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La tradición documental sobre el garoe y los relatos de viajeros franceses

BERTA

Pico

DOLORES COREELLA ULL

Una parte importante de la historia cultural de una región la constituyen sus leyendas. En las islas Canarias se situaron numerosos mitos clásicos grecolatinos, formando parte el Archipiélago de la denominadageograjta mítica.A partir del Redescubrimiento, o conocimiento empírico, que tiene lugar fundamentalmente hacia el siglo xiv, a las antiguas visiones míticas vendrán a superponerse otras nuevas fruto de las illusions de la décoaverte que, en gran medida, se enraizarían con las imágenes fabulosas que circulaban en la historiografía y en la cartografía occidentales de la época. Por estar situadas en la frontera del mundo conocido, en uno de los cuatro extremos, el occidental, de la tierra habitada o ecumene, los autores grecolatinos de la antigUedad colocaron en las islas atlánticas toda clase de seres extraordinarios, de hechos prodigiosos o de recursos preciosos, como era habitual y tópico respecto a las zonas remotas e inaccesibles, fronteras de otro mundo (Marcos Martínez, 1992: 23 ss.; 1996: II, 32). Así las Canarias entraron desde antiguo en laparadoxografta o escritos sobre fenómenos maravillosos e insólitos. Como indica el profesor Marcos Martínez.

En este tipo de literatura es la isla el componente característico, dado que en ella se puede combinar lo científico y racional con lo fantástico y novelesco. Desde siempre ha sido la isla el marco idóneo para colocar en ella las más extraordinarias aventuras, con lo que se ha alimentado toda una mitología insular, de la que los via- jeros medievales volvían a hacer uso a medida que descubrían las islas de los Océ-

anos Atlántico e Índico (1996: 32).

La situación no varió al final de la Edad Media, ya que, como es bien sabido, la persistencia de los mitos no fue ajena al impulso de los grandes descubrimientos, y la posición geográfica del Archipiélago seguía alimentando la imaginación de los

¡ El terna de esta colaboración al Homenaje al Profesor Cantera surgió corno respuesta al interés iiwstrado porDonJesússobre el &bol de la isla dc El Hierro, durante su estancia en esta Universidad de La Laguna con ocasión del Seminario del Cemyr sobre Losuniversosinsulares.

1-linnenaje al Prof Y Cantera. Serv. Publicaciones Universidad Complutense. Madrid, 1997

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202 13. Fui-o vi). (io,-bella

europeos a fines de la Edad Media y bastante más tarde, que seacercaban a él pro- yectando una visión mítica y acogiendo con toda naturalidad la existencia en él de hechos maravillosos.

El gocen o árbol santo de la isla de El Hierro constituye uno de los símbolos esenciales de la tradición instilar, árbol mítico que representaba la abundancia, la fuente inagotable, identificable en parte con el arbor vitae paradisiaco. don divino

de ahí su consideración como árbol santo—, en el que perdura la huella de los mitosde jardín de las delicias o de islas de los bienaventurados que evocaba el nom- bre del archipiélago canario. Pero, aunque su imagen simbólica haya pci-durado a lo largo del tiempo en la mente de las gentes de las islas, como punto de referencia de un pasado edénico, su historia a través de las crónicas nos descubre —como en la selva de Doramos (Sánchez Robavna. 1992: 69-70)—-— la historia de una desilusión.

Son innumerables las referencias a este árbol mítico. tanto por parte de los cronistas e historiadores como en los relatos de viajeros y cii otros textos literarios.

y son muchos los comentarios de los investigadores2. Aquí nos limitaremos a dar cuenta de la tradición clásica que sirvió de punto de apoyo a una larga serie de rela- tos a partir del Redesru.hrhniento; prestaremos’ -atei~ción a las crónicas y relaciones de la conquista de Canarias y a las obras de los cronistas de Indias. amén de algún otro testimonio que estimamos importante; y. finalmente, nos detendremos en las narraciones de los viajeros franceses que pasaron por Canarias, varias de las cuales son inéditas para la historiografía isleña, presentando notable interés tanto por la época en que fueron escritas cuanto por la imagen que transmiten, en ocasiones mezcla ingenua de fábula y realidad ~en la que persiste la huella de los cronistas predecesores—. pero también apreciaremos en ocasiones la decepción o frustración ante la realidad observada que desmentía la imagen utópica esperada, o, en fin, la explicación racional de los hechos que habían dado lugar a la• ~‘intigiiacreencia.

Lariqueza de estos filtimos materiales, que ahora presentanios, es indudable.

