & Pons, 2002: 211-212).

Habremos también de considerar que para llevar a cabo cualquier estudio histórico que implique el ingreso en las fuentes y/o crónicas de los siglos XVI y XVII, primero debemos resolverse el problema de la evaluación de los testimonios plasmados, que por lo general resultan ser dispares. El proceso metodológico para obtener información de dichos documentos proviene de evaluarlos en base a dos críticas, una externa y otra interna. La primera hace referencia a la autenticidad de la fuente, lo que refiere a su fecha y lugar de procedencia. La crítica interna trata de verificar el valor del testimonio en cuanto a su fidelidad al narrar o hacer referencia a los hechos (Aranibar, 1963: 104).

Después de evaluar las fuentes, es momento de sumergirse en los documentos y realizar la construcción histórica del evento que se desea investigar (Aranibar, 1963: 104). Habría que agregar que a los documentos se debe llegar desde una posición plenamente dialógica.

Navarrete (1997: 173) menciona que hay que realizar el mayor esfuerzo, por parte del investigador para poder escuchar las voces que se ocultan entre los documentos, y así entenderlas en su propio contexto, y comprender las complejas realidades (políticas, religiosas y culturales) en las que se desenvolvieron.

Empleando el giro retórico, la microhistoria y el concepto de “excepcional normal” a este estudio, se justifica el considerar como fuentes primarias a los códices mexicas del siglo XVI, las crónicas religiosas, políticas y mestizas de los siglos XVI y XVII producidas en la Nueva España, junto con

las Relaciones Geográficas y textos médicos. A continuación diremos unas palabras sobre los documentos que se consultarán en esta investigación, posteriormente se hará mención de los mismos, y en capítulos posteriores, nos adentraremos en la información que contienen y que es relevante para el estudio del cocoliztli de 1545.