cieron producir al suelo el haberse
podido sustentar
unapoblación
de veintiocho millonesduranteocho siglosde
continua
guerra.(l) Disertaciónque pronunció D.José M. RatoDuquesne,
alumno de la cáte
dra deAgricultura delInstitutodel Cardenal Cisneros,en la
conferencia celebrada
el 11 demarzode 1883, sobrelaimportancia de la AgriculturaenEspaña.
EJEllCICIOS ACADÉMICOS SOBRE AGRICULTURA . 477 lin consecuencia de esta prolongadalucha, cambióse el carácter de la propiedad, aglomerándola en pocas manos; hlzose el pueblo
militar y perezoso paralas faenas deltrabajomanual, yadquirieron
los guerreros y el clero una riqueza é importanciatangrandes, que vinieron á ser árbitros de los destinos de la Nación; de talmanera, que olvidadas las ciencias que habíamos heredado de los árabes,
con elcomercio, con la industria y con la agricultura, quedamos reducidos á una población de cinco millones de nobles, hidalgos, clérigos y plebeyos, sumidos todos en lamayor ignorancia.
No admite, pues, duda alguna que la prosperidad de la agricul¬
tura está en razón directade la bondad é ilustracióndel Gobierno;
que los dislates de éste son la ruina de aquélla, y que estaruina implica la decadencia nacional.
Comenzó el siglo presente con las mejoras que al terminar el décimoctavo habían iniciado los Reyes de buena memoria, don Fernando VIyD. CarlosIII, atendiendo especialmenteeste último,
en los cortos intervalos de descanso que la guerra le dejaba, á
echar los primeroscimientos de làprosperidad, trazando caminos
regulares, estableciendo granjas y dictando leyes, siquiera apropia¬
das para aquella época, sobre la renta, circulación, importanciay
exportación degranos; y vencidas tan grandes dificultades, dió al estudio de las ciencias exactas, físicas y naturales el impulso que hasta entonceshabía sido un imposible determinar.
Ysi bien la colonización de América, y seguidamente la guerra de su independencia y casi simultáneamente la invasión francesa
en el suelo patrio, nos detuvieron de nuevo en la marcha del pro¬
greso; con todo, y á pesar de esto, abiertas comunicaciones, dicta¬
das lasleyes de desamortización, muerta la mesta, generalizada la instrucción, avivado algún tanto el comercio y comenzada áensa¬
yar la industria minera, aunque luego tuvimos que sufrir dosguer¬
ras civiles, la resurrección de laagriculturay de laminería permi¬
tieron que la nación diese la gran prueba de virilidad de levantar
su crédito con un pasivo de cuarenta y sietemil millones ydepre¬
sentarse enlosgrandes certámenesá que nos invitaron las naciones más adelantadas del mundo á la altura de una importancia que habíamos perdido y que augura mayores triunfos.
Es la agricultura laque proporciona al hombre la satisfacción de
sus más imperiosas necesidades, de aquellas de que no puede
pres-cindir porque sonla esencia de la vida, siendo por este conceptola
misión agrícola la más interesante de cuantas tiene el hombre en latierra, como que de ella depende el arroz de que se alimentan
los asiáticos, el pan que consumen los europeos y el maíz de que viven losamericanos; es decir, la existencia de la humanidad. Y
además de estas ineludibles exigencias de la vida, atiende ála de¬
fensa del cuerpo contra el calor yel frío, y al gran número de co¬
modidades de que necesita rodearse la raza humana, aun haciendo
caso omiso del refinamiento y del sibaritismo, pues todo cae bajo
la influencia ysujeción de la madre agricultura.
Pero sibien la importancia de esta ciencia bajo tal aspecto es
indiscutible, como todo aquello que tiene carácter de primera ne¬
cesidad,y si también es cierto que el estado social ypolítico de las
naciones agrícolas es más positivo y menos eventual que el de las
quecifran su riqueza y su manera de ser en otras dependencias,
como lasmanufactureras, por ejemplo, esto no debe tomarse en
absoluto, porque conduce á inconvenientes teóricos yprácticos co¬
molos que aparecen en nuestranación.
