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Recepción de Human Biology por parte de los profesionales de los museos

CAPÍTULO 2. HUMAN BIOLOGY. ADIOS A LOS ESPECÍMENES ESPECÍMENES

2.8 Recepción de Human Biology por parte de los profesionales de los museos

Fuera del NHM también se habló mucho de Human Biology. Desde las notas de prensa hasta las cartas de los visitantes proporcionan una idea de la recepción de los profesionales de los museos y de los distintos públicos hacia la exposición. Más importante aún, ayudaron a ubicar al NHM en el debate existente en otras latitudes, principalmente en Estados Unidos, sobre la identidad y el propósito de los museos de ciencia e historia natural. Este debate comenzó entre las décadas de 1960 y 1970 y aún perdura (Miles y Zavala, 1994; Gregory y Miller, 1998; Cain y Rader, 2008; Lindqvist, 1999).

El nuevo discurso expositivo, basado en modelos y módulos interactivos, que relega a los especímenes reales a un segundo plano, despertó gran controversia en el momento.

Algunos profesionales del mundo de los museos, escépticos sobre estos cambios en la forma de presentación, recibieron con consternación la nueva exposición, pues su contenido ya no reflejaba las fortalezas que proporcionaban las colecciones del museo. Inclusive llegaron a calificar a Human Biology de “patética” (Alt, 1979a: 2), “un proyecto que cayó en las manos del mal gusto de los divulgadores” (Doughty, 1978: 56). El nuevo esquema expositivo, escribió un disgustado guía voluntario del NHM, “alcanzó su máxima expresión del mal gusto con la atmósfera de discoteca/parque de atracciones del Human Biology Hall” (Anónimo, 1981h: 438).

El personal de la exposición argumentaba, por su parte, que el público aprendía muy poco de las exposiciones basadas en las colecciones de objetos del modelo tradicional y que por el contrario, este nuevo modelo era atractivo y educativo, gracias a que transmitía un mensaje concreto, y a los métodos usados para comunicar dicho mensaje (Miles, 1986a).

En pocas palabras, las acusaciones de que la exposición transmitía sólo representaciones superficiales de lo que es realmente la investigación científica y la experimentación, y poco o nada del proceso tedioso, difícil e impredecible de generación del conocimiento científico, encontraban como respuesta que los visitantes no querían ser ejercitados mentalmente por la solución de problemas, ni preguntarse ante la duda y la incertidumbre, como lo hace el científico (Serrell, 1990). El mismo Miles declararía años después del

montaje de Human Biology: “habríamos cometido un gran error si hubiéramos procedido en el supuesto de que los visitantes estarían dispuestos a participar en el proceso del descubrimiento” (Serrell, 1990: 115).

Esa condescendencia de Miles hacia el público indicaba que para él la tarea del museo no podía ser otra que la difusión del conocimiento. Se ceñía a un modelo en el que la ciencia y la sociedad son dos entidades distintas; como si hubiera una gran brecha entre la ciencia (y, por supuesto, los científicos), por un lado, y la sociedad, por el otro. Según este modelo, conocido como deficit model, el conocimiento producido por los científicos está fuera del alcance de la población, a menos que sea degradado o simplificado mediante la divulgación (Wynne, 1991).

Indudablemente, Human Biology tuvo un éxito cuantitativo por el número de visitantes que logró atraer al museo, llegando a más de tres millones en 1977. Las encuestas aplicadas a los visitantes indicaron que se trataba de la exposición permanente más popular que el NHM había producido hasta entonces. Sin embargo, de esto no se deduce necesariamente que lograran un éxito cualitativo. Éste era, sin duda, otro de los asuntos más discutibles que se desprendía como consecuencia de este cambio de identidad del museo. ¿Cómo mantener un balance entre erudición y popularidad? En ese momento bastó con lanzar cientos de cifras y estadísticas para justificar esa inquietud por enseñar los principios de la ciencia siguiendo un enfoque didáctico.

Las voces críticas en relación con la exposición apuntaban también en otras direcciones.

Para Angela Croome (1978b: 866), por ejemplo, esta insistencia del NHM en dirigir sus exposiciones hacia un público infantil sólo servía para obtener más fondos del gobierno o un mayor reconocimiento como atractivo turístico. En palabras de Croome, las altas cifras de asistencia a Human Biology fueron “un excelente cebo para obtener más dinero del DES [Ministerio de Educación y Ciencia, por sus siglas en inglés] y ganar trofeos BTA [British Travel Awards]”.

