sen-1 timiento, si tiene algo de particular,
repito,
quecolocado
encircunstan¬
ciasespeciales, se convierta en una
fiera,
que nosolo
ostente unlujo
de crueldad para losanimales
domésticos
(yde
eso nos estamoslamen-I.6o GACETA AGRÍCOLA DEL MINISTERIO DE FOMENTO
tando todoslos dias, por lo que presenciamos enlas calles y plazas de Madrid), sino para sus mismos semejantes. ¿Extrañáis que el que tales aficionesalimenta, llegado el momento oportuno sea un Rosas Sama-niego úotro de esos héroes tristemente célebres de nuestras discordias
civiles? A laverdad,creo quenadie debe maravillarse de quetalescausas
engendren tales efectos, máxime cuando falta un buen sistema de edu¬
cación popular, que pudiera servir defrenó al desbordamiento de cierto género de pasiones. [Aplausos.]
A la plaza de toros concurren (y estoes más triste aún) mujeres y
niños. ¡Qué escuelapara las queban deser, si no lo son ya,madres de familia,llamadas á formar el corazón desushijos! ¡Qué escuela para la infancia! El hijo de Madrid, criado de esa manera, que va del taller (cuandofrecuenta el taller) á la taberna, yde la taberna á la plaza de
toros,sin salir deesecírculo; el hijo de Madrid, que por lascondiciones especialesdel aire viciadoquerespira yde la alimentación insuficientey
confrecuenciamalignaque toma, se bailaen un estado enfermizo, que influye sobre losnerviosyel cerebro, es esencialmente pendenciero y dado áconfundir el valorconla ferocidad. Pero esto, ¿puede sorpren¬
dernos despues de lo que dejo indicado?
Noquiero extenderme enese orden de consideraciones, que me sepa-rarian del objeto capital de esta conferencia; pero una vez que os be
dichoalgo acerca deuno de los puntos de vista á que se presta la cria
deltorodelidia, sin cuyaexistencia se comprende quebabia de quedar
abolido .elespectáculo en cuestión, be de añadir ahora que el mal di¬
mana de las dehesas, porqueel toro de plaza necesita un conjunto de condiciones especiales,entrelas cuales figura la naturaleza de los pastos, laíndole del clima y,sobre todo, la soledad,unavida salvaje,sinla cual perdería la fierezaque deélse exige. En este punto, áun á riesgo dere¬
cargar la tintas del cuadro, cúmpleme hacer la siguiente amargarefle¬
xion. Si la mitadsiquiera del esmero con que se atiende á la cria del
toro bravoseaplicara á la cria caballar, ála del ganado lanar, ó á los
demásramos de la industria pecuaria, en otra situación nos encontra¬
ríamos. Ahí sí hay selección, cuidadosasiduosy una solicitud
digna
de mejor empleo.Perola cuestióntieneotroaspecto queestá más en relación con nues¬
tro asunto. Hélaaquí. Losterrenosreservadospara el torode plaza, áun
cuando noseroturasen, que seria lo más conveniente, podrian contri¬
buir alfomento de nuestraproducción rural, destinándoles á la cria del ganado vacuno manso, que, además de dar excelentes motores para las labores y lostrasportes (cosa indispensable mientras no
sustituya¬
mosel buey, como animal de trabajo,porlos solípedos, según lo han
hecho los ingleses), nos proporcionaria reses de cebo, para aumentar
nuestro surtido decarnes, y mantener gran número de vacas lecheras, importanteramo de riquezaqueesplotan á nuestras expensas otras na¬
ciones. Lasindustriasquesera y mantequera son aquí verdaderamente
las dehesas y la ganadería
rudimentarias, ycuandoqueremos buenquesoó buenamanteca, sabido
esquenecesitamos recurrir al extranjero, haciéndonos tributarios de di¬
versospaíses.
Dediquemos, pues, esaparte del territorio malamente consagrada al
sustentodeunganado que nos esnocivo portantos conceptos, dedique-'
mósla al fin que dejo indicadoy habremos dado un gran paso en la vía
del progreso rural.
