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El discurso social de la propaganda sindical durante los años de plenitud de la OSE,

1957-1969

1. “Ministros acreditados en la dura y justificadísima lucha del sindicalismo nacional” Del proyecto de Arrese al cambio de gobierno (1956-1957)

El resultado de la poliédrica crisis de 1956, con la exacerbación de los enfrentamientos en el ámbito interno del Régimen que provocó, llevó al nuevo Secretario General del Movimiento José Luis de Arrese a juzgar como inaplazable la institucionalización definitiva del Movimiento, con tal de clarificar el panorama político. Éste ya se caracterizaba de modo evidente por el enfrentamiento de las diversas tendencias políticas agrupadas bajo el paraguas del Régimen.337 Arrese, en su actitud de lealtad al Caudillo y de preocupación por la estabilidad de la dictadura, pero también como falangista fiel a los principios originales del fascismo español en su modalidad menos rupturista, terminó definiendo un proyecto que pretendía someter a la unidad y a la disciplina a aquellos elementos de Falange que se mostraban abiertamente descontentos con la resolución de la crisis de 1956, pero sin sacrificar en exceso su programa político en base a un fortalecimiento del mismo en un Movimiento definitivamente institucionalizado. El resultado de su planteamiento desagradó sobremanera al resto de sectores franquistas no adscritos al falangismo doctrinal, lo que derivó en el fracaso estrepitoso del proyecto de Arrese, y a la subsiguiente ascensión de José Solís a la más alta jerarquía del Movimiento.

A ojos de Arrese, el debate político entablado en la diversidad interior del Régimen debía canalizarse a través del Movimiento, el cual se debía convertir en el núcleo decisorio de mayor importancia en lo referente a la emisión en dirección al Estado de directivas políticas que el gobierno debía convertir en realidades. Se trataba, en definitiva, de sacar al Movimiento, y a su renacido Consejo Nacional338, de su condición de elemento secundario en el entramado institucional del franquismo, situado en una perenne transitoriedad, peligrosa por longeva. Para Arrese, “por primera vez y tal vez por última ocasión, la Falange tenía ante sí y al alcance de la mano la posibilidad de acometer dos grandes empresas: ganar la calle y estructurar

337 La sintética explicación e interpretación del proceso que nos parece más adecuada se encuentra en MOLINERO, C. e YSÀS, P: Op. Cit. (2008), pp.30-34

338 El 17 de junio de 1956 fue convocada su primera reunión desde 1945.

el Régimen.”339 Mediante tres leyes fundamentales –Ley de Principios del Movimiento, Ley Orgánica del Movimiento y Ley de Ordenación de la Jefatura del Estado- Arrese pretendía, respectivamente, clarificar la doctrina del Estado con un poderoso sustrato ideológico falangista, definir los poderes del Consejo Nacional del Movimiento en tanto que vigilante de la adecuación de la legislación estatal a dichos principios, y distinguir las funciones del Jefe del Estado y del Jefe de Gobierno340, abriendo la posibilidad de que en un futuro esta última figura pudiera recaer en una personas distinta a la de Franco, aunque solamente a iniciativa de éste.

Arrese pretendía convertir al Movimiento en fuente de poder que pudiese encauzar un proceso considerado como constituyente y que debía garantizar la continuidad del Régimen en el Movimiento, “por encima del capricho y las veleidades de los hombres.”341 En una concentración falangista en Sevilla celebrada el 1 de mayo, Franco mostró conformidad con las principales ideas del proyecto que Arrese estaba confeccionando:

“Se ha pretendido especular con el hecho de qué va a ocurrir el día que yo no exista. Y yo digo que aunque pienso que Dios me conceda muchos años para bien de la Patria y mal de nuestros enemigos, hemos de pensar que los movimientos políticos no descansan en las personas; descansan en la doctrina. Vosotros me hacéis la merced, y España entera también, de echar sobre mí unos merecimientos superiores a la realidad. Yo puedo deciros que la mayor parte es la de la doctrina, la de servir lealmente a una doctrina. Si no existiera esa doctrina, si no tuviéramos contenido, poco hubiera sido de nosotros, ni de nuestra capacidad de gobierno, vacíos de contenido, o si éste no hubiera estado en el sentir del pueblo, y por eso os digo que lo que nosotros tenemos que hacer es enraizar esa doctrina. A nosotros nos tiene sin cuidado el vaso; lo que nos importa es el contenido que el vaso lleva. Eso es lo que tenemos que asegurar, y lo podemos hacer por nosotros mismos;

con nuestra fe, con nuestra lealtad, con el espíritu de servicio y sacrificio,

339 ARRESE, J.L: Op. Cit. (1982), p.26

340 MOLINERO, C. e YSÀS, P: Op. Cit. (2008), p.30

341 ARRESE, J.L: Op. Cit. (1982), p.102. Estas palabras forman parte de un texto elaborado por el Instituto de Estudios Políticos que Arrese entregó a Franco para que éste incorporara sus principales ideas en su discurso de 18 de Julio de 1956. Otro importante fragmento del texto reza de modo siguiente: “[En el Movimiento], en él y no en otro reside la función política del poder, y discutir que ese poder no le pertenece, sería tanto como dudar de la propia legitimidad del Régimen.”

con la forma que tratemos y sirvamos los problemas: con nuestra actividad en el orden sindical, con demostrar a todos en España que la Falange y su doctrina son el bien, la necesidad imperiosa española de hoy, de mañana y del pasado.”342

Un tiempo después, en julio de 1956, Franco ya pareció asumirlo en su plena extensión.343 Pero todo ello no hizo más que agudizar el encono entre los diferentes sectores políticos del Régimen, enzarzados en una viva polémica sobre el alcance del debate constituyente promovido desde la Secretaría General del Movimiento. Tanto los individuos agrupados bajo la etiqueta de monárquicos, como los tradicionalistas y la jerarquía eclesiástica se opusieron ferozmente al reforzamiento del falangismo que el proyecto institucionalizador de Arrese aparentaba conllevar, no sólo porque parecía desplegarse en detrimento de los poderes y autoridad del Jefe del Estado, sino porque amenazaba con desestabilizar el reparto del poder existente.

Fue la presión que los más significados elementos del episcopado ejercieron sobre Franco la que, final y especialmente, se convirtió en el condicionamiento fundamental para la decisión del dictador de retirar su inicial apoyo a los planes del Secretario General del Movimiento en diciembre de 1956. Era la confirmación de un fracaso que ya venía marcado, entre otras razones, por un documento que Franco entregó a Arrese el 10 de noviembre de 1956, y que, en quince puntos, contenía el dictamen del dictador. El número 14 era uno de los más explícitos:

“La Falange, a través del Consejo Nacional y de los Sindicatos tiene poder bastante dentro de las Cortes para cortar y evitar cuanto pueda rozar con la doctrina del Movimiento y la presencia de sus representantes en el Consejo del Reino, que ha de aconsejar y asesorar al Jefe del Estado en las cuestiones de su exclusiva competencia, ofrece un camino natural y seguro para que no pueda tener efectividad ninguna ley que pueda afectar en menoscabo aquella doctrina. (…) No es, por tanto, necesario alarmar a la opinión cuando en la mano se tienen tantos triunfos.”344

342 FRANCO, F: “Discurso pronunciado en Sevilla ante una concentración de veinticinco mil Falangistas”, 1 de mayo de 1956.

