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El interrogante inicial que guio el presente estudio inquiría sobre la situación actual que enfrentan los intérpretes que trabajan desde el español en el Debate General de las Naciones Unidas.

Podemos entonces responder a la primera pregunta de investigación de la manera siguiente: de acuerdo con la metodología empleada y el procedimiento seguido aquí, la velocidad de los representantes de los 20 estados miembro de lengua española de las Naciones Unidas, durante sus intervenciones en dicho foro en el marco de los 66º, 70º y 74º períodos de sesiones, tuvo un promedio 120,0 ppm.

Nos encontramos muy lejos de los valores observados por Rodero (2012), cuando comparó la velocidad de los locutores de cuatro países distintos (España, Reino Unido, Francia e Italia) que presentan informativos en la radio. No solo estamos a casi la mitad de la velocidad promedio de 209,96 ppm que observó en los locutores de la RNE, es decir aquellos que comparten la misma lengua, sino que también estamos lejos del promedio mínimo que observó en dicho estudio que fue de 167,54 ppm para los locutores de la BBC. Este valor mínimo, de hecho, es muy próximo del valor máximo registrado en mi estudio que fue de 168,0 ppm. Ciertamente, se trata de dos ámbitos distintos: por un lado, informativos de la radio que llegan a sus oyentes prescindiendo de los servicios de un intérprete; por otro lado, discursos que pretenden llegar a delegados de todo el mundo por medio, en muchos casos, de una interpretación simultánea. Sin embargo, el propósito de los informativos es que sean entendidos en la primera escucha, al igual que los representantes de los estados miembros de las Naciones Unidas. Podemos entonces suponer que todos los discursos del corpus que estudié se prestan, como mínimo, para ser entendidos. No obstante, la complejidad del trabajo del intérprete no se resuelve únicamente entendiendo los discursos que deben ser interpretados puesto que la comprensión del mensaje del orador es una condición necesaria, mas no suficiente.

Diferentes investigadores, que han considerado los demás elementos que pueden tener un impacto en la labor del intérprete, han propuesto rangos de velocidad ideales para la interpretación. Los rangos definidos por Setton y Dawrant (2016) nos permiten intuir si cada uno de los discursos aquí estudiados se prestará con mayor o menor dificultad para la interpretación simultánea.

Puesto que los 60 resultados que obtuve, correspondientes a la velocidad de cada uno de los discursos del corpus, están dispersados en una amplia horquilla de valores comprendidos entre 93,5 y 168,0 ppm, dichos rangos descritos nos permitieron clasificar los discursos y responder a la

segunda pregunta de investigación de la manera siguiente: el 52%, es decir una ligera mayoría, fue pronunciada a una velocidad “fácil”; el 27% a una velocidad “moderada”; el 8% a una velocidad

“controlada”; el 12% a una velocidad “exigente” y el 2% a una velocidad “difícil”.

Podemos observar que, aunque estudios realizados en ámbitos externos a la interpretación de conferencias sitúen al español en medio de las lenguas que más rápido se hablan y esto nos pueda llevar a intuir que los oradores provenientes de países hispanos pronunciarían sus discursos a una velocidad calificada de “difícil” en las reuniones celebradas en el seno de las organizaciones internacionales, el corpus aquí analizado demostraría lo contrario puesto que la mayoría de resultados obtenidos muestran que los observadores pronuncian sus discursos a una velocidad calificada de “fácil”. No obstante, es necesario estudiar también la situación de las otras lenguas en el mismo foro para proceder luego a una comparación y poder verificar si aquella observación general según la cual el español es una de las lenguas que más rápido se hablan tiene validez en el ámbito del Debate General.

El gran número de discursos cuya velocidad pertenece a la categoría “fácil” no es la única sorpresa que nos reservó este estudio. La segunda pregunta de investigación partía de la hipótesis según la cual la velocidad de los discursos aumentaría con los años. Si bien es cierto que la velocidad no se ha mantenido constante desde el comienzo de la década en ninguno de los países, no se observó un alza generalizada en las velocidades en cada uno de los 20 países a las que se les hizo un seguimiento entre 2011 y 2019.