El costo mismo de Human Biology fue, en efecto, un tema controvertido entre la

comunidad museística, pues había quienes consideraban excesivo el presupuesto gastado en algo que inicialmente era considerado "un experimento" (Perks, 2012: 88). Lo anterior, fue corroborado por Richard Vane-Wright, uno de los científicos-transformadores de la exposición. Vane-Wright afirmó que una proporción muy importante de los fondos que se habían reservado para el desarrollo de las tres primeras exposiciones del NES (Human Biology, Introducing Ecology y Dinosaurs and their Living Relatives) se gastó en el proyecto piloto. Como consecuencia, los presupuestos de las dos siguientes exposiciones fueron limitados severamente (Vane-Wright, 2010). Los críticos más radicales, incluso, asociaban el NES y la creación del Departamento de Servicios Públicos con el ideario igualitario de las políticas promovidas por el gobierno laborista de Harold Wilson. Estas voces más conservadoras tenían la tendencia a desacreditar las ideas de Miles recurriendo al contexto político en el que surgió. Consideraban que el nuevo perfil del público, mayoritariamente infantil y el nuevo carácter didáctico del discurso museográfico del NHM eran también la respuesta del museo a la línea política del país, con lo que explicaban la incorporación de las teorías educativas piagetianas (Halstead, 1990; Piloti, 1980).

Ajeno al optimismo que había desatado la respuesta de los visitantes a Human Biology, Anthony Smith, el escritor de divulgación científica antes mencionado, describía la exposición como un “laberinto interconectado de pequeñas habitaciones de tamaño irregular y hay palancas para tirar, botones para presionar, pantallas de televisión para mirar, sonidos para escuchar y grandes modelos de fetos, trompas de falopio, moléculas de ADN y similares”, y resumía, “es condescendiente, es aburrida, no tiene inspiración y es horrible”. Smith pensaba que había muy poca información en la exposición que no se pudiera encontrar "en cualquier libro de texto de biología publicado en los últimos 20 años, o... en la televisión educativa". Además, se mostraba horrorizado de ver cómo desaparecían los especímenes de la vista del público, especialmente aquellos que no podían encontrarse en ningún otro espacio aparte del museo (Smith, 1979b).

El centro del debate, en este caso, era sobre la forma en que el museo debía cumplir su función educativa. Había una dicotomía entre aquellos visitantes felices de jugar con las palancas y las máquinas y los que, en un sentido más victoriano, querían sorprenderse ante

las maravillas de la naturaleza. Miles no podía concebir que los objetos podían ser de gran utilidad, aún para la renovación del discurso expositivo, sin necesidad de una serie de modelos y explicaciones estructuradas en exceso. El descontento de un sector de profesionales de los museos por dicha estructuración excesiva de los contenidos salió a relucir cuando en 1979 Miles presentó su denominada ‘tecnología museística’ en un coloquio organizado conjuntamente por la Geological Curators Group y The Paleontological Association. En la discusión posterior, Abell Seddon, del museo de historia natural de Birmingham, consideró al enfoque propuesto por Miles como propagandístico, coercitivo y con un objetivo limitado previamente.

Seddon sostenía que una exposición estructurada a tal extremo “restringía la libertad del visitante para explorar y descubrir” los elementos que él decidiera y como lo decidiera (Seddon, 1979; Miles y Tout, 1979: 224). Es decir que en la adaptación hecha para el NES, más que animar a los visitantes a convertirse en participantes activos en el proceso de aprendizaje, mediante la exploración y la experiencia, los llevaba a un viaje a lo largo de una ruta previamente definida. El visitante acumulaba información en el transcurso de su recorrido, de la que obtenía las respuestas que se le planteaban en los dispositivos y juegos interactivos. El diseñador de la exposición no sólo elaboraba un guión para interpretarla de antemano, presuponía también las respuestas y las necesidades del visitante. Desde esta perspectiva, Human Biology iba más en la línea de la educación conductual que del aprendizaje por descubrimiento.

Beverly Halstead, geólogo de la Universidad de Reading, ofrecía una crítica más desde un ángulo similar. Decía que “La concepción de Miles no tomó en cuenta las necesidades de los estudiantes sino que estaba dirigida principalmente a los jóvenes sin conocimientos de la biología y vio como su tarea principal el motivarlos a aprender”. Halstead era de la opinión de que al público no había que tratarlo de forma condescendiente y paternalista, sino que había que darle las herramientas para que pudieran expresar la sofisticación que ellos podían ofrecer. Para reforzar su argumento, contrastaba el enfoque de Human Biology con la Fossil Mammal Gallery, una de las últimas exposiciones del museo al ‘estilo tradicional’. Mientras Halstead encontraba a la primera demasiado condescendiente,

consideraba que la segunda resultaba de utilidad para todos los niveles de enseñanza y “los visitantes tienen la oportunidad de obtener sus propios conceptos y conclusiones"

(Halstead, 1978a).

