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143 Como se ha visto en el apartado dedicado al repaso de las teorías sobre la ‗nación‘, hay dos posturas principales que debaten alrededor de la antigüedad de las naciones, aunque con numerosos matices. Simplificando al máximo, las posturas ‗perennialistas‘ consideran las naciones como realidades continuas en la historia, de las cuales puede encontrarse la existencia en tiempos pre-modernos; las ‗modernistas‘ las interpretan como construcciones modernas sucesivas a la última parte del siglo XVIII. Los próximos cuatro capítulos que conforman esta Parte Segunda están dedicados a estudiar, desde un punto de vista histórico, el concepto de ‗nación aymara‘, profundizando además el nacimiento de instancias identitarias políticas aymara a partir, sobre todo, de los años 80.

En el primer capítulo, tomando ejemplo de Eric Hobsbawm en su investigación sobre la acepción de ‗nación‘ en la Europa pre-moderna y moderna, se mostrará la manera en la que el sentido de ‗nación aymara‘ ha ido cambiando en el curso de los cinco siglos desde que esta palabra ha comenzado a ser empleada en los Andes, haciendo también hincapié en quiénes la usaban. El arco temporal que nos ocupa irá desde una época precedente a la invasión ibérica hasta 1969, un año simbólico porque representa en el Perú un cambio fuerte a nivel social, económico y político, la Reforma Agraria; se procurará demostrar que en este larguísimo lapso de tiempo, el sentido de ‗nación aymara‘ no ha sido utilizado en su acepción moderna, y menos aún por autores aymara.

El segundo capítulo funciona como línea divisoria en lo que atiene al significado de

‗nación aymara‘: el intento es el de mostrar, desde un punto de vista etnográfico, a través de entrevistas a comuneros que vivieron el período precedente a la Reforma, bajo qué tipo de relaciones sociales se encontraba gran parte de la población campesina del departamento de Puno, tanto en el lado aymara como en el quechua.

El tercer capítulo cambia de registro y comienza con un resumen rápido de la situación política peruana del período; después, la atención se centra en la antropología andinista de los 70 y en el inicio del interés hacia lo ‗étnico‘ en la región. Se hará, además, una reseña particular sobre las obras antropológicas o de disciplinas afines que han tratado el tema de la ‗nación‘ y la identidad aymara, mostrando los cambios políticos y teóricos de cada momento histórico.

Finalmente, el cuarto capítulo está dedicado a estudiar el surgimiento de la identidad política aymara en Perú y a la apropiación del concepto de ‗nación aymara‘ por los mismos

144 actores y actrices sociales. De una representación exógena, a partir de los años 70 – y sobre todo 80 – hombres y mujeres aymara comienzan con fuerza a representarse por sí mismos, sin necesidad de intermediarios que tomen la palabra para ellas y ellos.

Esta Parte Segunda tiene la finalidad de contextualizar histórica y teóricamente el tema de la ‗nación‘ y la identidad política aymara, temas que serán estudiados etnográficamente en la Parte Tercera.

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CAPÍTULO I

„NACIÓN AYMARA‟: BREVE HISTORIA DE UN CONCEPTO

―A los curas y sacerdotes de la Nación Aymara‖ y ―Bienvenidos a Ilave capital de la Nación Aymara‖ son dos frases que, fuera de contexto y sin ningún tipo de referencias temporales, no podrían entenderse por sí solas. Más aún, podría – legítimamente – pensarse que, de hecho, pertenecen al mismo autor o, cuando menos, a la misma época, y que vehiculan significados y sentidos acerca del mismo argumento, la ‗nación aymara‘.

Sin embargo, se trata de frases que pertenecen, respectivamente, a 1612 y a la primera década de los 2000; una es la dedicatoria del padre jesuita Ludovico Bertonio a sus compañeros evangelizadores en época colonial; la otra, es un letrero que se encuentra al ingreso norte de la ciudad de Ilave (fig. 1).

Con una distancia de 400 años, el término sigue siendo empleado en el mismo contexto geográfico. Sin embargo, ¿el sentido de ‗nación aymara‘ que usó Bertonio en el siglo XVII puede sencillamente superponerse al del letrero de Ilave del siglo XXI? En otras palabras,

¿estamos hablando de la misma cosa? Y, si así no fuera, ¿cuáles serían los significados peculiares de ambas frases, y cómo han cambiado en el lapso que los separa? Y ¿por qué razones y por qué tipo de intervenciones sociales?

