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Reflexiones, retos y propuestas para la mejora de la Responsabilidad Social Universitaria

Responsabilidad Social Universitaria en las universidades

Si bien la RSU debe basar sus lineamientos estratégicos dirigidos sobre todo a sus ‘stakeholders’, cada uno de ellos debe jugar un rol de construcción de una ética como base fundamental de desarrollo de cualquier iniciativa de RSU, se puede afirmar que las universidades en Bolivia todavía no han presentado un marco global de acciones socialmente responsables. Sólo han sido acciones esporádicas basadas en iniciativas, muy buenas por cierto, pero dirigidas a alguno o a algunos de los ‘stakeholders’, y casi con certeza hacia los docentes y hacia los estudiantes. En ambos casos, por

ejemplo, otorgándoles becas y beneficios parecidos, en función, naturalmente, del tipo de institución que sea: pública o privada.

1.5.1. Necesidad de una RSU en el país

Por lo visto y por lo poco hecho, una apremiante necesidad de crear conciencia socialmente responsable por parte de las universidades, tanto pública como privadas, va tomando cuerpo.

¿Cómo poder devolver a las universidades estatales ese protagonismo que antes ejercían en bien de la sociedad? ¿Hasta cuándo esperar por iniciativas solitarias para construir relaciones beneficiosas con aquellos grupos de interés que ejercen presión sobre las instituciones académicas? ¿No será más bien que las universidades se dirigen en reversa en relación con las tendencias que mueven el mundo académico universalmente?

Si hay un ‘stakeholder’ desequilibrante entre todos aquellos con los que tiene relación una universidad, es aquel conformado por los estudiantes. No existe propósito alguno en una institución académica que no vele por las nobles aspiraciones de este sector. Todo apunta hacia su formación profesional, pero también hacia aquella orientada a lo humano, en toda la concepción de su arquetipo; entonces, se observa no una, sino varias necesidades en este grupo social –que además es masivo–, en el que están cifradas las esperanzas de toda la sociedad en su conjunto.

Esas necesidades, convertidas después en resultados, deben ser cubiertas con lo que corresponde a ley: una formación profesional evidente, un producto visible y un cartón con el que responder a los requerimientos laborales de las empresas; pero, la RSU va más allá de esos requerimientos justificados plenamente desde el punto de vista legal, y aparecen las esperanzas de una formación ética, tal como lo demandan las corrientes académicas en el mundo. Los estudiantes deben culminar sus estudios, sobre todo, como referentes virtuosos en el andamiaje laboral, que además se esparcen también en aquellos espacios estrictamente humanos: la amistad y la familia. ¿Las universidades quieren profesionales sobresalientes sólo en el aspecto técnico? Obviamente que no. Entonces, ¿qué hacen o pueden hacer las universidades para llenar esos vacíos? Surgen apremiantes exigencias para que así sea, caso contrario, seguirán quejándose de la inmisericorde corrupción que campea en todos los ámbitos del quehacer nacional.

La sociedad no puede sólo esperar que las universidades hagan lo suyo; debe demandar también, como sociedad insatisfecha, una formación ejemplar de los flamantes profesionales, y eso se logra con intereses mancomunados que deben emerger desde todas las instancias posibles de la sociedad civil.

Por otro lado, no se trata solo de atender a los ‘stakeholders’ convencionales. Acá se presenta uno que es global y que nunca tanto como en nuestros días ha tenido tanta relevancia: el medio ambiente.

Las universidades conforman un eje transversal en la preservación de los estados naturales en el orbe, dado que no sólo enseñan, sino que parten como ejemplo de cuidado de su entorno, el mismo que precisa de acciones concretas en conjunto, es decir, conteniendo esfuerzos mancomunados que destaquen una lucha por no desperdiciar lo que la naturaleza ha venido prodigando a los seres vivos a lo largo de su evolución.

