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Profesión del académico universitario

similitudes y diferencias

Capítulo 4. Actores y calidad en la Universidad: hacia la consistencia de su identidad organizacional

4.1 Profesión del académico universitario

La profesión del académico universitario se ha estudiado desde hace un par de décadas. De acuerdo con Galaz (2012), “es frecuente que se afirme respecto a la profesión académica como 'clave' para la educación superior y en consecuencia, para la sociedad en su conjunto” (p. 11). Por su parte, Duderstadt (2010) confirma que el principal recurso académico de una Universidad es su claustro:

La calidad y el compromiso de los docentes determinan la excelencia de los programas académicos de una Universidad, la calidad de su claustro estudiantil, la excelencia de su enseñanza e investigación, su capacidad de servir a una sociedad más extensa a través de las actividades de extensión, y de los recursos que puede atraer de fuentes públicas y privadas. (p. 224)

En realidad, los académicos, a partir del óptimo desempeño de sus actividades, dan vida a la misión de la Universidad; a través de la investigación y su respectiva producción científica, logran posicionar a las universidades en un entorno global fuertemente competitivo; mediante su enseñanza forman personas y profesionistas, a la par que velan por la cultura de las sociedades; esto, unido a una mayor relación empresarial y gubernamental hacia la consolidación de sinergias, funciones sustantivas de la Universidad que determinan en gran medida su calidad y prestigio (Pacheco, 2012).

Para Galaz, Padilla y Gil (2012), en las últimas décadas, el mundo ha experimentado una intensa y compleja serie de eventos que influyen en la transformación de la profesión

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del académico en medio de una dinámica de globalización-regionalización en la que, cada vez más, el conocimiento y la tecnología de la información desempeñan un papel central;

afirman cambios en distintas partes y aspectos del mundo que, en su perspectiva, no son en todos los casos ―como algunos hubieran esperado―, incluyentes y positivos: “la reciente invitación de la UNESCO (2005) para ayudar a construir sociedades de conocimiento constituye un recordatorio de dicha situación” (p. 43).

Según Duderstat (2010), tales experiencias generan tensiones, como publicar o perecer. En realidad, la profesión académica se desarrolla en una diversidad de funciones y estilos.

Burton Clark (1997) describe el abanico de funciones que ejerce el académico universitario: la enseñanza de ciclo de grado, de posgrado, profesional, posdoctoral y en los niveles de formación continua; la investigación especializada, interdisciplinaria y las actividades de servicio público. Entre los mismos académicos, hay grandes diferencias según las disciplinas académicas y el grado de investigación que realizan.

El académico universitario cuenta con una identidad personal y con otra de tipo profesional, las cuales eligió y ejerce por motivos propios. Es decir, cada acción y cada decisión que realiza le van configurando como persona. Desde un sentido antropológico, cuenta con emociones, sentimientos, anhelos y deseos (Vallejo, 2006) que, en conjunto con su inteligencia y voluntad, y conforme a su identidad personal y profesional, le llevan a querer identificarse o no, con alguna u otra organización.

Fernández y Marquina (2012) sostienen que la globalización y la apertura de las sociedades en el marco de la revolución en la sociedad de la información han creado nuevas oportunidades para los académicos más emprendedores, lo que se une con las presiones por rendimientos académicos positivos que también son percibidas como amenazas para sectores más tradicionales del profesorado, que pueden generar reacciones ante un panorama incierto. Por ejemplo, Duderstat (2010) expone que las conversaciones dentro de la academia estadounidense revelan signos de tensión por los tiempos de cambio en sus instituciones y por su profesión.

Es una realidad que las políticas de Educación Superior han impulsado ajustes en las universidades que han llevado a una reformulación de las funciones desempeñadas en su interior, y con ello, a una evolución en la profesión del académico universitario. A continuación, se describe brevemente un panorama general de la manera como lo viven distintos países, porque aunque todos manifiestan el cambio, cada país lo asume de manera distinta. Para prueba de ello, se inicia con el panorama de cinco países económicamente avanzados con apoyo en los estudios realizados por Teichler (2012), seguido por los de Fernández y Pérez (2009), en el caso de América Latina, y se concluye con el caso de los académicos en México con estudios de Galaz y Gil (2012).