Es creencia muy arraigada y bastante aventurado afirmar que
España es una naciónagrícolaporexcelencia; perosemejantecreen¬
cia, no sólo carece de exactitud en lo general, sino que por ser inexacta nos ha perjudicado, y no poco, en el desarrollo de las le¬
yes económicas.
España, como dijo Jovellanos en su Ley Agraria, y antes de él Floridablanca, al proyectar la construcción de caminos ycanales de riegoy de navegación, es el paísmás seco de Europa, y el que por
su posición geográfica, por la que forma casi unaisla, estáexpuesta á fenómenos meteorológicos de calor, agua y viento, con frecuen¬
cia perjudiciales, ypor lo que es muy raro el año en que no tenga¬
mosque lamentar lapérdida de cosechas enprovincias enteras;por otra parte, la proporción de tierra cultivable de primeraysegunda
calidad es tan escasa, que puede calcularsesin riesgo enproporción
de dos á cinco con la que no es susceptible de cultivo. Verdad es
que con esta produce España muchas cosas; pero, si exceptuamos el vino, de todo producimos poco.
Jovellanosdecía en laLey Agraria que nuestros campos pocas
veces daban losgranos necesarios para el sustento de la nación, y
hoy, como entonces, se dice que Madrid es, entre las capitales de
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Europa, dondemás caro sevende el pan, y eso que en las Provin¬
cias Vascongadas, Asturias, Galicia, parte de Aragón y Castellón
dela Plana, ó sea en casi la tercera parte del territorio nacional,
por el escasorendimiento que dá el cultivo deltrigo, se mantienen de maíz y patatas la mayoría de sushabitantes.
La población rural no es rica, yesta es lamejor prueba de que la importancia de la agricultura enEspaña no es absoluta, sino re¬
lativa.
Sonricos, por ejemplo, como agricultores: Jerez, por la especia¬
lidad de su vino; Córdoba, enpuntosdeterminados,porla importan¬
cia de la aceitunay del aceite; lo era Málaga porlapasa y el vino,
y lo son, en razón de contarcon tierras de ciento por uno, laVega
de Granada, la huerta de Valencia y algunas tierras deMurcia; pero
en el resto de España puede haber propietarios ricos, colonos á
quienes no les falta la comida, y otros que trabajandoen la zona
que setiene por elgranero de España, viven en la miseria.
No es posible negar que este estado triste se puedeyha de re¬
formarse, pues auncuando fueran las últimas que se crearonlas cá¬
tedras de agricultura, y aun cuando los ingenieros agrónomos son
los más modernos, no por eso dejan de estar llamados á prestar servicios decisivos en elmejoramiento social y en el aumento de la
riqueza, dando á laagricultura el desarrollo que necesita.
Ellosveránbienpronto que en las zonas ricas faltan conocimien¬
tos, canalesy espíritu delaboriosidad; á todo lo cual atenderá sin duda la ciencia agronómica, y especialmente,á inculcarlas ideas de quese realice, á imitación de las provincias del Norte, la división de la tierra para el cultivo intenso, separándose del cultivo exten¬
so, perjudicial en todas partes, y mayormente en España, hasta el punto de haberproducido muchos conflictos y originado conocida¬
mente en Andalucía los trastornos que experimentan aquellas pro¬
vincias.
En las Vascongadas, en Asturias y Galicia se vé al colonolleva¬
dor cuando más de ocho hectáreas con su casa y granero, que en
un mismo pedazo de tierraproduce al año enlamayoría de losca¬
sos,con sólo el auxilio de dos vacas y de los abonos verdes, maíz,
judías, calabazas, nabos, forraje ó trigo ú otra gramínea, y"vive y mantiene unafamilianumerosa, que jamás nace donde no tiene que comer, y que aunque lo espera todo de la mano de Dios,pues no
tienemanera delibrarse de los rigores de la