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Los tres Goytisolodifíciles

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Academic year: 2022

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2/CATALUÑA

LA CRÓNICA

Los tres Goytisolo difíciles

ENRIQUE VILA-MATAS Dice Juan Goytisolo que él siempre ha

procurado hacerse el muerto. De José Agustín, el hermano muerto, no quiere hablar. No estuvo en el entierro porque

—tal como le ha contado a Miguel Dal- mau en Los Goytisolo, libro de próxima aparición— desde el 64, cuando murieron su padre y su abuelo con poca diferencia de meses, se prometió no volver a ver el horrible panteón familiar de Montjuic, que es una copia pretenciosa y relamida del Duomo de Milán y, además, simboliza todo el horror de la clase burguesa y explo- tadora en la que nació. Luis, el otro her- mano, no estuvo en el funeral, pero sí en el entierro: no quiso dejarse ver en la capi- lla ardiente para no robar protagonismo al muerto: viejos ecos de antiguas competi- tividades fraternales.

Los desencuentros entre los tres herma- nos difíciles siempre han sugerido una no- vela. Miguel Dalmau, tras largos años de infinitas indagaciones, ha escrito un libro sobre ellos y ha contado, a pesar de las resistencias iniciales, con la participación de los tres. Los Goytisolo ha quedado fina- lista del Anagrama de ensayo y pronto estará en las librerías, y puede que sea, si se me permite un símil pomo, Goytisolo duro. No cabe esperar menos, los tres her- manos se han explayado a gusto. El prime- ro en hacerlo fue, tal vez por su condición de más asequible de los tres, el ahora muerto. El segundo en hablar fue el que procura hacerse el muerto. Y el tercer hombre fue Luis, que, viviendo en Ma- drid, está ya burlando al destino de un horrible panteón en la montaña de Mon- tjuic.

Ayer fui con Miguel Dalmau al 41 de la calle de Pau Alcover a ver las arrasadas ruinas de la memoria familiar de los Goy- tisolo. Y allí donde antaño se alzaba el palacete de la familia, recordé a Borges cuando dice que sólo es nuestro lo que perdimos, lo recordé frente al desolado espacio de la memoria de los Goytisolo del barrio de las Tres Torres y me dije que no hay otros paraísos que los perdidos y que los tres hermanos difíciles han perdi- do tantos que ya sólo pueden contarlos y que esas perdiciones ahora son lo que es suyo.

Lo que es suyo, el motor de ta historia de sus vidas, es su expulsión de! paraíso a

José Agusttn, a la tequíenla, Juan, arriba, y Luis Goytisofa/ MÁRCELO SAENZ' CAHLES RIBAS/ ,

raíz de la bomba que mató a su madre en el 38 y del abandono del palacete de aire francés del barrio de las Tres Torres. Ahí ayer, frente al lugar donde estuvo su paraí- so, y como si de un adelanto del libro se tratara, empecé a saber de las zozobras, alegrías y terrores de los tres hermanos, empecé por enterarme de que no eran tres sino cuatro y de que la muerte del mayor, Antonio, asesinado por la meningitis en el 27, desmontó la armonía entre hermanos, porque se produjo ese fenómeno que co- nocemos por cadenas alteradas: José Agus- tín, el nuevo heredero, fue destronado por el padre, que entronizó a Juan. "José Agustín", cuenta Juan en Los Goytisolo,

"fue puenteado, sus ojos oscuros fueron comparados con los ojos claros de Anto-

nio, y a José Agustín se le impidió ser el primogénito. El trato de mi padre hacia él, un trato de indiferencia y de no recono- cimiento, explicaría las dificultades y tro- piezos psicológicos con los que mi herma- no se encontraría a lo largo de su vida".

La expulsión del paraíso determinaría la vocación literaria de los tres hermanos, convertida la familia en unos "nuevos po- bres" en término acuñado por Juan para contrastarlo con los estraperlistas y nue- vos ricos que ocuparon el barrio. De las tres vocaciones literarias, Dalmau conside- ra que la más brillante es la de Luis, el menos conniocionado por las cadenas alte- radas, el cual muy pronto se revela como niño prodigio y con el paso del tiempo construye la espectacular Antagonía, que

brilla con fuerza sobre la sombría y esfor- zada obra del trabajador Juan, quien a partir de la muerte de Monique Laflge comienza a vivir como los místicos, sin esperar nada y sin temer nada (viviendo su propio Barjaj, el purgatorio islámico), y abre las puertas de su casa de Marraque- ch al biógrafo de los tres Goytisolo. Con sus revelaciones, da el empujón decisivo para que el libro pueda ser una realidad, y aquellos que quieran saber sobre el cam- po de batalla de los tres hermanos sepan que su memoria se volvió acida y triste, cargada de pérdidas, pero que es hoy tam- bién la estela de un fuego que se aleja, allí arriba, en lo alto de la montaña de Mon- tjuic, más allá del oscuro panteón donde unos ojos oscuros descansan.

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