Algunos de ellos representan eslabones importantes que permiten un conocimiento más profundo del desarrollo de la historiografía de las Islas (Le Cananeo, primera crónica de la conquista de Canarias, es también el primer libro de viajes que se detiene a describir sus gentes y sus paisajes. La Singularite: dc la France Anmarti- que, compuesta por André Thevet hacia 1558. supone el antecedente inmediato que llevará a Thomas Nichols unos años más tarde —en ¡583-— a redactar en inglés su Descripción de las Islas Afóníunadz.ís). Otros nos descubre.nynos permiten trazar el prototipo que tenían y difundieron los europeos sobre estas tierras. Sus fuentes

500 múltiples; por un lado. fuiidamentadas cii los mismos textos, y en pri mcr luo ir en ese saber enciclopédico medieval que transmitía sin anibages una imagen utopica de estos para:.ies, que veíídría corroborada en los primeros años del Rcnacímiento

LIgoroúfueinoliis<, cllemado la lecciotí dc aperiLira (telCUrsi, 935—36 eta la Llitiscisid íd dci LagLina, ¡02 puAda p ir el profesorditaJ estis Muy aun Estáestala cedí> c¡ no e á¡bol al qn 1a sí nosde FiHierro turnaban gui-no ala llegada dolos espanoles. y cine despi.iésliteconocido como ¡libo! Suínlu,.

pertenecía u la especie llamada primiiiyatoen le lii,en plutalli/es ~ nc pi it jfltiu o latíi R 1 sp no!

lo mo la forma ti/o,plutal t,fl.í—- -El ¡1/o antirí o esla Orúndaplnle¡wioíi.íNoca. ~ o o le al~í ni it ja delas Lauráceas(1. Maynur. 1943: M. Sielffi,a, 944).

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Latradición documen tal sobre elgaroeylos relatos de viajeros franceses 203 con la vuelta alatradiciónclásica y a la relectura de Plinio, Pomponio Mela o Soli- no; por otro lado, basadastambién en la transmísion oral, en lainformación de los testigos coetáneos, y sobre todoen la propia experiencia de esos viajeros que lle- gaban a Canarias, simplemente,para aprovisionarse antes de partir de nuevo hacia las grandes rutas atlánticas, tanto en el periplo africano corno en el que les llevaría a las Indias occidentales. También son variados, y por ello no menos interesantes, los puntos de vista adoptados y las finalidades del viaje: conquistadores, comer- ciantes, evangelizadores, cosmógrafos reales, naturalistas, marinos y escritores ofrecen como viajeros, según sus intereses, una amplia gama de informaciones etnográficas, míticas, históricas, geológicas, botánicas o lingílisticas que enriquecen la escueta descripción del relato de viajes con aspectos que resultan hoy esenciales y. en ocasiones, singulares.

FUENTES (:LÁsicAs

La mayor parte de los autores que se han ocupado del tema del garoe admite comúnmente que su origen ha de buscarse en la noticia que da Plinio el Viejo (79 d. C.) sobre las islas Afortunadas. El pasaje numerosísimas veces citado es el siguiente:

lo Pinvialia non essc -aquaní nisi ex imbribus .. Prirnaiaí 1 insularní vocarí Ombrion, nullis =edificiurLtmvestiglis: habere in montibus stagnum, arbores sirniles tornEe, ex quibus aqua exprimatnr. cx nigris amaru, ox candidiorihus poíui iocunda (No/ura/ls Historia. VI, 37).

Esta parece ser la primera noticia sobre las Afortunadas en la que se mencionan unos árboles de los que se obtienen dos clases de agua (en los que algunos han que- rido ver dos clases de euforbiáceas canarias). Aparte de los problemas que ha oca- sionado la identificación de los nombres de las islas del texto de Plinio —que sigue a Jubati ya Seboso— con las islas Canarias de la actualidad, y más en este caso, pues una isla dc la lluvia (Onabrion-Pluvialia) es tan vaga rejérencia (orno para poderla identificar con cualquiera (Marcos Martínez, 1996: ll3)~, creemos necesario poner en relación el texto de Plinio con otro texto algo anterior de Pona- ponio MeJa (ca. 43 d.C.) también re]ativo a las Afortunadas:

L[na 1 insula] singulari duorunafontinm ingonio maxiíne insignis: a]ternm qui gus—

tavere risu solvuntur in mortem: ita adíectis remedium est ex altero bibere ([)e sitj,

orbís, III, II).

Como se ve, mientras que Plinio habla de dos clases de árboles —negros de los que se extraía agua amarga, y más blancos de los que se extraía agua agradable de

Iras un detallado análisis, .1. Alv¿ííex Delgado también concluye queexujátil querer e>plicíwr coii/h-mar con la real/dad el ¡ál,ulosotextode Plinio (1945: 46).

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204 13. PicoyD. Cm-bel/a

beber—, en Pomponio Mela son dosfuentes de las que manan dosclasesde agua con extraordinarias propiedades: quienes beben de una acabanmuriéndosede risa, mal que pueden remediar acudiendo a la otra. Dada la proximidad de los autores y lo que relatan respecto al agua, entendenaos, con Marcos Martínez (1996: 106). que se trata de elementos paradoxográficos introducidos en unas islas reales pero situa- das en los confines del mundo conocido.