343 MOLINERO, C. e YSÀS, P: Op. Cit. (2008), p.31

344 Ibíd., p.158

Tras la entrada de la jerarquía eclesiástica en el debate, se dio por finiquitada toda opción de éxito al diseño institucional de Arrese, el cual amenazó con dimitir el 18 de diciembre de 1956. Fue la decisión de Franco, lógicamente, la que sentenció al fracaso el proyecto de Arrese, y estuvo marcada por la preocupación que el dictador tenía por la quiebra de la unidad entre la clase política franquista, optando por una desaceleración del proceso institucionalizador y llamando al orden a todos los protagonistas, cualquiera fuera su signo, sobre las conspiraciones y zancadillas urdidas mutuamente en los pasillos del Palacio del Pardo, en los medios periodísticos afines y en los despachos propios y ajenos. Arrese calificó el veredicto de Franco como “marginación definitiva de la Falange”, pero no se debe obviar que también la situación de desastre económico y de creciente conflictividad obrera determinó que Franco optara por cercenar la polémica y lanzar un llamamiento a la unidad. A ojos del Jefe del Estado –y del ministro Subsecretario de la Presidencia Luis Carrero Blanco- la unidad de la clase política española había salvado al Régimen en los años difíciles de la posguerra mundial, y debía volver a hacerlo en una coyuntura marcada por las estrecheces económicas y el resurgimiento del fantasma del conflicto social345. En todo caso, a pesar del cerrojazo a las pretensiones de Arrese, las tensiones entre los distintos elementos que conformaban la clase política franquista no sólo no se difuminaron, sino que se mantuvieron, se cronificaron y alcanzaron con el tiempo cotas de mayor virulencia.

De todas formas es necesario señalar que entre 1956 y 1957 los enfrentamientos políticos no se entablaron solamente entre sectores más o menos diferenciados ideológicamente. También los hubo en el interior de los mismos y, en el caso que nos ocupa -el del falangismo vinculado a la Organización Sindical- estuvieron protagonizados por Solís y Girón, con Arrese como árbitro no siempre imparcial. Aunque con anterioridad se han señalado los acontecimientos que permiten hablar de una consonancia pública en la actuación del ministro de Trabajo José Antonio Girón de Velasco y del Delegado Nacional de Sindicatos José Solís Ruiz desde la

345 La idea de la unidad fue el principal argumento utilizado por Franco en su discurso ante el Consejo Nacional del Movimiento, como queda recogido en MOLINERO, C. e YSÀS, P: Op.

Cit. (2008), p.34

celebración del III Congreso Nacional de Trabajadores hasta los meses finales de 1956, lo cierto es que ambos personajes se profesaban una mutua animadversión que se escenificó siempre en un plano interno y que derivó en un pulso político del que solamente Solís salió triunfante. La concepción de frívolo que Girón tenía de Solís, y que el ministro no dejaba de expresar en sus reuniones con Arrese, extendía una pátina de motivación personal a las diferencias políticas. Y sin poner en duda la relevancia de una personalidad tan fuerte y de tan difícil trato como la de Girón, ni tampoco el sincero desagrado que podía causar en él la actitud extrovertida y en ocasiones desenfadada de Solís, lo cierto es que, como recoge el propio Arrese en sus memorias de estos años, al ministro le preocupaba el avance de la OSE en planos de gestión que durante casi dos décadas habían sido de su exclusivo disfrute. En el mencionado discurso de Franco ante el Consejo Nacional del Movimiento celebrado el 17 de julio de 1956 parecían materializarse los miedos de Girón, y las ambiciones de Solís:

“La marcha de nuestra organización sindical responde a estos principios [los 26 puntos del programa de FET y de las JONS] y su intervención en la vida económica, laboral y social de la nación marcha paralela a su perfeccionamiento y capacitación. Su intervención en los proyectos de ordenación económico-social de las provincias, recogiendo sus anhelos y necesidades, puede señalarse como ejemplar. Es nuestro propósito que progresivamente, y al compás del perfeccionamiento de su organización, puedan traspasárselas muchas de las funciones que por las circunstancias de excepción en que hemos vivido han tenido que asumir los Ministerios, para que la vida sindical pueda alcanzar toda la importancia y trascendencia que le corresponde. La colaboración que hasta ahora ha venido manteniendo con los Ministerios económicos y laborales ha sido de lo más provechosa.”346

A ojos de Girón, y también de Arrese, Solís representaba una vía para desustanciar ideológicamente a la Falange. Lo cierto es que, al ser nombrado Arrese como Secretario General del Movimiento, gestaba planes para situar a Girón al frente de la Organización Sindical sin que esto significara en

