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La pregunta socrática

David Camargo

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“La pregunta socrática” David Camargo

Bogotá, 3 de Julio 2003

1. Introducción: ¿Que significa plantear socráticamente un problema?

El contexto de la pregunta socrática

Sócrates desarrolló su enseñanza a finales del siglo V a.c., considerado uno de los tres grandes filósofos griegos (junto a Platón y Aristóteles) que cimentó las bases de la cultura occidental. Su principal aporte es cambiar la especulación natural de los cosmogonistas Jonios al análisis del carácter y la conducta de la vida humana. Su ‘pregunta por el hombre’ se basaba en una particular concepción del alma que le permitía desarrollar un planteamiento ético en tiempos que, como el período de la Guerra del Peloponeso, suponían la erosión de valores morales. Sócrates funda la dimensión ética predominante para el mundo occidental: “conócete a ti mismo”. Esta pregunta se desarrolla a partir de una exploración de las connotaciones morales y humanísticas del ser humano.

Preocupado por la especulación cosmológica que planteaba el pensamiento de su época, Sócrates enfila baterías contra la confusión imperante en los sistemas de pensamiento helenísticos. El origen de esta explosión de sistemas de pensamiento helenista parte del racionalismo expresado por Parménides de Elea quien plantearía que el mundo real no puede ser conocido más allá de la información que nuestros sentidos nos proporciona y, por lo tanto, la interpretación que hagamos del mundo por ‘analogías’ es falsa; a la vez el planteamiento de Zenón de Elea (discípulo de Parménides) quien mostraría que aún los postulados de las matemáticas son contradictorios. Para el grupo de ‘Sofistas’ que asumen este planteamiento racionalista con una interpretación relativista de la realidad, la interpretación y el conocimiento del mundo se convertiría en un juego del lenguaje, en una cadena de planteamientos que dejan de lado la noción de ‘verdad’ y se concentran en la construcción argumental, cayendo en simple especulación al parecer de Sócrates, sin olvidar que estos métodos de construcción argumental se regían por estructuras formales lógicas.

Ante esta situación del pensamiento griego, Sócrates contrapone otro tipo de argumentación, la llamada ‘pregunta socrática’, un método de indagación sobre la verdad que emplea la argumentación y contra-argumentación .

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Esta “hipótesis” socrática se construye distanciándose de los ‘hechos’ como sucedáneos de la verdad y enfocándose en los ‘principios’ o ‘proposiciones’ que se plantean sobre los hechos. Su método de indagación inicia con la “hipótesis” que parece ser más satisfactoria con relación a algún hecho o tema, y luego, a partir de dicho postulado, considerar las consecuencias que se derivan del mismo. En tanto estas consecuencias prueban ser verdaderas y ‘consistentes’ debe declararse que la hipótesis ha sido confirmada provisionalmente.

Un salto lógico se produce en la medida que debe entrar a considerarse que el hecho de indagar sobre las consecuencias de la hipótesis, y confirmar que las mismas son verdaderas y ‘consistentes’ no significa probar la verdad de la hipótesis. Sócrates defiende el proceder lógico en el cual la verdad de una proposición reside y puede ser probada únicamente derivando la misma como consecuencia de otra proposición que haya sido aceptada anteriormente. Este proceder conlleva lógicamente a los problemas de petición de principio que resuelve con el paso del alma por el “mundo de las ideas”.

La doctrina de las formas

La base de esta argumentación descansa en una “hipótesis” fundamental, primera, según la cual cada término (lo que definimos hoy como ‘conceptos’) que expresa inequívocamente el nombre de un objeto individualizado de esa clase, refiriéndose directamente al mismo, es inaprensible por los sentidos y sólo puede ser aprehendido por el pensamiento. Dicha idea de los objetos es una forma de los mismos.

Las cosas sensibles sobre las cuales se predican ideas como la belleza, la bondad, la humanidad tienen una realidad que es secundaria, dado que se ‘convierten’ o adquieren dichas cualidades sólo en determinado momento y lugar, y lo hacen sólo en virtud de que participan de dicha forma o idea.

Esta es una doctrina filosófica que corre a través de los diálogos jóvenes que a su vez se compone de tres características principales: la teoría del conocimiento como ‘recolección’, el concepto del alma tripartita, y más importante, la teoría de las formas.