Posteriormente el texto de Plinio fue muy conocido, directamente o a través de otro autor muy leído en la Edad Media y el Renacimiento. Se trata de Cayo Julio Soli- no (principios del siglolii), apodadoSimia Plinii. por copiarlo casi literalmente. Vol- vemos a encontrar las grandes férulas o cañahejas negras y blancas con sus dos tipos de líquido4. Esta tradición es recogida una y otra vez en época medieval y renacentis- ta. Baste mencionar que cuando el humanista florentino Domenico Silvestri (1 ?.35-

1411) redacta su islario De insulk ci carampropricíatibus utilizando diversas fuentes.

tanto contemporáneas como clásicas, al referirse a las islas Afortunadas parairasea por dos veces el texto de Plinio sin apenas variaciones5. Incluso el capellán y cronista de la corte de Fernando el Católico, el erudito italiano Lucio Marineo Sículo, acoge la mismareferencia, que aplica a la isla de El Hierro, en J)cRebus Hispania’ memora- bilius Opus (19.15)<’,editado en Alcalá en 1530. Mientras tanto se iba fraguando una nueva visión mítica de las islas Canarias y los cronistas ya habían comenzado a hablar de un árbol prodigioso eia la isla de El Hierro. Por eso es interesante reproducir el comentario que hace en la época de Luis xix’ el jesuita Jean Ardouin en su edición de laHistoria Natural de PlinioparaU50del Delfín, en cl que es muy significativo el rechazo de la identificación entre elárbol santo——de notoria celebridad, y cuya exis- tencía no se cuestiona— y los árboles de los que hablaba Plinio:

Celebris porro est in Ferro insula arbor ea. quam sacram vocant. lA rbre Saint:

cujus stillatitia aqua uníversís sufficii insulanis, quanavis unice sit. Sed neque est arbor natur¿e ferulace~, necvi aqua ex ea expriníitur. sed sponte stillat (Max Steffeíí,

1944: 41).

CRÓNICASESPAÑOLAS

Lo real maravilloso tampoco es ajeno al contexto de los primeros cronistas que intentan describir el garne como algo verosímil explicable por la tradición

Pera/ce ibi surgun! ¿íd artojis mcígn,tud¿núín. Laruní</11Wfligra sutil, itV/>fl3s.iW liqiior&nt ,asddiii!

aníar/ssinium: qua’ caía//da, aquas rcíríoíi.ínt ej/al,, pojni cjúcoinmodajas...( (?o//í’cíonea rcruiíí ,rienio- rab/liuna o Po/ v/iistor, 56).

Quoddant penas /íerbarumDiinoduní arundinuni quas férulas vacan! ibídem escrescere ud urDo- ruin magui judinem,qua<n a/i¿/ue nigre, a/be sun! a//que, exnlgussucusej liquor amar/ss/mus mona!. ex a/bis vero dulcé ej guituní potus accoin odas¡ ./et /híu/usiiijílontí bus e.sse. stagnum «uní arbori/,us smi!.

1/bus ferule ex quibus aj/ua ex/MirO ‘tur, ex ‘tigris amaru,¿Yío,ídid/or/bus po/u, ,ocunda (MarcosMar- tínez., 1996: 188. 189).

6 Qiía stagnunahube!Di montibus, e! arbores frru/ie símiles. í.±xquitas aquaexpr/iít /tu r, ex,íig cia anhura, ex <andidis dí,/c/s potuiqile ioí.und¿í (Marcos Martínez, 1996: 145—146, 149-251>.

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La tradicióndocurnen tal sobre elgaroeylos relatos de viajeros franceses 205 escrita (auctoritas), pero a la vez como un fenóíi~eno natural basado en la consta- tación de experiencias personales (argumenturn veritatis) y en interpretaciones providenciales (cristianas). AndrésHernáldez en su Historia de losReyes católicos, escrita en losprimeros años del sigloxvi, recogiendo seguramenteinformaciones anteriores, ofrece una de las primeras descripciones extensas del árbol santo y de su entorno:

En esta isla ay unagranmaravilla de las del mundo, quees que el pueblo bebe de la agua que un árbolsudapor lasojas. Ayun árbol de maneradeun álamo, e es verde todavía, que nunca pierde laola, ysu fruto que da es unas bellotillas que amargan como hiel, e si las comen son medicinales enohazen daño al cuerpo;es de altura de una lanza mediana, e tiene grandesraníase copa; es de gordoi cuanto pueden abarcar dos hotíabres; el pie deél sud-a maravillosamente gotas de aguacontinuamente, que caen en una albercaqueestá debaxo dél, de tal manera,queuna gota deaguano se puede perder. De allí han abastado de-agua todala quepueden bebertodoslos de la isla, que solíanser ochenta vecinos, e todos e sus casas son hartos e abastadosdeaquel árbol. Son las hojas ycolorcomo delaurel, sino que sonun poco mayores. Noayen todas siete islas árboldeaquella natura,ni en toda España, niayhonbre queotro tal aya visto en parteninguna. E por esto parece bien que es naisterio de Dios, e que qui- so dar allí aquellaagua de tal manera, por dar consolación a las gentes que en otro tienpo allílueron echadas, donde otro poco ni fuente dulce no se falló jamás,nl se falla (Morales Padrón, 19932, 508-509).

