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Academic year: 2022

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L

’itinérance des cours

(Fin XIeI s. milieu XVe s.) : un « modèle » ibérique ?

-Colloque de Bordeaux, 17-18 novembre 2008-11-10 AMERIBER-ERPI-

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1230]...5 Garcia, Charles (U. Poitiers), Itinérance de la cour et géographie du sacré sous Alphonse VI et Urraque Ire...6 Chao Castro, David (U. de Santiago de Compostela), Les nécropoles royales d’Alphonse X à Henri IV, approches historiques et artistiques...7 Español Bertran, Francesca (U. Barcelona), Chapelles palatines des rois d’Aragon, les repères de la sacralité...8 Araguas, Philippe (U. de Bordeaux 3), Châteaux Palais et jardins des rois d'Aragon réflexions sur les « itinérances de Pierre IV le Cérémonieux ;...10 Ponsich, Claire (U. de Pau), Des dames sur les routes: le cas des reines d'Aragon à la fin du XIVe s...11 Beauchamp, Alexandra (U. de Limoges), Gouverner en chemin, le cas de la Couronne d’Aragon au XIVe s...13 Coussemacker, Sophie (U. de Bordeaux 3), Nourrir et loger la cour au temps de Sanche IV. 14 Barraqué, Jean-Pierre (U. Pays et Pays de l’Adour), Saragosse et la cour du roi d’Aragon (XIVe- XVe s.)...15 Narbona Cárceles, María (U. de Saragosse), Les séjours de Charles III le Noble à Paris, 1378- 1411...16 Rábade, María del Pilar (U. Complutense), Escenario para una corte real: Madrid en tiempos de Enrique IV...17 Costa Gomes, Rita (Towson U.), Les déplacements de la cour portugaise, perspectives comparatistes...18 García Arancón, Raquel (U. de Navarra), L’itinérance de la cour de Navarre et les étrangers.

...19 Carrasco Manchado, Ana Isabel (U. Complutense), Déplacements et tentations de la stabilité: la cour des Trastamare...21 Fournès, Ghislaine U. Bordeaux 3), L’itinérance d’Henri IV de Castille dans la Chronique de Miguel Lucas de Iranzo (1458-1471)...22 Del Val Valdivielso, Isabel (U. de Valladolid), Vers la fin de l’itinérance ? Les rois catholiques.

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Maribel Fierro (Centro de Ciencias Humanas y Sociales, CSIC – Madrid) Los almohades y el poder itinerante

En un artículo que se ha convertido en clásico, Jocelyne Dakhlia1 analizaba la movilidad del sultán en el Occidente islámico como un elemento clave dentro del sistema político magrebí. Su significado más obvio remite al carácter poco centralizado del estado y al escaso desarrollo de la trama administrativa, lo cual obligaba a gobernar mediante desplazamientos de control hechos de manera regular, con objetivos predominantemente fiscales y/o punitivos. Esos desplazamientos, más que una demostración de fuerza, deben ser vistos como un espectáculo dentro de un sistema que exige que el estado se mueva y se deje ver. El soberano debe encontrarse presente en su reino de manera real y física, como si tuviese el don de la ubicuidad y como si la verdadera capital fuese su ‘campamento volante’ (mehalla). La institución de la mehalla engendra una paradoja, ya que los dos centros de poder (el estático y el móvil) deben coincidir, escenificando la armonía y la unidad absoluta del reino. El cortejo que se desplaza se ordena en torno del sultán, que no va nunca en cabeza, sino en el centro. El campamento reproduce un reino ideal cuyo centro es la tienda del sultán. A su alrededor se colocan las tiendas más pequeñas del harén y el conjunto queda diferenciado del resto por quedar integrado dentro de un recinto circular (afrag). El resto del campamento se organiza en círculos concéntricos, en cuyas zonas más alejadas del centro se instalan las tribus leales al gobernante. Las tropas regulares son acantonadas en otro espacio distinto de dimensiones más pequeñas. Entre los dos recintos se sitúa el mercado. El objetivo simbólico es mostrar que el reino tiene un centro y que ese centro se encuentra allí donde esté el soberano.

La mehalla, además de un espectáculo, es una celebración. A su paso, el soberano fertiliza el país, renovando el contrato que vincula al soberano con sus súbditos, y también los lazos con el ejército, con su corte y con su propia familia. La mehalla, además, marca las fronteras del reino, delineando un contorno dentro del cual quedan todos aquellos a los que el soberano debe proteger. En su transcurso se imparte justicia públicamente, a menudo contra los propios servidores del estado que no cumplen bien con sus funciones. Nos hallamos ante una concepción del estado en la que el sultán se asemeja a los reyes héroes o los reyes santos que deben arriesgar su vida por su reino, en oposición al modelo político según el cual el soberano permanece en su palacio sin poner su vida en peligro por el bien común y del estado. El poder sedentario es el final y la recompensa de las

1 “Dans la mouvance du prince: la symbolique du pouvoir itinérant au Maghreb », Annales ESC 3 (mayo-junio 1988), pp. 735-60.