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4.1.1 La profesión académica en países económicamente avanzados

Con base en el estudio de Carneigie de 1992 y el estudio “Changing Academic Profession” (CAP) realizado en 2007, Teichler (2012) efectuó un estudio comparativo entre los países de Australia, Alemania, Japón, Reino Unido y los Estados Unidos, a través del cual identificó que los académicos en estos países difieren de los que realizan la misma actividad en países de bajos y medianos ingresos, tal como se muestra más adelante.

En principio, a estos académicos se les requiere, como regla, haber recibido un grado de doctor y contar con mayor experiencia académica para acceder a una carrera académica senior. El título de doctor ha sido la calificación de ingreso normal para las carreras de investigación en las universidades por un largo tiempo en dos de los cinco países. Todos los profesores de las universidades orientadas a la investigación en Alemania y Estados Unidos cuentan con títulos doctorales desde 1992 con pequeños cambios en 2007: “Por su parte, en Alemania, los académicos, al menos, han de haber superado la Habilitation, una especie de grado doctoral de segundo nivel, para ser elegibles para una designación como profesor”

(p. 20).

Se identificó que, durante los 15 años, hubo un cambio significativo en el incremento de mujeres, el cual se triplicó; estas, mayoritariamente, se colocaron en el estatus de académicos junior. Un dato de interés para la presente investigación radica en la manera en que distribuyen funciones y estatus, con diferencias entre el personal junior y el personal senior, ya que el primero:

Refleja una doble función de aprendizaje y trabajo productivo durante sus años formativos; tiene menor acceso a los recursos, con un poder más limitado en sus instituciones; y cuenta con menor oportunidad de dedicar el tiempo en forma equilibrada a las actividades de investigación y las de docencia, muy distinto a la situación de los académicos senior. (Teichler, 2006, p. 18)

El título de doctor, en Austria, se convirtió en una `obligación´ con un aumento del 85% al 92% en un lapso de 15 años; en Japón, sin embargo, reflejó una reducción en los porcentajes de doctores del 85% al 72%.

Un tema importante para la globalización de las universidades es la movilidad institucional, mismo que presenta importantes cambios en los 5 países mencionados; para ellos, practicar la endogamia representa un aspecto negativo ello, ya que implica desarrollar la carrera académica completa en una sola universidad, por lo que todos manifiestan una reducción en dicha práctica. Por el contrario, aumentar la movilidad institucional, por ejemplo, en el caso de los académicos senior, en Japón redujo la endogamia del 56% al 43%,

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en Estados Unidos del 41% al 25%, en Reino Unido, del 33% al 13%, y en Alemania, del 22%

al 20%.

Estos datos tan solo son un somero punto de partida que explica las diferencias y las dinámicas bajo los parámetros que establecen los países económicamente avanzados.

4.1.2 La profesión académica en América Latina

Se ha elegido tratar el caso de los académicos en América Latina, especialmente el de Brasil, Argentina y México, por mantener similitudes con el contexto de estudio; aun así, se identifican fuertes diferencias en la manera como se asume la profesión.

El estudio fue realizado por Fernández y Pérez (2009), quienes se basaron, para su análisis, en el estudio CAP (Changing Academic Profession) en perspectiva comparada, para los casos de Argentina, Brasil y México. Este análisis considera los contextos y problemas actuales de la Educación Superior en la región, en el marco de las nuevas responsabilidades políticas, académicas y sociales que las universidades de estos países están asumiendo o deberían asumir. Señalan que un problema que debe afrontar la ES en América Latina (AL) es la baja e insuficiente inversión en I + D, con muy escasa participación del sector privado.

