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Parte 1: La evaluación de la educación en derechos humanos – elementos básicos

2. Visión general de la evaluación educativa en la educación en derechos humanos

2.3 Características de una buena evaluación

Un buen proceso de evaluación en el ámbito de la educación en derechos humanos se caracteriza por los siguientes aspectos importantes:

Propósito: una buena evaluación comienza con un propósito claro en mente. Su finalidad es responder interrogantes específicas y proporcionar información para respaldar las metas relativas a una actividad particular

de EDH. Una buena evaluación proporciona información sobre la cual se fundamentan e implementan las decisiones ulteriores en cuanto a la planificación, el diseño, la aplicación y el seguimiento a la evaluación. En la evaluación, es fundamental tener en cuenta los resultados medibles y observable para establecer las expectativas de un programa en particular. Tener estos elementos en cuenta también ayuda a mantener el enfoque del programa.

Encaminamiento a la acción: una buena evaluación debe proporcionar información que ayude a tomar

decisiones pertinentes. Se debe basar en una perspectiva encaminada a la acción y a la búsqueda de soluciones. Por ejemplo, con un cuestionario final en el que se pregunte a los alumnos qué cambios harían para mejorar la formación, se obtendrían datos menos concretos que si se les pregunta qué cambios sugerirían para mejorar la Sección 1 o qué cambios propondrían para mejorar la dinámica de grupo.

Cuadro 10

Cómo presupuestar una evaluación

Puede ser ventajoso asignar recursos a gastos específicos, como por ejemplo a la correspondencia, las llamadas telefónicas y las fotocopias. El monto estándar para la evaluación, como estableció una evaluación de las

organizaciones internacionales en Canadá, oscila entre el 5% y el 10% del presupuesto operacional.

Fuentes: Saul Carliner et al., “Evaluación de los programas”, ponencia presentada en el Simposio internacional de educación en derechos humanos – La EDH para el cambio social: Enfoques y metodologías de evaluación, celebrado del 3 al 5 de mayo, en Montreal.

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Sentido práctico: una buena evaluación es práctica y debe poderse realizar con los recursos disponibles a quienes la lleven a cabo. En una buena evaluación deben considerarse mecanismos innovadores para lograr mejores resultados con el mismo nivel (o incluso un menor nivel) de recursos humanos, financieros y materiales.

Participativa: Una buena evaluación debe hacer hincapié en la diversidad, la inclusión, la participación plena y por igual, así como en una estructura sin jerarquías. Asimismo, se presta para

entablar buenas relaciones de trabajo con las partes interesadas. Esto no sólo conlleva la participación de los alumnos en las actividades de EDH, sino también de otras partes interesadas, incluidos los instructores, la organización y la comunidad a la que pertenecen los alumnos, así como los organismos de financiación. Este aspecto es especialmente importante para evaluar programas de mayor escala.

Sentido autocrítico: una buena evaluación requiere modestia y sentido autocrítico. Los miembros de una organización deben reconocer abiertamente sus limitaciones colectivas y admitir que lo que han aprendido en un solo estudio de evaluación, por muy bien elaborado que esté, será siempre algo incierto y susceptible a la crítica.

Enfoque no-disciplinario: los miembros de las organizaciones que realicen evaluaciones de actividades de EDH deben trabajar hacia un enfoque no-disciplinario, dejando a un lado la óptica de sus respectivas especialidades (por ejemplo, evaluación, EDH, antropología, psicología), a fin de fomentar una visión más amplia.

Veraz: una buena evaluación también debe ser honesta y procurar buscar la verdad. Se debe hacer hincapié en la responsabilidad y la credibilidad. Con esta premisa en mente, es importante determinar qué resultados son realmente atribuibles a la EDH. Cuando observamos que los datos de varias fuentes arrojan resultados análogos, podemos atribuir la eficacia como corresponde.

Precisa: Una buena evaluación produce resultados fiables e información válida. Para ello se deben emplear técnicas e instrumentos metodológicos sólidos y minuciosamente elaborados, a fin de que cuando dos personas compilen los datos por separado los resultados sean similares. En una buena evaluación debemos asegurarnos de que las distintas partes interesadas comprendan de la misma manera los datos y los conceptos del estudio para que así las conclusiones formuladas sean significativas para todos.

Orientada hacia el futuro: una buena evaluación debe ser prospectiva y orientada al futuro, a fin de prever cuándo habrá que aplicar las observaciones de la evaluación y evitar reaccionar ante las situaciones a medida que se presenten. Una buena evaluación no puede ser algo improvisado en el último momento, cuando ya haya comenzado la sesión o el programa de formación, sino que debe formar parte del proceso de planificación. Dicho de otra forma, la evaluación debe ser proactiva y no reactiva.

Procedimientos eficaces para la presentación de informes: una buena evaluación estriba en un uso eficaz de los procedimientos para la presentación de informes. Los informes se deben redactar claramente, con definiciones precisas de la terminología utilizada . Además, se debe indicar bien el objetivo de la evaluación, explicar los procedimientos, plantear los resultados e identificar las limitaciones. Es importante incluir todos estos aspectos para establecer la credibilidad y la integridad del informe. A veces es útil presentar una muestra

Cuadro 11

La sinceridad es importante

Más vale ser portador de nuestras propias malas noticias. Si los datos sugieren que el programa es ineficaz o incompleto, los profesionales de la EDH no deben tener reparos en revelarlos.