Avalos y Díaz Romero (2018) rescatan algunos aportes sobre este delicado tema: Se derivarían en estos años, importantes acuerdos internacionales como los de la Cumbre de la Tierra de Naciones Unidas en Rio (1992) y la adopción del libro Verde por parte de la Comisión Europea (1995), para

seguir posteriormente en el Siglo XXI con importantes avances como por ejemplo, la Agenda 2030 de Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible (2015).

Un punto neurálgico en la historia lo constituyó el Informe Meadows del Club de Roma (1972) en el cual se detallaron por primera vez una serie de límites del crecimiento. La conclusión de dicho Informe fue que: Si el actual incremento de la población mundial, la industrialización, la contaminación, la producción de alimentos y la explotación de los recursos naturales se mantiene sin variación, alcanzará los límites absolutos de crecimiento en la Tierra durante los próximos cien años (Meadows, 1972 citado por Trujillo y Vélez, 2006 p. 292).

De manera concreta, en el ámbito empresarial, un concepto que fue acoplándose a estos cambios y decisiones de los actores internacionales y locales fue el de responsabilidad empresarial dirigida hacia la promoción de “un cambio (…) en el modelo adoptado para el desarrollo económico, buscando lo que hoy es una necesidad para la supervivencia: un mejor equilibrio entre la sociedad y el medio ambiente” (Trujillo y Vélez, 2006, p. 293).

En medio del cambio y evolución que se ha ido mencionando anteriormente, las Universidades también han tenido que ir acoplando la temática ambiental en su accionar, evolucionando en este transitar del tiempo en función de la incorporación de las variables ambientales como parte de los esquemas de educación integral. En esta área hay un antecedente de gran relevancia y que es menester mencionar: la incursión del concepto de Educación para el Desarrollo Sostenible (EDS).

Reconociendo su relevancia en la Resolución 57/254, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el Decenio de la Educación para el Desarrollo Sostenible. La Educación para el Desarrollo Sostenible, permite, como sugiere UNESCO (2015, P. 8)

Será necesario un cambio drástico en nuestra manera de pensar y de actuar, un replanteamiento del modo en que nos relacionamos los unos con los otros y del cómo interactuamos con los ecosistemas que sustentan nuestras vidas. A fin de crear un mundo más justo, pacífico y sostenible, todas las personas y sociedades deben estar dotadas de conocimientos, competencias y valores que las preparen y empoderen, además de estar imbuidas de una conciencia más clara para impulsar tal cambio.

Aquí es donde la Educación para el Desarrollo Sostenible tiene un papel esencial que desempeñar. La Educación para el Desarrollo Sostenible (EDS) ambiciona crear un mejor mañana para todos, y ello debe comenzar hoy.

En la misma línea considerada estratégica, según Leal (citado por Palavecinos et al, 2016: p. 144),

…para la generación de cambios en cuanto a las problemáticas ambientales actuales, la educación debe servir para la creación de conciencia en las personas, al mismo tiempo que facilita la conformación de espacios de formación para personas intrínsecamente conscientes de los daños ambientales y de las posibilidades de solucionar problemas al respecto.

1.5.2. Propuesta

La RSU debe apoyarse en una visión sistémica que aglutine esfuerzos en cadena, concebidos en políticas coherentes, articuladas y desprendidas de estrategias socialmente inclusivas, producto de experiencias, relaciones y confianza. El siguiente es un contenido referencial sobre el que pueden apoyarse las líneas estratégicas de una institución universitaria boliviana comprometida socialmente:

Modelo de RSU

A. ¿Qué tan responsable socialmente deberá ser una universidad?

B. Construcción del “ethos”

C. Potencial educativo y de investigación D. Identificación de stakeholders

E. Gestión ambiental

A. ¿Qué tan responsable socialmente deberá ser una universidad?

Prioridad de una universidad: Inclusión Social. Si se precisa establecer que una institución académica cumpla con su rol estratégico en la sociedad civil, tendría que declarar en primera instancia su ser democrático y sostenible, pero no a través de arengas políticas ni tendenciosas, y menos gracias a acciones filantrópicas, sino auténticas en su postura académica: el compromiso con todos los estamentos sociales de los cuales se sirve. Determinar una línea programática y consecuente con su misión será la base de su accionar en beneficio de sus grupos de interés. La sensibilidad social de autoridades, funcionarios administrativos, profesores y estudiantes, será la columna vertebral en que descansen propuestas e iniciativas conducentes a potenciar el bien común, pero también lo será el relacionamiento con otros actores: universidades e instituciones públicas y privadas, sectores estratégicos de la sociedad civil y también, gobiernos. Las alianzas suponen generar mayores fortalezas en busca de objetivos de interés común.

