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C O S E C H A S Y S I E M B R A S Reflexiones y testimonios sobre un pasado de matem´atico por Alexandre GROTHENDIECK Cuarta Parte: E L E N T I E R R O (III) o las Cuatro Operaciones

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(1)

C O S E C H A S Y S I E M B R A S

Reflexiones y testimonios sobre un pasado de matem´ atico

por

Alexandre GROTHENDIECK

Cuarta Parte:

E L E N T I E R R O (III) o las Cuatro Operaciones

Universit´ e des Sciences et Techniques du Languedoc, Montpellier

y Centre National de la Recherche Scientifique

(2)

A Zoghman Mebkhout el obrero solitario

en testimonio de respeto y de afecto

(3)

C O S E C H A S Y S I E M B R A S (IV) E L E N T I E R R O (3)

o

Las Cuatro Operaciones

XII La Ceremonia F´ unebre (continuaci´ on) 3. Los ´ ultimos deberes (o la visita)

(1) El deber cumplido – o el momento de la verdad 163

(2) Los puntos sobre las ´ıes 164

4. La danza macabra

(1) R´ equiem por un vago esqueleto 165

(2) La profesi´ on de fe – o lo verdadero en lo falso 166

(3) La melod´ıa en la tumba – o la suficiencia 167

5. LAS CUATRO OPERACIONES (sobre unos despojos)

(0) El detective – o la vida de color rosa 167

Las cuatro operaciones – o “puesta en orden” de una investigaci´ on 167

′′

(1) El Bot´ın

a. El silencio (“Motivos”) a

1

. El contexto “motivos”

168(i)

a

2

. Entierro... 168(ii)

a

3

. ... y exhumaci´ on 168(iii)

a

4

. La pre-exhumaci´ on 168(iv)

b. Las maniobras (“Cohomolog´ıa ´ etal”)

b

1

. El contexto “Conjeturas de Weil” 169(i)

b

2

. Las cuatro maniobras 169(ii)

b

3

. Episodios de una escalada 169(iii)

b

4

. La desverg¨ uenza 169(iv)

b

5

. La figurilla oriental 169(v)

b

6

. La evicci´ on 169

1

b

7

. Los buenos samaritanos 169

2

b

8

. El caballo de Troya 169

3

b

9

. “La” Conjetura 169

4

b

10

. La F´ ormula

(a) Las verdaderas matem´ aticas... 169

5

(b) ... y el sinsentido 169

6

(c) El patrimonio – o marruller´ıas y creaci´ on 169

6

bis (d) Los dobles sentidos – o el arte de estafar 169

7

(e) Los prestidigitadores – o la f´ ormula desaparecida 169

8

(f) Las felicitaciones – o el nuevo estilo 169

9

(2) El reparto (“Dualidad – Cristales”)

a. La parte del ´ ultimo – o las orejas sordas 170(i)

b. Gloria a gog´ o – o la ambig¨ uedad 170(ii)

c. Las joyas 170(iii)

(3) LA APOTEOSIS (“Coeficientes de De Rham y D -m´ odulos”)

a. El ancestro 171(i)

b. La obra... 171(ii)

c. ... y la ma˜ ner´ıa 171(iii)

d. El d´ıa de gloria 171(iv)

a

1

. Los detalles in´ utiles 171(v)

(a) Paquetes de mil p´ aginas...

(b) M´ aquinas de no hacer nada...

(c) Cosas que no se parecen a nada... – o el agostamiento

a

2

. Las cuestiones rid´ıculas 171(vi)

a

3

. Libertad... 171(vii)

(4)

a

4

. ... y traba 171(viii) b

1

. Las cinco fotos (cristales y D -m´ odulos) 171(ix)

(a) El ´ album “coeficientes de De Rham”

(b) La f´ ormula del buen Dios (c) La quinta foto (“profesional”)

(d) Cristales y cocristales - ¿plenamente fieles?

(e) La ubicuidad del buen Dios

b

2

. Tres jirones – o la inocencia 171(x)

b

3

. El papel de maestro – o los sepultureros 171(xi)

b

4

.Las p´ aginas muertas 171(xii)

c

1

. Eclosi´ on de una visi´ on – o el intruso 171

1

c

2

. La mafia 171

2

(a) Sombras en el retrato (de familia)

(b) Primeras dificultades - o los ca´ıdes del lejano Pac´ıfico (c) Los precios para entrar - o un joven con futuro (c

1

) Los fallos de memoria – o la Nueva Historia (d) El Ensayo General (antes de la Apoteosis) (e) Contratos abusivos – o el teatro de marionetas (f) El desfile de los actores – o la mafia

c

3

. Ra´ıces y soledad 171

3

c

4

. Carta blanca para el pillaje – o las Altas Obras 171

4

Ep´ılogo de ultratumba – o el saqueo 171

(4) El umbral 172

(5) El ´ album familiar 173

a. Un difunto bien acompa˜ nado

b. Cabezas nuevas – o las vocalizaciones c. Entre todos ´ el – o el consentimiento d. El Entierro – o la inclinaci´ on natural e. El ´ ultimo minuto – o fin de un tab´ u

(6) La escalada (2) 174

(7) Las Pompas F´ unebres – “Im Dienste der Wissenschaft”

1

175 (8) El sexto clavo (en el ata´ ud)

a. La pre-exhumaci´ on 176

1

b. La buena sorpresa 176

2

c. El que sabe esperar 176

3

d. El vals de los padres 176

4

e. Monsieur Verdoux – o el gal´ an 176

5

f. Las tareas humildes 176

6

g. Cinco tesis para una masacre – o la piedad filial 176

7

6. Las obras abandonadas

(1) Lo que queda en suspenso 176

(2) El avaro y el carcamal 177

(3) El recorrido de las obras – o herramientas y visi´ on 178 7. Los frutos de la tarde

(1) El respeto 179

(2) El don 180

(3) El mensajero (2) 181

(4) El para´ıso perdido (2) 182

8. Descubrimiento de un pasado

(1) Primer aliento – o la constataci´ on 183

(2) Segundo aliento – o la investigaci´ on 184

(3) Tercer aliento – o descubrimiento de la violencia 185

(4) La fidelidad – o la matem´ atica en femenino 186

9. De Profundis

(1) Gratitud 187

(2) La amiga 188

1

(N. del T.) “Por el bien de la Ciencia”, en alem´ an en el original.

(5)

(163) (16 de febrero) Hoy hace exactamente un mes que comenc´ e esta imprevista reflexi´ on, desen- cadenada por la lectura de la autobiograf´ıa de C.G. Jung. Pensaba dedicarle unos d´ıas, lo que se tarda en poner sobre el papel las primeras impresiones de la lectura ¡y hoy a´ un no he terminado de repasar esas impresiones! Se han enriquecido y transformado a lo largo de la lectura, en virtud del trabajo desencadenado por ´ esta y por la escritura de mis apuntes. He tenido justo el tiempo de repasar las impresiones suscitadas por los cuatro primeros cap´ıtulos sobre los primeros a˜ nos de Jung – los cap´ıtulos escritos por la mano del mismo Jung. Me dispon´ıa a confrontar esas impresiones con otras, no siempre concordantes a primera vista, suscitadas por cap´ıtulos posteriores. Pero cuando me iba a poner hoy a ello, me he dado cuenta de que esa digresi´ on (que se acerca ya a las cien p´ aginas...) est´ a fuera de lugar en esta otra ”digresi´ on”, ya bastante larga por s´ı misma, que he llamado ”La llave del yin y del yang”.

(Una digresi´ on que me hab´ıa cre´ıdo, hace un mes, que se acercaba a su fin

2

.) Es cierto que mis apuntes sobre Jung se inscriben bien en la dial´ ectica del yin y del yang, y que tambi´ en me han conducido, sin haberlo buscado, a precisar muchas cosas que apenas se hab´ıan rozado anteriormente, tanto sobre mi vida, como sobre la vida en general. Sin embargo eso no me parece suficiente para abrir un par´ entesis de dimensiones prohibitivas dentro de otro par´ entesis, que se sit´ ua ´ el mismo en el ´ ultimo cap´ıtulo, ”La Ceremonia F´ unebre”, de una larga reflexi´ on sobre mi entierro. ¡Ya es hora de retomar esa reflexi´ on y de llevarla a buen puerto!

Al final no voy a incluir esos apuntes en la ”La llave del yin y del yang”, ni en el Entierro, con el que tienen una relaci´ on de lo m´ as tenue.Esos apuntes se pueden considerar como una ilustraci´ on de lo que he intentado expresar, en t´ erminos generales, en las notas (entre otras) ”La superficie y la profundidad”

y ”Elogio de la escritura” (n

o

s 102, 102). Dudo si incluirlos en Cosechas y Siembras, como una cuarta parte, o si hacer un texto aparte en el volumen 2 de la Reflexiones

3

. Es cierto que esa reflexi´ on sobre la vida de Jung, tal y como se ha desarrollado, es parte inseparable de la reflexi´ on que realizo desde hace un a˜ no, y que para m´ı se llama Cosechas y Siembras – y que estoy implicado en ella, igual que lo estoy por todas partes en estas notas. Ser´ıa artificial pues separar de Cosechas y Siembras esa reflexi´ on, por la

´

unica raz´ on de que ha eclosionado sin dar gritos en medio de un Entierro, y que ”se sale” bastante del tema central de ´ este.

Por el momento, voy a aprovechar esta cesura en mi reflexi´ on sobre la autobiograf´ıa de Jung, para volver a mis ovejas, ¡y para llevar al fin a buen fin, si fuera posible, esta Ceremonia F´ unebre!