346 FRANCO, F: Discurso pronunciado ante el Consejo Nacional del Movimiento, 17 de julio de 1956.

principio su apartamiento del Ministerio de Trabajo, o bien convencer a Franco de que la mejor opción era que Girón asumiera directamente la Secretaría General del Movimiento. 347 Bajo su óptica, esta medida estaba encaminada a utilizar el carisma de Girón para dar un impulso popular a la OSE, acercar a ésta a la estructura del Estado mediante la unificación en la misma persona de los dos principales cargos en materia laboral –OSE y Ministerio de Trabajo-, y devolver al sindicalismo a la vía social-asistencial, cortando de raíz las veleidades de Solís de ampliar la función económica de los Sindicatos Nacionales. Arrese tenía en mente, sin duda, buena parte del modelo sindical de Sanz-Orrio, aquel en el que el dirigente navarro no había podido jamás profundizar tras la marcha de Arrese en 1945, por debilidad y falta de ambición, y también por carencia de sintonía, en su momento, con Raimundo Fernández-Cuesta. Arrese demostraba con ello que, en la pugna entre Solís y Girón, su opción preferencial se inclinaba claramente hacia el ministro de Trabajo. Y lo cierto es que éste sentía tal acrimonia por el jerarca sindical, que llegó a pedirle a Arrese su destitución bajo la acusación de “charlatán, frívolo e ineficaz, (…) el obrero quiere resultados prácticos, y no palabras sin sustancia.”348 Por su parte Solís mostraba a través de Franco su antipatía por Girón, agudizada por el nombramiento de este último como Vicesecretario Nacional de Obras Sociales349, como se ha mencionado anteriormente, con capacidad de decisión sobre el Delegado Nacional de Sindicatos en algunos aspectos importantes. Fue la mediación del Jefe del Estado, que comenzaba a mostrar sus dudas sobre la idoneidad de Girón de ser mantenido en la primera línea política en el contexto de crisis social creciente350, la que al parecer inclinó a Arrese a matizar sus intentos de arrinconar a Solís. La posición de Girón se había vuelto extremadamente precaria con el paso de los meses, y Arrese se vio obligado a actuar con mayor prudencia en sus despachos con Franco. Todo esto demuestra que a las alturas de 1956, Solís ya se había convertido en fuente

347 ARRESE, J.L: Op. Cit. (1982), pp.20-22

348 Ibíd., p.49

349 Sanz-Orrio había ostentado dicho cargo mientras era Delegado Nacional de Sindicatos.

Cesado en septiembre de 1951, mantuvo la Vicesecretaría, como se ha mencionado, hasta abril de 1952, pero sin peso político sobre Solís. Arrese dotó este puesto de mayores prerrogativas con la clara intención de fortalecer a Girón y debilitar a Solís.

350 ARRESE, J.L: Op. Cit. (1982), pp.86-87

de poder por sí mismo y en una figura de notable influencia en las decisiones que el dictador podía tomar en relación al mundo del falangismo.

Si las diferencias políticas entre Girón y Solís se ocultaban tras el barniz de la antipatía personal, en ocasiones era ésta la que se sobreponía a una franca admisión en la coincidencia de criterios entre ambos personajes.

Un ejemplo de ello fueron las enmiendas que el Consejo Nacional realizó a la Ley Orgánica del Movimiento. Solís proponía que la futura elección de miembros del Consejo Nacional fuera popular, y que se repartiera entre una representación provincial en proporción de dos tercios, mientras se reservaba el tercio restante a la Organización Sindical. Lo mismo opinaba Girón, sobre la necesidad de abrir los cauces participativos, pero no pudo resistir la tentación de apostrofar su intervención con un ataque al Delegado Nacional de Sindicatos, al añadir que “las masas operarias del país, con una experiencia poco brillante de la sinceridad y pureza de las elecciones sindicales, encontrarían un motivo de defraudación si no se les hace participar de un modo u otro en la dirección del país.”351 En cualquier caso, en el alargamiento de la crisis política general, y su no derivación en cambio de gobierno hasta febrero de 1957, Girón se convirtió rápidamente en un cadáver político, y también Arrese en su faceta de máximo dirigente del falangismo. El 23 de febrero, dos días antes de la renovación oficial del Consejo de Ministros, ésta ya era conocida por los principales protagonistas de la misma. Solís era designado como nuevo Secretario General del Movimiento, y podía permitirse mantener para sí el cargo de Delegado Nacional de Sindicatos.