En el Vocabulario de Ludovico Bertonio (1612), el término marka tiene el significado de ‗pueblo‘. Escribe el jesuita: ―marka. Pueblo. Suli, Chuqiytu, Pumata, Axura, Jilawi marka: Pueblo de Juli, Chucuito, Pomata, Acora, Hilavi, &c‖79. Las definiciones más interesantes que el jesuita otorga son las de markani (ciudadano), marka masi (conterráneo), marka (lugar o pueblo), marka (población) y, también ‗tierra‘ o ‗patria‘

(marka, yarawi). Se trata de significados que reenvían, por un lado, a la idea de centro poblado, de conjunto de casas, de ‗urbe‘; por el otro, por ejemplo markani (ciudadano), señalan la idea de individuos que en ese contexto viven, que pertenecen al lugar en cuanto

‗conterráneos‘ o ‗ciudadanos‘ (Bertonio 2011).

79 En este ejemplo, Bertonio cita cinco de los siete pueblos cabeceras de la Provincia de Chucuito, entonces capital de una región controlada por el antiguo reino pre-hispánico de los lupaqa. Los otros dos centros eran Yunguyo y Zepita (Lucht 2004: 183, Cañedo-Argüelles 2005: XII).

146 Foto 3: Letrero ingresando a la ciudad de Ilave

Fuente: foto del autor (2 de dicie mbre de 2013)

Desplazándonos temporalmente, se puede notar cómo en la actualidad el término marka ha ido asumiendo significados nuevos. En primer lugar, es necesario subrayar que, a veces, las mismas palabras adquieren matices particulares en base a los contextos y, de hecho, en relación con los que producen el discurso. Si para un anciano comunero de Alpaccollo (Salcedo, Puno, 26/08/13) ―pueblo es marka pue‘‖ – con el sentido de ciudad, aldea – para un poeta, o un intelectual que maneja un cierto tipo de discurso político-reivindicativo, la palabra puede ‗estirarse‘ y ser dotada de sentidos nuevos. Este es un factor importante y no meramente lingüístico, ya que contribuye a no fosilizar la lengua, así como a impostar la comprensión a partir de las diferencias internas y de las modificaciones que sufren las sociedades80. Además, da cuenta de una estratificación de la sociedad, y de la agencia de las

80 Durante una reunión a la que asistí en Puno, llevada a cabo por cinco intelectuales – cada uno procedente de disciplinas diferentes – un biólogo me dijo que la lengua aymara nunca había sufrido cambios, como deja

147 y los actores sociales, de su capacidad de intervenir creativamente en el horizonte cultural de referencia. Por lo tanto, hablar de ‗nación aymara‘ o Aymar Marka en un determinado contexto o con determinadas personas puede dar como resultado una comprensión diferente entre los interlocutores. Es decir, hablar de Aymar Marka en Ancasaya, con una comunera monolingüe o con escaso conocimiento del castellano, puede vehicular en ella la idea de estar hablando de una ciudad o de un centro habitado llamado ‗Aymara‘. Inclusive, preguntando a un joven de unos 28 años, también de Ancasaya, qué significaba decir Aymar Marka, éste me contestó que ―es persona del campo‖. Evidentemente, el joven había asociado Aymar con ‗persona‘, ‗gente‘ – en el sentido de jaqi – y marka con ‗campo‘. Al contrario, un intelectual puede otorgar al término otros significados que no están limitados solamente a la idea de un centro poblado o de un lugar definido, hasta dotarlo de sentidos que adquieren una dimensión mucho más amplia, que pretende trascender los confines locales de la comunidad, del pueblo, del distrito o de la provincia, para abarcar un territorio – físico y simbólico – más extenso. Limitándome al caso peruano, y más exactamente al puneño, quiero proponer unos ejemplos del uso actual.

Me refiero ahora a la publicación en 2008 del libro de poemas Aymara Marka: Juk‟a amuyt‟awinaka de Vicente Alanoca Arocutipa, antropólogo e intelectual aymara crecido en Alpaccollo, antes parcialidad81 y ahora comunidad cerca de Ilave. La traducción del título al castellano puede acercarse a la de ―Nación (o pueblo) Aymara: algunas ideas de unión‖.