Otro conjunto de referencias importantes lo constituyen las crónicas canarias de la conquista. Redactado el primer relato hacia 1525, hoy conservamos algunas copias bastante posteriores, la llamada ovetense, más cercana al original, la matri- tense, de mediados del xvi y la lacunense, seguramente realizada hacia el siglo xvii.

A ellas habría que añadir las recreaciones de Sedeño y Gómez Escudero, ambas del siglo xvii. En todas estas versiones podemos hallar detalladas descripciones y, por primera vez, el nombre que los herreños daban al árbol(gan,garao, garoe, garas, jarao, garúo)2:

pero a probeydo Dios Nuestro Señor a esta jente de un notable bien y lo que en esta yslaestá un árbol en un hoya de vna breñaysiena el qual los berreños llaman garao sobre el qual todas lasmañanasamaneseuna nube blanca la qual estila de sí agua por las hojas abajo que cae en una rrepresa a manera de tanque con que estárrodeaduel dicho árbol, de la qual agua beben losyeLmos del lugary sus ganados (Ovetense, MoralesPadrón, 19932: 112).

Los testimoniosse enriquecen con las anotaciones de los viajeros —portugueses como Valentín Fernandes en 1507, o italianos, como Pedro Mártir d’Anghiera, en 1504, Antonio de Pigaffeta, compañero de Magallanes, en 1522 (ed. de Luigi Gio-

En 1592 Abren Calindo especificaba queal órbol llantan garoe, ya/presente los Vecinos Artol

Santo (1977: 84>.

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206 8. Pico yD. Corte/la

vannini, 1989: 60), o el ingeniero cremonés Leonardo Torriani en 1592— y con las descripciones de los cronistas de Indias (Morales Padrón. 1991: 31-36), desde Gonzalo Fernández de Oviedo o Francisco López de Góníara hasta fray Bartolomé de las Casas. Para este último, se trata de un admirable secreto cíe naturaleza,yaun por mejor decir es un milagro patente:

.1 El árbol tiene de grueso más de tres cuerpos de hotiabres: tiene nuchi.s brazos y ramas muy gruesas extendidas; las hojas parecen algo a la hechura dc las del laurel o de naranjo: ocupará cotí su sombra más de ciento y cincuenta pasos cía torno; tao parece a árbol alguno de los de España (p. 79).

VIAJERos FRANCESES

Le Cananea abre, como hemos dicho, la ruta de Canarias en los relatos euro- peos. Su información sobre el garoe resulta bastante escueta y, aunque solamente se encuentra en uno de los manuscritos transmitidos, en el dei. de Béthencourt, con- tiene ya los elementos tradicionales de la descripción (la calidad del agua recogida

—a la que se une en este caso una notable propiedad níedicinal—— y su alínacena- mJento en las albercas o tanques), que encontraremos posteriormente en los níanus- critos de las crónicas castellanas (dr. Morales Padrón, 1 993~: 189. 232 y 346):

El au plus hault du pais sont arlares qui tousjours dcgoutent yaue belle et clere, qui

chieten focés auprés des arlares, la íaailler píwír boire queFonseroit treuver: el cst yee- Ile yaue de telle condicion, que quant on a tant mengé que on nc peut plus et on boit d’icelle yaue, aochoix qu’il soit une heure la viende est toute digerée. tant que on a aussi grant voulenté de taianger que onaviaitaupar advatal que 00avoil laeu (E. Sena RúfoIsyA. Ciotanescu. 1960: 235).

Será André Thevet. en la segunda naitad del siglo xvi. el prinaer viajero francés que nos presentará una descripción detallada del garoé. Eti La sin gularitez de 1(1 Franceantaríique. escrita en 1558, siguiendo a Plinio describe, en el capítuloy,los árboles parecidos a lastérulas que se encuentralí en la isla de Oíaabrion y de los que se obtiene agua, pero en Le grand lasa/aire ci pi/atape dAndré Thevct, Ango;>- maisin, cosmographe da Rin’, tic//ls ícqueí soíil contenas plnsicrs’ planís ti islas habitées et deshabiíécs cí descríption dice/les. redactado hacia J 586, une ese conociníiento libresco a sus experiencias personales. Señala que en una dc las islas hay una platíta xs especiedc pa/nicta que tiene Icís hojas <‘orno clhinojo, peri>más

anc:hasyásperas,de la queextrc,encl agua y sc la dmí alos quesufren¿lo/ores¿le cauca pasión o a los que vomitan sangre, y se el/caen/ra tic dos mclneras: cinc, negra, cavo jugo es 1//uy a¡nt¡rgo, yla otra blanía, c¡c;e a’htí un licor tía/cc> ya 14/a—

dable para beber y, más adelante, hablando ya del Aríne ¡¡ícrsei//eux en lis/e de Fer servant cíe Jontaine auv Insulaires. como figura en cl manuscrito en un escolio al margen, dice:

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La tradición docuinen tal sobre el garue y los re/abs de viajeros franceses 207

Aussybien queceux qui publient les singularitez de l’arbre quilx tiennent estre en l’isle de Fer, duquel ilx dient que degoute continuellement de l’eau par ses feuflíes.

voire en reIle abondance qu’elle ne suffit pas seulement pour les habitans de l’isle ¡aaais niesme seroit puor fournir beaucoup de geus daventage s’il y en avoit. Or voicy qu’ilx racontent de cest arbre ínerveilleux quil est de moyenne hauteur, qui a la fueille qua- sicomme celle du noyer, horsmis qu’elle est un peu plus grande. II est environné tout a lentuur dune enceinte de murailles en niode d’une fontaine,Lioit l’eau qui distille de ses feuilles tombe et se reeneille. Chose qui veritablement nc s~auroit estre assez admirée, de dire que Ion nc sGauroit trouver (it ce quilx rapportent) en cette Isle Li autreeau, que celle qui distille et dégoutte de cest arbre prodigieux. llx le font tous- jours couvert. et environné dun brou’íllas espais, horsmis que lejour, quand le soleil

commence it lesehaufer,

u

semble que cette nuée s’aille defaisant et consumant peu it peu. Ací comíaíencement que les Espaignols se rendirent íííaistres de cette Isle Li lx I’urent íííerveilleusement esbahis. quand ilx n’y trouverenr ny funtaines. ny puys, ny vivieres, Quand jIs deníandoient aus gens de lisIe oit c’est qu’ilx sc pourvoyoient de- au, les acitres leur respondoient quilx recueilloient de leau de la pluyé. et la gardoient dans certains vaisseaux pour leur usage. Mais fault tioter que pour faire trouver bonne leur excuse. ilx avoient premierement cuuvert leur arbre nairaculeus de cannes, de tene, et autres semblables choses, considerans que quatid les Espaignolx nc trouve- roient point deau douce en toute lisIe, ilx labandonneruiení incontinent, el sen iroient, Mais leur intention, dont ilx pensoient affiner les Espaignols nc leur servil de gueres. Car il y eut un Espaignol auquel une fename de lisIe ayee laquelle

u

avoit latiiiliaire cognoissanee, descouvrit le secret de cest arbre. Cestuy Li aussy tost quil le sieut ‘alía dire au capitaine: lui nc se peut tenir den rire quand II l’entendit, estimant celia colíame une fable: toutesfois il le fit descouvrir et en vit un lexperience. Dequoy laus ces Espaignolz. furent merveilleusernent esbahis. Ce pendant la femme qui avoit revelé ce secret neo porta pas loíagtemps le peché iíaapuny. Cas les principaulx de lis- Ie ayans descouverl. que c’estoit elle qui lavoit nianifesté la firent ííaourir secretenaent.

Voilit ce quon raconre des merveilles de cest arbre. lesquellesje lais grande difficul- té de croire, aussy bien que les fontaines ayans saveur de vin, et qui enyvroient ceux qui seo chargeoient píos quede raison (ff82, r-v).

André Thevet contrasta, por primera vez, sus fuentes con lo que cuentan sobre el árbol milagroso, fábulas que le saií difíciles de creer, la tradición —el saber libresco— con la experiencia del viaje, el bagaje cultural medieval con la consta- tación de esos datos en su contexto renacentista.

Yaen el siglo XVII. Claude Jannequin, Sicur de Rohejórs, formó parte de la expedición que, al mando del capitán Lambert, exploró las costas de Africaocci- dental entre 1637 y 1639. Jannequin tuvo aso cargo la redacción del diario de la expedición, y a su paso por Canarias relata lo siguiente respecto a la isla de El Hierro:

‘‘en certe derniere Ferrol, il se trouue vn nairacle si extraurdinaire. que ie tairois les louanges deués it lauteur de la nature. si ie nc vous faisois part de eette merucille.

Dicu qui par sa sage prouidence, nc met poiní de ereatures au monde, quil nc leur découure les moyens de salinaenter, fait iey paroitre vn effect de sa bonté & de sa cíe- menee: ce que paur connoistre, il faut s~auoir que par taute celle Isle, 1 ny a point deaú

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208 13. PicoyLi. Corte/la

du tout, que celle qui distille sans cesse des ‘edilles dvn gros arbre continuellenaent couuert d’vn petil nuage, qui l’humectant, fait tomber cet eau dans des grands bassins, que les habitaus tienuent lii expuez polar la receuoir, & en ont méme it si grande quantité, que quoy que cette Isle soit beaucoup peuplée & quil y aye bcaucoup d’animaux, ils en ont si grande abondance. que si son coulant se pouuoit étendre dauantage auant que dentrer en mer, 1 pourroit poder de petits bateaux, cotiame la plus-part de nos rivieres <pp. 32-34).