La limitada inversión en investigación y en ES, ha mantenido una baja inversión en la formación de sus académicos, particularmente, en el nivel de posgrado con su impacto en la calidad académica. Para ellos, la profesión académica en AL puede caracterizarse como una profesión poco desarrollada y rígida, en comparación con el desarrollo que ha mostrado en otras regiones del mundo, debido al bajo nivel de inversión ya señalado y a deficiencias en los sistemas de selección, desarrollo, promoción y régimen salarial del personal de las IES.

En cuanto al nivel académico de sus profesores en los países mencionados, se identifica que los académicos brasileños cuentan con un mayor nivel educativo de posgrado, en especial, doctorado. En México, se resalta el nivel de académicos con título de maestría, mientras que en Argentina, cuentan con un bajo nivel de titulados a nivel de posgrado (Fernández-Lamarra y Pérez Centeno, 2009). En los tres países se observa muy bajo nivel de internacionalización de la profesión académica latinoamericana, los tres coinciden en contar con académicos que desarrollan su profesión en más de un centro universitario, ya que las plazas con exclusividad son escasas en la región.

Llama la atención que los académicos mexicanos presentan un mejor nivel de dedicación que los argentinos y brasileños (Fernández y Pérez, 2009), y, según los estudios de Díaz Barriga (2008), se aprecia que la profesión académica en México es más estable que en Argentina y que en Brasil: los académicos argentinos, con menor formación de doctorado, dedican mayor tiempo a la investigación que a la docencia, en contraposición

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con los brasileños y mexicanos, que duplican su dedicación a la docencia en relación con la investigación. También identificó que el académico en México presenta gran nivel de estabilidad y satisfacción, pero una dedicación de horas y una caracterización demasiado identificada con la docencia; además de que la actividad de investigación es una actividad no suficientemente desarrollada en Latinoamérica.

Respecto al grado de satisfacción de los académicos en relación con su grado de satisfacción en el desarrollo de su profesión, se observó claramente que los académicos mexicanos están más satisfechos con su profesión que el resto.

En su análisis sobre la identidad de los académicos, Perez Centeno y Aiello descubrieron que:

El sistema argentino tiene pocos cargos full time, con los cuales, los académicos desarrollan otras actividades por fuera de la academia o tienen más de un cargo a tiempo parcial. El mexicano es el ejemplo más claro de políticas universitarias en las que la evaluación de la calidad y los programas de incentivos han dirigido las actividades académicas (Díaz Barriga, 2008; Porter, 2003). Pareciera que existe, para el caso argentino ―y para el mexicano también― una mayor necesidad de identificación que contrapese la falta de condiciones “objetivas” adecuadas para el desarrollo de la profesión. Es decir, se necesita que el académico genere sus propias condiciones “subjetivas” de identificación y de satisfacción laboral. Nos encontraríamos, entonces, con una carga voluntarista de la profesión, producto de las restricciones de presupuesto o de la precariedad laboral. (2010, pp. 356-357) Según Fernández y Marquina:

Los académicos de Latinoamérica deberán afrontar nuevas regulaciones, como la evaluación de las diversas dimensiones de su actividad, en especial, la investigación y la docencia, así como mayor presión por incrementar su productividad científica de manera que contribuya al desarrollo económico de sus sociedades. (2009, p. 102)

4.1.3 La profesión académica en México

Debido a que el académico que ha participado en la muestra del presente estudio se encuentra en el contexto mexicano, se brinda un breve panorama de su situación profesional; ello será una buena base para comprender el fenómeno de estudio.