Todos estos críticos de la exposición parecían coincidir en que la comunicación de la ciencia en el museo no podía basarse únicamente en juegos sencillos de pregunta y respuesta que simulan lo que es la investigación científica. Desde su punto de vista, en lugar de exhibir la historia natural, Miles estaba intentando sustituir la labor tradicional del museo con la labor de las escuelas y la educación reglada, utilizando lo último en tecnología educativa. Un ejemplo de ello era el uso que el museo estaba haciendo de las hojas de trabajo elaboradas para los niños de las excursiones escolares. Para los educadores que elaboraban este material la respuesta resultaba más importante que el aprendizaje, lo que dio como resultado “hordas de niños corriendo con entusiasmo de etiqueta a etiqueta, copiando cualquier información que contenga las palabras clave en su hoja de trabajo”

(Eddis, 1982: 4). Aunque reconocían que pocos de esos niños se molestaban en investigar los objetos expuestos a lo largo de su recorrido, subrayaban que había quienes preferían profundizar en algún aspecto del museo que encontraban interesante antes que completar el cuestionario.

Pero también había un amplio sector del mundo de los museos a favor de las nuevas políticas expositivas del NHM. A. M. Tynan, conservador del Hancock Museum en Newcastle, calificaba al NES, con todos “sus plásticos, efigies y botones”, como un primer paso que debía marcar el rumbo de la políticas museísticas en los años siguientes. Graham Durant del Hunterian Museum, por su parte, alababa a Miles por el empleo que hacía de la nueva tecnología educativa, por el uso selectivo de los especímenes y por los métodos adoptados para llevar a cabo la transformación de los conceptos involucrados. A su juicio, las exposiciones altamente estructuradas como Human Biology no necesitaban seguirse de forma secuencial para que el visitante pudiera disfrutar y aprender, al menos una parte del mensaje que deseaban transmitir los creadores de la exposición. Durant y otros profesionales de los museos elogiaban a Miles por su enfoque dirigido al público profano y declaraban que los conservadores de otros museos debían considerar la posibilidad de

estructurar cualquier nueva exposición siguiendo el modelo del NES (Tynan, 1979; Durant, 1979; Whyman, 1979).

El debate alrededor del NES resultaba incluso paradójico en los primeros años. Tal y como ya se ha indicado, algunos de los críticos más radicales del nuevo discurso museográfico del NHM, lo explicaban como una medida populista, consecuencia de las tendencias democráticas e igualitarias del gobierno laborista. En contraste, los expertos en museos que aprobaban las nuevas exposiciones calificaban al nuevo esquema como una apuesta de futuro para satisfacer las necesidades del público en la década de 1980. Eran, como lo exponía Michael E. Ware (1979), del National Motor Museum, cambios congruentes con el sistema económico de libre mercado que estaba por instaurarse, en el que los museos tendrían que convencer a los políticos de su importancia para la sociedad.

Este sector de profesionales de los museos entendía ese cambio en las funciones del NHM como necesario para convertirse, además, en una opción ante el incremento del tiempo libre del público. Algunas personas como Peter H. Raven, director del Jardín Botánico de Missouri, veían con buenos ojos la obsesión de Miles por enseñar los principios de la ciencia e incorporarlos de manera didáctica a sus discursos museológicos.

Eso era, según Raven (1979), lo que el NHM tenía que hacer si quería “jugar un papel importante en la educación de los millones de visitantes que acuden cada año” y “ser el tipo de institución vital que sus fundadores claramente visualizaron y que se necesita urgentemente en la actualidad”.

Estos testimonios dan cuenta de que el pensamiento de los profesionales de los museos respecto al NES se movía entre dos concepciones diferentes de la función del museo, que en cada caso dieron lugar a dos constelaciones distintas de ideas. En la primera de ellas, en la que insistieron Miles y su gente, la misión de los museos de ciencia se concentraba en la formación científica de la ciudadanía, mientras que en la segunda resultaba también fundamental enseñarle al público no sólo los conceptos generales de la ciencia, sino qué es, en qué consiste y cómo se produce ésta. Esta segunda concepción fue dejada de lado en el NES. Pero en ese debate por enseñar los principios de la ciencia de manera más didáctica

no sólo participaron especialistas en museos, el público también expresó de forma explícita su opinión, a través de misivas dirigidas a los directivos del museo y a diferentes publicaciones especializadas. Algunos mostraban su satisfacción y entusiasmo por el nuevo enfoque expositivo, mientras otros hacían notar su preocupación por el destino de la cultura material que sólo podía apreciarse en el NHM.