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La percepción del paisaje del sureste peninsular por viajeros y estudiosos

Estado de la cuestión

2.2. La percepción del paisaje del sureste peninsular por viajeros y estudiosos

Las fuentes históricas del paisaje suelen darse por una motivación económica, estratégica o en un marco de contemplación bucólica, romántica, e incluso por puro interés artístico. En la mayoría de los casos, la consulta de estas fuentes (literarias y pictóricas) no suelen constituir información suficiente para satisfacer la necesidad de conocimiento del entorno forestal del

1 Esta publicación es fruto de su tesis doctoral Die Aridität un Südotspanien. Ursachen und Auswirkungen in Landschafstbild (La aridez en el Sureste español. Causas y consecuencias en el paisaje) que se elaboró durante los años 1965-70. Fruto de las relaciones entre el prof. Dr. Eberhard Meyer, Dr. ViláValentí y Dr.

Horacio Capel Sáez (Geiger, 1973).

pasado desde un punto de vista científico ecológico, que pudiera contrastarse con la realidad actual. Los documentos disponibles para la antigüedad presentan datos de las condiciones climáticas de forma muy superficial, tanto en la obra de Polibio2 como la de Estrabón3 (López, 1788; Morón, 1979), donde se indica que las precipitaciones, tal vez, fueran mayores que en la actualidad, definiendo una Iberia más húmeda a medida que uno/a se desplaza hacia el oeste.

Además, se comenta la presencia de densas arboledas y tierra muy fértil, pero sin poder especificar las localizaciones que trata. Todas las narraciones documentales se quedan bastante cercanas a la estratégica y comercial línea de costa de la Vía Augusta (Morón, 1979:21-22).

En el trabajo de Risch y Ferres (1987) se incluye una breve recopilación de datos en materia forestal de los siglos XIV a XIX: <<Después de una fase de recuperación en la época altomedieval, las estrategias bélicas de quema de bosques durante la Reconquista4 y las Guerras Carlistas, un pastoreo extensivo, la construcción de grandes flotas y la desamortización, con la consiguiente privatización y explotación descontrolada de bosques estatales y eclesiásticos, destruyeron el paisaje de la Península Ibérica hasta alcanzar el aspecto actual. (…) Sin embargo, en estas valoraciones histórico-botánicas solo se alcanzan resultados muy generales macroespaciales. >> (Risch y Ferres,1987:84).

Gracias al trabajo de investigación de Torres-Fontes (1996), quien reúne el contenido de los libros de viajes de extranjeros por la Región de Murcia, se dispone de datos directos del entorno. Estas narraciones solo proporcionan las percepciones paisajísticas basadas en la subjetividad del informante. Sin embargo, esta información, tratada con la distancia que merece, facilita unas realidades paisajísticas del territorio contrastables desde nuestro presente. En el siglo XVIII, Richard Twiss en su Travels through Portugal and Spain in 1772 y 1773 (en Torres-Fontes, 1996:481) dice en su diario: <<12 de mayo.- Me marché por la mañana muy temprano; comí en Fuente Álamo y pasé la noche en Totana tras viajar 9 leguas por un buen camino, llano y cubierto de brezos; el trigo estaba ya cortado. >>. Para este momento también existen relatos donde se narra la presencia de bandoleros que se esconden en los densos bosques (Torres-Fontes, 1996:119), otro indicador más que muestra que la gran transformación paisajística está aún por llegar. El avance industrial y tecnológico (minería, ferrocarril, industria) y la desamortización provocaron una marcha sin retorno hacia una explotación forestal que afectaría gran parte de la cubierta vegetal del territorio. Richard Ford entre los años 1830-33 en su Manual para viajeros en España, tuvo la ocasión de relatar lo

2 En su visita alrededor del 144 a.C.

3 En su viaje entre los años 29 y 7 a.C.

4<<Durante la Reconquista el cerco de la Almería musulmana fue realizado con navíos desde lo que hoy es la vega de Pechina y Chuche, formando la desembocadura del río Andarax una ría que ofrecía un puerto ideal. Evidentemente la fortísima sedimentación después de la Reconquista no tiene causas climatológicas sino es consecuencia de la destrucción de muchos de los sistemas de regadío y la erosión siguiente de los bancales en las Alpujarras y la mal pensada costumbre de quemar lo que quedaba de los bosques y matorrales para privar de sus escondrijos a los moriscos durante su elevación. >> (Schüle, 1986:213).