Es momento de que haga una peque˜ na rese˜ na de la visita de mi amigo Pierre, el pasado mes de octubre. Hablo de su llegada en la nota del 21 de octubre (”El Acto”, n

o

113), porque hab´ıa llegado la v´ıspera, con su hija Nathalie (de dos a˜ nos). Despu´ es de la partida de mis hu´ espedes (en la nota ”El para´ıso perdido” del 25 de octubre, n

o

116) escribo: ”Ya habr´ a tiempo dentro de unos d´ıas de revisar lo que me ha aportado esta visita – una visita con la que ya no contaba...” Esos ”pocos d´ıas ” se han convertido casi en cuatro meses ¡pero heme al fin aqu´ı!

Me hubiera gustado hacer un relato ”en carne viva” de ese encuentro, que representa para m´ı un episodio importante en la aventura que ha sido el descubrimiento del Entierro, de su realidad y de su sentido. Pero esta vez me siento retenido por un af´ an de discreci´ on, al entregar tal cual la totalidad de las m´ ultiples y vivas impresiones que me ha dejado el paso de mi amigo. Es cierto que no he tenido tal duda al hacer entrar en mi reflexi´ on una de esas impresiones (en la nota del 26 de diciembre ”El rechazo (2) – o la metamorfosis”, n

o

153). Pero hacer menci´ on de cierta impresi´ on que se ha tenido de tal amigo

2

(26 de marzo) Al escribir esta l´ınea, a´ un estaba bajo la impresi´ on de que la nota que estaba a punto de iniciar ser´ıa parte de ”La llave del yin y del yang”. S´ olo a lo largo de los siguientes d´ıas comprend´ı que hab´ıa comenzado otra etapa de la reflexi´ on. ”La llave” se termina pues con la nota anterior ”La cadena sin fin – o la trasmisi´ on (3)” (n

o

162”).

3

(26 de marzo) Finalmente esos apuntes formar´ an (no la cuarta, sino) una quinta y ´ ultima parte de Cosechas y Siembras, que sin duda ser´ a parte del volumen 3(no del volumen 2) de las Reflexiones, con otros textos de naturaleza m´ as matem´ atica.

El conjunto de las notas sobre el Entierro que forman la ”tercera r´ afaga” en la escritura de Cosechas y Siembras, que

comenz´ o el 22 de septiembre del a˜ no pasado, conjunto con el que pensaba hacer una tercera parte de Cosechas y Siembras,

ser´ a repartido entre dos partes distintas, bajo los nombres ”La llave del yin y del yang” y ”Las cuatro operaciones”, que

formar´ an respectivamente la tercera y cuarta parte de Cosechas y Siembras.

(6)

en tal momento, y hacer una descripci´ on en vivo del ”momento” preciso en que tal impresi´ on difusa de repente se vuelve manifiesta, irrecusable – eso son dos cosas muy diferentes. La segunda es un poco como hacerle una foto a un amigo en un momento en que no se siente observado, y adem´ as, hacerla circular sin su permiso. Por eso me limitar´ e a dar algunas impresiones que me ha dejado su visita, y me abstendr´ e (como en otras partes de Cosechas y Siembras

4

) ¡de hacer fotos indiscretas!

Primero deber´ıa situar esa visita. Ten´ıa intenci´ on de ir a ver a Pierre a su casa

5

para llevarle Cosechas y Siembras, incluyendo el Entierro. A principios de mayo le escrib´ı, para decirle que me gustar´ıa verle pronto para llevarle un texto, escrito sobre todo para ”mis amigos de anta˜ no y alumnos de anta˜ no en el mundo matem´ atico”, y en el que ”me hab´ıa metido por completo” – ”no creo haber escrito jam´ as un texto tan cuidado como ´ este”. Entonces pensaba acabar la redacci´ on ese mismo mes, y le propon´ıa ir a verle en la primera quincena de junio. Finalmente, a causa de los retrasos en la mecanograf´ıa, sin contar el trabajo para darle una ´ ultima mano al Entierro (tal y como entonces estaba previsto, es decir, esencialmente, lo que ahora es la parte I del Entierro), mi visita se retras´ o varias veces, y en julio y agosto Pierre no estaba en Francia. Adem´ as no manifest´ o ninguna curiosidad sobre el anuncio del trabajo que quer´ıa ponerle en sus manos para que lo leyese cuanto antes. Finalmente le envi´ e en junio la primera parte de Cosechas y Siembras, ”Vanidad y Renovaci´ on”, pensando que ser´ıa bueno que lo conociera, antes de asestarle el Entierro – tal vez mi reflexi´ on sobre m´ı mismo ”haga tilt” en ´ el y desencadene algo ¡nunca se sabe! Ca´ı enfermo una decena de d´ıas m´ as tarde, y ya no era cuesti´ on de ir a Paris.

Sin embargo estaba impaciente por darle a leer el Entierro, donde Pierre estaba implicado de manera neur´ algica, y me hubiera gustado que viniese a mi casa a recogerlo, antes de sus vacaciones. Con esas disposiciones le envi´ e la Introducci´ on completa a finales de junio, as´ı como el ´ındice del Entierro – pensaba que eso ser´ıa un shock y que vendr´ıa a verme antes de su partida para enterarse de lo que yo iba a decir en ese famoso Entierro y sobre su papel en ´ el. En vez de eso, no dio se˜ nales de vida hasta finales de agosto – hasta el punto de que me preguntaba si hab´ıa recibido mi env´ıo. ¡Fue un gran suspense! En su segunda carta despu´ es de su vuelta (fechada el 25 de agosto) por fin dice algunas palabras sobre la introducci´ on y el ´ındice, en t´ erminos que me parecieron de lo m´ as evasivos. ”Tengo la impresi´ on de que ignoras el gran amor del que han estado rodeados tus ”hu´ erfanos”...”, escribe, y adjunta una bibliograf´ıa comentada en apoyo, signo de una buena voluntad manifiesta, para disipar lo que ten´ıa todo el aspecto de ser un desolador malentendido. En su siguiente carta (del 12 de septiembre), anuncia su partida-traslado a Princeton – y luego no, al telefonear al IHES me enter´ e de que su viaje se hab´ıa retrasado. Y una semana m´ as tarde, cuando ya no contaba con verle en mucho tiempo, ah´ı estaba en carne y hueso, ¡en compa˜ n´ıa d la peque˜ na Nathalie!

(17 de febrero) El encuentro tuvo lugar en un ambiente que, seg´ un todas las apariencias, era de lo m´ as tranquilo y amistoso. Un observador superficial que hubiera estado por esos parajes hubiera jurado que Pierre se estaba empollando un manuscrito matem´ atico, y que de vez en cuando me hac´ıa observaciones y cr´ıticas constructivas propias de un matem´ atico ”en el ajo”. Para el mismo Pierre deb´ıa estar muy claro que hab´ıa acudido corriendo (por respeto a m´ı, que despu´ es de todo hab´ıa sido su ”maestro”), sacrificando dos d´ıas preciosos de un hombre ciertamente muy ocupado, para contribuir lo mejor que sab´ıa a disipar un lamentable malentendido ¡ay! que se yo ten´ıa por no se sabe qu´ e desafortunado concurso de circunstancias. Tanto su buena fe como la m´ıa estaban ciertamente por encima de toda sospecha y ni siquiera hab´ıa que confirmarlas, de tan evidentes que eran. Su papel, por contra, era el de aclararme todos los detalles materiales que no estaban totalmente claros en mis notas, o los que pudieran ser err´ oneos. Hizo una lista con sus observaciones a medida que avanzaba su

4

Sin embargo hay una excepci´ on – a saber la ”foto” que hice de J.L. Verdier a ra´ız de una conversaci´ on telef´ onica, en la nota ”La broma – o los “complejos con pesos”” (n

o

83). Adem´ as recuerdo que para hacer la descripci´ on ”e vivo” de esa escena, tuve que acallar cierta reticencia que hab´ıa en m´ı – ten´ıa un poco la impresi´ on de haberle puesto un se˜ nuelo a mi exalumno, lo que en absoluto es ”mi estilo”. Por supuesto, estaba encantado y muy ufano, de que entrase al trapo en ese se˜ nuelo, sin embargo de lo m´ as grosero y aparente. ¡Bien por ´ el!

5

Expreso esa intenci´ on al principio de la nota ”Mis amigos” (n

o

79), y en la primer nota a pie de p´ agina de ´ esta.

(7)

lectura, y me la dio el d´ıa de su partida – tuve el sentido com´ un de tomar buena nota en el momento, con palabras-clave. Consigui´ o leer, en dos d´ıas, la mayor parte del Entierro I, y en todo caso, todas las notas (citadas en el ´ındice, y en las referencias internas del texto) que se refer´ıan directamente a su persona.

Una buena marca, si se tiene en cuenta que escribir esas notas me hab´ıa llevado m´ as de dos meses...

Durante esos dos d´ıa la peque˜ na Nathalie fue la mejor de las ni˜ nas buenas. Apenas puedo decir que haya o´ıdo el sonido de su voz – sea para hablar, para gritar o para llorar. Parec´ıa estar a gusto en mi casa, pero no dec´ıa nada. En cuanto a su pap´ a, verdaderamente era el pap´ a modelo – siempre a disposici´ on en el momento preciso, para dar de comer, para pasear o para llevar a hacer caca a una ni˜ na nada exigente ni contrariante por nada del mundo. La hab´ıa llevado, me dijo, porque con los preparativos para el traslado a Princeton, la mam´ a estaba demasiado ocupada para encargarse tambi´ en de Nathalie. Pero m´ as all´ a de esa raz´ on pr´ actica y ciertamente de fuerza mayor, cre´ı sentir otra raz´ on, que permanec´ıa entre lo no-dicho. Seguramente, la presencia de una ni˜ na peque˜ na pon´ıa una nota de dulzura en el ambiente de un encuentro que mi amigo, tal vez sin querer reconoc´ erselo a s´ı mismo en su fuero interno, tem´ıa.