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poder es el que se mueve.

En su estudio, Jocelyne Dakhlia se basaba en documentación del siglo XIII en adelante, siendo la dinastía más antigua a la que presta atención la de los hafsíes de Túnez. Manuela Marín fue la primera en señalar que la tradición del poder “ambulante” en el Occidente islámico se inaugura en época almohade.2 Es dentro de este contexto donde hay que entender esa extraordinaria movilización de hombres y recursos que tanto ha llamado la atención en las campañas y desplazamientos del califa, con su gran tienda roja elevada en el campamento almohade a imitación de la del Profeta. La movilidad del califa almohade puede parecer paradójica, ya que generalmente asociamos el califato almohade con un programa de centralización administrativa unido a la creación de unas elites propias (los talaba y los huffaz) que habrían sido enviadas a todos los lugares del imperio para imponer la política emanada desde el centro. Mi conferencia analizará estos dos procesos aparentemente contradictorios (movilidad y centralización), insistiendo sobre todo en la caracterización del califa almohade como la ‘Presencia’ (al-hadar). Este término, de la misma raíz que la palabra ‘capital’, evoca el hecho de que el centro del califato se encuentra allí donde él se halla.

2 Manuela Marín, “El califa almohade, una presencia activa y benéfica”, P. Cressier, M. Fierro y L. Molina (eds.), Los almohades: problemas y perspectivas, Madrid: CSIC / Casa de Velázquez, 2005.

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Gregoria Cavero Domínguez (U. de León) Alfonso IX de León y el iter de su corte [1188-1230]

Alfonso IX de León, como dice Julio González, fue uno de los monarcas menos sedentarios de la España medieval; ello se debió a su belicosa política, a los muchos conflictos con los vecinos cristianos y a su decidida actividad repobladora en la extremadura leonesa.

El escenario de sus palacios se extiende por Galicia y Asturias, Zamora, León o Salamanca, pero, sin duda, la mayor parte de su gestión se realizó durante sus continuos viajes. El seguimiento de su iter revela que Alfonso IX despachaba durante sus desplazamientos, en sus breves descansos y paradas.

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Charles Garcia (U. Poitiers)

Itinérance de la cour et géographie du sacré sous Alphonse VI et Urraque Ire

L’itinérance des monarques hispaniques au Moyen Âge est un fait connu depuis longtemps.

Pourtant, s’il est vrai que les rois péninsulaires bougeaient autant que les frontières de leurs royaumes, qu’ils ne cessèrent d’agrandir, force est de constater que la plupart de ces princes furent singulièrement attachés à tel ou tel territoire, ville ou monastère, et cela souvent en dehors de toute considération militaire ou économique. Qui plus est, et alors que la cour des rois de León et de Castille se déplaçait au gré des préoccupations politiques du moment, une ville, celle de León en l’occurrence, afficha pendant longtemps avec fierté son titre d’ « urbs regia », comme un reliquat de son glorieux passé et comme une volonté de rappeler les lointaines origines asturiennes de la monarchie, et une époque où celle-ci avait effectivement disposé d’une capitale. Aussi est-ce en partant de la dialectique articulée au besoin de fixité et de la constante déambulation du souverain (Wanderkönig) —sans doute très éprouvante à maints égards— que nous allons porter notre attention sur l’étude des exemples de quête de stabilité que nous fournissent deux monarques léono- castillans du début du XIIe siècle : Alphonse VI et sa fille Urraque.

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David Chao Castro (U. de Santiago de Compostela)

Les nécropoles royales d’Alphonse X à Henri IV, approches historiques et artistiques

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Francesca Español Bertran (U. Barcelona)

Chapelles palatines des rois d’Aragon, les repères de la sacralité

El funcionamiento de los oratorios localizados en las residencias áulicas de la antigua Corona de Aragón durante el gobierno de Pedro el Ceremonioso y de sus dos hijos, Juan I y Martín el Humano, nos es conocido por las Ordenaciones de la casa y corte promulgadas por el primero.