El cambio de gobierno estaba lógicamente condicionado por la situación de crisis política existente en el interior del Régimen, pero también por un repunte de la conflictividad laboral en Asturias y el País Vasco, aderezadas por un renacimiento de las huelgas a los transportes públicos en Barcelona y Madrid. Aunque en el caso barcelonés el paro ciudadano revistió menor gravedad y extensión en comparación a los sucesos de 1951, en Madrid se llegó a despertar gran inquietud entre las autoridades franquistas en general y las jerarquías sindicales en particular. A resultas de todo ello, el 9 de febrero de 1957 se publicaba en la Tercera Página del

351 Ibíd., p.165

Diario Pueblo –la tradicional sección de opinión del diario, que iría cambiando de nombre a partir de la segunda mitad de los años 60- un artículo titulado “A ti, trabajador”, firmado por Emilio Romero en persona.

Años antes de la popularización de sus gallitos352, iniciados con regularidad a partir de octubre de 1961 y que significarían un aporte fundamental a su fama en el ámbito periodístico. Aún así, en sus primeros tiempos como director consolidado de Pueblo, era bien raro que Romero se asomara abiertamente a la opinión pública con un artículo de opinión firmado por él.

Evidentemente, buena parte de los pequeños editoriales que llenaban la Tercera Página estaban escritos por Romero o inspirados por él a la pléyade de editorialistas que ya desde 1956 estaban siendo incorporados de forma masiva desde las filas de la nueva generación de falangistas socializados políticamente en el SEU.353 Se llegó a un momento durante los años 60 en que Romero no necesitó poner su firma al pie de sus gallitos, pues la mera ilustración aviar y su estilo periodístico automatizaban el reconocimiento cuando los enfrentamientos internos en el seno del Régimen se agudizaban.

Pero antes de que los mencionados gallitos menudeasen en las portadas de Pueblo, el Director participaba sin disfraces en la Tercera Página de forma muy ocasional y puntual, especialmente a comienzos de 1957. Era necesaria, pues, una razón de extraordinario peso para que el Director se reservara la totalidad de la sección de opinión, como el caso que nos ocupa, para llenarla con sus reflexiones y su adornada prosa. Ese 9 de febrero dicha razón fue el boicot que los usuarios de tranvía llevaron a cabo en Madrid. Tras mantener Pueblo un significativo y pertinaz silencio en relación a las huelgas de la primavera anterior en el País Vasco, Cataluña y Asturias, así como sobre los nuevos conflictos acaecidos a comienzos de año, la aparición de este artículo significaba una apelación directa a las masas

352 Por gallitos se conocían popularmente los cortos artículos de opinión escritos por Romero, insertos en la portada del diario e ilustrados por la efigie de un gallo.

353 Como Gabriel Elorriaga, Juan José Bellod y Luís Ponce de León. Elorriaga y Bellod son incorporados oficialmente al SIPS en febrero de 1958, tras aprobar el Secretario General de la OSE José Mª Martínez Sánchez-Arjona una lista de colaboradores elaborada por Romero. “La misión de estos colaboradores sería en general la de redactar editoriales, informes, estudios, anteproyectos de discursos de personalidades sindicales, etc.”, en AGA, Sindicatos, Carta de Emilio Romero al Secretario General de la OSE de 8/2/1958, c.18.675. De hecho, tanto Bellod

353 Como Gabriel Elorriaga, Juan José Bellod y Luís Ponce de León. Elorriaga y Bellod son incorporados oficialmente al SIPS en febrero de 1958, tras aprobar el Secretario General de la OSE José Mª Martínez Sánchez-Arjona una lista de colaboradores elaborada por Romero. “La misión de estos colaboradores sería en general la de redactar editoriales, informes, estudios, anteproyectos de discursos de personalidades sindicales, etc.”, en AGA, Sindicatos, Carta de Emilio Romero al Secretario General de la OSE de 8/2/1958, c.18.675. De hecho, tanto Bellod

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