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La teoría de que el conocimiento es ‘recordación’ descansa en la creencia de que el alma no es sólo eterna sino pre-existente. La concepción del alma tripartita se asienta en que el alma consiste de ‘razón, ‘apetito’ y ‘espíritu’ (voluntad), cada parte sirve a un propósito y tiene su validez, pero la razón es la parte más noble del alma, buscando que el hombre obtenga armonía, los apetitos y la voluntad deben estar sujetas al firme control de la razón. La teoría de las formas se basa en asumir que más allá del mundo físico existe uno superior, el orden espiritual de las formas, o las ideas, como las formas de ‘belleza’ o ‘justicia’. Este reino de las formas tiene igualmente un orden jerárquico, el nivel más alto corresponde a la forma del ‘bien’.

Mientras que el mundo físico percibido a través de los sentidos se encuentra en constante flujo y el conocimiento se deriva de lo restringido y lo variable, el reino de las formas, aprensible únicamente por la mente, es eterno y sin cambio. Cada forma es el patrón de una categoría particular de las cosas en este mundo; existen entonces formas de ‘hombre’, ‘piedra’, ‘forma’, ‘color’, ‘belleza’, ‘justicia’, etc. Siendo así que las cosas de este mundo son sólo copias imperfectas de esas formas perfectas.

En el “Fedro” el personaje de Sócrates describe la teoría de las ideas como algo muy familiar que él hubiese estado constantemente discutiendo con sus amigos por años. En los diálogos del segundo período, sin embargo, estas doctrinas son menos prominentes, y la más importante de ellas, la ‘teoría de las formas’, está sujeta en el “Parménides” a una serie de críticas. La pregunta que surge es si Platón tenía dos distintas filosofías, una inicial y una posterior, o si el objetivo del primer grupo de diálogos era preservar la memoria de Sócrates. La filosofía expuesta en los primeros diálogos sería, principalmente, la de Sócrates (coloreado, sin duda, pero no conscientemente distorsionado por la mente de Platón) Y como una segunda propuesta, Platón no tendría una filosofía ‘platónica’ distinguible hasta su último período de vida.

La base de la polémica está en la separación planteada entre lo ‘universal’ y lo ‘particular’ en dos realidades, dado que Aristóteles genera un sistema en el que dicha separación no existe, es así como algunos consideran que dicha separación es obra exclusiva de Platón y no de Sócrates. Apoya esta idea el que en el diálogo del “Fedón” no aparece expresada una argumentación que apoye este tipo de separación, diálogo escrito en un momento que el personaje Fedón vivía, y por lo tanto podría refutar o soportar lo allí expresado. Contrario a esta discusión Sócrates-Platón puede decirse que la teoría presentada en “El Banquete” y en “La República” también hacen parte del

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pensamiento socrático, y en ella, por el contrario, se expresa Sócrates sobre “formas supremas” como la ‘belleza’ y el ‘bien’ que se encuentran como límite supremo de toda contemplación intelectual. Lo que es claro es que pretender separar a Sócrates de Platón, tanto en las formas argumentativas como en los contenidos morales o los planteamientos teóricos, es imposible. Igualmente la separación histórica de un Sócrates fuera de los diálogos platónicos es muy pobre.

La pregunta socrática

La pregunta socrática debe analizarse desde tres presupuestos:

Primero, la pregunta socrática planteada en los Diálogos de Platón no permite distinguir entre lo que pertenece propiamente a Platón y lo que pertenece a Sócrates.

Segundo, podemos distinguir entre los contenidos de la pregunta socrática y la forma como se construye la misma.

Tercero, es distinguible una ‘pregunta socrática’ independientemente de que sea la caracterización argumental o la propuesta teórica de Platón a través del personaje “Sócrates” en los Diálogos, o que sea la representación de un Sócrates histórico.

Desde el punto de vista lógico la pregunta socrática se distingue principalmente por dos cosas: los “argumentos inductivos” y las “definiciones universales”. Desde el punto de vista de los contenidos, la misma se diferencia por la indagación “ética” del carácter y la conducta humana más que por la indagación “natural” o científica del mundo. Las “definiciones universales” pretenden formular de forma precisa el significado de un predicado universal, lo que en el “Fedón” se denomina la ‘forma’. Sócrates busca aclarar el pensamiento sobre el significado de predicados morales como el primer paso indispensable hacia el desarrollo de las conductas morales.