Y al mismo tiempo esa presencia era la se˜ nal viva, clara, de las disposiciones t´ acitas con las que hab´ıa acudido, en medio del ajetreo del traslado a los Estados Unidos – disposiciones de buena fe patente y de buena voluntad igualmente evidente.

Por mi parte, yo no ten´ıa la menor intenci´ on de presionar a mi amigo, para hacerle abordar lo que fuera – estaba a su entera disposici´ on para entrar a fondo con ´ el en cualquier cuesti´ on en la que se sintiera incitado a entrar. El caso es que no quer´ıa entrar a fondo en ninguna de las numerosas situaciones examinadas en mis notas, donde su probidad matem´ atica (o su probidad sin m´ as) estaba claramente puesta en cuesti´ on. Un observador que hubiese escuchado nuestra conversaci´ on, que a veces llegaba a la discusi´ on matem´ atica (cosa que no hab´ıa ocurrido entre nosotros ¡desde hac´ıa m´ as de tres a˜ nos

6

!), no hubiera podido sospechar que en el texto que comentaba mi amigo hubiera algo que le pon´ıa en cuesti´ on de manera personal. En cuanto a m´ı, sent´ıa que mi amigo se agarraba con firmeza a esa ficci´ on, a duras penas mantenida, de la mejor fe patente en el mejor de los mundos. Evitaba con precauci´ on todo lo que pudiera hacerla estallar, mostrando que ese ”consenso” t´ acito que quer´ıa instaurar entre nosotros, contra viento y marea, no era una realidad, sino justamente una ficci´ on, que jugaba el papel de la ”pajita”

a la que agarrarse...

Durante esos dos d´ıas, sent´ı muy bien hasta qu´ e punto la situaci´ on era falsa, cargada de angustia bajo esas apariencias tranquilas y de ni˜ no bueno. Era como la soga en la casa del ahorcado, ¡de la que nadie habla aunque todo el mundo piensa en ella! Incluso termin´ e por hacer alguna observaci´ on en ese sentido – creo que fue el d´ıa de la partida, despu´ es de comer. Dije, grosso modo, que estaba bastante cansado del giro de conversaci´ on de sal´ on de t´ e que hab´ıa tomado nuestro encuentro; despu´ es de todo, en esas notas que estaba leyendo, y en la introducci´ on que hab´ıa debido recibir hace casi cuatro meses, me hab´ıa expresado en t´ erminos bastante claros y bastante fuertes sobre cierto n´ umero de actos de su cosecha. ¿Verdaderamente no ten´ıa nada que responderme sobre ese tema? Me respondi´ o, con una mirada perdida y una p´ alida sonrisa, un poco miserable, que intentaba ”protegerse” lo mejor que pod´ıa – sin precisar (por lo que recuerdo) de qu´ e intentaba ”protegerse” as´ı. Seguramente, mi indagaci´ on deb´ıa sentirla como una intrusi´ on violenta en una vida que hasta entonces deb´ıa parecerle de lo m´ as tranquila y sin problemas – donde todo incluso deb´ıa parecerle asombrosamente ocil ; hasta tal punto d´ ocil, que hab´ıa terminado por olvidar que pudiera ser de otra manera. Asumir la situaci´ on en la que ´ el mismo se hab´ıa colocado, es decir simplemente enfrentarse a ella, examinarla tal cual es – eso representar´ıa un trastorno de tal amplitud en su visi´ on de s´ı mismo y del mundo, tal derrumbe de la estructura r´ıgida del yo, que la mayor´ıa prefiere morir mil veces y pasar a sangre y fuego el mundo (si pueden), antes que arriesgarse a tal salto en lo desconocido. Seguramente es de todo eso de lo que mi amigo intentaba (y sin duda a´ un intenta hoy) ”protegerse”.

No deber´ıa extra˜ narme, pues cientos de veces he visto reproducirse ese escenario, expresi´ on del

6

Sobre el cese de toda comunicaci´ on matem´ atica entre Deligne y yo, v´ ease la nota ”Dos virajes” (n

o

66).

(8)

gran miedo ante la realidad de las cosas y sobre todo, m´ as all´ a de ´ esta, ante el riesgo de una renovaci´ on interior. Ciertamente no deber´ıa extra˜ narme, y sin embargo, cada vez me extra˜ no de nuevo, cuando veo recusada la evidencia m´ as llamativa, y sufrir e infligir mil tormentos, con el ´ unico fin de evitar eso que bien s´ e, y con seguridad, que es la mayor de las bendiciones...

El caso es que despu´ es de ese infructuoso intento por mi parte para ”salirnos de los ra´ıles”, la conversaci´ on dur´ o poco. Esos minutos creo que fueron los ´ unicos

7

, durante esos dos d´ıas, en que nuestra conversaci´ on tom´ o un giro personal – donde algo se dijo que iba m´ as all´ a de la ficci´ on del ”consenso”,

¡mantenida a pesar de la evidencia en contra! Me temo que, como tan a menudo, en esa ocasi´ on no tuve la ”rotundidad” afectuosa, y sin embargo sin rodeos, que hubiera podido ayudar a mi amigo, desdrama- tizando una atm´ osfera que, a pesar de las apariencias, era tensa hasta el extremo, y desde hac´ıa meses.

Aunque me limitaba a dedicarme a mis ocupaciones dom´ esticas, de jardiner´ıa y de redacci´ on, dejando que mi amigo leyese, durante las comidas, tomadas en com´ un, hab´ıa en m´ı una expectativa silenciosa frente a mi joven amigo – la expectativa de una respuesta a lo que le dec´ıa, a trav´ es de ese texto que ten´ıa entre manos. Esa expectativa, ´ el no pod´ıa dejar de sentirla – y en el fondo bien sab´ıa que ¡no eran esas pocas y pobres precisiones materiales las que ”respond´ıan” a ella! Seguramente habr´ıa sido un alivio para ´ el que yo tomase la delantera de una manera u otra, incluso empezando con una bronca, que al fin estableciera un contacto, all´ı donde no hab´ıa ninguno.

Es cierto que en los ´ ultimos quince a˜ nos, cada vez que intent´ e tratar con ´ el algo personal y que me llegaba al coraz´ on, siempre me tropec´ e con un completo silencio, o (cuando fue de viva voz) a las asombradas inflexiones de rigor, en el m´ as puro estilo ””garra en guante de terciopelo”. Ya no ten´ıa ganas, ciertamente, de jugar a ese juego, que ya hab´ıa dejado sin retorno posible desde el ”viraje” de 1981

8

. Pero tambi´ en es verdad que esta vez hab´ıa un ”momento” claramente ´ unico en la relaci´ on entre nosotros, y que tal vez hubiese merecido saltarse una regla (o un h´ abito, convertido en una segunda naturaleza...), la de no ir en contra de la reticencia que tenga otro en abordar tal o cual cosa. A veces puede ser bueno (con ciertos l´ımites) ”forzar la mano” un poco, un poco como con un chiquillo al que se lleva al dentista a pesar del miedo (irracional) que pueda tener...

No digo todo esto para compadecerme de mi pobre amigo Pierre que no ha recibido de m´ı todo el

´

animo benevolente que hubiera podido desear y esperar, ¡y todo lo dem´ as! Despu´ es de todo, es normal que yo tenga mis l´ımites, como todo el mundo, y adem´ as no es mi papel y a´ un menos mi obligaci´ on amortiguar los choques de los que se han puesto en situaciones (aunque sea sin saberlo) que se les pueden venir encima, un d´ıa u otro y de una manera u otra.

Adem´ as, despu´ es de haber acompa˜ nado a Pierre y Nathalie a la estaci´ on de Orange, el 22 de octubre por la tarde, en absoluto ten´ıa el sentimiento de un ”encuentro para nada”, de una ”ocasi´ on perdida”. No era tan ingenuo como para esperar maravillas ¡es tan raro que dos personas aborden a fondo una cuesti´ on que les concierne profundamente a ambos! No hubo di´ alogo, eso por supuesto – y sin embargo sent´ıa que hab´ıa aprendido muchas cosas. Ciertamente estaban esos ”detalles materiales”, m´ as de uno bien interesante, y que pon´ıan unos ´ ultimos puntos sobre unas ´ ultimas ´ıes, en lo que se refiere al

”escenario” de ciertas operaciones que hab´ıan tenido lugar, y de sus contextos. Volver´ e sobre ello despu´ es de la presente nota

9

. Y lo que era m´ as importante es que, durante esos dos d´ıas, observ´ e a mi amigo a la luz de lo que hab´ıa aprendido sobre ´ el durante mi reflexi´ on sobre el Entierro. Puedo decir que ”volv´ı a conocerle” – en su relaci´ on conmigo, con las cosas, con su hija... Ese cap´ıtulo sigue siendo tema reservado – aqu´ı se impone, para m´ı, la reserva natural que evoco al comienzo de las notas de hoy.

Pero desde la ´ optica de la comprensi´ on del Entierro, hab´ıa otra raz´ on, m´ as sutil que las dos anteriores, por la que era importante que ese encuentro tuviera lugar. Creo que hab´ıa sentido esa importancia desde el momento en que decid´ı ir a Paris para encontrarme con mi amigo, pero entonces no

7

Dejando aparte la conversaci´ on que tuvimos en el and´ en de la estaci´ on, justo antes de la partida de mi amigo. Volver´ e sobre ello m´ as adelante.

8

Ver la citada nota ”Dos virajes”, n

o

66.

