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Paralelismo político

Dans le document LOS EFECTOS DE LA CONCENTRACIÓN (Page 59-64)

Aproximación al sistema mediático peruano

3.1. Rasgos principales

3.1.2. Paralelismo político

Sostenemos, siguiendo los aportes de Albuquerque (2012a; 2012b), que no es posible aplicar la categoría de paralelismo político conforme ha sido concebida y utilizada por Hallin y Mancini (2004) para analizar los sistemas mediáticos occidentales, dado que en el Perú no existe un sistema de partidos consolidado y estable capaz de reflejarse en el conjunto de medios de comunicación (Acevedo, 2017).

El sistema de medios, con amplio predominio del sector privado empresarial, refleja y reproduce fundamentalmente los discursos y orientaciones políticas de los grupos económicos más poderosos del país, especialmente en coyunturas electorales o de movilización social en las que se pone en debate la continuidad del modelo neoliberal instaurado por el gobierno de Alberto Fujimori en los primeros años de la década de 1990.

Y desarrolla un rol político bastante vigoroso dada la debilidad de las organizaciones políticas.

En la idea de argumentar en la dirección de la tesis brevemente expuesta líneas arriba, nos interesa destacar dos rasgos del sistema político peruano directamente vinculados con el sistema de medios: el presidencialismo atenuado por algunos rasgos del parlamentarismo como la facultad del Congreso de censurar a ministros y gabinetes enteros, aunque con límites establecidos por la Constitución del año 199321; y la debilidad institucional de los partidos políticos producto de la crisis suscitada a fines de la década del 80 y comienzos de los años 90, fundamentalmente durante el segundo gobierno de Alan García debido a su poca capacidad para resolver la crisis económica y combatir a los grupos subversivos Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru.

El sistema de gobierno en el Perú tiene un carácter presidencialista, aunque como se ha señalado es acotado por algunos rasgos del parlamentarismo europeo. El presidente de la república es elegido por votación directa de la ciudadanía en primera vuelta si el candidato

21 Si el Congreso censura en dos oportunidades consecutivas al presidente del Consejo de Ministros y por lo tanto al conjunto del gabinete, el presidente de la república tiene la facultad de cerrarlo y convocar a elecciones congresales.

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o candidata vencedora obtiene el 50% más uno de los votos válidamente emitidos, en caso contrario los dos candidatos que obtuvieron la mayor votación van a una segunda vuelta con votación directa de la ciudadanía. Por mandato de la Constitución de 1993, el presidente de la república es el responsable de la política interna del país, dirige la política exterior y es el jefe supremo de las fuerzas armadas. Designa al presidente del Consejo de Ministros y en coordinación con éste, en términos formales más que reales, nombra a los ministros que conformarán el gabinete (Pease, 2010).

En cuanto a la fragilidad partidaria, luego de la severa crisis agudizada durante la década de 1990 por un vigoro discurso antipartidos y en algunos casos por el hostigamiento a determinados líderes de oposición, los partidos políticos históricos como Acción Popular, el Partido Aprista Peruano, el Partido Popular Cristiano y el frente Izquierda Unida, no pudieron recomponerse en términos de recuperar su militancia, mantener o en todo caso renovar sus posturas ideológicas en base a discusiones internas frente al nuevo contexto nacional y global, y lograr la confianza de la ciudadanía. Producida la caída del régimen autoritario de Alberto Fujimori, ganó las elecciones del 2001 Alejandro Toledo, líder de Perú Posible, un partido prácticamente inexistente en la actualidad debido a las denuncias de corrupción contra su máximo dirigente en el marco del caso Lava Jato.

En el 2006 ganó Alan García, quien se convirtió en presidente por segunda vez pero gobernó muy lejos de una orientación socialdemócrata en materia de política económica y protección social. En la etapa final de su gobierno, la candidata del Partido Aprista en las elecciones de 2011 renunció en pleno proceso electoral y el histórico partido fundado por Víctor Raúl Haya de la Torre hace casi un siglo pudo, a duras penas, pasar el umbral electoral para colocar cuatro congresistas de 130 en total.

En el 2011 ganó las elecciones Ollanta Humala, un outsider surgido en el marco de la campaña electoral 2006, vinculado por la prensa en aquel entonces al gobierno de Hugo Chávez. Humala llegó al poder con un programa de centro izquierda, luego de haberse desplazado de una suerte de radicalismo nacionalista hacia el planteamiento de reformas económicas moderadas, pero finalmente continuó aplicando el programa neoliberal y aplacando violentamente las protestas sociales en diferentes regiones del país. El Partido Nacionalista, fundado por el expresidente, no participó en las elecciones de 2016 frente al riesgo de no superar el umbral electoral.

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Así, en un contexto internacional caracterizado por el protagonismo de los medios de comunicación en la política, la casi inexistencia de partidos en el Perú (Tanaka, 1998;

2005) así como los rasgos del sistema de gobierno y del sistema electoral, cuyo carácter proporcional promueve la fragmentación partidaria (Acevedo et. al., 2011), generan que las posibilidades de los partidos de mantener su inscripción y eventualmente ser gobierno se basen fundamentalmente en el carisma y capacidad de convocatoria de sus líderes y lideresas, generalmente caudillos, y no tanto en los contenidos de los programas y planes de gobierno y su relación con las problemáticas e intereses de la ciudadanía.