Los “argumentos inductivos” son el intento clásico en los Diálogos platónicos de llegar a dichas formulaciones a partir de la consideración de ejemplos simples y concretos, la ejemplificación con “carpinteros”, “sirvientes”, “zapateros” que ‘aterrizan’ la argumentación abstracta tradicional de los académicos, el lenguaje sencillo y vulgar de los usos y costumbres cotidianas. De tal manera que ‘Inducción’ en este caso no

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puede considerarse como un “método de prueba”, su papel es el de sugerir, pone el sentido de una ‘definición’ propuesta con tal fuerza y claridad mental que la ‘idea’ parece ‘hacer su aparición’ en la mente de los escuchas.

La justificación de la definición obtenida será entrar en la consideración de las consecuencias, en tanto las mismas sean lo suficientemente ‘satisfactorias’ para los oyentes y puedan por tanto ser adoptadas. Sócrates guía la conversación hacia definiciones en la esfera que más le interesa: la ética.

2. La estructura formal de la pregunta socrática. —La lógica socrática. Estructura argumentativa. —La lógica de los sofistas. Estructura argumentativa. —Pendiente—

3. Sócrates el modelo del filósofo

Con Sócrates el problema de la filosofía sufre una transformación radical, desde la cosmología hacia la formulación de una guía de vida, hacia el uso práctico de la razón. Como aparece en la Apología, el mensaje que Sócrates lleva a sus discípulos es el de cuidar, el de dirigir su propia alma hacia el bien, hacerla ‘divina’, alejando su proceder de la ruina que la mayoría de los hombres hace de la misma poniendo atención al mero cuerpo o a las posesiones antes que al alma. El alma hace al hombre verdadero.

Esta ruptura de Sócrates con la visión homérica o jónica de la psyche como el motor, como el ánima de la vida que se pierde al momento de la muerte corporal, igualmente con las visiones de los círculos órficos según la cual el alma sería sólo una suerte de extraño ser que duerme cuando el cuerpo está activo y despierta cuando el cuerpo duerme.

Posterior a Sócrates la visión prevalente en el mundo helénico fue la del alma como determinante del carácter y la inteligencia de los hombres, aquello que el propio Sócrates consideraba hacía que un hombre fuese llamado tonto, inteligente, bueno o malo. Así que el alma es el hombre.

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Ética y política

La felicidad y el bienestar de los hombres, en la visión socrática, depende directamente de la bondad y la maldad de su alma. Nadie desea nada distinto que lo verdaderamente bueno y lo verdaderamente feliz. Pero los hombres pierden su felicidad al desconocer qué es y cómo es aquella. Por las cosas buenas se confunden cosas que no lo son, como la riqueza ilimitada y el poder, de forma que todo el mal que se comete es involuntario, es producto del desconocimiento. Los hombres deben conocer lo que es verdaderamente bueno y así no se confundirán, igualmente al momento de actuar no desperdiciarán o abusarán de la riqueza, la salud, la fuerza o la oportunidad. Todo hombre ilustrado en este conocimiento actuará de acuerdo al mismo, excepto que prefiera la miseria a la felicidad.

Contrasta este planteamiento con el de los sofistas para quienes la ‘bondad’ es sólo una palabra neutra que puede ser usada en cualquiera dos casos que se enfrenten, bien sea el bien para uno o el mal para el otro, siempre podrá cada uno referir como bueno algo o malo algo según su propio interés.

Sócrates define que, por el contrario, el conocimiento del bien es uno y del cual es imposible tener dos usos opuestos o erróneos, y la posesión de este conocimiento hará que siempre se haga uso correcto del mismo. Como corolario a este planteamiento, el conocimiento del bien siempre hará que todo conocimiento sea correcto, sea bueno, sea verdadero, he ahí la participación de la divinidad que permite este conocimiento.

Las enseñanzas de Sócrates conducirán al desarrollo de una doctrina de la moralidad absoluta opuesta al relativismo de Protágoras, basada en la concepción de la felicidad como un bien que no se predica exclusivamente de atenienses, espartanos, o griegos, sino de todos los hombres en tanto hombres, como parte de una humanidad universal.

La política, en consecuencia, será la tarea del legislador de orientar las almas de todos los sujetos políticos, de los ciudadanos, hacia el bien, hacia la actuación en procura de que sus acciones sean tan buenas como sea posible. El conocimiento del bien será la base de toda sociedad humana. La crítica presente a la democracia ateniense se fundamenta en que la sociedad se pone en manos de hombres sin conocimiento verdadero y conocimiento experto, de ahí que sólo el filósofo podrá ser el buen

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gobernante. Si la sociedad toma la opinión de los expertos en distintos campos como la opinión ‘verdadera’ que orienta la acción, ¿por qué habría de tomar la opinión moral de la mayoría como si tuviese el mismo valor que la de cualquiera? El filósofo sería el especialista en moral, cuya opinión debe tener más peso que la de cualquier otro individuo en la sociedad.