9

Ver la nota ”Los puntos sobre las i” (n

o

164) que sigue a ´ esta.

(9)

hubiera sabido bien decir por qu´ e, dejando aparte el hecho de que siempre es importante hablar de viva voz con el interesado, si se puede, cuando hay cosas importantes que implican a ambos. Sin embargo no hablamos de esas cosas, justamente – y sin embargo tuve la impresi´ on de haber aprendido, sobre la realidad del Entierro, lo que a´ un me quedaba por aprender.

Tambi´ en podr´ıa decirlo as´ı. Antes de ese encuentro, el conjunto de las circunstancias y de los hechos y gestos que constituyen el Entierro ten´ıan un aire hasta tal punto inveros´ımil, loco, delirante, que a pesar de todas las ”pruebas” materiales tangibles, irrecusables, que se hab´ıan acumulado a lo largo de las semanas y de los meses, y a pesar de las trescientas p´ aginas de notas que le hab´ıa dedicado – en alguna parte en el fondo de m´ı, ¡segu´ıa sin creermelo

10

! Adem´ as no es la primera vez que me ocurre tal cosa, ni mucho menos – que una duda tenaz se mantenga alg´ un tiempo, vestigio tenaz de resistencias en contra de arrumbar una antigua visi´ on de las cosas, una visi´ on m´ as confortable a menudo, o m´ as conforme con los consensos corrientes, que la siguiente. A veces esa duda no es expresi´ on de la mera inercia en contra de un cambio creativo en la visi´ on de las cosas, sino el reflejo de alg´ un elemento sano, v´ alido en la antigua visi´ on, de un aspecto real de las cosas, que tal vez se hab´ıa largado por la borda apresuradamente, ¡con el resto! El caso es que, como cada vez que una duda se manifiesta, lo que se ha de hacer es tomar consciencia de ella (lo que no siempre es evidente, en vista de los inveterados reflejos de ”hacer callar” las dudas molestas) y, hecho esto, examinarla en detalle. No recuerdo una sola vez en que haya examinado una duda con atenci´ on sin aprender de ella algo interesante (e incluso importante para m´ı), y que ha hecho desvanecerse toda duda

11

. Toda duda es se˜ nal indudable de un trabajo que pide ser hecho.

En este caso, a saber el de mi duda inexpresada, totalmente irracional, sobre la realidad misma de un supuesto ”Entierro”, he de reconocer que antes de ese encuentro con mi amigo, ni siquiera hab´ıa llegado a ese preliminar de todo trabajo: verdaderamente no hab´ıa tomado consciencia de ella. Permanec´ıa en el estado de un simple malestar difuso, y que no dec´ıa su nombre ¡a falta de que lo interrogase!

Solamente despu´ es me di cuenta del malestar y de su sentido, en el momento en que acababa de disiparse, en virtud justamente del encuentro con mi amigo. Adem´ as creo que ese efecto se hubiera producido, cualquiera que fuese la actitud adoptada por ´ el – tanto si fuera la de una especie de colaboraci´ on empe˜ nada en proporcionarme todos los ”detalles materiales” que faltaban (como fue el caso) o por el contrario, digamos, la de una negaci´ on vehemente, tal vez furiosa, de los hechos m´ as patentes. En todo caso, la realidad ps´ıquica del Entierro no pod´ıa dejar de aparecer, esta vez con una percepci´ on directa (y no por

”inducci´ on” a partir de documentos, y atando cabos a partir de otros hechos que conozco etc.), al ver que mi interlocutor ignoraba pura y simplemente los grotescos absurdos de la versi´ on ”el mejor de los mundos posibles”, absurdos cuya enormidad incluso me hab´ıa hecho dudar al principio, en mi fuero interno, ¡de

10

Esa incredulidad ante el testimonio de nuestras sanas facultades, cuando ´ estas trastornan de manera demasiado violenta los consensos corrientes o los puntos de vista que nos son queridos, ya fue evocada en la nota ”El traje del Emperador de la China” (n

o

77). Claramente, la escritura de esta nota fue un medio, para m´ı, para llegar a superar (al menos parcialmente) esa incredulidad ante la evidencia, poniendo el dedo sobre esa reacci´ on inveterada. Sin embargo, al hacerlo me distancio de esa incredulidad, presentada como la del com´ un de los mortales (adultos), al identificarme con el ”ni˜ no peque˜ no que se f´ıa del testimonio de sus ojos” (”aunque eso que ve es inaudito, jam´ as visto e ignorado y negado por todos”). Seguramente ese era mi prop´ osito inconsciente al escribir esa nota – tomar distancia frente a una actitud de incredulidad de mis propias facultades, y frente a un instinto gregario de ”hacer como todo el mundo”. Tales actitudes y tal instinto existen en m´ı como en cada uno, pero (como en todo el mundo) casi siempre permanecen inconscientes. Era pues una tentativa de exorcismo de eso que hay en m´ı que me aliena de m´ı mismo – y esa tentativa habr´ a tenido el resultado, creo, de hundir m´ as profundo en el inconsciente eso de lo que intentaba distanciarme. La duda insidiosa, que act´ ua como una falla insidiosa en mi conocimiento de las cosas, no queda eliminada por eso, ¡ni ”superada” (”al menos parcialmente”, sic.) la maldita incredulidad!

De nuevo me doy cuenta de que en ese momento de la reflexi´ on, ´ esta no llegaba a lo que llamo ”meditaci´ on” – que es una reflexi´ on en la que los movimientos interiores oscuros y delicados (tales como la incredulidad secreta, y la verdadera motivaci´ on que hay en m´ı al escribir la nota, que era la de ”exorcisar” esa molesta incredulidad) son objeto constante de una atenci´ on vigilante.

11

Ser´ıa m´ as exacto decir que la duda se ha transformado en un conocimiento que ha ocupado su lugar. Esto no tiene

nada en com´ un con lo que pasa cuando se caza (¡o se ”supera”) una duda, lo que tiene como efecto hacerla desaparecer de

la mirada, aunque se ha refugiado (o ha sido exiliada...) en capas invisibles, m´ as profundas. Est´ a m´ as lejos que nunca de

ser resuelta (y transformada en conocimiento), y sigue tan activa como siempre, a la manera de una falla secreta, de un

malestar, signo de un trabajo que se elude. Comparar esto con los comentarios de la anterior nota a pie de p´ agina.

(10)

la realidad de dicho Entierro!

Por dar un ejemplo: ha hecho falta que me entere por Deligne en persona de que realmente se hab´ıa enterado del ”teorema del buen Dios” por la boca del mismo Zoghman Mebkhout – pero que no hab´ıa querido citarle en su art´ıculo con Beilinson y Bernstein

12

, por escr´ upulo (!) hacia Kashiwara, al no estar seguro (en tanto que no especialista) de qu´ e parte ten´ıan uno y otro en dicho teorema

13

– ha hecho falta que escuche a Deligne expresarse en esos t´ erminos, para ver as´ı con mis propios ojos esa extra˜ na combinaci´ on de una buena fe en el detalle y de una fenomenal mala fe en el fondo y en lo esencial. No cre´ı ´ util llamar la atenci´ on de mi amigo sobre la curiosa manera (puesta en evidencia en la nota ”El Prestidigitador” (n

o

75), ¡que sin embargo bien hab´ıa le´ıdo!) con la que hablaba de ese resultado ”que hubiera debido encontrar su lugar” en su art´ıculo, para dar a entender ¡que su brillante autor no era otro que ´ el (o al menos alguno de los tres autores del prestigioso art´ıculo)! Tampoco daba ninguna explicaci´ on de ese hecho tan extra˜ no, que ese Coloquio que he llamado el ”Coloquio Perverso” se hizo, esencialmente, en la estela de los trabajos y de la filosof´ıa desarrollada por Mebkhout en los a˜ nos anteriores (algo que adem´ as Deligne no negaba

14

, pero que sin embargo su nombre est´ a rigurosamente ausente de las Actas del Coloquio publicadas en Ast´ erisque

15

. Al parecer consideraba eso como una desafortunada coincidencia, en la que ni ´ el ni nadie ten´ıa nada que ver. En suma, que para mi amigo Pierre lo que he llamado el Entierro se reduce en una veintena o treintena de tales ”coincidencias”.

Me he vuelto a encontrar ah´ı un juego que ya conoc´ıa bien en ´ el – y no s´ olo en ´ el; un juego en el que se hace el idiota con el aire m´ as inocente del mundo, con la certeza de no ser pillado jam´ as. Y desde hace poco ya no pierdo el tiempo queriendo convencer a alguien (por ejemplo) de que ciertas supuestas

”coincidencias” no son meras coincidencias. A veces puede ser ´ util se˜ nalar con el dedo cosas evidentes, pero una vez hecho eso, es perder el tiempo querer convencer a alguien de que en efecto son cosas, y no imaginaciones, ¡que para qu´ e sirven! Es perder el tiempo querer convencer a la mala fe, sea consciente o inconsciente, da igual, y ponga cara de idiota o educada – tambi´ en da igual.

Pero lo que cambi´ o con nuestro encuentro, y que puso en mi amigo una nota de angustia que intentaba controlar y ocultar como pod´ıa, es que esa vez ese juego no se limitaba a un deporte sin consecuencias entre cuatro ojos, ni visto ni o´ıdo ¡y encima con un difunto! Esta vez las cartas estaban sobre la mesa, ¡y en un juego con p´ ublico! Las apuestas est´ an abiertas, sobre lo que va a encajar y tolerar

12

Ver las notas ”El desconocido de turno y el teorema del buen Dios” (n

o

48’) y ”La iniquidad – o el sentido de un retorno” (n

o

75), as´ı como mlas notas que siguen a esta ´ ultima, formando con ella el Cortejo ”El Coloquio – o Haces de Mebkhout y Perversidad”.