En los estudios de Galaz y Viloria (2014), quienes se apoyan en el estudio internacional RPAM (2007-2008) realizado en universidades con tendencia a la investigación en diversos países, se identifica que en comparación con los académicos de los países económicamente avanzados, existe una tendencia en aumento al ingreso en su profesión por grado académico. Por ejemplo, el 33.7% de los académicos jóvenes (0-6 años

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de antigüedad) de tiempo completo iniciaron su carrera con licenciatura como su grado máximo en el primer contrato de tiempo completo, el 41.1%, una maestría y el 25.3%, un doctorado. Hay un 75% de diferencia en los ingresos con grado de doctor respecto a los países avanzados. Sin embargo, si se compara con el perfil del grado académico de ingreso en 1992 (15 años antes de dicho estudio), “el 75.4% tenían licenciatura como grado máximo al momento de ingresar a la profesión académica, 18.5% una maestría y 6.2% un doctorado”

(p. 46).

Se observa que la carrera académica en México es muy diferente a lo que sucede en los países con sistemas de educación superior desarrollados. Por ejemplo, mientras en los países desarrollados se habla de profesores senior y junior, en México, las categorías de nombramiento se concentran en `asistente´, `asociado´ y `titular´. Para Galaz y Viloria, las categorías laborales de profesores tienen alguna validez en la medida en que reflejan dimensiones de mérito académico, “lo que también pudo haber influido en alguna diferencia en las trayectorias entre los puntos de ingreso y las categorías reportadas al momento de realización de la encuesta” (p. 52).

El 73.2% de los encuestados reportaron tener una categoría de titular, 23.5% de asociado y 3.3% de asistente. De los primeros, el 85,5% son académicos decanos; el 70%, académicos maduros (con una antigüedad de 7 a 20 años); y el 51.3%, jóvenes. Para Galaz y Viloria (2014), estos datos parecen indicar que la categoría de asistente es ya prácticamente inexistente, cuando se esperaría que funcionara como entrada para la gran mayoría de los jóvenes, hecho que no sucede en otros sistemas de Educación Superior y que se habrá de estudiar con mayor detenimiento. Los académicos con categoría de titular indican que esta parece reflejar un mérito académico o su antigüedad, entre otros factores.

En contraste, los académicos de países avanzados tienen criterios muy distintos determinados por realidades distintas.

Es interesante también identificar cómo, a lo largo de la carrera académica, se presentan diversos sucesos que refuerzan o debilitan la identidad y el compromiso con la profesión y con la institución en la que se trabaja. Por ejemplo:

El 87% de los encuestados reportaron un nivel de satisfacción alto o muy alto. En cuanto al nivel de importancia asignado a su disciplina académica, su institución y su grupo académico, alrededor de un 75%, de nueva cuenta con variaciones mínimas respecto a la generación, asigna un muy importante nivel a la institución donde trabajan. Por su lado, alrededor de un 64% afirmó lo mismo respecto a su unidad de adscripción. (p. 58)

El académico mexicano, al parecer, se muestra muy identificado con su disciplina, institución y unidad académica. Es interesante que el entusiasmo obtuvo el nivel más bajo

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de importancia respecto a la unidad de adscripción, aspecto que se podrá responder en los resultados del presente estudio. Los estudios de la encuesta Rpam 2007- 2008 indican que el proceso formativo de muchos académicos, sobre todo de aquellos que han llegado a obtener un doctorado e ingresar al Sistema Nacional de Investigadores, ha transformado esencialmente su identidad en el sentido de que dejan de verse a sí mismos como docentes para asumirse como investigadores o profesores con una fuerte inclinación hacia la investigación.

Los estudios de Galaz et al. (2011), realizados con 1,974 académicos mexicanos, arrojan que la mayor referencia de identidad o preferencia se concentra en la disciplina académica seguida por la institución y por la unidad académica, aunque se registra una disminusicón de identidad respecto a la institución en académicos que pertenecen a centros de investigación y universidades de investigación, con un aumento en su identificación con su disciplina académica y grupo de referencia. Mientras que los académicos de universidad particular aún “mantienen una mayor preferencia de identidad con la institución, respecto a las instituciones públicas y los centros de investigación pública” (Martínez-Orozco y Gairín, 2020, p. 245)

4.2 Transformación de la Universidad hacia la consistencia en