Uno de los poemas de esta recopilación se titula Ilave Markasa Aymara Marka, traducible como ‗Ilave capital de la Nación (o pueblo) Aymara‘. José Luis Ayala, poeta, ensayista e intelectual huancaneño que vive en Lima, publicó en 2009 un conjunto de ensayos, Aymar Marka / Nación Aymara. En esta ocasión, la traducción está explícita en el título mismo.

Otro ejemplo se refiere a dos congresos realizados respectivamente en 2011 en Puno y en 2013 en Tacna, organizados por la Unión Nacional de Comunidades Aymara (UNCA). En 2011, en el afiche (fig. 2) se leía: Payiri mathapiwi aruskipt‟añataki Aymara Markata, trasladado al castellano como ‗Segunda asamblea del Parlamento del Pueblo Aymara‘. En

evidente el diccionario de Bertonio, obra que recoge – en su visión – términos que se siguen usando sin cambios en la actualidad. Al contrario, me hacía notar como el latín había desaparecido como idioma hablado hecho que, en su opinión, hacía del jaqi aru un idioma especial. Como se verá en otra parte, el idioma es uno de los elementos más importante en las reivindicaciones políticas aymara.

81 En palabras de Antonio Peña Jumpa, una ―parcialidad consiste en un conjunto de parcelas bajo tenencia familiar, que se desarrollan con cierta autonomía y que se encuentran representadas por el teniente gobernador como autoridad máxima‖ (Peña Jumpa 1998: 75). Alpaccollo fue reconocida como comunidad en 2015.

148 el congreso de Tacna (2013), en el que participé como oyente, el título del evento fue Qupuchawi Aymar Markasata Qallt‟ani, ‗Hacia la reconstrucción y la libre determinación de la Nación Aymara‘ (fig. 3).

Estos son unos pocos ejemplos que, sin embargo, pueden ayudar a comprender la evolución semántica parcial del término marka, justamente en lo que tiene que ver con el significado político que ha ido adquiriendo a partir de los años 70 del siglo XX. De acuerdo con Stuart Hall, ―las palabras cambian sus sentidos. Los conceptos (el significado) a los que se refieren los significantes también cambian, históricamente, y cada cambio altera el mapa conceptual de la cultura, llevando a diferentes culturas, en diferentes momentos históricos, a clasificar y pensar el mundo de manera diferente‖ (Hall 2010: 459).

1.1. Nación/Aymara

En 1532, cuando los europeos entran en contacto con el Tawantinsuyu, el imperio inca, y sus poblaciones, el término ‗nación‘ ya tenía una larga historia desde el momento que, como hizo notar Hobsbawm (1998: 25), en las lenguas romances ―la palabra «nación» es indígena‖. La etimología latina, natio, -onis, revela el vínculo con ‗nacer‘, indicando también el lugar de nacimiento; de hecho, según el DRAE, ‗nación‘ está por ―lugar de nacimiento‖, ―pueblo‖, ―tribu‖. En la antigua Roma, de acuerdo con el filósofo político Danilo Castellano (2013: 60), esta relación con el nacimiento, ―origina[ba] vínculos jurídicos de pertenencia (una especie de ius sanguinis de nuestro tiempo)‖. En los autores latinos de la República tardía y el Imperio, el término pasó a referirse a pueblos no romanos o avasallados por éstos, teniendo un significado bastante cercano al de ‗conjunto étnico‘82. En inglés, de acuerdo con Raymond Williams, su uso se remonta por lo menos al siglo XIII, teniendo ―un sentido primario de grupo racial y no de grupo políticamente organizado‖ (2003: 230).

82 Por ejemplo, en el De Bello Gallico, Julio César (1986: 98) escribía: ―Quoniam ad hunc locum perventum est, non alienum esse videtur de Galliae Germaniaeque moribus et quo differant hae nationes inter sese proponere‖ (―Mas ya que la ocasión se ha ofrecido, no será fuera de propósito describir las costumbres de la Galia y la Germania, y la diferencia que hay entre ambas naciones‖).

