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116 Destacan como paralelos de estas dos parejas, los numerosos ejemplares encontrados

dispersos por todo el Mediterráneo más occidental329.

Sin poder concretar la fecha exacta, sabemos330 que a partir de algún momento de finales del siglo III o inicios del II a.C, estas variedades más tempranas, caen en desuso. A partir de este momento, y mientras que en área más occidental del Mediterráneo van gradualmente dejando de producirse en favor de nuevos modelos, paralelamente, en el área oriental en cambio, se crearan nuevas variedades de este mismo modelo plenamente adaptadas e integradas al gusto ahora sí, propiamente helenístico.

Su mayor difusión se enmarcará entre los siglos II-I a.C y I-II d.C pero ésta queda relegada a zonas como Egipto, Chipre y Siria, donde se mantendrán vigentes hasta bien entrada la época romana.

Estas variedades, a pesar de conservar la misma estructura compositiva de las anteriores, incluirán algunas novedades. Así, por lo que se refiere al arete, aunque este sigue estando elaborado en hilo, puede ahora diferenciarse claramente en dos partes: la primera, permite el ensarte cuentas varias, tanto de piedras semipreciosas, siendo muy común que en estas fechas se utilicen las esmeraldas y las perlas, casi siempre combinadas en una misma pieza, así como los ónices, alternándose con otras de oro, ornamentadas con diminutas esferas en granulación mientras que el siguiente tramo, suele estar envuelto por un segundo hilo, casi siempre de sección circular, en espiral.

Como terminación, en un extremo encontramos el habitual prótomo zoomorfo, cambiando ahora el tipo de animal reproducido y siendo especialmente comunes los delfines y los linces, y más ocasionalmente tigres, corderos, chivos o leones331, mientras que el otro, finaliza en una aguzada punta que facilita su inserción al lóbulo de la oreja, y que como en el resto, se inserta en la anillita que hay soldada bajo la cabeza del animal, quedando así el arete cerrado. También es propio de estas variedades más tardías que el tramo decorativo dividido en tres registros dispuesto justo a continuación de la cabeza del animal, se haya sustituido por una sencilla anilla de oro, decorada con minúsculas esferas en granulación, idénticas a las que pueden encontrarse entre las cuentas de piedras semipreciosas.

329 Véanse algunos de estos ejemplos en HIGGINS, 1980, p. 160, lám. 47 D, K y en HOFFMANN-DAVIDSON, 1965, p.

106-107, figs. nº 27-28.

330 HIGGINS, 1980, p. 160.

331 Véanse algunos de estos ejemplos en HOFFMANN-DAVIDSON, 1965, p. 108-110, figs. nº 29-31. A estos se le añaden, aunque menos frecuentemente una variedad, que como hemos visto anteriormente, sustituyen los prótomos zoomorfos por cabezas humanas, sobre todo de raza negra. Para conseguir tal efecto, se usan granates de una tonalidad oscura, sobre las que se graban dichos rostros. Véanse algunos ejemplos en HIGGINS, 1980, lám. 47 J y en SCHOJER, 1986, p. 191, figs. nº 130,131.

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Todos estos detalles presenta el cuarto pendiente (Cat. nº 41, lám. XV, fig.41) que es idéntico a la variedad con cabeza de delfín. En su composición no hay ningún cambio a destacar respecto a lo que acabamos de señalar. Así, la cabeza es una pieza tridimensional, trabajada independientemente y con el propósito de reproducir fielmente los rasgos propios de estos animales, y por lo que respecta el arete, se combina un tramo con hilo enrollado en espiral con otro donde se han ensartado varias cuentas, combinándose las de oro con otras que aparentemente quieren reproducir perlas y esmeraldas. Precisamente al observar cuidadosamente estas cuentas, notamos un aspecto extraño, sobre todo, en la que supuestamente es una perla, que por el artificioso tono plateado que tiene, dudamos de que realmente sea así, de hecho, estamos casi seguros de que se trata más bien de una sencilla cuenta de madera coloreada y no una perla verdadera. En cuanto a las dos restantes, sucede algo parecido pero no es tan exagerado, por lo que creemos que simplemente pueden haberse sustituido las habituales esmeraldas por unas cuentas más sencillas de pasta vítrea con similar tonalidad verde-azulada pues en la época que se originó, éste no era un material que habitualmente se usara en este tipo de pendientes. Deriva pues de esta observación, algo que ya apuntan autores como Ogden332 y que parece ser una práctica muy habitual y es sustituir aquellas cuentas como perlas y esmeraldas que por su alto valor se han perdido o directamente han sido sustraídas, lo que podría probablemente haber sucedido en este caso. La única cuestión que es realmente imposible de esclarecer, es cuando se ha llevado a cabo esta sustitución, si en una fase anterior, coetánea incluso a la elaboración de la pieza o por el contrario, se debe a una reconstrucción moderna. Por el momento, no conocemos ningún otro caso como este.

