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Conceptualizaciones limitadas al analizar acciones políticas juveniles juveniles

PARTE 2. LO ADULTOCÉNTRICO Y LA INVESTIGACIÓN SOCIAL CHILENA SOBRE LO JUVENIL. CHILENA SOBRE LO JUVENIL

4.2. Mecanismos en debate

4.2.2. Imaginarios restringidos en el análisis de la (no) acción política

4.2.2.2. Conceptualizaciones limitadas al analizar acciones políticas juveniles juveniles

Otro de los mecanismos presentes en estas producciones investigativas, refiere a lo que nombro como conceptualización limitada. Alude a la utilización que se hace de determinadas nociones de uso compartido en ciencias sociales, lo que las establece como validadas, aunque como cualquier elaboración con debates en lo semántico, muestran una capacidad heurística que tiende a reproducir lógicas adultocéntricas en el análisis de la acción política de las y los jóvenes.

Conceptos como: participación, protagonismo, ciudadanía, derechos, son utilizados desde diversas perspectivas, pero con algunas lógicas comunes. Por ejemplo, la noción de participación que se asume desde la política pública refiere

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hacia el plano institucional de la elección de gobernantes y no aplica para los procesos de las experiencias cotidianas de las y los sujetos jóvenes. En ese uso, las posibilidades que se le otorgan a las prácticas juveniles quedan limitadas por los márgenes que esas políticas públicas posibilitan o niegan. De esta manera, plantear la noción de participación reducida al sistema electoral y como “tener parte en una cosa” no le aporta ni densidad ni criticidad al análisis de los planteamientos gubernamentales ni a las repuestas políticas desde las y los jóvenes.

“El concepto de participación: en términos generales, podría asumirse que se refiere al «conjunto de actividades voluntarias mediante las cuales los miembros de una sociedad participan en la selección de sus gobernantes y, directa o indirectamente, en la elaboración de la política gubernamental». (Micco, 1994; 370). En definitiva, tener uno parte en una cosa o tocarle algo en ella”.

(Oyarzún, 1994; 188. RUD).

Algo similar ocurre con la noción de protagonismo, que es presentada como:

“El concepto de protagonista: en el marco de las orientaciones del Projoven se señala que se debe buscar un enfoque que «pone al joven como sujeto de políticas sociales, como sujeto actual, con requerimientos hoy [...], un enfoque que ponga en primer lugar al joven y sus capacidades de ser protagonistas de cambio». (Projoven, 1993; 6) En términos generales, alude a la persona que en un suceso cualquiera tiene la parte principal, en este caso al interior de la política de juventud”. (Oyarzún, 1994; 188. RUD).

En ambas nociones se da por resuelta la existencia de condiciones que permitan la activación política juvenil, ya sea para participar en procesos políticos, así como para protagonizarlos. Sin embargo, estas nociones parecen no considerar que en el período estudiado un fenómeno relevante era la desafección juvenil de la política tradicional (Garretón & Villanueva, 1999), que proponía una conceptualización que problematizaba la idea de la apatía juvenil como cuestión dada y al mismo tiempo, intentaba considerar los planteos desde los mundos

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juveniles en este campo, en relación con las condiciones que el contexto imponía a las y los jóvenes inhibiendo su activación o incentivando su alejamiento de la esfera política.

Ahora bien, el análisis mencionado se mantiene en el ámbito institucional como lugar para la participación. No aparece en lo planteado en la RUD ni fuera de ella, una preocupación sistemática por otros modos de participación social que permita comprender, por ejemplo, lo que se denominó el potente silencio (Salazar & Pinto, 2002), para referir a esta ausencia mayoritaria de las y los jóvenes de la escena electoral, relevando en el mismo movimiento analítico una creciente presencia en la escena propia que venían construyendo a través de un conjunto de otros modos de hacer política.

He señalado antes que, más que existir apatía juvenil, lo que se podía constatar en el período era antipatía con los modos tradicionales de hacer política que las y los jóvenes condensaban en la expresión “no estoy ni ahí” ante la oferta electoral e institucional. Y que, al mismo tiempo, expresaban simpatía con otros modos de acción (Duarte, 1995), sostenidos en lógicas emergentes que, miradas en larga duración, van a marcar unos modos generacionales juveniles de activación política, y que desde el año 2000 en adelante, se expresaban por medio de movilizaciones sociales reivindicativas en la calle.

En un contexto de tensión, planteado por el no involucramiento de las y los jóvenes en las vías institucionales de hacer política, al interrogarse quienes investigan sobre lo juvenil respecto de las exigencias que plantean los actores jóvenes sobre su participación en política se proponen soluciones que van por la vía de:

“La formación cívica de los jóvenes, la promoción de valores democráticos y el desarrollo de ciudadanía juvenil”. (Bustos, 1997;

117-118. RUD).

Estas propuestas no provienen de una agenda juvenil ni son el resultado de investigaciones que las muestran como demandas propias de las y los jóvenes, más bien son la reiteración de las expectativas de quienes investigan sobre lo

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juvenil –mayormente personas adultas- de lo que debe ocurrir con las y los jóvenes para considerarlos ejerciendo participación política. En ese sentido es una conceptualización limitada porque sobrepone los planteos elaborados desde las y los investigadores y no considera los aportes propiamente juveniles. Es decir, limitó las posibilidades de una comprensión intensa y profunda, que dialogara con los sentidos que desde las y los jóvenes se planteaban.

Otras nociones que se integran son: ciudadanía, deberes y derechos, y mayoría de edad:

“Preparar en el aula el ejercicio de la ciudadanía es parte también del encuentro entre estas culturas, hasta ahora disociadas. En tal sentido, se deben reconocer y tomar en cuenta no sólo los deberes de los jóvenes, sino que también sus derechos. Esto es una exigencia a propósito de que no sólo egresan del sistema educacional con un diploma de cuarto año medio, sino que también con un diploma de ciudadano”. (Oyarzún, 2000; 39. RUD).

Aquí la ciudadanía es mayoría de edad –salir de enseñanza media- y los deberes se asemejan a derechos en tanto necesidad de cumplimiento de aquellos, si se pretende la exigencia de éstos. Se reitera el mecanismo de partir desde un conjunto de nociones propias de las ciencias sociales para leer lo juvenil, estableciéndolos como marcos regulatorios de lo que debe ser la relación entre juventud y política.

Este tipo de nociones preestablecidas son las que le impiden a esta investigación social sobre lo juvenil avanzar en análisis más potentes y liberadores, resulta finalmente un estancamiento y posiblemente un retroceso, cuando desde fuera del relato se incorporan estas categorías, que parecen poseer capacidad explicativa homogénea y al mismo tiempo total para los problemas que analizan, parecen ser categorías universales e indiscutibles. Pero son conceptualizaciones limitadas.

Estos planteamientos, sobre modos de acción política juvenil de nuevo tipo, que para algunos autores constituían novedad (Gallardo, 1995), no se observan

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relevados en la producción investigativa contenida en la RUD de este período. La hipótesis que sostengo es que sus marcos interpretativos carecieron de flexibilidad y de capacidad de diálogo con las premisas juveniles emergentes. Más bien se transformaron en sistemas normativos desde los cuales se leía la adecuación o no, de la activación política juvenil a esos marcos. Más cercano a una episteme de la distancia como plantea Reguillo (1998).

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