149 Imagen 1: Pancarta de la “Segunda Asamblea del Parlamento del Pueblo

Aymara”, Puno, 26 y 27 de noviembre de 2011

Fuente: Escáner del autor

150 En la edad media, ‗nación‘ se refiere también a los scholares vagantes, estudiantes extranjeros en las diferentes universidades europeas, divididos en nationes de acuerdo con la procedencia territorial. Una praxis que, del mismo modo, agrupaba los mercantes y comerciantes forasteros que se unían – de acuerdo con la procedencia territorial o la lengua materna – en nationes mercantiles, con la necesidad de ―distinguirse de otros con los que coexisten‖ (Hobsbawm 1998: 25). Todavía, para este período, no es posible hablar de

‗nación‘ en términos modernos (Clua 2008). Será solamente a finales del siglo XVIII, en la Francia revolucionaria, que ‗nación‘ comenzará a adquirir los sentidos modernos; empero, como hace notar Hobsbawm – quien estudió el uso en diversos autores – será en el siglo XIX que la palabra asumirá las (de todas formas, muchas) connotaciones que tiene actualmente (Hobsbawm 1998). Por el momento, baste con señalar que el uso de ‗nación aymara‘ no pudo más que comenzar con la llegada de los ibéricos, quienes trajeron de Europa la palabra. Sin embargo, el otro componente de la pareja terminológica – ‗aymara‘

– tiene también una genealogía de la que es preciso dar cuenta.

De acuerdo con el lingüista peruano Rodolfo Cerrón-Palomino – cuyo texto es tomado aquí como fuente principal (2013: 65) –, la voz ‗aymara‘ no denotaba en origen ni el idioma ni los conjuntos de personas que hablaban la que es actualmente conocida como

‗lengua aymara‘. Más bien, ―designaba a un grupo étnico de la región sureña del actual territorio peruano‖ y, más exactamente, de lo que es ahora el departamento de Apurímac (Cerrón-Palomino 2013: 65). Posiblemente, la fuente más antigua en la que comparece el término ‗aymara‘ refiere a 1559, cuando Polo de Ondegardo atribuye algunos términos nativos a la lengua ―Aimarà de los Collas‖ (citado en Cerrón-Palomino 2013: 66; Tintaya 2007: 174). De acuerdo con el autor, antes simplemente se refería a la ―lengua colla‖ para indicar el idioma hablado por ese conjunto; sucesivamente, ―es posible que la designación de <aymará>, primero como simple alternativa y luego como sustituto de la frase alusiva al supuesto gentilicio, sea precedente a la fecha mencionada, de manera que, con el tiempo, ya no sería necesaria la especificación referida a los collas‖ (2003: 66).

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Imagen 2: Pancarta del Congreso “Hacia la reconstrucción y la libre determinación de la Nación Aymara”, celebrado en Tacna el 17 y 18 de agosto de 2013.

Fuente: Escáner del autor

Ya a finales del siglo XVI, la voz ‗aymara‘ es empleada con bastante frecuencia, atestándose finalmente en el siglo siguiente, pasando a designar ya no sólo la lengua, sino también a los conjuntos que la hablaban, ―pues se comenzará a hablar de las «naciones aimaraes», englobando dentro de ellas todavía a los «aimaraes» originarios‖ (2003: 68).

Estos últimos, oriundos de otra zona del sur andino, en época inca sufrieron probablemente

152 una re-ubicación en regiones cercanas al Titikaka. Por otra parte, en las orillas del lago, además de poblaciones de habla puquina, se encontraban también conjuntos que hablaban

‗aymara‘, divididos por grupos ya quechuizados. Por tanto, ―las conquistas incaicas primeramente y las reducciones españolas después habían fomentado, sin proponérselo, el rencuentro de poblaciones de habla aymara‖ (2003: 77).

Más adelante, en la parte en la que se discutirá la contribución de Ludovico Bertonio, se verán los numerosos nombres con los que se conocían a los diversos conjuntos ubicados alrededor del lago Titikaka. El nombre ‗aymara‘ pasó de designar la lengua compartida por estos grupos a ser un etnónimo más general, anulando la heterogeneidad de los períodos anteriores.

1.2 “Los otros hablan por nosotros”. El término „nación aymara‟ a través de la historia 1.2.1 Organización territorial pre-inca, colonización ibérica y siglo XVI

Aunque el término ‗nación‘ llega al territorio peruano con los españoles, es necesario esbozar un breve cuadro histórico de la región antes de la conquista. Además, en las actuales reivindicaciones políticas, la historia que precedió a la colonización se constituye como una herramienta reivindicativa central en los discursos; en particular, se recurre al Tawantinsuyu y a la dominación inca como períodos de paz y bienestar.