Aunque la documentación de cancilleria proporciona otros datos relativos a la dotación de estas capillas, a la renovación y obra de sus fábricas o de su mobiliario liturgico y al enriquecimiento progresivo del tesoro de reliquias que se vincula a ellas, el ordo deviene un instrumento fundamental para conocer las particularidades del calendario litúrgico privativo y las implicaciones que las grandes festividades, entre otras las asociadas a la advocación titular (las capillas del rey en la Corona de Aragón se consagran a la Virgen, y a diversos santos) , tienen en la trasformación del espacio interior por medio de un mobiliario que en sus elementos más suntuosos se concibió itinerante, para servir a cada uno de estos espacios.

De los oratorios documentados, han desaparecido los que hubo en los palacios de Tarragona o Valencia, entre otros, pero se conservan, o tenemos información gràfica para recrear su tipología, en Barcelona, Lleida, Zaragoza, Huesca, Perpiñán y Mallorca. En muchos de ellos es posible restituir los elementos que configuraban su escenario cultual cotidiano y evocar, a su vez, la apariencia que este adquiría en las grandes solemnidades, cuando al mobiliario precedente se incorporaba otro de gran suntuosidad en lo relativo a materiales y factura. Además, lo más sobresaliente de él era su carácter versatil en lo concerniente a su montaje y disposición. La documentación es elocuente, por ejemplo, cuando detalla las características del retablo de plata auspiciado por Pedro el Ceremonioso y confeccionado por el artífice Pere Berneç. Asimismo, al describir y enumerar los vasos e indumentos que componen el ajuar litúrgico, de lo que se infiere la adaptación de colores y acabados al calendario festivo. También informa pormenorizadamente de la composición del tesoro de reliquias y de los rutilantes envoltorios parlantes que los ostentan, un nuevo elemento figurativo en la cambiante escenografia del altar.

En nuestra intervención, al hilo de las disposiciones contenidas en las Ordenaciones de la casa y corte, trataremos sobre el culto cotidiano y festivo en las capillas del rey y sobre los elementos de arte mueble (desde los retablos pintados a los objetos de orfebrería, pasando por los dispositivos destinados al culto a las reliquias) que acotaron y subrayaron el espacio cultual en todas ellas.

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Philippe Araguas (U. de Bordeaux 3)

Châteaux, palais et jardins des rois d'Aragon réflexions sur les « itinérances de Pierre IV le Cérémonieux

J'avais dressé, en 2001 un tableau synoptique des palais du roi Pierre IV d'Aragon en insistant sur l'investissement personnel du roi dans les chantiers mis en œuvre pour aménager les résidences royales. A l'heure de reprendre cette réflexion il m'est apparu que parmi ces résidences ne figuraient que des palais urbains et pas de châteaux aux champs. En cela, les rois d'Aragon du XIVème siècle se distinguent assez clairement des princes des régions plus septentrionales et même, je crois, de leurs cousins castillans, affichant cette dépréciation du château que j'avais noté en 1985 dans la Catalogne du milieu du XIVème siècle. Une lecture attentive de l'étonnante chronique autographe de Pierre IV confirme cette impression et nous montre un roi qui, entre les séjours dans ses palais passe la nuit chez des prélats accueillants, sous la tente ou à l'auberge. Au-delà de ces observations qui répondent à la question posée par le colloque, certains indices livrés par la chronique et quelques lettres du sceau secret laissent entrevoir un goût certain du roi pour la nature et les paysages. C'est peut être dans cette volonté d'établir ses « campagnes » à la ville que réside la propension de Pierre le Cérémonieux, mais aussi de ses prédécesseurs et de ses successeurs à ouvrir largement leurs palais sur de vastes et riches jardins par l'introduction de véritables et très précoces« loggias ».

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Claire Ponsich (U. de Pau)

Des dames sur les routes: le cas des reines d'Aragon à la fin du XIVe s.

Deux reines, une belle-mère et sa belle-fille, se succèdent sur le trône d’Aragon à la fin du XIVe siècle. Leur itinéraire réginal respectif répond il à des habitudes et symboliques politiques comparables ? Que retenir des déplacements familiaux et administratifs de la première, dans la mouvance de son mari, la reine Sibil.la de Fortià, quatrième épouse inculte de Pierre IV le Cérémonieux ? À la fin de son règne, elle abandonne dans son palais le roi agonisant et fuit avec ses serviteurs, avant d’être arrêtée sur ordre de son beau-fils. La seconde, la Valois Yolande de Bar, perpétuellement sur les routes, pratique un co-gouvernement itinérant avec le roi son époux. Ses nombreux trajets bien documentés de 1380 à 1430 – faits datés, lieux identifiables – révèlent les mouvements de sa cour, la multiplicité de ses palais, chancelleries, conseils et hôtels, affirmant la fonction sociale du voyage réginal et l’exercice effectif de son pouvoir toujours en représentation.

