unacierta densidad,sehace indispensable acrecentarla
producción agrí¬
cola, y estopide unareforma profunda ensus
dos
ramos.Esnecesario, desde luego, que no vivan separadas y en pugna, como hastahoy, que, ántes bien, se refundan, armonizandosus prácticas para cooperarjuntasála obracomún; lo es asimismo que al cultivo exten¬
sivo suceda y reemplace el intensivo, es decir, que en ménos espacio y
enmás brevetiempose obtenga el mayor rendimiento posible, todo lo
cualimplica un capital enorme, comparado con el que nosotros dedica¬
mosá laexplotación delsuelo.
Ahora bien; ¿de dónde puede venir ese capital? ¿Será, por ventura, de
laganadería y de la agricultura aisladas? Si las aplicamos, el nombre
deindustrias, entendiendoportales todocuanto sirveparala producción material, habriaqueclasificarlas entre las que uneconomista denomina industriasextractivas y otrosllaman con más propiedad déprédatrices, puestoque utilizan lafecundidad natural de la tierra, sin restituirla si¬
quiera unaparte de los principios que de continuo la sustraen. Mal po¬
drían, por lo demás, constituir un abundante venero de riqueza, toda
vezquela riquezano tantoconsiste enla meraposesión de los productos naturales, cuanto en el valor que les presta el trabajo inteligente del hombre,confeccionándolosparaadaptarlos á todas las exigencias de lavi-da. No hay, pues, queesperardeellas el capital necesario para uncultivo acelerado, por decirlo así, cultivo que supone una multitud de costosas
mejoras.
Diré más: laagriculturara, áun suponiéndola unida á la ganaderíay en
unestadode perfección dequelanuestrasehallabiendistante,nopuede
crear grandes capitales sin el concurso dela industria manufacturera; y esto por una razón muysencilla, que he tenido ocasión de mencionar
enotra conferencia. La agricultura difiere de las demásindustrias, com¬
prendiéndolaá ella bajoese nombre colectivo,en una cosaesencialísima:
en que paraella el instrumentoprincipal del trabajo, latierra, es irrem-plazable. Las máquinas, los aparatosde la industria se deterioran, pero
se renuevan;la tierra no puedesersustituida y su deterioro trae en pos de sí la disminución creciente del rendimiento. Es, portanto, indispen¬
sablesostener su fertilidad ó, mejor dicho, aumentarla sincesar para atender álas necesidades del porvenir. De ahí que una gran parte del producto de la industria rural es y nopuede ménos de ser absorbida en la conservación, enlamejora desu propio instrumento. Deahí,también,
quela agricultura progresiva requiera un cuantioso capital de explota¬
ción. Y si tal sucede allí donde estáyaestablecida, ¿qué acontecerácuan¬
dosetrata, node continuarla,sino deplantearla; no de proseguir unsis¬
temareformado, sino de fundarle; cuando seintenta, como aquí, pasar delcultivo extensivo, que aún domina en lamayoría del país, al sistema contrario?
Notad, señores, que nopredico esainnovación porcapricho, nisiquie¬
raporel patrióticodeseo deveráEspaña figurar entrelos pueblosavan¬
zadosenel camino dela civilización. Muy de apetecer seria que recon¬
quistara, porlasartes de lapaz, unlugar distinguidoentre las naciones;
pero hayotracosamás esencial queáprocurarlo nos obliga: la necesi¬
dad, ynecesidad apremiante. Es muyprobableque Españacuente ya de
17á 18 millones de habitantes,ydada la densidadcada dia mayor de su
población, no esindiferente, no es potestativo seguir esta ó laotra mar¬
cha; se hace preciso entrarcuanto ántes y de llenoenlas vías modernas de la producción.