13

Por supuesto, no hay m´ as referencias a Kashiwara que a Zoghman Mebkhout en el art´ıculo de Beilinson, Bernstein y Deligne, que desarrolla el formalismo de los haces llamados ”perversos” (por no llamarlos ”haces de Mebkhout”), a partir de la filosof´ıa de Mebkhout-jam´ as-nombrado. Adem´ as Deligne conoc´ıa mejor que yo el papel de Kashiwara en el teorema del buen Dios (alias Mebkhout): el teorema de constructibilidad de Kashiwara le permite a Mebkhout definir el funtor que va de una categor´ıa triangulada de coeficientes ”continuos” (complejos de operadores diferenciales) a otra formada por coeficientes ”discretos” (constructibles) – algo que nadie en el mundo hab´ıa pensado hacer antes que ´ el, y a´ un menos sospechar que habr´ıa una equivalencia de categor´ıas. ´ Ese era justamente el ”eslab´ on perdido” en el formalismo de dualidad que desarroll´ e durante diez a˜ nos (1956-1966), y que mis alumnos cohom´ ologos, con Deligne a la cabeza, se apresuraron a enterrar despu´ es de mi partida en 1970.

14

Deligne se limit´ o a matizar un poco mi visi´ on de las cosas, diciendo que en su opini´ on la influencia de las ideas de Mac Pherson en el Coloquio de Luminy de junio de 1981 (llamado ”Coloquio Perverso”) era a´ un mucho m´ as importante que la de Mebkhout. Yo no estaba lo bastante enterado como para discutir la cosa en detalle, y claramente era un detalle, que apenas atenuar´ıa la enormidad de lo que pas´ o. Adem´ as Deligne no negaba que el Coloquio en cuesti´ on, ni la renovaci´ on de vasta envergadura en la teor´ıa de la cohomolog´ıa de las variedades algebraicas de la que ´ este era se˜ nal, no hubieran tenido lugar sin los trabajos pioneros de Mebkhout en los a˜ nos anteriores, y sin la filosof´ıa que hab´ıa desarrollado en total soledad.

Cre´ı entender que la idea de Mac Pherson de la ”cohomolog´ıa de intersecci´ on” de las variedades, desarrollada por ´ el independientemente de las ideas de Mebkhout , era un poco letra muerta hasta el momento en que la ”filosof´ıa” de Mebkhout la ilumin´ o con una luz nueva e insospechada (cosa descubierta por Deligne). ´ ese fue el arranque con fuerza de la teor´ıa de haces de Mebkhout (con el equ´ıvoco nombre de ”perversos”, en vez y lugar de cierto Coloquio...). Ese arranque fue el acontecimiento principal de dicho Coloquio, y (parece ser) un viraje en nuestra comprensi´ on de la cohomolog´ıa de las variedades algebraicas. La clave de b´ oveda de esa nueva comprensi´ on me parece que es el teorema del buen Dios, que

”estaba en el aire” desde principios de los a˜ nos sesenta y que ni yo, ni (despu´ es) Deligne logramos desentra˜ nar.

15

El t´ ermino ”rigurosamente ausente” es cierto, al pie de la letra, al menos para el volumen 1 de las Actas (formado por

la Introducci´ on y el art´ıculo de Beilinson, Bernstein y Deligne), que constituye la parte principal del Coloquio. Hay dos

referencias-pouce a Mebkhout en la bibliograf´ıa de dos art´ıculos del volumen 2 (uno de Brylinski, el otro de Malgrange),

ninguna de las cuales se refiere a la paternidad del teorema del buen Dios.

(11)

la famosa Congregaci´ on. Es verdad que ya ha tolerado mucho y ha encajado mucho, desde hace diez o quince a˜ nos, y que quiz´ as siga as´ı, ¿qui´ en sabe? Igual que con mi amigo Pierre, quiz´ as se den veinte o treinta ”coincidencias”...

(18 de febrero) Cuando finalmente acompa˜ n´ e a Pierre y Nathalie a la estaci´ on de Orange, el 22 de octubre por la tarde, me sent´ıa totalmente idiota. Pierre ten´ıa el aspecto del que ha cumplido escrupulosamente y meticulosamente con su deber, empleando el tiempo como hab´ıa previsto – y yo sent´ıa una frustraci´ on sorda, que nada se hab´ıa dicho ni abordado, en ese encuentro que al fin hab´ıa tenido ligar, despu´ es de intentarlo varios meses.

Se hac´ıa de noche, la peque˜ na (en el asiento trasero) se durmi´ o – hab´ıa unos cuarenta minutos en coche hasta la estaci´ on, a buena velocidad. Estuvimos sin hablar un rato. Fui yo el que rompi´ o el silencio, movido por ese descontento que hab´ıa en m´ı y buscaba un exutorio; seguramente un descontento conmigo mismo antes que con ning´ un otro. Eso no impidi´ o que empezase a pinchar un poco a mi amigo. Le dije que todav´ıa no ten´ıa claro si iba a intentar alguna acci´ on judicial contra la casa Springer, para obligarla a retirar de la circulaci´ on el volumen pirata SGA 4

12

, publicado en los Lecture Notes

16

. No sabr´ıa decir bien cuando se me ocurri´ o esa idea, que saqu´ e como por casualidad, como una manera de sondear un poco a mi amigo (”ihm auf den Zahn f¨ uhlen”, como se dice en alem´ an). A decir verdad no reaccion´ o mucho, fue m´ as bien un mon´ ologo m´ıo, retomando un ”hilo” que hab´ıa dejado caer mucho tiempo atr´ as, sin duda en abril o mayo. Me di cuenta entonces de que una simple demanda judicial no pegaba mucho en el fondo – que la cosa no tendr´ıa sentido, retirar SGA 4

12

de la circulaci´ on con su t´ıtulo y presentaci´ on actuales, m´ as que si la iniciativa ven´ıa de alguien que no fuera yo – bien de la casa Springer o, mejor a´ un, qui´ en sabe, del mismo Deligne. Deb´ı decir que eso no me parec´ıa un lujo, que ´ el hiciera tal gesto p´ ublico, a t´ıtulo de disculpa honorable en suma por ciertos comportamientos conmigo. ¡Eso limpiar´ıa una atm´ osfera que buena falta ten´ıa!

Mi amigo segu´ıa mi mon´ ologo con monos´ılabos, aqu´ı y all´ a. Dio a entender que tal vez Springer no estuviera encantada de tirar todo su stock de ejemplares de SGA 4

12

– a lo que yo le replicaba que bastar´ıa cambiar la cubierta, como ya hab´ıa hecho en otras ocasiones y sin problemas

17

, eso no debi´ o salirle muy caro. Incluso suponiendo que tirase el stock – un t´ıtulo de los Lecture Notes entre m´ as de un millar, ¡hablas como si fuera a ir a la quiebra! Sin contar que Deligne, suponiendo que verdaderamente lo quisiera, tiene los pocos millones de antiguos francos que har´ıan falta para cubrir las p´ erdidas...

No tuve que decirlo, pero se sobreentend´ıa (y seguramente se entend´ıa) que lo que estaba en juego, eso quiz´ as costase m´ as de uno o dos meses de sueldo. Tuve que terminar diciendo que en esa clase de cosas, lo que m´ as cuenta no es ver omo hacer algo (o, al contrario, enumerar los obst´ aculos para hacerlo), sino tener claro que se quiere hacer. Una vez hecho esto, el resto es cuesti´ on de intendencia, y ”se sigue”

(cuando en efecto quiere ”seguir”).

Como mi poco locuaz interlocutor no explicaba sus verdaderos sentimientos, di por entendido que bien se daba cuenta de que ser´ıa bueno ”limpiar” una situaci´ on que lo necesitaba – pero que permanec´ıa indeciso sobre lo que iba a hacer, sin duda para ”salvar la cara” y cosas como esa. ¡De hecho estaba muy equivocado! Termin´ e por darme cuenta cuando ya est´ abamos en el and´ en esperando el tren. Fue cuando Deligne volvi´ o sobre el asunto, con aire apenado, para decirme que finalmente prefer´ıa que fuese yo el que contactase con Springer sobre el tema de SGA 4

12

. Claramente no ten´ıa ganas de mezclarse en el asunto ni, en ese momento, de avanzar su opini´ on, sobre la suerte reservada a esa obra de la que era el

16

Sobre ese volumen, ver especialmente las cuatro notas ”El compadre”, ”La tabla rasa”, ”La luz verde”, ”La inversi´ on”, n

o

s 63

′′′

,, 67, 68, 68’.

17

Fue con ocasi´ on de mi primer encontronazo con la casa editorial Springer, que hab´ıa publicado las notas de Hartshorne (sobre un curso en el que yo hab´ıa desarrollado el formalismo de la cohomolog´ıa local) poniendo como autor a Hartshorne.

Era el volumen n

o

41 ”Local Cohomology” de los Lecture Notes, y hubo que cambiar las cubiertas. La casa Springer tuvo entonces la cortes´ıa de excusarse por su equivocaci´ on, y de hacer lo necesario para reparar el error. Las costumbres de la casa han cambiado desde entonces...

(N. del T.) De hecho Springer lo ha vuelto a reeditar despu´ es poniendo otra vez en la cubierta a Hartshorne como autor.