Vengamos ahora á la trashumacion, á estesistemaque, enprimer lu¬
gar, supone undoblegrupo de dehesas, notadlo bien, señores,pueselga¬
nadotrashumante necesita dehesas deinviernoydehesas de verano; de consiguiente, absorbe doble territorio delquenecesitarla si fuera ganado
estante. Adehaás, sus emigraciones periódicas, que se repiten todos los
años dos veces,llevan consigo la necesidad de las llamadasveredas 6cuer¬
das, con ambas denominacionesseconocen; es decir, de caminos de tra¬
vesía, que pasan pordonde conviene á las miras de los ganaderos, siquie¬
ra seacausando vejaciones no poco graves al cultivo, porqueyo he visto
muchas que cruzan por terrenoscultivados, á cienciay paciencia depro¬
pietarios ycolonos. Agregad á estolas cañadas,terrenosreservadosenel trayecto, para queel ganado, alpasardeunoáotro extremo, no se muera de hambre; y comprendereis quela existencia del ganado trashumantees unmal gravísimo, másgrave queel de cualquiera otro, enrazón áque absorbe más del doble de territorio, en igualdad de circunstancias. Y luego, ¡quéenormecantidad de excelente abono perdido para el cultivo!
Porque ^-quién ha de cuidarse de recogerlo.' Sobradamentese os ocurrirá
quenadie, porcuantolas dehesas sehallan enclavadasen medio de ter¬
renosdonde el cultivono alcanza grandesarrollo ni perfección,ydonde,
porconsiguiente, los abonos no tienen el valor ni la importanciaque en lastierras biencultivadas.
Por otraparte, adviértase que, á despecho de todas las precauciones, la penuria alimenticiasurge con frecuencia y causa mortandades terribles
enel ganado;que delicado de suyo como es, las enfermedades, áun las comunes,áunlas más ligeras,sehacen mortíferas, dadas las condiciones
enque vive; quecuando sobreviene una epizootia, como, por ejemplo,
la de laviruela, estamoscompletamente desarmadoscontra ella, porque
no es posible adoptar ninguna de las eficaces medidas que la ciencia aconsejaparaprecaverla primero, y paracombatirla despues... Partiendo
de tales antecedentes, inferiréis, señores, los grandes inconvenientes
delatrashumacion, yabajo elpuntode vista de la agricultura,ya bajo
el de la ganadería. Diré más, y es que hay enfermedades que son inherentes,alsistema, que dependen exclusivamente del hecho de latras¬
humacion, esdecir, del género de vida á quecondenamos al ganado la¬
nar,de las condiciones enque le mantenemos. Parano abusar de vues¬
tra paciencia, me limitaré á señalar un ejemplo, entre otros muchos
quepudiera aducir. Me refiero á loquecientíficamente se conoce, desig¬
nandola enfermedadpor susíntomaculminante,con el nombre de
tor-Tomo IX n
102 GACETA AGRÍCOLA DEL MINISTERIO DE FOMENTO
neo, y que el vulgo denomina modorra. Eltorneoó modorraprovienede
lapresencia deunparásito, quesuele llamarsecenuroó hidátida cerebral, vulgarmente llamado gusano.
Nohe deentrarahoraenpormenores científicosque, en primer lugar, 'holgarían aquí, y que,además, exigiríanun tiempode que no dispongo;
perosí diré que,despues de investigaciones muyprofundasy concienzu¬
das, ha venido á resultar probado lo siguiente. Elcenuro ó hidátida ce¬
rebral del carnerotienesu origen enla ténia del perroó del lobo. Cuan¬
do estosanimales deponen, dejanenlos pastos, con sus escrementos,un anillo de ténia enestado de madurez,y precisamenteson los últimos los
quese encuentran en estasituación, los huevecillos fecundados que con¬
tiene (ylos contiene á millares), introducidosconla yerba enel aparato digestivo de la res, de la oveja ó delcarnero, ypenetrandoen susistema circulatorio, van áparar al cerebro y allí se convierten en cenuro. Y
hénos aquíenpresencia de unacadenaque no tiene principio ni fin, de
un á manerade círculovicioso, porque luego, si unlobo ó un perroco¬
me la seserade laresafectada de torneo, contrae ásu vezla ténia. De modo que dondelos carniceros del género canis recorrenlos pastos,el ganado lanar estaráexpuesto
al padecimiento
encuestión.
Estacuriosa
coincidencia hace tiempoque habla sido observada, aunque su explica¬
ción seareciente:sehabla echado de verque enlos países donde abundan los lobosy donde, porconsiguiente, se hacen necesarios losperros para la guardadel ganado,
los
casos de torneo eranfrecuentes
ylas pérdidas
consiguientestambién; mientras queallí donde, como sucede enIngla¬terra, lasreses lanares pacenreunidas en corto númeroenlos prados, y
noaglomeradas engrandes rebaños en
las dehesas; donde á
mayorabun¬
damientosehaconseguido exterminar los lobos,yno senecesitan perros paraguardarel ganado, loscasosde cenuro cerebral
ó
torneoson suma¬menteraros. Héahí,portanto, un mal que dimana del sistemaque aquí seguimosconrespecto al ganado
merino.