siguiente (en Torres-Fontes, 1996:707): <<Los mineros pueden utilizar las aguas de fuentes y arroyos contiguos para sus necesidades de trabajo, como también procurarse en los bosques vecinos la madera para apuntalamientos y combustible que necesiten, siempre y cuando sus dueños sean indemnizados. >>. Las concesiones que se hicieron a determinada parte de la población resultaron en un daño ecológico sin precedentes para el territorio. Rafael Mancha, en su obra La población y los riegos de la huerta de Murcia, (1836:6) dice, sobre Carrascoy lo siguiente: <<Parece que en lo antiguo estuvo poblada toda esta sierra de mucho monte y pinar, según se nota en el libro de montería escrito de órden del Rey Don Alonso undécimo, pero de resultas del sistema de imprevisión con que se van talando todos los montes de España, han caido bajo la hacha exterminadora los robustos pinares y monte bajo de esta cordillera, transformada hoy en peñascos estériles y abrasados, que hacen subir la temperatura y escasear las lluvias y abundantes rocíos que en la época de la seca suplen á la falta de aguas en las comarcas de grandes arboledas. >>. Pascual Madoz (1850:98) expone en su Diccionario que Espuña es: << (…) una de las sierras más notables de la prov. de Murcia que corre la cord.

de otras que se encuentran de N. á O. Antiguamente estuvo (como casi todas las de aquella prov.) cubierta de espesos y altos pinares que han ido talándose paulatinamente, aprovechando sus maderas ya para edificios ya para hacerlas carbón. En esta sierra y part. de Totana se encuentran los pozos de la nieve que surten á Murcia, Cartagena, Orihuela y otros puntos de este articulo.>> También indica que <<Las Pontañas de Lorca, Ricote, Caravaca, Cehegín y MoratDOla se hallaban pobladas de altos y corpulentos pinos, encinas y carrascas, pero estos grandes bosques han sufrido talas en la mayor parte de sus mejores árbores, estando reducidos en el dia á la clase de nacientes.>> (Madoz, 1850:125). En el Morrón de Espuña <<Hay algunos sitios de pinar pobre, por haber sido destruidos constantemente para el carboneo y roturaciones>> (Madoz, 1850:190).

No es de extrañar que la configuración paisajística presentase un entorno con mayor cobertura forestal hasta inicios del siglo XIX. A partir de esta fecha, con la aceleración de la deforestación, los bosques fueron explotados libremente por los trabajadores de las minas, del mismo modo que el agua de sus arroyos. La constante demanda de madera para construir grandes navíos5 y las necesidades industriales en aumento evocaron un entorno forestal muy degradado. Las actividades que conllevaron a la deforestación masiva del territorio presentaron un paisaje desolador, sub-desértico en algunos lugares, provocando consecuentemente grandes riadas y las inundaciones más catastróficas registradas durante la gota fría.

5En relación a la industria naval <<(…) durante el siglo XVIII (…) se instauraron los Montes de Marina, montes situados a distancias inferiores a 25 leguas (unos 138 km) de las costas o ríos navegables, organizados en distintas intendencias: Cádiz, Ferrol y Cartagena. (…) se llegan a inventariar las existencias forestales (…), en el reino de Murcia se contaron más de 600 millones de árboles y en las Sierras de Cazorla y Segura más de 264 millones, la mayor parte de ellos quejigos, que fueron talados en gran cantidad.>> (Costa, Morla y Sainz, 2005:507).