(12)

autor (es verdad que con mi ”colaboraci´ on”

18

)

S´ olo entonces comprend´ı que decididamente mi reflexi´ on durante el camino hab´ıa sido un mon´ ologo – y que para mi amigo Pierre segu´ıa sin estar claro que hubiera algo no muy ”en orden” en cierta

”operaci´ on SGA 4

12

– SGA 5”. Seguramente no fue una casualidad que entre todos los temas sacase ´ ese, buscando exutorio a mi descontento. Fue esa operaci´ on, ligada a la masacre en toda regla de un hermoso trabajo en el que hab´ıa puesto lo mejor de m´ı mismo

19

la que m´ as me afect´ o – por un aire de violencia (en la masacre) y de tranquila impudicia (hacia lo que hab´ıa sido masacrado). Y de nuevo qued´ e afectado, por esa afectaci´ on (que conozco demasiado bien en mi amigo) de que en suma eso no le concierne, a ´ el, las ”ideas” que yo pueda tener sobre esto o aquello.

El tren no iba a tardar en llegar, y era la primera vez que yo iba a entrar, con pocas palabras, en el fondo de algo que me preocupaba mucho, aprovechando una emoci´ on que por fin afloraba. No me llev´ o mucho decir de viva voz lo que sent´ıa sobre este tema. Eran sentimientos profundos, de alguien herido en su sentimiento de decencia, por alguien al que le tiene afecto y que se ha re´ıdo de ´ el – ya no era literatura un poco cient´ıfica por las sisas, y que se anota concienzudamente con un l´ apiz en la mano.

Qued´ o desconcertado, intentando mal que bien guardar su compostura imperturbable. Deb´ı decirle algo como: ”Y bien, te parece bonito ese t´ıtulo de ”SGA 4

12

, para sugerir que esas cosas van delante del SGA 5 – donde t´ u aprendiste, once a˜ nos antes, las mates que has usado a diario ¡hasta hoy mismo!”. Me respondi´ o, con un tono del que recita una lecci´ on, que si lo hab´ıa llamado SGA 4

12

, era s´ olo para indicar una relaci´ on de dependencia ogica, y no de anterioridad.

As´ı me fue dado o´ır con mis propios o´ıdos, y de la boca misma del interesado, esa ”farsa” hasta tal punto enorme, que apenas pod´ıa creer el testimonio de mis ojos, cuando la le´ı negro sobre blanco, primero de su pluma (en SGA 4

12

), despu´ es en la de Illusie ¡(en el volumen llamado SGA 5, que iba despu´ es, como era ”l´ ogico”, del de mi predecesor...)!

Deb´ı decirle que sab´ıa tan bien como yo que SGA 5 se ”sosten´ıa” por entero, sin pre´ ambulos ni conjeturas de ninguna clase, y que no depend´ıa ni l´ ogicamente ni de ninguna otra manera de contribuciones posteriores. Le miraba directamente a los ojos al hablarle, y mientras me respondi´ o. Repiti´ o su lecci´ on con la misma voz ´ atona, que l´ ogicamente SGA 5 depend´ıa de SGA 4

12

– pero vi en sus ojos vacilantes que sab´ıa tan bien como yo lo que realmente pasaba. Sus ojos fueron m´ as honestos, a su pesar, que su boca.

Al fin hubo entre nosotros el ”momento de la verdad” – pero ning´ un aparato, c´ amara ni magnetof´ on, hubiera podido detectarlo. S´ olo ´ el yo sab´ıamos lo que pasaba.

El tren lleg´ o en pocos minutos, creo. De todas formas, ese d´ıa ya no hab´ıa nada m´ as que decirse.

(164) (20–21 de febrero) Para terminar la retrospectiva de la ´ ultima visita (el pasado mes de octubre) de Deligne a mi casa, quisiera pasar revista aqu´ı a las precisiones que tuvo a bien aportarme sobre algunos puntos, que permanec´ıan vagos en mis notas de la reflexi´ on sobre el Entierro I, e incluso err´ oneas. Tambi´ en ser´ a la ocasi´ on para que aporte precisiones suplementarias, suscitadas por las de Deligne.

I Motivos (volumen ”Lecture Notes 900”).

1. Deligne me precis´ o que el prop´ osito principal del volumen LN 900

20

era el de desarrollar una

”teor´ıa de cuerpos de clases abeliana mot´ıvica” sobre un cuerpo de n´ umeros K C , extensi´ on finita de Q . En otras palabras, se trata de determinar el ”grupo de Galois mot´ıvico de ¯ K sobre K, abelianizado”.

Sobre eso, recuerdo que fui el primero (¡y con raz´ on!) en plantear esa cuesti´ on, a finales de los a˜ nos sesenta. La cuesti´ on tiene un sentido preciso, elegida la noci´ on de motivo, utilizando el ”funtor libre de Betti” sobre la categor´ıa de motivos sobre K, gracias a la inclusi´ on dada de K en el cuerpo de los n´ umeros

18

Sobre este tema v´ ease la citada nota ”La inversi´ on”, n

o

68’.

19

Ver la nota ”La masacre” (n

o

87) y las dos notas que la siguen.

20

Para precisiones sobre ese ”memorable volumen” v´ eanse las notas ”Recuerdos de un sue˜ no – o el nacimiento de los

motivos” y ”El Entierro – o el nuevo Padre”, n

o

s 51, 52.

(13)

complejos C . De hecho, me plante´ e la cuesti´ on un poco m´ as general de determinar el grupo de Galois mot´ıvico ”metabeliano” de ¯ K/K, deducido del grupo de Galois mot´ıvico completo abelianizando, no todo ese grupo proalgebraico, sino solamente la componente del neutro. Deber´ıa obtenerse una extensi´ on completamente can´ onica del grupo profinito Gal( ¯ K/K) por el pro-toro l´ımite proyectivo de los (toros sobre Q asociados a los) grupos multiplicativos L

de subextensiones finitas de C /K. Recuerdo que Serre estaba muy intrigado por esta cuesti´ on, pero ni ´ el ni yo (ni Deligne, al que por supuesto hab´ıa puesto al tanto) conseguimos improvisar un ”candidato” plausible. Despu´ es esa cuesti´ on cay´ o en un olvido completo, igual que el yoga de los motivos del que surgi´ o. Ese silecio s´ olo fue roto por el art´ıculo de Langlands (que Deligne me se˜ nala en una bibliograf´ıa comentada sobre los motivos, en su carta del 28.5.1984)

21

, art´ıculo en el que mi idea del grupo de Galois mot´ıvico aparece explicitado por primera vez en la literatura. Como no he tenido el honor de recibir una separata de ese art´ıculo, ignoro si en ´ el se hace alusi´ on

22

a mi modesta persona. La siguiente aparici´ on de los motivos en la literatura parece ser LN 900, donde toda alusi´ on a mi persona, como teniendo algo que ver con el tema y el problema principal del volumen, est´ a ausente

23

.

2. Deligne me precis´ o que, en contra de lo que yo hab´ıa cre´ıdo reconocer (seg´ un cierto ”estilo de la casa”), el art´ıculo de Deligne–Milne en LN 900, que retoma ”ab ovo” la teor´ıa de Galois de las categor´ıas tannakianas

24

desarrollada por N.R. Saavedra, fue escrito casi en su totalidad por Milne

25

. Deligne tambi´ en me explic´ o el error que hab´ıa en el trabajo de Saavedra, que obligaba (si se quer´ıa disponer del formalismo de una teor´ıa de Galois–Poincar´ e de funtores fibra) a reforzar la definici´ on de Saavedra de categor´ıa ”tannakiana”. El art´ıculo de Deligne–Milne se limit´ o a hacer ese ajuste, evidente una vez percibido el error. Eso planteaba adem´ as la cuesti´ on, muy interesante, de una caracterizaci´ on interna manejable de las –categor´ıas que son ”verdaderas” categor´ıas tannakianas (que se podr´ıan llamar, de modo m´ as sugerente, –categor´ıas de Galois–Poincar´ e, pues en ellas se puede desarrollar una teor´ıa del grupoide de Galois–Poincar´ e

26

). Esa cuesti´ on no se aborda en el art´ıculo en cuesti´ on, y todav´ıa no ha recibido soluci´ on satisfactoria. Claramente no se trata de plantear o resolver cuestiones matem´ aticas interesantes, sino m´ as bien de proporcionar una referencia que sustituya al art´ıculo de Saavedra. (V´ ease al respecto el final de la nota ”La tabla rasa” (n

o

67).)

27

3. En el Entierro I, varias veces he subrayado el hecho de que la teor´ıa de Hodge–Deligne, desarrol- lada por Deligne a finales de los sesenta, no era m´ as que un primer paso hacia una teor´ıa de ”coeficientes de Hodge–Deligne” sobre un esquema de tipo finito sobre C , y hacia un ”formalismo de las seis opera- ciones” para tales coeficientes. Estaba (y sigo estando) convencido de que, si no fuera por un prop´ osito deliberado que hay en Deligne en contra de ciertas ideas-fuerza introducidas por m´ı (como la del formal- ismo de las seis operaciones), la teor´ıa de Hodge–Deligne habr´ıa llegado hoy ”a plena madurez”. Deligne subray´ o que ya la sola definici´ on de una categor´ıa de coeficientes de Hodge–Deligne sobre un esquema de tipo finito sobre C se enfrentaba a serias dificultades, que no hab´ıa sabido superar. (Por eso hubiera sido a´ un m´ as imperioso formular claramente esa cuesti´ on desde los inicios de la teor´ıa, as´ı como la cuesti´ on,

21

Es el art´ıculo de R.P. Langlands ”Automorphic representations, Shimura varieties and motives. Ein M¨ archen Corvallis”, en Proc. Symp. Pure Math. 33 (1979), AMS, vol II pp. 205–246.

22

(N. del T.) De hecho Grothendieck no aparece citado en el art´ıculo ni en la bibliograf´ıa final, mientras que Deligne es citado 8 veces, y la bibliograf´ıa final incluye 6 referencias suyas.