Este texto es muy significativo, no sólo porque adaza maniltestarnente con el providencialismo de los cronistas de Indias (cfr. Andrés Bernáldez, Gonzalo Fer- nández de Oviedo, fray Bartolomé de las Casas o Alonso de Santa Cruz), sino, sobre todo, por el carácter hiperbólico de la evaluación dc la cantidad de agua destilada por el árbol milagroso. El autor no se cuestiona en modo alguno la vera- cidad de lo que afirma, que admite y transmite sin reservas.

Hacia la niisma época el capitán de la marina de las Indias Guillaume Coppier estuvo en la isla y, aunque pone menos énfasis en el prodigio, da cuenta de la abundante destilación, si bien su última frase parece indicar cierta restríccion:

Nous fusmes en suite daos lisiede Ferro,en laquelie naist vnarbre, lequel iet- te continuelleínent de leau par ses feflilles, conanae par autant de canauz. de petites fontaines, & chacune en rend en telle abondance, quelle sulfit pour abreuuer tous les troupeaux des Bergers, de sorte que les habitans otal. esté contrains de faire grandes cuues & reservoirs autour dcídií. arlare pour en hire amas. & ainsi ils en accuniulent les eaux: il est vray que cdte Isle n’est de longue estendué (p. (it

También de la primera mitad del siglo xvii es el testitnonio de Vincent Le Blanc sobre el arbre ,nervcilleux, que incide en los tópicos de que el agua del garoees la única de toda la isla, que se recoge en albercas y que basta para abaste- cer a los numerosos habitantes y sus ganados:

En lisIe de Fer se trouue cet arbre merueilleux dunt les feuiíles distillent de leau que les habitans boiuent: l’arbre est couuert dvne petite ntiée de enuleur entre gris &

blanc. & iamais elle ne diníinué ny pour lenípeste ny pour vent, & na aucun níouue- ment, & de It procede bule leau que larlare iette dans des cuues tout it lentour. qui la re~oiuent en telle abondanee quelle sufftt it abrenuer tous les habitans & leurs bes- tiaux, sans quil se touue autre eau dans toute lisIe, qui salís cela seroil descíle. au lien quauec cela elle est fort habitée & iructifiante’ (p. 42).

Del mismo tenor. insistiendo nuevanaente en la providencia divina, es la des- crtpción que hace, hacia los años setenta del mismo siglo, el viajero Du Bois, que estuvo empleado como secretario de Chamargon, uno de los directores de estable- cimientos franceses en el canal de Mozaíiíbique:

Fer oit Dieu fait bietí paraitre la Providence, secourant les nécessités des sietas par des moyens mervcilleux.

Cette¡sIc‘‘e se lrut glorifierpourSa fertilité, ny pleuvaíat que rareinetít: íííais cet- te nécessité d’eau esí. recoííípensée par uta Arbre prodigicuz. 1.1: il a les I’euillcs fort

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La tradición clocarnen talsobre elgaroe ylos re/citas de viajerosfranceses 209 larges, et les branches dunetrés grande étendue: une nuée épaisse environne tuujours cet arbre et se répandant sur ces feuilles, fait distiller de l’eau suffisamment pour ras- sassier la soffdes babitans et des bestiaux de cette ¡sIc» (pp. 4-5>

Hacemos notar que los cuatro últimos autores citados, que escriben entre finales de los años treinta y finales de los setenta del siglo xvíí, dan cuenta del árbol pro- digioso presentando su testimonio como de primera mano, y utilizando en los rela- tos los verbos en tiempo presente, de modo que los posibles lectores podrían creer que efectivamente habían sido testigos oculares de la maravilla relatada. Pero por entonces ya nada quedaba del árbol santo, quehabía sido derribado por un violen- tohuracán en 1610>. Estamos, pues, ante las últimas narraciones de viajeros fran- ceses que continúan la tradición de los cronistas españoles de la conquista,embe- llecidas con el fin de suscitar asombro y admiración, si no envidia, hacia el afortunado viajero testigo de hechos extraordinarios.

Desde fines del siglo xvii y todo a lo largo del xviii se produce un cambio en la naturaleza de los viajes y en la personalidad de los viajeros. Se tratará, en unos casos, de religiosos misioneros poco proclives a dar crédito a fantasías y leyendas y, sobre todo, de científicos geógrafos y naturalistas participantes en expediciones de inves- tigación y exploración, que tanto contribuirían al avance del conocimiento más exacto del planeta y al progreso del conjunto de las ciencias. En ese ambiente, no es extraño que los viajeros desearan comprobar la, para ellos, dudosa veracidad de lo que habían oído contar y que, finalmente. terminaran calificando los hechos de Jable. Así hace el cirujano Le Maire, que viaja con el director general de la Compa-

ñía de África, y que, al interesarse por el Arbre merveilleux de l’Íle de Fer, recibe unas respuestas que no hacen más que confirmar su escepticismo: les Hahitans me confirmerení dans la pensée oú jétois déja, que ce recil est une pure Fab/e (1695:

45). Igualmente el misionero jesuita P. Taillandier, que visitó Tenerife (pero no El Hierro) en 1707 afirma: cesí une Jáble que ce qu’an rapporte d’un arbre qui s’y troave doní les feuilles soní autaní de saurces d’oñ l’eau coule continuelle/nent.