B. La construcción del “ethos”

Transversalizar el componente ético, el que debiera ser el primer factor para considerar en cualquier tipo de programación en responsabilidad social, y más si es universitaria. La premisa educativa/

formativa es inherente a las funciones esenciales de una institución académica, pero por sobre toda aspiración funcional, deberá categorizarse la formación humana y fundamentalmente, en valores morales. El “ethos” será siempre y a todas luces, el estandarte de una universidad ejemplar en lo que corresponde a inclusión social, como cualidad digna de sus intereses y de aquellos segmentos con los que interactúa.

El concepto de Responsabilidad Social tiene un sustento ético. Vallaeys (2014) parte afirmando que la definición de lo que es “bueno” hacer o dejar de hacer, depende de una negociación o diálogo entre los interesados y afectados por los servicios de la organización, o de una anticipación de los intereses de los afectados (sobre todo cuando éstos no pueden participar realmente del debate, como por ejemplo las generaciones futuras). Así la ética practicada es:

• Una ética servicial y de responsabilidad por las consecuencias de las acciones emprendidas

• Una ética del diálogo y consenso entre todos los participantes y afectados

• Una ética democrática y solidaria entre todos los participantes y afectados, en igualdad de condición para reivindicar el respeto de sus intereses propios, igualmente válidos (se trata, en la medida de lo posible, de favorecer a todos por igual)

• Una ética de la complejidad, que necesita una visión holista y global de todos los aspectos

“entretejidos” (complexus) de los cuales la organización participa

• Una ética regulativa para la autoorganización: servir a los intereses de todos permite corregir permanentemente los errores (retroalimentación) y asegurar la sostenibilidad y el equilibrio de la organización (cualquier interés desatendido terminaría, a la larga, por afectar el funcio-namiento de la organización) (Vallaeys, F. 2014, p.3)

Sobre estos postulados se entenderá la esencia humana, social y moral de una institución académica, la cual acompañará sus actividades académicas en todo tiempo y lugar, haciéndolo en forma simple, pero ordenada. Con este fin, las acciones, como planteamiento académico básico, serán:

a) llevar adelante el plan de formar docentes con la mejor calidad posible;

b) realizar ajustes permanentes en la programación de mallas curriculares, y,

c) ejecutar programas con la comunidad universitaria, provocando el cambio esperado.

C. Potencial educativo y de investigación

El solo postulado de esta premisa invita a enriquecer los esfuerzos educativos, pero especialmente de investigación. Para que las empresas aprendan de las universidades, éstas deben investigar, y, entre otros actores, ¿a quién/es? a las empresas, creándose un círculo virtuoso generador de sinergias. Las universidades traducen las buenas prácticas empresariales en conocimiento, lo cual es volcado a la maquinaria formativa, en todos los órdenes.

¿Cómo puede valorarse el aporte de las universidades a la sociedad en su conjunto? A través de la investigación, la cual, sea cual fuere su participación en las diversas áreas del conocimiento, conduce a apreciar la propuesta del ser humano en su desarrollo social.