Mucho se ha discutido sobre el tema propuesto en “La República”, suponemos que la visión expuesta por Platón se acerca al planteamiento político socrático, ¿qué tanto? No podemos saberlo.

4. Sócrates histórico y el Sócrates de los diálogos.

Los Diálogos

El orden bajo el cual conocemos los textos de Platón fue fijado hacia el siglo V de la era cristiana (clasificación de Trasilo, de la época de Tiberio). La lista de las obras contiene 36 trabajos organizados en nueve tetralogías, ninguna de las obras escritas se considera perdida, y por el contrario existe el consenso general de que un pequeño número de diálogos (7) son espurios: “Alcibiades I”, “Alcibiades II”, Teages, Erastoes, Clitofo, Hiparco, y Minos. Muchos consideran igualmente que el epílogo y el apéndice a las “Leyes” fueron escritos por el matemático Philippus of Opus. El “Hipias Mayor” y el “Menexeno” son considerados dudosos por algunos, aun cuando Aristóteles los recopila como platónicos. Actualmente el consenso emplea la clasificación en tres grandes grupos: juventud, madurez y vejez de Platón. El primer grupo correspondería a los diálogos: “Ión”, “Hipias Mayor”, “Protágoras”, “Apología”, “Critón”, “Eutifrón”, “Laques”, “Cármides”, “Lisis”, “Gorgias”. El segundo a: “Menexeno”, “Menón”, “Eutidemo”, “Cratilo”, “Fedón”, “Banquete”, “República”, “Fedro”, “Teeteto”, “Parménides”. Y el tercero los diálogos: “Sofista”, “Político”, “Timeo”, “Critias”, “Filebo”, “Leyes”.

Los datos sobre las épocas en las cuales fueron escritos los diálogos no son muchos, se considera que la “Apología” fue escrita probablemente hacia el año 380 a.c. Dado que no hay evidencia de que Platón comenzara su carrera literaria con un sistema completamente desarrollado de trabajo, y aun cuando su pensamiento constantemente cambia a lo largo de los diálogos, el orden en el cual ha sido escrito los diálogos es de vital importancia. Únicamente a través de este orden es posible rastrear

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adecuadamente el desarrollo de su pensamiento, desafortunadamente existen sólo pocas claves sobre el orden mismo de los diálogos. Platón ligó el “Sofista” y el “Político” con el “Teeteto” como continuación de la conversación iniciada en el primero. Igualmente parece que ligó el “Timeo” con “La República”, y Aristóteles dejo nota de que las “Leyes” fue escrito luego de “La República”.

A partir de criterios estilísticos se ha determinado que pueden agruparse los textos en: El “Sofista”, el “Político”, “Filebo”, “Timeo” (con su secuencia fragmentaria, el “Critias”), con las “Leyes”, formando un grupo lingüístico correspondiente a los últimos años de la producción platónica. Todo este grupo es posterior al “Sofista”, que dice ser secuencia del “Teeteto”, y dado que el “Teeteto” conmemora la muerte de este eminente matemático (probablemente en el año 369 a.c.), puede decirse que este fue escrito hacia el año 368 a.c., la víspera del viaje de Platón a Siracusa, y el resto con posteridad a esta fecha.

El grupo de diálogos iniciales o de juventud se considera que termina con el “Teeteto” y el relativamente cercano “Parménides”. Aparte de esto, lo único que puede decirse con certeza es que los ‘grandes diálogos’: “El Banquete”, el “Fedro”, y “La República” (y tal vez el “Protágoras”), en el cual el poder dramático de Platón es superior, marcan la culminación de su primer período de producción literaria, el llamado período de madurez. Los diálogos posteriores frecuentemente son considerados de menor calidad literaria, pero compensados con una incrementada capacidad de recogimiento y aplomo en el juicio.

Los personajes

Los personajes que hablan en los diálogos platónicos hacen su aparición y caracterización a través de las conversaciones allí trabadas, de las cuales Sócrates es usualmente el protagonista. Aun cuando todos los allí involucrados son personas reales, históricas, es razonable suponer que es Platón quien transmite sus opiniones poniendo su propio punto de vista sobre los temas en boca de ellos.