Y bien,pregunto nuevamente: ¿de dónde ha de venirel capital indis¬
pensable paraesecambio que las circunstancias nos imponen? Puesto que, segúnhemos visto, nocabe confiarsu creación á la agricultura, ne¬
cesariamentehay quebuscarleen laindustria, estimulada y fecundada
por unactivocomercio. Pero,se meargüirá tal vez:¿tiene España con¬
diciones de potencia industrial? Contestación categórica: sí. Tanto las tiene, que á mijuicio cuenta conmás elementos para enfiquecerse por la industria yel comercio que porla agricultura. Voy á exponerlos mo¬
tivos de mi opinion.
Es unprincipioinconcuso enbuena economía y hasta una verdad de sentido común que cada país debe explotarsus recursosnaturalesy sacar de ellostodo el partido posible. Esto sentado, ¿qué artículos de riqueza principales encierrael territorioespañol? Examinemos la cuestión sucin¬
tamente, primero, bajo el concepto agrícola, segundo, con relación á la industriay el comercio.
Una de las preocupaciones másarraigadas yextendidas entre nosotros
es lade que tenemosun suelo y unclima superiores, no obstante que bien de cerca estamos viendopruebas de lo contrario Respecto al primer extremo, ninguno de los que me oyendejará de saberque abundan mu¬
choaquí losterrenos, no solo de mediana, sino de ínfima calidad; que haycomarcasenteras cuyasuperficiees poco menos que estéril y cuyo subsuelo no puede remediar lapobrezade lacapaarable, porquela sub¬
yacente es todavía peor. Encuantoal clima, descartemos la zona de
nuestros litorales, que indudablemente ycon raras excepciones pueden competirconlas costasde Italia y del Mediodía de Francia,yciñámonos
álaregion central de la Península, que esla partemás extensa del terri¬
torio. Todosestas mesetasdel centro deEspañapertenecenó losque la meteorología designaconel nombre de climasextremados: en ella reina
unfrió glacial durante el inviernoy uncalor abrasadoren el verano; de
tal manera, que hasta bajo el punto de vista de la salubridad ofrecen grandes inconvenientes. Puede asegurarseque quien vive aquí impune¬
mentepuede también impunemente vivirenla Siberia, y en el Senegal.
Esto por lo quehace á la temperatura, que bajo otro concepto, existe
unadificultad todavía mayor. Debido al relieve y á la altitud general de
nuestropaís, debido al propio tiempo á la destrucción vandálica del arbolado quehemos llevado á cabo, no solamente en las llanuras, sino
enlas cumbres y laderas, aquéjanos unasequía espantosa, que compro¬
mete á cadamomento las cosechasy dá al trasteconlos esfuerzos yespe¬
ranzas del labrador. Harto sabéisque estaes para nosotros unacalamidad
constante, agravadaporlluvias intempestivasy torrenciales,cuyo efecto
viene á serlo que uncompañeroyamigomió llama el lavado de las tier¬
ras,parasignificarque en vez de reportarnos provecho alguno, despojan
al terrenode suselementos defertilidad, arrastrándolos hasta el mar.
Ciertoquetodoesopodria remediarse; que,encauzando nuestrosrios, multiplicando lospozosartesianosenlos parajes cuya constitucióngeo¬
lógicay cuyadisposición topográfica lo permitan, yrepoblando nuestras alturas yladerasde ese arbolado quehemos ido talando inconsiderada¬
mente, España volvería áser lo que ha sido en otro tiempo; porque no siempreha presentadoeste aspecto de desolación que ofrecen las provin¬
cias del centro, exceptuando algunas vegas que, gracias á las gigantescas
obras que en ellasnoslegaron otros pobladores más laboriosos y ricos
quenosotros,-no hancaidoentan míserasituación. Todo eso es verdad;
perotodoesodemanda capital; exige, amen de capital, actividad, perse¬
veranciay saber.
Y hénos denuevo en presencia del problema planteado ántes, ¿de dón¬
dequeréisquesalga el capital;de dónde el créditoquele supleylecom¬
pletaensus funciones;de dónde la iniciativa individual, el espíritu de
asociación yla cultura que nos faltan? Aquí todo lo pedimos á los pode¬
respúblicos. No vemos que la misión del Estado debe limitarse ágaran¬
tir el derecho, la libertady laseguridad de los ciudadanos, asícomo la
recta administración dejusticia. Lejos de comprenderlo, siempre esta¬
mosesperandoqueel Gobierno realiceun milagro,que milagro no pe¬
queñoseria trasformarun país como el nuestro, sin que él haga nada en obsequio de su propia regeneración.