Tirée de son importante correspondance quasi inédite des registres de sa chancellerie, la déambulation de la dynamique Yolande complète les itinerari édités de son époux et de son beau frère. Venue du duché de Bar, passée par Paris et Avignon, elle épouse à Perpignan en 1380 le primogenit de Pierre IV, le futur Joan I d’Aragon. Lecteur des Voyages de Mandeville que lui envoie la mère de Yolande, Joan est malade à sa montée sur le trône en janvier 1387 : consciente que contrôler et gouverner c’est alors prendre la route, Yolande, lieutenante de son époux, quitte Barcelone pour assister à Granollers au Conseil qui décide de la politique de la Couronne. Son règne rimant avec voyages, elle donne son avis par courrier, délibère en chemin et réserve aux haltes certaines décisions. En 1393, elle va dans le royaume de Valence rassembler à Port-Fangos la flotte royale qui doit embarquer pour la Sardaigne. Être sur la route est pour la reine un moyen de bien gouverner : concrétiser ses objectifs diplomatiques, passer à l’action, tisser inlassablement son système de réseaux verticaux et horizontaux et d’abord communiquer. Malgré neuf grossesses dont deux fausses couches, elle assume l’itinérance physique comme socle à son autorité dans ses comtés et royaumes. Le voyage est un moteur de circulation de sa parole, de ses idées et de celles de ses conseillers. C’est aussi prendre de gros risques : d’une terre à l’autre de la Couronne, même enceinte et en toutes saisons, elle parcourt routes, chemins, mer ou fleuves. Elle accoste l’hiver 1395 à Collioure pour éviter l’épidémie de peste barcelonaise.

Le cérémonial de ses entrées dans les villes parachève ses voyages. À Saragosse, en mai 1388, elle le fait sous le palio avec son époux. Il veille dans des chevauchées de Gérone à Perpignan à la

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retour de Majorque, la cérémonie d’entrée royale à Barcelone tient compte en novembre 1395 de la grossesse de la reine transportée au palais sur une mule après une marche de la plage de débarquement jusqu’à la cathédrale. Elle se rend en pèlerinage à pied au monastère de Montserrat, parfois déchaussée. Elle soigne la logistique de ses déplacements par mandements à l’atzembler et fait organiser ses nombreux palais d’été ou d’hiver, transporter un coffre de livres ou sa garde- robe, par avance. Ses dames d’honneur, conseillers et officiers la suivent : Carroça de Vilaragut depuis Valence; Bernat Metge, un de ses secrétaires l’accompagne partout. L’attendent ou rejoignent le vicomte Ramon II de Perellós revenu de Chypre, France, Avignon, Angleterre, ou son frère Pons de Perellós allé en Béarn ou Bourgogne. Elle prévient son époux des aléas climatiques ou dangers retardant son cheminement, déverse sa colère contre l’aubergiste qui n’assure pas l’accueil attendu ou menace de sanction la non livraison des vêtements de sa suite.

Le voyage violantien en famille, avec ses intimes, sa cour, son hôtel a donc ses règles. Il n’est pas exempt d’émotions. Reine veuve, elle poursuit son va et vient. Son dernier long périple, pour retrouver sa fille Yolande d’Aragon en Provence, est un projet qui l’occupe de 1419 à 1420 : distance spatiale, aveu de l’absence, du manque deviennent un leitmotiv de courriers relatifs à ce voyage et relèvent de l’intime de son « moi » voyageur. Retournée en Catalogne au printemps 1421, elle cesse son incessante circulation, résidant définitivement à Barcelone jusqu’à sa mort en 1431.

L’ultime itinéraire du transport des restes de son corps au Panthéon royal de Poblet n’a lieu qu’au milieu du XVe siècle.

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Alexandra Beauchamp (U. de Limoges)

Gouverner en chemin, le cas de la Couronne d’Aragon au XIVe s.