En este tipo de contexto y cultura política, con caudillos que ejercen en el interior de los partidos un liderazgo de carácter vertical con gran margen de discrecionalidad, los medios de comunicación centran su atención la figura presidencial, en el gobernador regional, alcalde o alcaldesa, así como en los (potenciales) candidatos y candidatas, mucho más que en los partidos políticos, en sus idearios o programas de gobierno.

Si bien la personalización de la política es un fenómeno mundial que afecta también a países con democracias estables y consolidadas a lo largo de décadas y siglos de existencia, esta tendencia encuentra en el Perú un escenario particularmente propicio debido al sistema de gobierno de carácter presidencialista.

La mayoría de los partidos políticos tiene una existencia más formal que real, dado que no cuentan con una militancia numéricamente significativa y tampoco desarrollan, de manera descentralizada, actividades partidarias orientadas a la formación de cuadros de dirigentes, a la preparación de planes y propuestas de gobierno, y tampoco promueven, más allá de los períodos electorales, espacios de diálogo con diversos sectores de la sociedad a los que aspiran a representar.

La fragilidad partidaria limita también la capacidad de comunicación de las organizaciones políticas con la ciudadanía en su conjunto, a través de órganos periodísticos o medios de comunicación cercanos o aliados en función de razones ideológicas o políticas. En los años de esplendor de los partidos políticos tradicionales en el Perú, durante la transición que puso fin al gobierno militar (1968-1980) y buena parte de la década siguiente, la estructura del sistema de partidos tuvo reflejo principalmente

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en la prensa. Los partidos articulados en el frente Izquierda Unida fundaron El Diario de Marka, el periódico orgánicamente de izquierda más importante del siglo XX en el Perú (Gargurevich, 1991; Acevedo, 2017). El Partido Aprista, considerado en aquel entonces como socialdemócrata, tuvo en el diario Hoy a un importante aliado durante su primer gobierno. En tanto que los partidos de derecha como Acción Popular y el Partido Popular Cristiano, contaron con el respaldo de los diarios El Comercio, La Prensa y Expreso, entre otros. Este panorama no se reflejó en el campo de la radio y la televisión, pues los principales familias propietarias alternaron su apoyo a los líderes y partidos de derecha y al propio Partido Aprista Peruano durante el primer mandato de Alan García, pero lo hicieron no necesariamente por afinidades político ideológicas sino fundamentalmente en función de sus intereses (Acevedo, 2017).

Agotada esta etapa de vigor partidario, prácticamente desapareció la prensa de izquierda y los principales grupos mediáticos salvo algunas excepciones como el caso del grupo La República, apoyaron las medidas económicas y en algunos casos las medidas autoritarias del exdictador Alberto Fujimori.

En este escenario, el caudillo político, líder máximo de un partido elegido como representante en alguna instancia de gobierno local, regional o nacional, concita permanentemente el interés y la cobertura de los medios de comunicación y a la vez necesita de estos para mantener opciones razonables de ganar una elección, lograr estabilidad en su gestión o más bien legitimarse como oposición al poder de turno.

Como hemos señalado en trabajos anteriores (Acevedo, 2013; 2017), los actores políticos están convencidos de que los diversos medios de comunicación son el principal canal de contacto y mediación con la ciudadanía, y conforman también el espacio principal para el diálogo y confrontación con otros actores políticos, grupos económicos y poderes fácticos en general.

La buena relación con los medios, evitando al máximo la confrontación con propietarios y periodistas considerados líderes de opinión, basada en acuerdos de mutuo beneficio económico y político, generalmente ocultos a la opinión pública, es un capital sustantivo para los gobiernos y para los líderes y lideresas que aspiran a convertirse en presidente de la república, congresista, alcalde o gobernador regional.

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En este tipo de relación construida los políticos tienen como recursos de negociación su capacidad legislativa en favor de los propietarios de medios de comunicación; la posibilidad de invertir importantes sumas de dinero en publicidad estatal a nivel local, regional y nacional; la capacidad de otorgar licencias de radio y televisión, en el caso del gobierno central, y licencias de funcionamiento o construcción, entre otras, en el caso de los gobiernos municipales; la influencia que puedan tener en el sistema de justicia; y en la capacidad de beneficiar en proyectos y obras públicas a conglomerados que combinen la propiedad de medios de comunicación con otras líneas de negocio.

Los empresarios mediáticos cuentan con un recurso de negociación sustancial para la política: la capacidad para influir en la construcción de agendas públicas y políticas; de dar visibilidad o no a determinados actores y de atribuirles un conjunto de características positivas o negativas asociadas a sus capacidades para gobernar un país, una región o una ciudad; así como el tipo de relato en el que enmarcan los hechos, actores e instituciones sociales y políticas.

En el marco de coyunturas electorales, los principales grupos multimedia desarrollan una cobertura periodística sesgada a favor de los candidatos que de acuerdo con las perspectivas de los empresarios garantizarán la continuidad del modelo neoliberal. Y en algunos períodos de gobierno, como ocurrió durante la gestión del expresidente Ollanta Humala en el marco de conflictos sociales, presionan con vigor a las autoridades para que se siga promoviendo la inversión privada y los principales agentes económicos cuenten con un escenario favorable para el desarrollo de sus actividades, ejerciendo un rol de actor político y no sólo como agente mediador.

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