23

(8 de abril) Despu´ es me he enterado de que los motivos se utilizaron en un art´ıculo de Deligne de 1979 (aparecido en el mismo volumen que el de Langlands citado en la anterior nota a pie de p´ agina).

24

(12 de mayo) Al leer hace poco el citado libro de Saavedra, ahora me parece que ´ este, e incluso el nombre (”cate- gor´ıa tannakiana”) de esa noci´ on que introduje hacia 1964 y que da nombre al libro, es una mistificaci´ on. La desmonto detalladamente en la sucesi´ on de notas ”El sexto clavo (en el ata´ ud)” (n

o

s 176

1

a176

7

).

25

Sobre ese art´ıculo de Deligne–Milne, v´ ease la nota ”El Entierro – o el nuevo Padre” (n

o

52), y tambi´ en los comentarios en la nota posterior ”la tabla rasa” (n

o

67).

26

El nombre ”grupoide” (de Galois–Poincar´ e) tiene la ventaja de sugerir un estrecho parentesco con la noci´ on de grupoide fundamental de un espacio topol´ ogico o de un topos. Sin embargo, t´ ecnicamente hablando, el nombre de ”gerbe” (de Galois–Poincar´ e) ser´ıa m´ as adecuado. Se trata del gerbe de los ”funtores fibra” definidos, no s´ olo sobre el cuerpo base k de la –categor´ıa considerada, sino sobre objetos arbitrarios del situs fpqc de los esquemas sobre k (con particular atenci´ on a los objetos de ese situs que son de la forma Spec(k

), donde k

es una extensi´ on de k, e incluso una extensi´ on finita de k).

27

(12 de mayo: ese ”final” se ha transformado en la sub-nota ”La pre-exhumaci´ on”, n

o

168(iv)).

(14)

estrechamente relacionada, del formalismo de las seis operaciones para tales coeficientes, algo que Deligne siempre se ha guardado mucho de hacer.) Seg´ un ´ el, el punto de vista de Mebkhout y de los haces de Mebkhout

28

deber´ıa proporcionar una manera de acercarse a la buena definici´ on. (Y si no hubiera en ´ el ese prop´ osito deliberado, ciertamente Deligne no habr´ıa esperado a Mebkhout para desarrollar la filosof´ıa que ´ este ha desarrollado (a contracorriente de sus mayores), y para utilizarla en un trabajo claramente fundamental que desde hace quince a˜ nos sigue en la jaula y ni siquiera ha sido se˜ nalado en la literatura,

¡salvo yo en Cosechas y Siembras!)

4. Cre´ıa, por error, recordar que hab´ıa introducido la ”filtraci´ on por el peso” de un motivo, que se refleja (para todo l ) en la correspondiente filtraci´ on sobre la realizaci´ on l–´ adica de ese motivo (fil- traci´ on definida en t´ erminos de los valores absolutos de los valores propios del Frobenius). De hecho, Deligne me record´ o que yo s´ olo hab´ıa trabajado con la noci´ on de pesos ”virtuales” (lo que significaba trabajar con motivos virtuales, elementos de un ”grupo de Grothendieck” conveniente...). Fue Deligne el que descubri´ o ese hecho tan importante, que la noci´ on virtual con la que yo trabajaba deber´ıa corre- sponder a una filtraci´ on can´ onica, por ”pesos crecientes”

29

. Ese descubrimiento (tan ”conjetural” como la ”teor´ıa conjetural de los motivos”) proporcion´ o la clave para una definici´ on formal de las estructuras de Hodge–Deligne (tambi´ en llamadas ”estructuras de Hodge mixtas”) sobre el cuerpo de los complejos, como transcripci´ on ”a la Hodge” de las estructuras ”ya conocidas” sobre el motivo y sobre su realizaci´ on de Hodge.

T´ ecnicamente hablando, la influencia de mis ideas en la definici´ on de las estructuras de Hodge–

Deligne es doble. Por una parte, v´ıa la noci´ on de peso de un motivo, convenientemente precisada por Deligne en una estructura de ”filtraci´ on por el peso”. Por otra parte, desde los a˜ nos cincuenta, hab´ıa puesto el acento sobre la importancia de la cohomolog´ıa de De Rham algebraica de una variedad algebraica lisa X , no necesariamente propia, como un invariante m´ as rico que la cohomolog´ıa de Hodge ingenua (suma directa de los H

q

(X, Ω

p

)), que se relaciona con la primera por una sucesi´ on espectral bien conocida, asociada a una filtraci´ on can´ onica (la filtraci´ on de De Rham ) de la cohomolog´ıa de De Rham. Fui el primero en definir la cohomolog´ıa de De Rham algebraica (en un momento en que nadie hubiera pensado en mirar la hipercohomolog´ıa global de un complejo de operadores diferenciales, como el complejo de De Rham), y en insistir sobre su estructura graduada filtrada, en oposici´ on a la estructura bigraduada de la cohomolog´ıa de Hodge, que desde Hodge estaba en primer plano. En el caso en que X es propio (y se dispone por tante de la teor´ıa de Hodge, que implica que la anterior sucesi´ on espectral degenera en caracter´ıstica nula) sobre el cuerpo base C , se recupera la estructura bigraduada sobre la cohomolog´ıa de De Rham, a partir de su estructura filtrada, tomando ”la intersecci´ on” de esa filtraci´ on y de la filtraci´ on complejo conjugada (gracias a la ”estructura real” de la cohomolog´ıa de De Rham, isomorfa a la cohomolog´ıa de Betti H

(X, C )). Demostr´ e (cuando nadie salvo yo cre´ıa en la cohomolog´ıa de De Rham en el caso no propio) que para un esquema X liso sobre el cuerpo de los complejos, la cohomolog´ıa de De Rham (que tiene un sentido ”puramente algebraico”) es can´ onicamente isomorfa a la cohomolog´ıa de Betti compleja (definida por v´ıa trascendente).

Dicho esto, una vez postulada la existencia de una noci´ on de motivo (no necesariamente semisimple) sobre C y de una cohomolog´ıa mot´ıvica de un C –esquema X (no necesariamente propio, ciertamente), y de una noci´ on de ”realizaci´ on de Hodge” (conveniente y por encontrar) de un motivo sobre C , que (seg´ un

28

Son los haces que Deligne introdujo bajo el nombre de ”haces perversos”. (Ver al respecto las notas ”La Iniquidad – o el sentido de un retorno” y ”La Perversidad”, n

o

s 75, 76.) No quiso contrariarme y tuvo a bien, en nuestras conversaciones, llamarlos ”haces de Mebkhout”...

29

La raz´ on heur´ıstica que hab´ıa convencido a Deligne de la existencia de tal filtraci´ on (necesariamente ´ unica) de un

motivo, es que existen extensiones no triviales de variedades abelianas por toros (cuyo H

1

mot´ıvico proporciona por tanto

una extensi´ on notrivial de un motivo de peso 2 por un motivo de peso 1), pero no a la inversa. Eso puede parecer d´ ebil –

sin embargo yo mismo qued´ e m´ as o menos convencido en el momento ¡era demasiado bonito para ser falso! Una raz´ on m´ as

seria, al nivel de las representaciones l–´ adicas que provienen de los motivos sobre un cuerpo K de tipo finito, ser´ıa probar

que toda extensi´ on de un m´ odulo galoisiano de peso i por otro de peso j es trivial cuando i < j. No recuerdo si Deligne

o yo supimos demostrar ese enunciado, que probar´ıa la existencia de una filtraci´ on can´ onica ”por pesos crecientes” para el

m´ odulo galoisiano l–´ adico asociado a un motivo (objeto bastante pr´ oximo ya al motivo mismo...).

(15)

mis ideas) deber´ıa asociar a la cohomolog´ıa mot´ıvica de X lisa una ”estructura de Hodge generalizada”

(por definir), teniendo como conjunto base la cohomolog´ıa de De Rham H

DR

(X), las primeras estructuras que se pueden leer sobre esta ´ ultima, a saber la filtraci´ on de De Rham (introducida por m´ı en los a˜ nos cincuenta) y la filtraci´ on por el peso (introducida por Deligne a partir de mis ideas sobre los pesos virtuales, precisando las ideas de Serre, surgudas de las conjeturas de Weil), se cae exactamente sobre la noci´ on de ”estructura de Hodge mixta” introducida por Deligne.

Por supuesto, esa filiaci´ on de ideas (164

1

) era perfectamente conocida por Deligne. Hubiera sido conforme con la ´ etica del oficio (que no supe transmitirle) que la indicara claramente en su trabajo donde introduce las estructuras de Hodge mistas

30

. Prefiri´ o silenciarla en ese trabajo, que tambi´ en es su tesis, igual que juzg´ o conveniente, en esa ocasi´ on particular, silenciar tambi´ en el nombre del que fue su maestro.

5. En la bibliograf´ıa comentada sobre los motivos (adjuntada a su carta del pasado 25 de agosto), Deligne precisa que ”una de las razones por las que se ! ha dudado en construir [sobre los ”textos cl´ asicos”

31

es el uso que se hace en ellos de conjeturas de existencia de ciclos algebraicos – conjeturas que no tienen evidencia real, mientras que los motivos son para m´ı indudables”.