Leurs riches archives en témoignent : les rois d’Aragon du XIVe siècle sont à la tête d’un gouvernement paperassier. De l’enregistrement minutieux des dépenses quotidiennes de l’hôtel à la vérification sur pièce des comptes des officiers et commissaires royaux, de la copie, pour mémoire, des actes émis au nom du roi par la chancellerie à l’examen de registres anciens pour réitérer un mandat royal, l’écrit est au cœur des procédures et des pratiques administratives et politiques catalano-aragonaises. Or, loin d’être sédentaires et rivés à un seul palais ou à une seule capitale, les rois d’Aragon et leurs « équipiers » ne cessent de circuler à travers les différents territoires de la Couronne. A partir d’exemples de déplacements péninsulaires du roi Pierre IV d’Aragon au cours de son long règne (1336-1387), cette communication étudie l’organisation technique et administrative mise en place pour permettre à ce gouvernement « papyrophage » de s’inscrire dans la continuité. On s’interroge sur le long terme, sur l’identité et le rôle des officiers qui prennent la route avec le roi. On examine les discordances entre les itinéraires et rythmes de circulation de la suite royale et des équipes administratives. On envisage le lien entre constitution d’archives, de plus en plus sédentaires et centralisées, et circulation des officiers qui les produisent ou les utilisent à posteriori. A travers ces différentes analyses, on considère la place respective des grandes capitales (Barcelone, Perpignan, Saragosse, Valence) dans la géographie politique et administrative de la Couronne d’Aragon. Il s’agit donc aussi, en toile de fond, de comprendre le sens politique et les enjeux de ce gouvernement itinérant.

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Sophie Coussemacker (U. de Bordeaux 3) Nourrir et loger la cour au temps de Sanche IV

Entre décembre 1292 et novembre 1294, après avoir quitté l’Andalousie la cour de Sanche IV se déplace régulièrement dans tout le nord de la péninsule ibérique. Elle s’arrête parfois pour de plus ou moins longs séjours (à Burgos, Logroño, ou Toro), qui peuvent durer jusqu’à un mois (janvier 1294 à Palencia), deux mois (juillet et août 1294 à Burgos) et même jusqu’à cinq mois (de février à juin 1294 à Valladolid). Ces longues pauses dans l’itinérance de la cour sont motivés autant pour des raisons politiques que par l’état de santé du roi, déclinant, mais aussi par l’apparition d’une région capitale, plus que d’une ville capitale à proprement parler. Qu’il s’agisse de séjours brefs ou de résidence longue, les modalités pratiques de l’hébergement, et le mobilier nécessaire à la vie quotidienne, sont administrés par les reposteros, tandis que l’approvisionnement en victuailles des hommes de la cour et des serviteurs est aux mains du majordome et de ses hommes. Il passe essentiellement par le conducho, un système classique de réquisition contre promesse de paiement à terme, complétant le yantar, le droit de gîte traditionnel, souvent affermé, très réglementé et encadré à la fois par le fuero real et par la vigilance des corps constitués aux Cortes, qui interdisent tout excès et dérapage. La gestion du conducho donne lieu à un enregistrement comptable par le majordome Johan Bernalt, qui constitue non seulement des listes des dépenses quotidiennes de la cour, mais aussi des listes de produits (moutons, barriques de vin essentiellement) qui ont été fournis, par qui et à quel prix. En croisant ces données avec les listes nominatives des officiers et serviteurs gagés par le majordome, on parvient à une estimation assez cohérente du nombre de membres de la cour, nourris quotidiennement par le roi. Cependant, les techniques comptables rudimentaires, et surtout le très mauvais état de conservation et de transmission de ces comptes, posent de très nombreux problèmes d’interprétation.

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Jean-Pierre Barraqué (U. Pays et Pays de l’Adour)

Saragosse et la cour du roi d’Aragon (XIVe-XVe s.)

Saragosse est la capitale de l’Aragon, elle le dit et l’affirme dans tous ses textes et ses proclamations. En outre, la ville est le centre politique du royaume, dans les périodes difficiles comme celle de la Unión, ou dans des période plus calmes, comme en 1438 et 1447. Cependant la politique expansionniste de la couronne, en particulier, dans la péninsule italienne puis en Castille, a pour conséquence l’absence presque permanente du roi de sa capitale aragonaise. Par ailleurs, La structure politique des la couronne accentue cela, car le roi n’a pas qu’une capitale à visiter et tous les grands moments politiques sont multipliés par trois et répétés à Barcelone, Valence et Saragosse.

Ces deux particularités posent de façon particulière la question des rapports entre le roi, la cour et la ville et font que la visite du roi et la venue de la cour restent des événements au sens plein du terme.

La ville organise d’abord certaines cérémonies politiques au premier rang desquelles les entrées qui mettent toute la ville en scène en multipliant les manifestations d’attachement et de fidélité. Elle met à la disposition de l cour toutes ses capacités d’accueil, palais royal de l’Aljaferia, pour la famille royale, grandes demeures des nobles dont le type mudéjar de définit au XVe siècle,, auberges et autres logements privés, sans compter les grands bâtiments religieux ou politiques nécessaires pour les assemblées.

La venue de la cour impose en outre des mesures d’ordre public, surveillance des cortèges, surveillances des nobles pour éviter les querelles si fréquentes et dans le domaine économique surveillance des prix et de l’approvisionnement.