¿Cómovivenuestra población rural,es decir, la inmensa mayoría de
losespañoles? Tendedla vistaen derredor, recorred nuestros campos,y héaquí el espectáculo que os ofrecerán. Sinideasiquiera de lo que es el capital agrícolani de los progresos que puedenrealizarse por su medio;
noconociendo tampoco otra forma del crédito que la usura, ese cáncer destructor, el labradoryace porreglageneral en el aislamiento, en la inacción,y enla máscrasa ignorancia. Se levanta con el alba; invierte
parte del diaen ir á uno de los terrazgos que cultiva y en regresar al
pueblo,traza surcos, arrojael grano de cualquiermanera y, despues de
habermal arañado la tierray de haberdepositado en ella la semilla, no vuelve á cuidarse de sussembrados hastalaépoca de larecolección,para
ver con frecuencia defraudadas sus esperanzas y perdidas sus fatigas.
Entre tanto, apenasllega la noche, toma unas sopas ú otra pitanza in¬
sustancial y mal condimentada, y duerme^ el sueño de los justos, sin
acordarse deque hay libros yperiódicos en el mundo suponiendo que sepaleer. El domingo, una vez que ha oido misa, sevá á la taberna
En vanole aconsejareisqueaproveche ese dia de asueto para poner en órden sus negoeios, parallevarun rudimento siquiera de contabilidad,
paraacudir á lasconferencias agrícolas, si hayquien tenga la
buena
vo¬luntad dedarlas,correspondiendo álapatrióticainiciativa que ha
parti-do de los centrosdirectivos, y que, pordesgracia, llevatrazas de ser tan estéril como ios demásesfuerzos intentadosconel fin desacar ánuestros
labriegos de la miseria ydel embrutecimiento (dispensad la palabra si os parece dura) enque se hallan sumidos. Todosepierdeyesterilizaantela indiferenciaglacial de aquellos á quienes, en primer término, interesan talestrabajos. La instrucción es desdeñada, menospreciada por los cul¬
tivadores, que llevados de suignoranciay de sus preocupaciones, hasta desechan las mejoras tanjibles, ya realizadas. Probablemente no habrá
entre vosotros quienno haya presenciado algun ejemplo de esta natura¬
leza. Héaquí uno de los muchos que yo pudiera citar.
Señores, he vistouna de las vegasmás feraces de la provincia de Leon, que pierde á menudosuscosechaspor causa de la sequía, convertidaen
tierra de regadío, gracias áunacompañía inglesa, que ha canalizado el
rio más importante de aquella comarca. Y bien,sus moradores la susci¬
taron tantos y tales obstáculos, que solamente la tenacidad británica
hubieralogrado vencerlos. Pero terminada la obra, ha venidoá resultar que el agua corriainútilmente, lamiendo aquellos camposagostadoscon frecuencia,yquela empresaconstructora hubo de comprar terrenospa¬
racultivarlos, sin cuyadecision, el canalacaso no hubiera reportado be¬
neficio alguno al país.
Laindustria,porelcontrario, acarrea los cambios apetecidos, porque lason inherentes yprecisos. Eltrato de las gentes se hace másíntimo y sostenido; seensancha el círculo de lasrelaciones humanas; despiértase
una granactividad, reanímase la iniciativa, surge el espíritu de asocia¬
ción y se dejasentirla necesidad del estudio Respecto deesteúltimo particular, fijaos enla siguiente consideración. La agricultura, bien ó
mal,puedevivir indefinidamente enla rutina. Por lo mismo que es el
arte más complejo y difícil, pasa desapercibida para la generalidad de
los que le ejercen la aplicación deque enél son susceptibleslasverdades
y conquistas de laciencia. No así laindustria, enlacual se vé palpable
lanecesidad de subordinar álos adelantoscientíficos los procedimientos fabriles; por lo cual demanda el conocimiento de los primeros para me¬
jorar los segundos yhacerfrente á la concurrencia.