C esí de quoyleshabitaus mesmes de 1 ‘ls/edeFer n ‘ant entendaparler.

Gran interés ofrece el texto del religioso mínimo y astrónomo, matemático y botánico real P. Luis Feuillée, que en l724~ recibió el encargo de la Academia de Ciencias de desplazarse a Canarias para fijar con precisión la posición del meridiano de la isla de El Hierro y para establecer la diferencia de longitud entre esa isla y el Observatorio de Paris. Encontrándose en El Hierro el 18 de agosto anota:

En el Lilaro 27 de Acuerdos capitulares del Cabildo secular de la Isla, ‘olio 184, correspondiente a la sesión de I~ de junio de 1610, se recoge:Pir cuanto el A r/,o/ Sanjo se cayó y con la ma¿/e,’a dél rama tiene oc‘upadas /us írharc’as donde se recogía el agua, y es nec.’esur/o que todo se saque y <e 1/mp/e tu tierra que así nt/soto cavé,,,(D, V, Darias Padrón, 1924:127-128)

Hemosdeseñalar que, entre tanto, en1708 ya había sido publicado el Dictionnaire un/vencí géo- graph/que e! bistor/quede Thomas Corneille (París: Jeata-Baptiste Coignard), en el ques,v, Eec, tras dar cumplida cuenta de la situación, nonalare, características y propiedades del garoé, apíastilla que, no tlasante tíadas estas circunstancias, des I>ersonnes ír¿’s-dignes de ¡¡lv aseguran que, habiendo escrito al lugar, se les respondió que allí no se encontraba tal árbt,i milagroso,

(10)

210 13. Pico ~fi. Corte/la

Larbredont presque tous les voyageurs font mention qui fournit lui seul de l’eau A toute lIsIe, quon noíaaíne arlare merveilleux est pure fable, je demandai it le voi r, on se pri t A ri re. je cotí nus ti’ ahoid c~ue je tic ni eslois pas tronapé lorsque avois douté des relatiotas de ces: voyageurs qui nous racontení une inlinité de faussetés (p. 131).

A. continuacion reproduce literalmente el relato del viajeto inglés Luis Jackson, que se pretendía testigo ocular en 1618, y que adeniás de dar una minuciosa des- cripción del áí’bol y de las obras para la í’ecogida del agua decía que la cantidad des- tilada era suficiente para abastecer a la población de toda la isla, que estimaba en 8.000personas, yasus 100.000 cabezasdeganado. ya que en una sola ííoche se lle- naba un depósito que contenía 20.000toneles. Antelamagnitud de las cifras. el P.

Feuillée deduce que Jackson ha copiado a un predecesor, y concluye no sin cierta irritación que si el inglés hubiese recorrido la isla nc se seroit pos avantaré ¿) nocís raconter des jabíes qui ílec:reditent la bojine tov des vovagciírs’ c/i.ii doií~en/ erre fidel- les duns leu/-s reíalioi/s (p. 132).

Entre las expediciones científicas que hicieron escala en las Canarias duí’aííte el siglo xvití cabe destacar la de Verdun de la Cretane. Borda y Pingré. a bordo de la fragata La E/orc>, para realizar una serie de operaciones destinadas a mejorar la navegación y, sobre todo, determinar con precisión la longitud y la latitud. Su estancia en el archipiélago tuvo lugar a finales de 1771 y principios de 1772. En su relato, siguiendo la relación de un autor español que no nombran, hablan de las pro- piedades del arbresai/It—que asimilan al esp. ti/oyal fr. ti/leal— y,como era píe- visible, manifiestan sus recelos al respecto advirtiendo/1<)jis soiiiincs trts-cloit4nés de garantir lefail.

Es obligado mencionar la escala del célebre polígrafo Bory de Saint Vin- cent, que formó parte de la expedición del capitán Baudin a tierras australes.

Eruto de su estancia en Canarias es stíL1~sai scír les ls/es b’ortunées crí Aníique At/antique, ou Précis de 1 1-listaire générale de í ‘Archipel des Cumnaries (1802), donde dedica un extenso y documentado apartado al garae (pp. 220-226), reali- zando un pormenorizado estado de la cuestión, apoitando gran abundancia de fuentes documentales francesas y españolas, y buscando la explicación al origen del mito, para concluir:

II est clonc de 1 ai’bt’e de 1—er, coííííaae de beaucoupti’atítres phénotiiétaes d laistoií’e naturelte et de physique, qui. exagérés et tevétus (te circonstataces invraiscmblables.

i>nt cID passer pour des contes, mais qui, i’éclti its it cuí juste valeur. devientaent cies chi,—

ses touíes siniples. Le Garoéapu exister .4 (pp, 224-225).