La variación de los temas lleva a pensar que Platón podría colocar libremente conversaciones en boca de sus protagonistas en la medida que un tema le interesa personalmente, sin entrar a considerar la verdad o mentira del mismo. Es así como Platón puede convertir a Sócrates en abogado del utilitarismo hedonista en el

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“Protágoras” y denunciar este tema en el “Gorgias”. Otros consideran que los personajes platónicos, particularmente Sócrates y Timeo son sólo altavoces a través de los cuales él puede introducir ideas propias sin preocuparse por la verdad de la representación histórica o dramática. En este sentido ha sido sostenido que la “Teoría de las ideas”, la “Doctrina de la reencarnación” y la “Tripartición del alma” son originarias de Platón y que a la muerte de Sócrates conscientemente de las adhirió a su maestro.

Ideas en los primeros y en los diálogos tardíos.

Hay innegables diferencias entre las ideas expresadas en los diálogos posteriores al “Teeteto” y los primeros diálogos, anteriores al mismo. Pero no hay discrepancias serias en las doctrinas expresadas en los diálogos del mismo período. Platón, por ejemplo, presenta sus propias convicciones personales sobre ciertas doctrinas en el segundo grupo de diálogos por un ardid dramático. En el “Sofista” y en el “Político” la parte principal es tomada por un visitante de Elea y en las “Leyes” por un ateniense. Estos son los únicos personajes anónimos y ciertamente imaginarios, entre todos los diálogos platónicos. De esta forma pudo expresar exactamente su propio pensamiento y enseñanza, de esta forma toma para sí la responsabilidad por la lógica y la epistemología del “Sofista” y el “Político” y por la ética, la educación y la teoría política expresadas en el “Político” y en las “Leyes”.

Puede ser significativo que el único diálogo tardío en el cual Sócrates toma la parte principal sea el “Filebo”, el único trabajo del segundo grupo que trata principalmente con los problemas éticos en los cuales el pensamiento de Sócrates estuvo concentrado. Esto es usualmente explicado suponiendo que Platón no estuvo dispuesto ha hacer de Sócrates el exponente de doctrinas que él sabía eran de su propiedad. Es difícil entender este tipo de cambios para ocultar posibles ‘equivocaciones’ si es cierto que Platón realmente estuvo empleando a Sócrates con este propósito por años, carecería de sentido ocultar algo que ha sido práctica durante una vida. Es notable, igualmente, que Aristóteles, quien aparentemente desconocía la existencia de un platonismo ‘inicial’ y uno ‘final’, atribuyera a Platón una doctrina en la que no se encuentra nada similar en el primer grupo de diálogos. El punto de vista de los Neoplatónicos es que la teoría de las ideas de los grandes diálogos iniciales era realmente la que pertenecía a Sócrates, el hecho de que ellos no encontraran necesario discutir este punto muestra que este podría ser el punto de vista académico aceptado desde la época antigua.

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Hoy en día pocos estudiosos modernos aceptan este punto de vista. Las diferencias entre los períodos inicial y final no son tan grandes como algunas veces ha sido sostenido. De forma que el desarrollo del pensamiento platónico desde los diálogos iniciales a los finales no muestra ningún tipo de desfase. Las ideas del período inicial han sido inspiradas por Sócrates pero fueron propias de Platón. Por ejemplo, la teoría de las formas no pudo haber sido planteada enteramente por Sócrates, es así que Platón nunca le atribuyó a él la misma sino que simplemente permitió que se expresara como un personaje porque vio en él la base teórica de lo que Sócrates enseñó.

5. La pregunta socrática hoy en día.

—Pendiente—

Bibliografía

Platón (1987). Diálogos. Biblioteca Clásica Gredos, Editorial Gredos, Madrid, España. Platón (1973). Diálogos socráticos. Colección “Los clásicos” Grolier-Jackson, USA. AAVV (1986). Los filósofos presocráticos. Tres tomos, Biblioteca Clásica Gredos,

Editorial Gredos, Madrid, España.

Campos, Alberto (1994). Introducción a la lógica y la geometría griegas anteriores a

Euclides. Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia.

Taylor, Platón, El hombre y su trabajo. Jaeger,

Guthrie, W.K.C. (1953). Los filósofos griegos. FCE, México.

Gómez Lobo, Alfonso (1994). La ética de Sócrates. Editorial Andrés Bello, España. Eggers Lan, Conrado (). Historia de la filosofía antigua.

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