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El colon posee dos funciones esenciales: la absorción de nutrientes y electrolitos procedentes del quimo, la cual es llevada a cabo por la parte proximal del colon, y el almacenamiento de las heces hasta el momento de su expulsión realizado por la mitad distal del colon.

Para estas funciones el colon no necesita movimientos muy enérgicos, pues los movimientos que se producen en este tramo generalmente son muy lentos, aún así comparten algunas características con los del intestino delgado y se dividen en movimientos encargados de la propulsión (movimientos en masa) y movimientos de mezcla.

Los movimientos de mezcla en el colon se producen por grandes constricciones circulares al mismo tiempo que se contrae el músculo longitudinal del colon, formado por las tenias coli. Estas contracciones circulares y longitudinales combinadas hacen que la pared no estimulada sobresalga formando unos sacos llamados haustras. De esta forma el contenido del colon va siendo “removido” de igual manera que removemos la tierra con una pala.

De esta manera la materia queda expuesta en la superficie del colon donde se absorben las sustancias disueltas hasta que quedan de 80 a 120 ml aproximadamente de quimo que formarán parte de las heces (8).

Gracias a la actividad propulsora del colon encargada de los

“movimientos en masa” y a las contracciones de alta amplitud, es posible el transporte de las heces del colon al recto. Cabe señalar que también se producen unas contracciones de baja amplitud, que tienen como misión enlentecer el tiempo de tránsito a través del colon. Además, los movimientos

del colon varían a lo largo del día en relación a diferentes factores como el ciclo vigilia-sueño, la ingesta, el estrés, actividad física... El volumen y la consistencia del contenido fecal dependen de la motilidad, secreción y absorción que ejercen tanto el intestino delgado como el grueso. En personas sanas el volumen de heces diario oscila entre 250 y 750ml (9).

La secreción principal del colon es un moco secretado por las células mucosas que contiene gran cantidad de iones de bicarbonato. Esta secreción está regulada por los reflejos nerviosos locales que tienen su origen en las células mucosas de las criptas de Lieberkühn. El moco protege a la pared del colon frente a las escoriaciones y proporciona un medio adherente que mantiene unida la materia fecal. A su vez constituye un mecanismo de protección de la pared intestinal frente a la actividad bacteriana existente en el interior de las heces y su alcalinidad (pH 8 aproximadamente) manteniendo los ácidos fecales lejos de la pared y evitando erosiones en su superficie (10).

A través de la válvula ileocecal pasan 1500ml de quimo al día hacia el colon. El agua y los electrolitos que contiene el quimo, en su mayor parte son absorbidos en la mitad proximal del colon (colon absortivo), de forma que, las heces excretadas contienen menos de 100 ml de líquido. Asimismo, en esta región se absorbe la práctica totalidad de iones, perdiéndose únicamente con las heces una cantidad mínima de 1-5 miliequivalentes de Na y Cl. La misión fundamental de la parte distal del colon es el depósito de las heces (colon de depósito) (11).

Durante la mayor parte del tiempo el recto no contiene heces, debido a la existencia de un esfínter funcional localizado a unos 20 cm del ano, en la unión rectosigmoidea. El deseo de defecar aparece cuando un movimiento en

masa obliga a las heces a penetrar en el recto, provocando la contracción de éste y la relajación de los esfínteres anales (8).

La continencia anal es una función compleja que depende de la interacción de múltiples mecanismos, destacando los siguientes: la consistencia y volumen de las heces, el transporte de éstas desde el colon al recto, la capacidad y distensibilidad del recto, los esfínteres anales (externo e interno), y la musculatura e inervación del suelo pélvico. La función que ejerce cada uno de ellos en la continencia de las heces es difícil de definir pues todos actúan de manera conjunta en el tiempo y superponiéndose entre sí. Por tanto, la continencia anal depende fundamentalmente del correcto funcionamiento de todos mecanismos mencionados (12).

El colon distal, como hemos comentado en puntos anteriores, tiene una función de depósito importante para el mantenimiento de la continencia. Pero también contribuyen el ángulo lateral del sigma y las válvulas de Houston, que sirven de barrera y frenan el avance de las heces. Asimismo, la contracción tónica del músculo puborrectal condiciona un ángulo agudo entre el ano y el recto, que junto con la presión del canal anal ejercida por los esfínteres y músculos del suelo de la pelvis, también contribuyen al mantenimiento de la continencia (13).

El recto sano posee cierta elasticidad que permite el mantenimiento de presiones intraluminales bajas incluso con volúmenes altos de heces. Una disminución en esta distensibilidad rectal puede ocasionar incontinencia. Así mismo, la pérdida del reservorio rectal que aparece en determinados pacientes sometidos a intervenciones del recto puede dificultar la capacidad para diferir la defecación (14).

El esfínter anal interno está formado por músculo liso, el cual se encuentra permanentemente en estado de contracción máxima, y sólo se relaja respondiendo a la distensión del recto. Este esfínter ejerce una alta presión que proporciona una barrera a la pérdida involuntaria de contenido fecal.

El esfínter anal externo está compuesto por músculo estriado, cuya inervación depende de los nervios pudendos. Junto con los músculos estriados del suelo pélvico tienen actividad tónica involuntaria durante el reposo y el sueño.

Cuando se produce la contracción muscular voluntaria en el canal anal, el esfínter anal externo ejerce un aumento de presión a dicho nivel que favorece la expulsión de las heces (15).

El suelo pélvico es una lámina músculo-tendinosa formada por el músculo elevador del ano, el cual está integrado a su vez por los músculos puborrectal, pubococcígeo e iliococcígeo. El músculo puborrectal tiene una disposición anatómica en forma de “U” y rodea al recto desde sus inserciones en la sínfisis del pubis. Su contracción provoca un ángulo entre el recto distal y el conducto anal proximal (ángulo anorrectal). Muchos autores consideran al músculo puborrectal y al ángulo anorrectal como los principales responsables del mantenimiento de la continencia a heces formadas (16).