Ainsi, d’une manière logique, la ville qui souhaite ardemment recevoir le roi, et donc sa cour, fête spectaculairement son arrivée, mais fait tout pour limiter les effets de sa présence sur la vie quotidienne et économique des habitants.

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María Narbona Cárceles (U. de Saragosse) Les séjours de Charles III le Noble à Paris, 1378-1411

El desarrollo y progresiva sofisticación de las manifestaciones cortesanas a lo largo de los siglos XIV y XV dificultó enormemente la itinerancia de los séquitos reales que, no obstante, siguieron desplazándose junto con su señor, estableciendo verdaderas cortes, -tanto en el sentido doméstico como institucional del término-, allá donde iban.

Y la tarea se complicaba cuando un gran señor se instalaba en una gran ciudad. En torno a 1400, la llegada de un séquito real a una de las grandes capitales europeas suponía un despliegue de medios, unas labores logísticas verdaderamente elaboradas y pensadas. Generalmente, el acompañamiento de un soberano rondaba las 500 personas, sin contar el personal de servicio para las tareas más humildes que solía ser contratado in situ. Y, no sólo había que alojar, alimentar, vestir y atender las necesidades de personas de diferente rango y condición sino que también era necesario encontrar cobijo y alimento para los animales y espacios adecuados para disponer los utensilios, el guardarropa y demás enseres del señor y de sus acompañantes. Todo ello, dentro de los recintos amurallados de estas grandes capitales que acotaban el espacio, encerrando entre sus muros a cientos de miles de personas y bestias.

En este sentido, el análisis de las cuatro estancias que Carlos III, rey de Navarra (1387-1425) y duque de Nemours, de la dinastía Évreux, realizó entre 1379 y 1411 en París, a partir de las cuentas de dichas estancias conservadas en los Archivos de Navarra y Francia, pueden ofrecer datos interesantes para el estudio del establecimiento de las cortes en las ciudades. La posición del reino de Navarra, en la encrucijada entre los reinos de Francia, Aragón y Castilla puede ofrecer datos intermedios entre los modelos de corte ibéricos y el francés.

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María del Pilar Rábade (U. Complutense)

Escenario para una corte real: Madrid en tiempos de Enrique IV

En el siglo XV en la Corona de Castilla la corte real seguía teniendo un carácter itinerante. Sin embargo, se trataba de una itinerancia atemperada por la frecuencia con la que dicha corte real se vinculaba con algunas ciudades y villas, que se convertían, así, en su escenario preferente. Durante el reinado de Enrique IV, Madrid fue uno de esos escenarios preferentes de la corte real.

En efecto, Enrique IV pasó bastantes momentos de su reinado en Madrid, que contaba con toda una serie de alicientes, entre los que se pueden destacar su estratégica ubicación geográfica, su potente alcázar, así como también la proximidad con el cazadero de El Pardo, que tantas veces fue escenario de la actividad cinegética del monarca.

Madrid fue un escenario polifacético para la corte de Enrique IV, a la que albergó tanto en momentos de calma y sosiego, como en otros convulsos y difíciles. Así, Madrid pudo ser testigo de la magnificencia de las fiestas cortesanas, pero también de la sordidez de las conspiraciones políticas en torno a un soberano acosado por poderosos enemigos. Asimismo, fue testigo de algunos de los acontecimientos más destacados de la vida del monarca: su boda con Juana de Portugal, el nacimiento de su hija Juana, e incluso su muerte, tras unas jornadas de caza en el monte de El Pardo.

Todas estas cuestiones se van a estudiar fundamentalmente (aunque no exclusivamente) a través de la información que nos ofrece la crónica del reinado redactada por Diego Enríquez del Castillo. En la citada crónica, Madrid se convierte casi en un personaje más de la misma, haciéndose evidente la predilección que por ella sintió el soberano, también la frecuencia con la que la corte se instaló en ella, así como la interacción que se produjo entre la villa y la vida cortesana que en ella se desarrollaba.

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Rita Costa Gomes (Towson U.)

Les déplacements de la cour portugaise, perspectives comparatistes

En ayant recours aux itinéraires déjà publiés des souverains portugais de la période finale du Moyen Âge, et à l’étude concomitante des résidences ou “lieux de pouvoir” royaux, on propose quelques conclusions sur l’itinérance royale au Portugal qui peuvent être utiles dans la perspective d’une comparaison entre les différentes pratiques ibériques. Cette comparaison est ébauchée dans cet essai, sous la forme de deux axiomes et de quatre hypothèses concernant les itinéraires royaux entre 1300 et 1500.