Ahora bien, señores, puesto que la reforma agrícola-pecuaria de
nuestro países inaccesible, á ménos quela industriavenga á provocarla
yfavorecerla,veamos ahora dequé elementos dispone España para pe¬
netrarenestafecundavia.
Bajo elconcepto de las primerasmaterias pertenecientes al reino mi¬
neral, fácil mefuera presentaros un catálogo casi interminable. No lo
haré, porque temoabusar devuestrapaciencia,yporque,además, locon¬
ceptúo inútil. Unicamenteharéméritodevariosartículos deproducción,
respecto de loscuales no tiene nuestra patria rival en Europa, ni acaso
enel mundo.
Poseemos la primeramina de mercurio hasta el dia conocida y dos
salinas, que creo superen á la famosa de Galitzia, pues noimplicasu
ex-Tomo X 45
AGRÍCOLA
plotacion los cuantiososgastosque enestaúltimaorigina laenorme pro¬
fundidady extension de las labores.Tenemos inmensos y numerosos criaderos de plomo,enlos cuales abundan las galenas argentíferas, ri¬
quísimas algunas de ellas. Nuestro territorio encierra, asimismo, el
depósito defosforita másconsiderablequehastael diasehadescubierto,
depósito envidiado porlos paísesque saben sacar partido de todos sus
recursos naturales.
Llegado áestepunto, permitid que me detenga uninstante á exami¬
narcómoutilizamos los importantes medios que dejo mencionados.
Almadén produce mercurio másque suficiente paratodas las exigen¬
cias del comercioen ambos Continentes. Nosotros le exportamos en el
estado metálico y,sinla extremadafacilidad con que sereducen los sul¬
furós extraídos dela mina, quizá venderiamos el cinabrio mismo. ¿Se ha
intentadoestablecergrandeslaboratorios donde parte de ese azogue se conviertaenbióxido,encloruros,ennitratosy en lasdiferentes sales que por su utilidadmedicinal tienen altoprecio, yque hoy compramos, en
vezdevenderlas al extranjero? ¿Haysiquiera fábricas donde,yaque mo¬
nopolizamos la primeramateria indispensable,seconstruyan espejos ca¬
paces derivalizarcon losque nos envían otros países.' Demasiado sa¬
béisque no. Es más: unaindustria bastante próspera no hace mucho
entrenosotros,la dellacre, hacasi desaparecido. Yo recuerdo haber vis¬
tomagníficosejemplares, bajo elclásicosello delcélebre Lañarraga; pe¬
ro hoy lamayorparte del lacre queconsumimos viene de Lóndres. En
suma, unabuenacantidad del mercurio que exportamosnos es devuelta
bajo formasque representanvalores mucho más altos, y estamosgastan¬
do paraadquiriresosobjetos lo quedeberíamos reservar paraotrosfines.
¿Quésucedetambién con nuestros plomos?Los vendemos en galápa¬
gos, sin la debidaexplatacion (porqueenellos vangrandescantidadesde plata) y aúnexportamos las galenas en bruto. Los industriales deOtras
naciones toman esosproductos, los explatan, fabrican con ellos muni-cionesj tubos, albayalde, minio, extracto de Saturno, etc.; y luego les
compramos ágranprecio, paranuestropropio uso, esteplomopor ellos
manufacturado.
¿Qué ocurre connuestras salinas?La mayoría de los españoles niáun
conocen laincomparable sal de Cardona y Minglanilla Hé aquí un
detalle curioso, que os probará hasta qué punto desaprovechamos im¬
portanteselementos de producción. He buscadoportodo Madrid,porque
era necesario para mi cátedra,unprismade sal gemma; he recurrido á
todos los ópticos,y mehan dicho: «nolo hay; si Vd quiere, seencargará
á París.» Es decir,que para darunaforma adecuada á un uso científico
áese productoque la naturaleza nos brindacOn manoliberal, espreciso
que el producto hayaido á París ysido elaborado allí.