Al responder a esta información y formular sugerencias para mejorar, se fomenta la

credibilidad del programa, la de ustedes y la de su organización.

Fuentes: Carliner, “Evaluación de los programas”.

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de informe de evaluación antes de comenzar a recabar datos, para asegurarse de que el formato del informe de evaluación responda a las necesidades de su organización y de las demás partes interesadas. De esta manera se consigue que todas las partes acepten y participen en el proceso y la estrategia en general.

Ética y democrática11: Por ultimo, una buena evaluación hace hincapié en procesos justos, abiertos, éticos y democráticos. Los datos que se obtienen con una buena evaluación deben estar al alcance de todos los grupos interesados, abriendo así las puertas a una amplia verificación independiente y a oportunidades para replicar o refutar los resultados originales. Asimismo, se deben fomentar las observaciones y los debates abiertos en cuanto a los resultados de determinadas evaluaciones. Sin embargo, en algunos casos la evaluación requiere el manejo de información confidencial, entrevistarse con los

perpetradores, las víctimas y otras personas vulnerables, así como enfrentarse a situaciones de corrupción e impunidad. Bajo estas circunstancias, la confidencialidad y la seguridad de los encuestados tienen que ser prioritarias.

Atenta a las cuestiones de género: dado que la realización de la igualdad de género es un elemento crucial para el cambio social que la EDH busca lograr, se debe integrar la perspectiva de género en la metodología y en los instrumentos utilizados para evaluar eficazmente la labor de EDH.

2.4 ¿Por qué es tan compleja la evaluación de la educación en derechos humanos?

Como profesionales de la EDH estamos muy conscientes de lo compleja que es la tarea de evaluación en este ámbito. Incluso los más organizados y dedicados de nuestra profesión se enfrentan a enormes desafíos para evaluar las sesiones de capacitación en derechos humanos.

Quizás el mayor desafío sea la atribución. ¿Cómo podemos saber si los cambios que observamos en nuestra comunidad son atribuibles a la sesión de capacitación en derechos humanos que hemos organizado? Podemos tratar de establecer vínculos causales, pero hay muchos factores que inducen también al cambio. En el contexto de la EDH (véase la primera parte el cuadro 8a), tenemos que reconocer la complejidad de la evaluación de cualquier actividad de EDH y tener

“la honradez intelectual de buscar activamente explicaciones ajenas a [nuestra] intervención”12. La diversidad de la EDH plantea otro gran reto para a la evaluación. La EDH no sólo abarca muchas categorías de personas (por ejemplo, policías, mujeres, trabajadores migrantes,

estudiantes, funcionarios gubernamentales), sino que se lleva a cabo en varios contextos (en las aulas, en la calle, en las cárceles). Dada la enorme diversidad de la programación, no existe una sola forma de evaluar la eficacia de la EDH. Sin embargo, si tenemos en cuenta que el diseño de la evaluación no se puede desvincular del diseño del programa, actividad o evento educativo, podemos escoger los métodos más adecuados para evaluar la intervención de EDH que estamos planificando.

La evaluación del impacto a largo plazo incrementa aún más la complejidad de la labor. Por ejemplo, las reacciones y el aprendizaje inmediatos (resultados a corto plazo) relacionados con una sesión de capacitación o con otros tipos de actividades de EDH se suelen cuantificar fácilmente a través de un cuestionario. Sin embargo, la siguiente etapa, en la que se miden los resultados e impacto a medio y a largo plazo es sumamente difícil para la mayoría de los

11 Aunque esta característica es menos importante para evaluar las sesiones de capacitación individuales, se incluye aquí como elemento crucial para evaluar los programas a mayor escala.

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educadores, pues surgen dificultades para recolectar datos a largo plazo, lo que a su vez implica un enfoque sostenido, que suele requerir otro conjunto de herramientas y recursos.

La evaluación del cambio social también plantea interrogantes importantes para los evaluadores de la EDH. Por ejemplo, ¿cómo se pueden evaluar con eficacia los cambios en el comportamiento y las actitudes? ¿Cómo se pueden medir las transformaciones en los individuos y los grupos?

Incluso aunque observemos cambios positivos en la trayectoria de los derechos humanos, ¿se podrían atribuir estos cambios a determinados eventos de EDH?

El presente Manual trata algunos de estos desafíos y establece pautas, a través de un modelo práctico y exhaustivo, para evaluar las actividades de capacitación en derechos humanos. El manual también presenta una gama de instrumentos para recolectar los datos pertinentes, que nos permitirán demostrar los resultados de nuestra labor de educación en derechos humanos.

La evaluación de la educación en derechos humanos es una disciplina en pleno desarrollo y, como educadores en derechos humanos, podemos contribuir a la construcción del

conocimiento y las aptitudes en este ámbito, realizando evaluaciones de nuestra labor formativa, documentando nuestros resultados e intercambiando con otros profesionales la experiencia práctica y las lecciones aprendidas.

3. Modelos de evaluación educativa para la educación