D. Identificación de stakeholders

Un nuevo actor. El presente análisis no deberá circunscribirse exclusivamente al conjunto de estudiantes que realizan estudios en las unidades académicas. Se desconoce con certeza si las instituciones de educación superior están apuntando alto y con profundidad a aquel potencial conglomerado de estudiantes preuniversitarios. Sí. Es decir, todos aquellos jóvenes a quienes les queda un año o dos para culminar el colegio y que se encuentran en la difícil tarea de escoger una carrera profesional. Es responsabilidad de las universidades brindar la orientación necesaria en la escogencia de carreras, pero no sólo como una tarea de mercadeo, sino de auténtico asesoramiento técnico y humano. No se garantiza nada, pero, en la actualidad, ¿se colabora? ¿se minimiza el riesgo? ¿se brinda la información necesaria y suficiente? Es posible que se haya avanzado en ello, pero en ocasiones, es una cuestión puramente comercial. Entonces, es preciso reflexionar sobre la responsabilidad ante ese grupo de interés: apoyar en la formación de seres humanos dignos y respetables. En la siguiente figura se puede apreciar aquellos grupos de interés tradicionales para una universidad -pueden haber otros, de todas maneras-, y que, en el caso de los estudiantes, también se incluirá a aquellos que aspiran ingresar a la misma:

Figura 4. Stakeholders vinculados a la Universidad.

Fuente: Díaz Romero-Villavicencio, Lecturas escogidas en RSE, 2015.

Igualmente, para las universidades, los grupos de interés serán en esencia los mismos que para sus pares empresariales, con la salvedad de que entre ellos se encuentre uno particularmente peculiar, pero a la vez esencial para su existencia y crecimiento: las escuelas, colegios y demás instancias de formación académica, ya que serán segmentos potenciales de estudiantes que constituirán la población de universidades a nivel masivo y, además, el grupo de interés más grande de todos.

En una relación de reciprocidad, para el conjunto de empresas, un ‘stakeholder ‘más –tan importante como los otros- deberá ser el de las universidades, es decir, que sea un sector que demande acciones socialmente responsables a las empresas, o instituciones con o sin fines de lucro, tanto del sector privado, como del público, lo que significa que las universidades se constituyan en un sector protagónico del accionar de las instituciones, y que a la vez, sean beneficiosas no solo para ellas mismas, sino también para los demás grupos de interés, o para parte de ellos, en un intercambio generoso de acciones positivas, orientadas todas hacia un desarrollo por demás sostenible. A continuación, se puede observar el grupo de interés “Universidades”, que afecta y compromete a las empresas a cumplir con el compromiso inclusivo exigido por la sociedad:

Figura 5. Las universidades como ‘stakeholder’ de una Empresa.

Fuente: Elaboración propia.

E. Gestión ambiental e Inclusión

Nuevamente el compromiso esperado: universidad con su entorno, pero no sólo el más próximo, sino también aquel que afecta a otros sectores de la sociedad, ya sea nacional o foránea, incluyendo, aunque parezca demasiado ambicioso, a nivel global. La universidad debe ser protagonista en el cuidado del medio ambiente, ejecutando acciones responsables con éste, y también creando alianzas con otros actores, primero en su entorno inmediato, y posteriormente, con otros localizados a grandes distancias, pero siempre con un propósito común, y consecuente con los Objetivos de Desarrollo Sostenible del Pacto Global de Naciones Unidas para 2030 (Naciones Unidas, 2015) Más allá de plegarse a todas las acciones posibles en cuidado del medio ambiente, las universidades deben también llevar adelante más programas académicos orientados a este fin, así como mucha mayor investigación.

Con este panorama, debe orientarse esfuerzos, entonces, no solamente a las partes interesadas, sino que la RSU debe tener un concepción estratégica, desinteresada y centrada en el ámbito inherente a sus propias atribuciones, y no así, como frecuentemente se piensa o actúa, en un marco meramente filantrópico. No es intención de ninguna universidad seria, por ejemplo, realizar donaciones sin una conexión académica, o distraer la atención de la sociedad en actos públicos mostrando acciones nacidas de la simple espontaneidad o de un altruismo sin fundamento. Las obras socialmente responsables de una universidad deben estar enmarcadas en las líneas de educación, investigación y/o solidaridad hacia sus grupos de interés. Las universidades deberán estar siempre al servicio de los intereses de la sociedad civil. En este aspecto, la inclusión social juega el rol con mayor expectativa de acción dentro de cualquier comunidad.