―Cuando los españoles llegaron por primera vez‖ a Alto Perú (la actual Bolivia), escribe Abercrombie, ―la mayor parte de los pueblos y «grupos étnicos», ahora presentes en la región, no existían todavía‖ (Abercrombie 1991: 204). De hecho, precedentemente a la invasión incaica, la región que hoy queda bajo el territorio puneño estaba poblada por diversos conjuntos etnolingüísticos autónomos, organizados en diferentes niveles y cuyo núcleo central estaba representado por el ayllu o jatha, unidad mínima de población (Albó 1987: 31). A partir de un mapa realizado por Thérèse Bouysse-Cassagne, Xavier Albó (1987) compara la distribución espacial de los numerosos grupos asentados en la zona a un

―tejido policromático‖: ―no se trata de jurisdicciones yuxtapuestas como las piedritas que forman un mosaico‖ – escribe Albó – ya que en un mismo contexto podían convivir grupos distintos que ―reaparece[n] en forma salpicada en otros varios lugares‖ (1987: 29-30), según el esquema de los ―archipiélagos verticales‖ propuesto por Murra (1975: 59-116).

153 Era un modelo compartido tanto por grupos numéricamente limitados, como los quechua-hablantes Chaupiwaranqa, cuanto por colectividades más extensas, como los lupaqas83 aymara-hablantes del Titikaka.

Mapa 10: Señoríos aymara (siglo XVI)

Fuente: Mapa adaptado de Bouysse -Cassagne (1987) y citado en Kesseli y Pärssinen (2005).

83 Los lupaqas fueron un ‗grupo étnico‘ de lengua aymara asentados a la orilla del lago Titikaka, en particular en la zona de las actuales provincias de Puno (la parte meridional, cerca de Chucuito), El Collao-Ilave y Chucuito-Juli. Véase el importante trabajo de Murra (1975: 193-223) y también los artículos de Hyslop (1979), Saignes (1981) y Salles y Noejovich (2016).

154 Murra elaboró este patrón en base a cinco casos84 paradigmáticos, referentes a un período comprendido más o menos entre 1460 y 156085. Tres de éstos tenían su núcleo en las regiones altiplánicas y dos en las costeñas. Para los casos andinos, se trataba de grupos étnicos asentados en el altiplano, es decir, con el núcleo poblacional y político principal en esta zona, y que se esforzaban de controlar ―un máximo de pisos ecológicos‖ (Murra 1975:

59) en lugares distantes a veces varios días de camino: una estructura económico-política que consentía de aprovechar recursos que, de otra manera, no podían ser explotados en las alturas. Llagostera resume claramente el funcionamiento de los ―archipiélagos‖:

Murra señalaba que el modelo de archipiélago vertical se caracteriza porque cada etnia se esforzaba por controlar un máximo de pisos y nichos ecológicos para aprovechar los recursos que se daban sólo allí, los cuales quedaban a muchos días de camino del núcleo de poder.

Aunque el grueso de la densa población permanecía en el altiplano, la autoridad étnica mantenía colonias permanentes asentadas en la periferia para controlar los recursos alejados.

Estas «islas» étnicas, separadas físicamente de su núcleo pero manteniendo con este un contacto social y un tráfico continuo, formaban un archipiélago, un patrón de asentamiento, según Murra, típicamente andino. Los moradores en las «islas» periféricas formaban parte de un mismo universo con los del núcleo, compartiendo una sola organización social y económica (Llagostera 2010: 284).

En los casos andinos, se nota como al crecer las distancias de influencia del núcleo político hacia las ―islas‖ de colonización, se modifican también las relaciones políticas entre el centro y los poblados dependientes. Mientras las etnias pequeñas controlaban territorios fácilmente accesibles en pocos días de caminos (I caso), las grandes etnias – los lupaqa, por ejemplo – ejercían su dominio hasta lugares mucho más distantes (II caso). Esto podía comportar cambios en las relaciones de reciprocidad económica y explotaciones por

84 Los cinco casos son: I) Etnías pequeñas Chaupiwaranqa, en las zonas más altas del Marañón y del Huallaga; II) Etnías grandes, reinos altiplánicos en la cuenca del Titicaca; III) Etnías pequeñas que tenían su núcleo en las zonas de la costa central; IV) Grandes reinos costeños; V) Etnías pequeñas, núcleo en las zonas altas, aparentemente sin archipiélagos (Murra 1975: 71-109).

85 Aún no se ha logrado aclarar con exactitud si el modelo de los ―archipiélagos verticales‖ propuesto por

85 Aún no se ha logrado aclarar con exactitud si el modelo de los ―archipiélagos verticales‖ propuesto por

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