Hacia la níisnaa fecha Milberc, dibujante y naturalista, participó en la expedición de las corbetas Le Géographe yLe Naturaliste y la goleta La Casuarina con desti- no a tierras australes Su texto ese] resultado del mismo viaje que cldeBoíy. si bien sus conaentariostienen un tono diferente y las fuentes que aporta reciben otro tra- tamiento:

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La í,’adlc/én docunien ial sobre el garoe ylasrelatos de viajeros franceses 21 1 Tous les voyageurs ont parlé do fameux arbre sa/nt. qui, sebo les anciennes relations. tenait lieu it lui seul de ruisseaux et de fontaines. II nc faudrait pas autre cho- se, pour détiaontrer que lexistence de l’arbre saint est une fable ridicule, que les contradictions mémesdeceux qui en ont parléLIJ’aidéjádit, au surplus, quil né- tait point de merveilles quon nc débitñt des iles Fortunées (pp. 97 y 99),

En las campañasdelaUranie y la Phvsieienne entre 1817 y 1820 viajé, en cali- dad de dibujante, el hombre de letras JaequesArago,que publicó las memoriasde su viaje en 1922 y, con ligeras modificaciones, en 1839. A su paso por Tenerife hace unas anotaciones relativasal árbol del agua bastante confusasy plagadas de

inexactitudes, que revelan unconocimientoíuuy vago de la leyenda:

Les éerivains espagnols do quatorziéme siécle, qui ont parléde Ténérjife,ont assu- ré. sur la foi de leurs navigateurs, que daos cette Ile, ainsi que dans celles qui lavoi- sínent, il se trouvait un arbre de prodigicuse hauteur, qui ramassait les vapeurs de I’at- mosphére, de tiaaniére quen le secouant, on obtenait une eau claire et bienfaisante. II ya toujours de la fable dans llaistoire (1822: 28-29. Mismo texto, con variante//ya íoujours du mensange da/ls la vérilé, 1839: 28—29).

Terniinamos nuestro repaso a la abundante documentación de referencias al garoe en los textos de viajeros franceses, de la que hemos ido entresacaíido aquellas que nos parecieron más significativas en cada periodo, reproduciendo unas frases de Les lles Caijaries. Description de lA rchipel, obra fruto de la estancia de J. Pitard, botánico investigador de la flora exótica, y Ch. Proust, doctor en Derecho, diputado y experto en las colonias francesas de ultramar, que permanecieron en las islas des- de diciembre de 1904 hasta mayo de 1905:

De tour temps, le maiaque d’eau a ¿té une grande préoccupation pour les insulaií’es dHierrtí.Cette préoccupation se traduit taaéme datís les légendes que ont été picuse-

¡aaent conservées. N’esi-il pas question, en effet. d’une source fabuleuse dazas celle do Ca/oil’?la continuación reproducen la descripción que había hecho del árbol Abreo Galindol L’ile de Fer, avant et depuis 1612. a ¿té privée d’eau et «l’arbre-source»

i’est quune níerveilleuse légende! (1908: 295-296)

En definitiva, nuevos textos hemos sumado a esa ya tan dilatada historia del garoe, tema que por sí mismo ha suscitado tantos ríos de tinta como gotas había des- tilado el árbol santo para los antepasados berreños. Todos ellos no han hecho sino confirmar la imagen fabulosa que de la isla de El Hierro se ha transmitido a lo largo de los siglos, ligada ya por siempre a esa ¡narcívilla, como Gran Canaria está ineludi- blemente uííida a suSelva de I)aríírnas o Tenerifea la Montaña bruma. Durante dos mil años la lítstarici se ha hecho así: yen determinados aspectos ésta es la historia de Canarias, porque no hay otra posible. 1...

1

Y es que nosonlos hec:/ws los que infor- niuín la historia real, sino que la unaginaeum í.’oíectivíi fbrjuí hechos nuevos y los rransform.íí e/i mi/os. El deber del izistoricídor no e.s derribar los indos, sino interpre- lar/os co/ni) rales, c:o,no hechos que van más allá dc la realidad y, por lo tanto, 5011

oías tuertes que

cutí

(Cioranesco, 1 986t 12).

(12)

13. Pico y D. Corbe/la 212

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(13)

La tradicióndocumental sobreelgarne ylos relatos de viajeros franceses 213

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Detalle del mapa de las Islas Canarias por P. Du Val dAlalaeville, 1653. Obsérvese la leyenda que figura en la Isla de El Hierro:l ‘A rl>re Sa/oc!, qu/ d/stitle 1 eaue la nuicí poar taus ceus <le 1 ‘Ls/e, qul 1 ap- />e/lettt Garné,

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