¿Qué sucedeconnuestrarica fosforita de Logrosan? Harto ló sabéis:
exceptuandoalgun industrial, mejor dicho,algun químico, que se dedica
á-fabricarenpequeño abonosartificiales, la mayorparte de la fosforita
pasa áotrospaíses, vá principalmente á Inglaterra, á fertilizar ajenossue¬
los, siendo asíquepodríamossacardeellauninmenso partido,sobretodo si fabricáramos económicamente ácido sulfúrico paraconvertirlaen bifos-fato soluble. Por lo demás, nadatienelodicho departicular,unavezque lo mismoque con lafosforita hacemos con los huesos denuestros ani¬
males domésticosy hastacon los huesos denuestros padres. ¡Porque la codicia no reparani áunen la profanación, yséque seha entradoenlos cementerios de algunos pueblospara sacarhuesos yvenderlos á los que
se dedican áestaespecie de tráfico!
Españaes muy rica enprimeras materias minerales, y si hubiéramos
dehacer mérito de nuestros mármqles, denuestros jaspesy deotrosma¬
teriales de construcciónimportantísimos, repito que el catálogo se haria interminable. Déjole aquí, por consiguiente; pero no sin añadir á los artículos mencionados otros dos, que merecen ocuparelprimerrango.
Es incalculable, señores, la cantidadde mineral de hierro queennues¬
tropaís existe, ybien sabéis que el hierro es el verdaderorey de losme¬
tales enlacivilización moderna, porqueconstituye el eje principal de la industria y del comercio. Explotamos una pequeña proporción de tan
precioso agente,y estamos pagando á peso de oro, estamos arruinándo¬
nos,para traer hierro manufacturado, incluso el material de nuestros
ferro-carriles. Desembolsamos, pues, enormes sumas por este concepto.
Si el numerarioque invertimos así hubiéramos podido aplicarle al fo¬
mentode la industria y de la agricultura, muy otra fuera, ciertamente,
nuestra situación.
Tenemos, asimismo, cuencas hulh'feras que pueden competir con las de Inglaterra, que, diré más, ofrecensobre lasde Inglaterra,hoyporhoy,
una marcada superioridad. Efectivamente, las inglesas están
semiagota-das y en ellas sehace, de dia en dia, más costosa la extracción. Pues bien, ¿qué utilidad reportamos de esos poderosos depósitos de combusti¬
ble? Exceptuando lacortacantidad que se explota en Extremadura yen Astúrias, el resto esperdido; porquela riqueza, mientras no se pone en
circulación, no estal riqueza. La provinciadeLeon,porejemplo,encier¬
ragrande abundancia de excelentes carbones fósiles; y ¿sabéis para qué sirven? Los quelas tienen denunciadasestán esperando quevengaalgun
incauto á darles por sus pertenencias lo que habla de invertirenlaexplo¬
tación; y como esos incautos no parecen, los Cándidos logreros tienen acaparadaesa riqueza, con perjuicio del país, haciendoloqueel perrodel
hortelano
Con decir, señores, quetenemosinmensos bancos decarbon depiedra,
dicho seestá que disponemos del gran motor de los tiempos modernos.
Probablemente el rápido adelanto de las ciencias haráquelereleve otro;
pero, porel momento,yasabéis quecontinúa ocupando el primer lugar;
y esbien triste pensar que, poseyendo ese yotros motoresimportantes, representadospor la corriente de nuestrosgrandes rios y porlos nume¬
rosossaltos de agua que existen en ciertas localidades, sin embargo de
GACETA AGRÍCOLA MINISTERIO DE FOMENTO
que contales medios podría haberfacilidad y rapidez, no sóloenla in¬
dustria,sino enlostrasportes;cuandovamòsáver cuálesson los agentes
queaquí seutilizan, ya para las faenas campestres, ya para las demás,
queaquí seutilizan, ya para las faenas campestres, ya para las demás,