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Raquel García Arancón (U. de Navarra) L’itinérance de la cour de Navarre et les étrangers

La reconstrucción y análisis de los itinerarios reales en la Edad Media, permite conocer la trayectoria política y las inquietudes personales de los monarcas, y además proporciona información muy valiosa sobre los cuadros de gobierno, la composición y funcionamiento del séquito regio y las relaciones del soberano con los distintos estamentos. En Navarra, reino peninsular de reducida extensión pero vigorosa personalidad jurídico-administrativa, los trayectos regios han sido objeto de estudios puntuales en las últimas décadas del siglo XX y de una excelente síntesis, debida a D.

Ángel Martín Duque, publicada en las Actas de la Semana de Estudios Medievales de Estella de 1991.

Este trabajo puso de relieve que se podían trazar dos grandes etapas en los desplazamientos. En la primera (905–1234), los reyes autóctonos se comportan como monarcas guerreros de un reino en expansión territorial, al compás de la Reconquista. En la segunda fase, con las dinastías francesas (1234-1512), prevalece la compleja dialéctica entre la monarquía foránea y autoritaria y las elites navarras, con un progresivo desarrollo de la administración y del entorno cortesano, minuciosamente conocido a través de los Registros de Comptos, conservados desde 1266.

Los siete reyes de la dinastía Jimena (905-1076) se habían movido sin cesar, rodeados de una clientela militar de barones, en las tierras recientemente reconquistadas (Nájera con Sancho I) o comprometidas dinásticamente (Ribagorza-León con Sancho III). Pamplona era la capital simbólica del reino, que contaba también con abadías predilectas de la Corona, como Leire en el siglo X y Nájera en el XI. El séquito del rey estaba formado por oficiales del palacio y magnates que administraban en su nombre los distritos o tenencias. Los reyes de Aragón y Pamplona (1076-1134) se afanaron en la reconquista del valle del Ebro y prefirieron residir en el espacio altoaragonés, en núcleos urbanos como Pedro I, o en espacios abiertos a las cabalgadas contra el Islam, como en el caso de Alfonso I. Correlativamente, perdió importancia el entorno regio, con menos cargos pero más especializados. La nueva dinastía navarra (1134-1234) se desenvuelve en un territorio contraído, con clara preferencia por los núcleos urbanos de población franca, cuyo peso específico crece a medida que se definen el nuevo marco geográfico del reino y los consiguientes vínculos entre el soberano y sus súbditos.

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seguida de la real Capeta (1274-1328) y luego de las condales de Evreux (1328-1441) y Foix-Albret (1441-1512), modifica radicalmente la gestión y por ende la movilidad de sus titulares. Los monarcas “de extraña nación y lenguaje” residen preferentemente en sus estados ultrapirenaicos, y sus actuaciones políticas y sus consecuentes desplazamientos están dictados por sus compromisos dinásticos o sus intereses patrimoniales. Los mecanismos de gobierno se benefician de la eficacia y centralización de los usos administrativos foráneos, de corte europeo, entre los cuales cabe destacar la contabilidad por escrito y, para el séquito regio, la organización minuciosa de un complejo

“hostal”, con numerosos servidores franceses. La necesidad de limitar el autoritarismo de estos monarcas ausentes, conduce, en un intento de preservar el pactismo tradicional navarro, a la definición de leyes y fueros de las minorías dirigentes, y al desarrollo de mecanismos de representación y control, como las Juntas estamentales hasta 1328 y las Cortes, muy activas durante el siglo XIV. En el último cuarto de esta centuria, con el enraizamiento de los Evreux en Navarra, se perfila Olite como la residencia preferida de los reyes. Fracasado el proyecto de Teobaldo II (1264) de crear una sede regia en Tiebas, la céntrica y populosa villa, que contaba desde el siglo XIII con una discreta infraestructura palaciega, se convierte con Carlos III en cabeza de un distrito nuevo, la Merindad de Olite. La realeza despliega aquí un lujoso equipamiento cortesano, con suntuosas construcciones y un costoso aparato humano. Paralelamente, los Evreux sitúan en la catedral de Pamplona, reedificada bajo su mecenazgo, el escenario de la coronación y el panteón regio. Tanto en Olite como en Pamplona, la sedentarización de los reyes tiene ahora claros efectos propagandísticos en la exaltación de la dinastía, cuyos derechos a la corona francesa se mantenían aún vivos cuando Carlos III “el Noble” subió al trono en 1387. La guerra civil (1451-1461) entre el heredero Carlos de Viana y su padre Juan II de Aragón, rompió este apacible marco aúlico y forzó a los contendientes a la itinerancia y al exilio en el caso del Príncipe. Los últimos monarcas privativos de Navarra (1479-1512) viajan entre el reino y sus señoríos franceses, mientras la vieja capital, Pamplona, se perfila como sede de la administración y residencia preferida de la corte. La incorporación de Navarra a la monarquía castellana en 1512 selló definitivamente la centralización en Pamplona de las instituciones propias del reino (Cortes, Diputación, Consejo Real, Cámara de Comptos) y de la representación regia (Virrey-Capitán General).