Ya quehe tocadoestepunto,aunque nosea más queincidentalmente,
he de mencionarotrohecho quetiene con él analogía, y serefiere alga¬
nadode cerda.Todosvosotrossabéisque enEspaña, donde la criayelce¬
bamiento del cerdo tiene un grandesarrollo, es precisamente donde hay
dehesasapropósito. No es esto decirque no crienyengorden un número
considerable otraslocalidadesque no poseenloquetantoenvidian (envi¬
diapor ciertobien mal
entendida),
no, y acasopudierancompetirlas
se¬gundasconlasprimeras. Pero esas
grandes piaras
que se ven enExtre¬madura, claro es que no puede haberlas más que
donde
existen lascon¬diciones que allíconcurren. Pues
bien;
esas condiciones, prescindiendodeotros,acarrean el daño que voyá indicar.
Devez en cuando el animal encuentra en la dehesa escrementoshu¬
manos, y su vorazglotonería le induce á comerlos. Sien ellos hay algun anillo de la ténia del hombre, suingestion produce enel organismo del cerdouna forma deparasitismo semejante al que determinaenel
gana-las dehí;sas y la ganadería
do lanarla téniadelperro yel lobo, lo que la ciencia llama cisticirco celuloso, lo que el vulgo designa con el nombre impropio de viruela.
Este padecimiento ofrece, por de pronto, el inconveniente de hacer las
carnes delanimalmenosgustosasy nutritivas,yel inconvenientemayor de que comidas en un estado de cocción insuficiente, dan lugar á la
ténia del hombre. Véase, pues,cómo el sistema deganadería endehesas, engendra enfermedades que leson inherentesy peculiares.
Señores, nose agotacon loexpuesto el ya largo capítulo de cargos
contralas dehesas: lejos de eso, réstame formularuna acusación harto más grave que todas las anteriores. Protesto una vezmás que mi propó¬
sitose reduce á llamar la atención pública sobre este órden de cuestio¬
nes, para que se las estudie, y, luego que se haya formado la opinion, se proceda á satisfaceruna necesidad urgente.
El más tremendo azotede nuestros campos,el que nos tieneen cons¬
tante inquietudy hacetemersiempre al mísero labradorlaruina de sus
cosechas, del fruto desús afanes ysudores, esindudablementela langos¬
ta. Lasequía no deja desertambién una calamidadfrecuentísima; pero lalangosta compite, por lo ménos, con ella, en cuanto á los daños que causa. No essolamente porsu voracidady por su fecundidad extraordi¬
narias por loque nosperjudica; más quelo que consume, más que lo quecome, importa lo que destruye, cortando los tallos de las plantas herbáceasy los ramos tiernos de los arbustos y aunde los árboles, no con esaespecie de sierraque presentaen susextremidades posteriores,no;
sinocon sus mandíbulas, dotadas de unapujanza verdaderamente asom¬
brosa.
Hastadóndellega el poder destructorde ese terrible insecto, y hasta dónde llegasu fecundidad, no necesito yo hacéroslo saber, lo conocéis todos perfectamente. Sabéisque sus inmensas legiones nublan algunas
vecesel sol, cuando levantan el vuelo,en una extension considerable;
sabéis que acumulándose los individuos,unos sobreotros, en el terreno donde seposan, llegan áformar bancos de considerable espesor capaces de parar untren deferro-carril; sabéis que, cuando en sus emigraciones
sedejancaer sobreuna localidad, siembran enella elluto y la desola¬
ción,porla miseriaque dejanen pos, yañadiré, quehasta pueden afectar
á lasalubridad de estensas comarcas, como se ha visto en más de una
ocasión aquíy fuera de aquí, puesto que ásu paso van dejando millares de cadáveresde los insectosque no tienen la resistencia suficiente para
seguir á la banda, cadáveres de los cualesparten emanaciones pestilentes que,inficionando la atmósfera, originan áveces verdaderas epidemias, fúnebre cortejo del hambre.
Secomprende que en un país con tanta frecuencia víctima de esa plaga,espocotodo cuantosehagacontraella; yaquí debo fijarmeenun puntodigno de toda nuestra atención. Algunaque otravezllegan aquí, volando sobreelMediterráneo,
bandais
de langosta procedentes de los yermosafricanos; pero esasno son temibles; vienen fatigadas y se las164 gaceta