Este entorno con escasa cubierta forestal es el que se documentaría en las primeras intervenciones arqueológicas del sureste, donde los trabajos de Louis y Henri Siret ya evidenciaron un paisaje desolador a finales del siglo XIX6, quienes en relación con el paisaje del yacimiento de El Gárcel (Antas, Almería) describieron que <<La configuración general del país, apreciada desde un punto elevado, interesa más que seduce. Aquellos inmensos horizontes son tristes. Los efectos de luz son incomparables. Nada más quebrado, más hendido, más denudado que aquellas sierras. El verdor de los valles semeja como una alfombra de tupida yerba y las higueras parecen simples malezas. Las montañas no son sino aristas escuetas, fallas, cimas parecidas á conos de erupción, gargantas sombrías, flancos estratificados y, á lo mejor, súbitamente desgarrados. Cuando se desciende, marchando por las orillas de los torrentes, se encuentran sitios pintorescos en que la fertilidad del suelo se acusa por soberbias cosechas. Un clima encantador favorece además la vegetación, más la falta de agua se deja sentir á veces cruelmente. Las montañas están enteramente despobladas de bosque. Semejante estado de cosas no data de mucho tiempo, pues que las maderas empleadas en la construcción de algunos edificios de Cuevas provienen de los pinos del Almagro, donde no se encuentran actualmente más que unos pocos brezos. Toda la región montañosa, que constituye la mayor parte de la comarca de que hablamos, estaría más poblada de árboles en otro tiempo. Su régimen hidrográfico debía ser diferente; los manantiales serían más numerosos y más abundantes. El retorno á un estado de cosas por el estilo convertiría á este país en un verdadero edén. Aquellas gargantas áridas y silenciosas se animarían, aquellos horizontes denudados cobrarían nueva vida. Veriase á los árboles de los climas templados elevarse al lado de los vegetales del Mediodía; un mundo enteramente nuevo poblaría aquellas laderas, hoy día estériles y solitarias. ¿Es de admirar, pues, que hayamos encontrado a ésta comarca habitada por pueblos primitivos, anteriores á toda historia? Como

6<<(…) según los datos disponibles, el desequilibrio entre la sociedad y la ecología no parece haberse producido hasta la época moderna y se supone que la etapa definitiva de degradación tuvo lugar en los últimos 500 años. La razón principal se encuentra en la alteración de los biotopos de montaña. Estos mantenían el equilibrio ecológico en gran medida en períodos en los que las llanuras ya estaban fuertemente degradadas. La destrucción de la biomasa en las áreas elevadas lleva consigo mayores consecuencias, pues los valores de pluviosidad más intensos provocan también procesos erosivos más acelerados que en las llanuras. Posiblemente a partir del siglo XVI, comenzaron a utilizarse los recursos de las montañas de un modo intensivo y continuado por no disponer de otros más cercanos a los centros de producción y consumo a fin de satisfacer las nuevas necesidades económicas de la edad moderna. El último planteamiento del inicio del estudio era la comprensión del funcionamiento interno de este cambio ecológico. Como consecuencia de las necesidades del ser humano, la vegetación es degradada y los procesos erosivos se ven acelerados proporcionalmente con la falta de protección vegetal. Las condiciones climáticas límite para el bosque junto con la imposibilidad de formación de nuevos suelos y las necesidades económicas ininterumpidas dificultaron la regeneración del paisaje. Con menos biomasa disponible, él agua pluvial que poco aprovechada por el ecosistema de un modo positivo, fluyendo de un modo torrencial por los sistemas naturales de desagüe, y los valores de evaporación aumentaron. En consecuencia, la erosión progresó y el nivel del agua subterránea descendió. Esto condujo de nuevo a una pérdida vegetativa, con lo cual el ciclo comenzó de nuevo. Se trata pues de un ciclo cerrado muy difícil de interrumpir en las condiciones que ofrece el S.E. hasta que no alcanza su final con la total degradación del paisaje. Parece que casi hemos llegado a esta situación y la alcanzaremos con seguridad, si no se toman medidas pronto. Por ello pensamos que es importante, en una ciencia social como la arqueología, no buscar la justificación de su existencia en ella misma, sino considerarla a partir de una concienciación de los problemas que preocupan a la sociedad actual. >> (Risch y Ferres, 1987:94).

sus modernos moradores, cultivaban aquéllos una tierra fértil; los productos minerales los habían atraído, y de ellos se servían para transformarlos en armas, útiles y objetos de adorno.

>> (Siret y Siret, 1890/2006:4-5). Sin embargo, y a pesar del paisaje observado, los autores no abandonan la idea de la posibilidad de resiliencia de este entorno, en un momento en el que se estaban desarrollando grandes planes de reforestación para el territorio español mediante la Comisión de Repoblación, organizada por comarcas7.

2.3. La investigación arqueológica, los primeros estudios bioarqueológicos y la