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Ana Isabel Carrasco Manchado (U. Complutense)

Déplacements et tentations de la stabilité: la cour des Trastamare.

A la vista de los estudios sobre la corte y sobre sus desplazamientos durante el reinado de los Reyes Católicos, puede intentarse una mirada retrospectiva sobre el panorama previo que ofrecen los reinados de los anteriores monarcas trastámara. A pesar de que los estudios sobre la corte en ese período previo no abundan en la misma proporción que para la época de los Reyes Católictos, es posible, a partir de los itinerarios de Enrique IV, Juan II y Enrique III, observar los movimientos de la corte y reconstruir las estancias, medir los tiempos, calibrar la importancia de los lugares recorridos, ponerlos en conexión con el contexto político, distinguir posibles residencias de preferencia, lugares dedicados a la piedad, lugares ligados al conflicto… En suma, partiendo de ese armazón previo, es posible preguntarse por las motivaciones que guiaban los desplazamientos de la corte y si puede encontrarse una política consciente de estabilización de la corte.

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Ghislaine Fournès (U. de Bordeaux 3)

L’itinérance d’Henri IV de Castille dans la Chronique de Miguel Lucas de Iranzo (1458-1471)

La relación de los hechos del muy magnífico e más virtuoso señor, el señor don Miguel Lucas de Iranzo, muy digno condestable de Castilla s’inscrit dans un genre bien particulier, la chronique chevaleresque. La Chronique du Connétable, au-delà du propos apologétique, peut être lue comme un récit circonstancié et détaillé des pratiques itinérantes de la royauté, pratiques partagées par les élites nobiliaires. Un autre intérêt réside dans le point de vue adopté par le narrateur. En effet, si le texte n’occulte en rien les désordres et les conflits qui marquèrent le règne d’Henri IV, notamment les années 1464-74, il en donne une vision plus contrastée et par là même moins négative que celle proposée généralement par les chroniques commanditées a posteriori par les Rois Catholiques dans un souci de propagande. La valeur testimoniale de la Chronique de Miguel de Iranzo va donc au- delà des informations concernant la localisation, la chronologie des déplacements ou encore les conditions matérielles de ces voyages royaux et concerne le champ du politique. Je me propose donc, dans un premier temps, de définir le concept de cour à partir des éléments fournis par les premières pages puis, dans un second temps, d’établir une typologie des déplacements opérés par le monarque durant deux années, 1458 et 1459, tels qu’ils sont narrés dans la Chronique, ceci afin permettre une plus juste évaluation du gouvernement d’Henri IV de Castille.

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Isabel Del Val Valdivielso (U. de Valladolid) Vers la fin de l’itinérance ? Les rois catholiques

Cuando el siglo XV inicia su fin, en Castilla los Reyes Católicos protagonizan una política que tiende a fortalecer el poder regio, para lo que era preciso afirmar la presencia de los reyes y su poder en el extenso territorio de sus reinos (desde Galicia a Murcia, y desde la costa cantábrica a Andalucía); también era necesario perfeccionar el aparato administrativo de gobierno. Estas exigencias marcan el reinado de Isabel y Fernando, pero también hay que tomar en consideración otras circunstancias. La primera es la guerra civil a través de la que Isabel inicia su reinado en Castilla. A ello hay que añadir la guerra de Granada. Y también algunos problemas internos que reclaman la presencia de los monarcas en ciertos territorios. Todo esto lleva a los reyes a desplazarse por el territorio de los reinos de Castilla y León, lo que obliga a viajar a la corte. Desde este punto de vista no puede hablarse de fin de la itinerancia en esta época, aunque sí se observa una cierta tendencia a la instalación definitiva de algunos organismos en alguna ciudad; y también, de la conducta de la reina, parece desprenderse el deseo de establecer su residencia en algunos lugares precisos. De esta forma, a medida que avanza el reinado, y a la vez que va transformándose el ritmo de vida de la corte, algunas ciudades y villas se ven favorecidas por la presencia regia; aunque tambien parece que el prestigio e ímpetu de algunos nucleos urbanos (como Sevilla o Medina del Campo) contribuyen a respaldar y cimentar el prestigio y poder de unos monarcas, que se aposentan en ellas en repetidas ocasiones.

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