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Etapa 5. Operativización de los conceptos

3. E TAPAS DEL PROCESO DE INVESTIGACIÓN

3.2. Construcción

3.2.2. Etapa 5. Operativización de los conceptos

Un concepto es una abstracción obtenida de la realidad que la identifica, una representación mental que no necesariamente ha de retener todos los aspectos de la realidad sino los que se definen como esenciales. Para encontrarlos en la realidad se tienen que hacer operativos, aproximarse al lenguaje empírico de los hechos observables. Esta tarea consistirá en buscar indicadores de los conceptos, a través de sus dimensiones, si éstos son complejos, y teniendo en cuenta definiciones operacionales.

Los conceptos poseen un grado de abstracción que dificulta en muchos casos su observación en una realidad social concreta. Por ello se necesita hacerlos operativos, traducirlos a un lenguaje operacional. Se denomina operativización (u operacionalización) al proceso de transformación de los conceptos abstractos (llamados también constructos) en indicadores concretos que puedan ser observados y, eventualmente, medidos.

De los conceptos se derivan o éstos hacen alusión tanto a las unidades como a las características (variables). Cuando se concretan los conceptos en términos de unidades y variables específicas entonces hemos hecho operativo el concepto, y, por tanto, disponemos de forma explícita del proceso de producción de los datos permitiendo el encuentro de los referentes empíricos concretos.

La definición operacional se establece con relación al concepto operativo (P. W.

Bridgman fue el inductor del operacionalismo), y resulta de las manifestaciones indicativas, observables, aproximativas que implican la especificación de un proceso de conversión, de las operaciones o técnicas necesarias que permiten la observación o la medición del concepto. Esta es la forma de proceder sobre todo en la investigación cuantitativa, en particular a través del método de la encuesta, y el que permite la utilización de un lenguaje operacionalizado, un lenguaje de las variables. Una definición operacional no necesariamente supone la coincidencia con el concepto que la refleja, la operacionalización es una aproximación al concepto a través de instrumentos concretos y definiendo unidades y características observables concretas, empíricamente factibles, teóricamente relevantes, por tanto implica también una simplificación, una acentuación, una reducción, y en ese sentido queda mutilado semánticamente en el proceso pero intentando retener aquello que se define como central.

La facilidad de estas definiciones dependerá de la complejidad del concepto empleado.

Conceptos como los de género o edad tienen una definición prácticamente operativa que no es preciso especificar y permiten su observación inmediata a través de los indicadores que resultan de considerar el sexo y la edad biológicos. La renta per cápita se puede utilizar de indicador del desarrollo económico de un país. El tamaño de una empresa es un indicador que sirve para medir la capacidad organizativa y de incidencia en el mercado.

El problema se plantea con conceptos más complejos que no tienen un referente empírico observable directo. El conocimiento y la investigación sociológicos se enfrentan en la mayor parte de los casos con conceptos dotados de un alto nivel de complejidad, de abstracción, o que aluden a propiedades latentes, es decir, que están formados por un elevado número de aspectos o dimensiones que los caracterizan y se convierten en difícilmente observables de manera directa o manifiesta. Ligada a esta dificultad se constatan asimismo los problemas de determinar criterios de discriminación o de importancia relativa de los distintos elementos implicados en un fenómeno. Por otro lado, también se podrían citar los inconvenientes que supone la dificultad de reproducir en las mismas condiciones de investigación un análisis de los fenómenos sociales. Este conjunto de circunstancias determinantes del trabajo sociológico en su vocación de operativizar sus objetos de investigación ha dado lugar al desarrollo de constantes intentos de elaborar procedimientos de medición indirecta.

La adaptación de un concepto complejo a una realidad observable y medible implica una simplificación, una acentuación, una selección de los rasgos que identifican al concepto, de las distintas direcciones semánticas, se trata de una aproximación no directa, no directamente observable. En este sentido se trata de desarrollar una estrategia consistente en destacar, en descomponer, los aspectos, propiedades o dimensiones que conforman el concepto. Igual que hablamos de longitud, anchura y profundidad para definir las tres dimensiones del espacio, este esquema se traduce en los conceptos científicos sobre la sociedad.

A su vez, las dimensiones, factores o componentes pueden incorporar subdimensiones. De cada dimensión a continuación, como subconceptos, direcciones semánticas o conceptos individualizados, se trata de encontrar definiciones operacionales, se trata de buscar indicadores que den cuenta de la propiedad o el

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aspecto que intentan reflejar. En particular, cuando el proceso metodológico se orienta en una perspectiva cuantitativa, se trata de medir o cuantificar las dimensiones de los conceptos.

La búsqueda de indicadores de los conceptos es la tarea crucial de la operativización.

El indicador es el intermediario entre el constructo, es decir, el concepto construido teóricamente -dimensionalizado si es el caso-, y el mundo exterior. Cada concepto unidimensional o cada dimensión de un concepto multidimensional se puede expresar a través de diferentes categorías o posiciones que expresan la variabilidad inherente al concepto, los indicadores son los referentes empíricos de cada una de esas posiciones, cada indicador es una posición de la dimensión. A partir de cada uno de los indicadores construiremos ítems o sentencias que nos indicarán cómo elaborar, por ejemplo, las preguntas del cuestionario de una encuesta.

El recurso a la utilización de un conjunto de indicadores de estas dimensiones se convierte en el medio indirecto para representar el concepto original. La reconstrucción que se establece a partir de la combinación de estos indicadores se suele traducir en términos de un “índice”. Lazarsfeld (1985: 36) nos resume el proceso de determinación de variables capaces de medir objetos complejos mediante el establecimiento de cuatro fases que se recorren sucesivamente:

a) La representación literaria del concepto.

b) La especificación de las dimensiones del concepto.

c) La elección de los indicadores observables.

d) La síntesis de los indicadores o elaboración de índices.

El proceso de operativización de los conceptos se puede esquematizar como aparece en el Gráfico I.1.5.

Gráfico I.1.5. Representación del proceso de operativización de conceptos Indicador 1.1

Indicador 1.2 Indicador 1.i: 1

Dimensión 1

Concepto

:

Indicador 2.1 Indicador 2.2 Indicador 1.i: 2

Dimensión 2

Indicador d.1 Indicador d.2 Indicador d.i: d

Dimensión d

Índice

En el Gráfico I.1.6 y en el Gráfico I.1.7 se presentan dos ejemplos ilustrativos: el concepto de felicidad (González Blasco, 1986) y el de desarrollo humano elaborado por Naciones Unidas (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD).

Gráfico I.1.6. Operativización del concepto de felicidad

Gráfico I.1.7. Operativización del concepto de Desarrollo Humano (IDH)

En el capítulo II.1 retomaremos la cuestión de la operativización de conceptos al relacionar directamente la lógica de este proceso con el de la medición.

I4 Concepto Dimensiones Indicadores Índices

parciales Índice Concepto Dimensiones Indicadores Índices

parciales Índice sintético

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