Responder´ıa a esa explicaci´ on que esos ”textos cl´ asicos” en modo alguno son representativos del

”estado del arte” a finales de los a˜ nos sesenta, ni con mucho, y que ¡no fue en esos textos donde ´ el, Deligne, aprendi´ o ese ”estado del arte”! Sabe muy bien que mis ”conjeturas standard” eran uno de los enfoques posibles, entre muchos otros, para una ”construcci´ on formal” provisional de la noci´ on de motivo (semisimple) sobre un cuerpo, que no limitaba en nada el alcance y la din´ amica interna de las ideas que hab´ıa recibido de m´ı. (Ver al respecto la sub-nota n

o

51

1

de la nota ”Recuerdo de un sue˜ no – o el nacimiento de los motivos” n

o

51.) Dando dos golpes con una sola piedra, despu´ es de mi partida se esforz´ o en desacreditar las conjeturas standard como ”inabordables” y desprovistas de inter´ es, y a la vez desacreditar cierto enfoque de los motivos que habr´ıa sido el m´ıo y que habr´ıa representado un callej´ on sin salida, al estar indisolublemente ligado (hay que entender) a esas conjeturas sin esperanza – hasta tal punto que era una caridad conmigo silenciar p´ ublicamente mi nombre, en el volumen LN 900 donde al fin se hace el trabajo que verdaderamente hab´ıa que hacer...

32

6. En la misma ”bibliograf´ıa comentada” leo:

”En ese punto de vista ”cl´ asico”

33

hay una lamentable laguna en la literatura: tu descripci´ on conjetural de la –categor´ıa tannakiana de los motivos sobre F

p

, ´ unica salvo isomorfismo que no son

´

unicos – con esos diversos funtores fibra (cristalino y l–´ adico), cf. Tate, classes d’isog´ enie des vari´ et´ es ab´ eliennes sur un corps fini, Sem. Bourbaki 352 (1968).”

Eso son l´ agrimas de cocodrilo, sobre una ”lamentable laguna” que no se debe a ning´ un otro (aparte de m´ı...) que a mi amigo Pierre Deligne, visto que aparte de m´ı, deb´ıa ser el ´ unico matem´ atico en el mundo que ten´ıa conocimiento de la ”descripci´ on conjetural” en cuesti´ on... A ´ el le tocaba incluirla en el mismo LN 900, ¡para dar la talla! Adem´ as esa descripci´ on no ten´ıa nada de conjetural, por lo que

30

Se trata del art´ıculo ”Teor´ıa de Hodge II” (Pub. Math. IHES 40 (1971) pp. 5–58). Por contra, Serre y yo somos mencionados en una misma l´ınea, en el anuncio ”Hodge I” en el Congreso de Niza (en 1970), como se˜ nalo en la nota ”La v´ıctima” (n

o

78’, en la p´ agina 378). Para unos comentarios al respecto, v´ eanse las sub-notas n

o

78

1

, 78

2

a ´ esta ´ ultima.

31

Se trata de algunos textos espor´ adicos (”cl´ asicos”) sobre los motivos, de Kleiman, Manin, Demazure publicados antes de 1970. No van m´ as all´ a de la idea de partida de los motivos, y no pueden dar idea alguna sobre la finura del ”yoga”

que hab´ıa desarrollado, y que hab´ıa intentado comunicar a quien quisiera escucharlo. No se hace ninguna menci´ on del grupo de Galois mot´ıvico, que sin embargo hab´ıa sido una motivaci´ on inicial esencial, para desarrollar el yoga. (Ver la nota

”Recuerdo de un sue˜ no – o el nacimiento de los motivos”, n

o

51.)

32

Deligne me tom´ o la delantera en toda cuesti´ on que pudiera plantearle sobre este tema, desde el primer d´ıa de su estancia en mi casa, al decirme con su mejor sonrisa: ”¡Es que verdaderamente te crees que no todo el mundo est´ a ya al corriente de que eres t´ u el que ha introducido los motivos!”. Lo asombroso en efecto es que a pesar de todo lo que mi amigo ha podido hacer para que se olvide, he podido comprobar que sin embargo sigue siendo muy conocido. Pero a falta de referencias escritas sobre mis ideas, Deligne ha tenido toda la libertad para suscitar la impresi´ on de que mi contribuci´ on debi´ o limitarse, como siempre, a proponer una vaga idea general (adem´ as inutilizable tal cual, vista su dependencia de conjeturas ”tan inabordables hoy como siempre”...) – tan vaga incluso, que no verdaderamente no se merecer´ıa que un matem´ atico serio, de los que trabajan de verdad, se tomase la molestia de hacer una referencia ni siquiera puramente formal...

33

Ver la pen´ ultima nota pie de p´ agina.

(16)

recuerdo, aparte de que hab´ıa que suponer que se dispon´ıa de una categor´ıa ”de motivos sobre F

p

”, satisfaciendo ciertas condiciones razonables, que se han de esperar en una categor´ıa que responda a ese nombre. Si mal no recuerdo, la citada referencia de Tate–Honda implicaba que la categor´ıa en cuesti´ on estaba generada multiplicativamente por el motivo de Tate (y su inverso) y por las variedades abelianas definidas sobre F

p

. Hubo cosas muy hermosas (y me dejo muchas), que confi´ e entre las manos de mi brillante ex-alumno y que han permanecido cuidadosamente ocultas hasta hoy mismo...

II Cohomolog´ıa ´ etal (”SGA 4

12

”, SGA 5, SGA 7, Riemann–Roch discreto).

1. Uno de los primeros comentarios que me hizo Deligne sobre el Entierro I se refiere a las vicisitudes del teorema conjetural que trat´ e en SGA 5, con el nombre de ”teorema de Riemann–Roch discreto”. Me expreso de manera bastante detallada sobre ´ el en la sub-nota n

o

87

1

en la nota ”La masacre” (n

o

87).

Deligne me precis´ o que cuando le comunic´ o a Mac Pherson mi enunciado conjetural, ´ el consideraba que ten´ıa un papel de ”factor”, de intermediario. No le a˜ nadi´ o a mi enunciado ning´ un ingrediente nuevo – la idea de traducir mi enunciado al lenguaje homol´ ogico, para darle un sentido en los espacios singulares, se debe a Mac Pherson, no a Deligne. Me dijo que se sorprendi´ o, al recibir la separata del art´ıculo de Mac Pherson que demuestra mi conjetura en el caso anal´ıtico–complejo y en el contexto homol´ ogivo (con argumentos trascendentes), al encontrar la conjetura bajo el nombre de ”conjetura de Deligne–

Grothendieck”. Pens´ o en escribirle a Mac Pherson para rectificar el malentendido, pero (ni ´ el mismo sabr´ıa decir por qu´ e) al final no lo hizo...

2. En contra de lo que yo supon´ıa y dej´ e entender, Deligne no se comprometi´ o, en el momento del seminario oral SGA 5, a redactar una o varias expos´ es de ese seminario, por ejemplo la expos´ e sobre la clase de cohomolog´ıa asociada a un ciclo algebraico (que termin´ o por redactar once a˜ nos despu´ es del seminario para incluirla en su volumen llamado ”SGA 4

12

”, sin m´ as miramientos

34

).

A este respecto, le plante´ e la cuesti´ on de si no pensaba que el privilegio de haber podido aprender

”en vivo”, en SGA 5, las t´ ecnicas b´ asicas que le han servido en toda su obra posterior, le impon´ıan una obligaci´ on o una responsabilidad, la de hacer lo posible para que esas t´ ecnicas se pongan a disposici´ on del p´ ublico matem´ atico, con una publicaci´ on r´ apida de SGA 5. Deligne me respondi´ o que no lo pensaba.

Me abstuve de plantearle la misma cuesti´ on a prop´ osito de la filosof´ıa de los motivos, que fue su principal fuente de inspiraci´ on en la cohomolog´ıa de las variedades algebraicas (que constituye el tema principal de su obra...).

3. Fue Deligne el que tom´ o la iniciativa de pedirle a Verdier su consentimiento para incluir en ”SGA 4

12

” el famoso ”Estado 0” del trabajo de Verdier sobre las categor´ıas derivadas. Al principio Verdier lo rechaz´ o, juzgando que no pegaba nada (ya no recuerdo la expresi´ on exacta). Fue Illusie el que termin´ o por convencer a Verdier para que accediera.

La primera reacci´ on de Verdier me parece de lo m´ as natural y conforme con el buen sentido matem´ atico.Adem´ as desde hac´ıa varios a˜ nos Verdier hab´ıa decidido enterrar las categor´ıas derivadas, bajo la forma de un ”trabajo detallado” de envergadura, que un d´ıa se supuso que constituir´ıa su tesis – iba a tener un aire grotesco lo de publicar un esbozo preliminar que, desde hac´ıa mucho, estaba cubierto en gran medida por la literatura. Creo comprender las razones por las que Deligne e Illusie quer´ıan publicar ese Estado 0, en el que no se mencionaba mi nombre. En cuanto a las razones de Verdier para cambiar su primera reacci´ on tan sensata, creo haberlas sentido y me expreso al respecto en la nota ”Tesis a cr´ edito y seguro a todo riesgo” (n

o

81).

34

Ese acto de desmantelamiento (entre muchos otros) del seminario SGA 5 en provecho del volumen llamado ”SGA 4

12

” cumpl´ıa dos funciones, que iban ambas en el sentido de una ”inversi´ on” de papeles: hacerme pasar como ”colaborador”

de Deligne, y extender la pretensi´ on de anterioridad (sugerida ya por el equ´ıvoco nombre SGA 4

12

, y explicitada ”entre

l´ıneas” tanto en la introducci´ on a SGA 4

12

por Deligne, como a SGA 5 por Illusie) de ”SGA 4

12

” frente a SGA 5 (donde

las referencias a SGA 4

12

, v´ıa dicha expos´ e pirata de SGA 5, abundan). Ver al respecto los comentarios en la nota ”La

inversi´ on” (n

o

68’), donde al fin descubro el sentido del extra˜ no nombre dado al volumen-pirata, y la presencia en ese

volumen de mi expos´ e sobre los ciclos algebraicos.

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