De entre los paralelos que encontramos con cabeza de delfín destacan un par de pendientes. El primero, fechado entre los siglos I a.C y I d.C y cuya procedencia se desconoce333 ; éste está formado por un arete de hilos torsionados con una única cuenta de ónice cilíndrica enmarcada por las habituales anillitas con diminutas esferas en granulación. El segundo, es una pieza334 ya de factura romana, de procedencia tampoco indicada, datada de entre los siglos I y II d.C. En este caso, y como es ya más propio de la joyería romana, se han simplificado las ornamentaciones, y el tipo de cuenta de oro que separa el resto, aquí perlas y esmeraldas, combinación que como hemos visto es la más habitual, es notablemente más sencilla, sin granulación y con una sección similar a una moldura.

332 OGDEN, 1982, p. 160, lám. 29, fig. nº 5. En este caso se ha optado por dejar la pieza como se encontró, sin sustituir la piedra sustraida o perdida. También ésta es una práctica habitual.

333 HIGGINS, 1980, p. 161, lám.47 E.

334 HOFFMANN-VON CLAER, 1968, p. 121, fig. nº 78.

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Finalmente el quinto y último ejemplar (Cat. nº 42, lám. XV, fig.42) de este grupo es de nuevo una pareja, que reproduce la variante en forma de prótomo de cordero.

Estas están compuestas, como es propio de este modelo, por un arete de hilo de sección circular que puede cerrarse pasando el extremo terminado en aguzada punta por la anillita que hay soldada bajo la cabeza del animal. En cuanto al arete, toda su extensión se ha cubierto con un segundo hilo enrollado en espiral sin ensartarse ninguna cuenta. Y como final del otro extremo, un par de cabezas de cordero, que en este caso, lejos de ser esas piezas tridimensionales se han confeccionado mediante la unión de dos láminas, sobre las cuales se ha grabado el perfil de este tipo de animales, cuya superficie tiene un tono grisáceo.

A falta de un análisis del material que nos lo confirme, este tono tan peculiar que presentan dichos prótomos, puede tratarse o bien de que éstas hayan sido elaboradas en plata dorada, tesis que apunta García Bellido335 o que por el contrario sobre éstas se haya añadido algún tipo de esmalte, que como hemos visto336 es también una práctica habitual en la joyería helenística.

Con cuidadoso detalle, se han representado los ojos, el hocico y los característicos cuernos espiraliformes de estos animales. En la parte superior de la cabeza, una anillita enzarza un hilo dispuesto en forma de doble espiral que nos remite al tipo de decoración en filigrana que encontrábamos en la variante en forma de prótomo de león. En la parte posterior, un rudo envoltorio de hilo trenzado, fija la unión entre el arete y los prótomos.

A pesar de no haber encontrado por el momento publicados otros ejemplos de pendiente con que compararlos, sabemos y así lo confirman la mayoría de autores que los prótomos de cordero, son a pesar de ser menos recurrentes, un tipo de animales usados como terminales para este tipo de pendientes, por lo que no hay duda de que nuestras piezas, cuya estructura se compone de los elementos habituales y estandarizados, reproducen una variedad más de este modelo de pendientes.

Así, de entre las piezas que hemos encontrado que presentan este mismo motivo y similares características, destacan varios brazaletes con idéntico motivo en forma de prótomo de carnero, dispuestos en los terminales y procedentes todos ellos de entornos como Chipre337 y Macedonia338, con una cronología que va del siglo V a mediados del IV a.C, alguno incluso alargándose hasta finales de este siglo.

335 GARCIA y BELLIDO, 1948, p. 212.

336 Vid.Supra nota 251 y p.179-180.

337 WILLIAMS-OGDEN, 1994, p. 228-229, fig. nº 161.

338 WILLIAMS-OGDEN, 1994, p. 75,77, figs. 25 y 32 y HIGGINS, 1980, lám. 51 A.

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