Solo en la cuarta parte de los países estudiados (Guinea Ecuatorial, Chile, El Salvador, España y Uruguay), la velocidad aumentó significativamente entre 2011 y 2019. En tres de los países (Costa Rica, México y Perú) se registró un aumento durante el mismo período, aunque inferior al 5%. En los doce países restantes, en cambio, la velocidad disminuyó entre 2011 y 2019, de forma incluso significativa en tres de ellos (Honduras, Panamá y Venezuela).

Ahora bien, considerando a los países en su conjunto, el promedio de las velocidades observadas en 2019 aumentó en un 0,7% con respecto al de 2011. Sin embargo, se trata de un alza muy leve y, además, los valores que condujeron a los promedios de 2011, 2015 y 2019 tenían una fuerte dispersión como lo demostró su desviación estándar elevada, lo que no convierte a estos promedios anuales en un indicador idóneo para describir el comportamiento de los veinte países en su conjunto. De esta forma, no me parece posible responder a la segunda pregunta de investigación en términos globales sino observando lo que sucedió en cada país. Por consiguiente, puesto que los países en donde la velocidad aumentó significativamente entre 2011 y 2019 no son mayoría, no podemos confirmar la hipótesis según la cual la velocidad haya aumentado en líneas generales durante el inicio de la década.

La dispersión de las velocidades según el país (independientemente del año) refleja la heterogeneidad del conjunto de países de lengua española. A su vez, la velocidad observada en un mismo país puede variar de forma significativa, cambiando incluso de categoría según los niveles de dificultad definidos por Setton y Dawrant (2016). Si, hasta ahora, saber que un orador es de habla española no permitía anticipar a qué velocidad pronunciaría su discurso con mayor o menor precisión, su nacionalidad tampoco: en los casos en que la dispersión de los resultados de un mismo país es alta, no es posible intuir un margen estrecho dentro del cual pueda situarse la velocidad; en los casos en que la dispersión de los resultados de un mismo país es baja, el tamaño de la muestra estudiada (apenas tres discursos) es insuficiente para poder considerarla representativa de dicho país.

El problema de la representatividad se plantea también en la influencia que podría tener el sexo del orador en su velocidad de elocución. Un poco menos del 12% de los discursos fue pronunciado por mujeres. Si bien la velocidad promedio de los discursos pronunciados por mujeres fue superior a la velocidad promedio de los discursos pronunciados por hombres, no es posible generalizar la observación. Para poder lograrlo, me parecería necesario seleccionar y estudiar discursos provenientes de Debates Generales celebrados en otros años y que no formaron parte del presente estudio, de tal forma que se amplíe la muestra de discursos pronunciados por mujeres y se vuelva representativa del sexo femenino. Solo cuando ambas muestras sean representativas, se podrán calcular los promedios de cada una y proceder luego a una comparación válida.

Garantizar la representatividad de las muestras estudiadas me parece indispensable, no solo para sacar conclusiones en cuanto al efecto del factor sexo sobre la velocidad del orador, sino también del factor edad, ya que el objetivo de la tercera pregunta de investigación era establecer si los factores, país, sexo y edad del orador influyen en la velocidad del orador, y de ellos solo la edad parece efectivamente influir, a la luz de los resultados de este estudio.

Algunos de los elementos que permiten dar respuesta a la tercera pregunta de investigación también permiten responder a la cuarta pregunta de investigación. Puesto que la velocidad del orador tendería a disminuir con la edad, ello explicaría algunos de los resultados obtenidos, aunque no todos, cuando intentamos observar qué evolución tuvo la velocidad de los seis oradores que intervinieron más de una vez en el período del estudio: cuando un orador interviene por segunda vez, cuatro u ocho años más tarde, los factores país y sexo se mantienen constantes y los factores año de la intervención y edad del orador varían. Como vimos, en cuatro de los seis casos estudiados, la velocidad disminuyó con el transcurso de los años. Puesto que seis casos no pueden ser considerados como representativos de los 53 oradores distintos cuyos discursos fueron estudiados aquí, sería necesario, entonces, identificar qué otras más intervenciones han tenido los seis oradores considerados en esta parte del estudio y analizar otros discursos de ellos en este foro

y ver también cuáles de los 47 oradores restantes han intervenido en otras ocasiones en el mismo foro y proceder al mismo análisis.

6.2 Comparación de los resultados aquí obtenidos con los de otros