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Arqueología de archivos y archivos para la arqueología. Colección Schwenn del Museum am Rothenbaum (MARKK) de Alemania

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Recibido el 27 de junio de 2019; aceptado el 5 de agosto de 2019

La relación entre archivo y arqueología se explora a través del caso de la colección Schwenn del Museum am Rothenbaum de Hamburgo, en Alemania. Se trata de una colección de objetos precolombinos provenientes del área de La Serena en el centro-norte de Chile, acompañada de una carpeta de documentos compuesta de cartas y telegramas relativas al proceso de compra de las obras. Los escritos son analizados para reconstruir las biografías de los objetos arqueológicos con tal de recontextualizarlos respecto de sus cementerios y localidades de origen, pero también para comprender las relaciones de una época y el mundo de los coleccionistas de antigüedades a través de la circulación de estos bienes a comienzos del siglo XX. El artículo es un intento por crear un archivo que inscriba y trace en el papel historias olvidadas, un aspecto ajeno a la materialidad misma de los objetos depositados y exhibidos en el museo.

Palabras clave: La Serena, Coquimbo, Diaguita, Objeto, Ricardo Schwenn, archivo. * UMR7041 ArScAn, Équipe Ethnologie Préhistorique, Université Paris 1 Panthéon Sorbonne,

Francia, correo electrónico: benjaminballesterr@gmail.com

** Investigador independiente, correo electrónico: danielhernandezcastillo92@gmail.com *** Curadora Sección América, Museum am Rothenbaum (MARKK), Hamburgo, Alemania,

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The relationship between archive and archeology is explored through the case of the Schwenn collection at the Museum am Rothenbaum in Hamburg, Germany. It is a collection of pre-Columbian objects from the La Serena area in north-central Chile, accompanied by a document folder composed of letters and telegrams related to the process of buying the collection. The writings are analyzed to reconstruct the biographies of archaeological objects in order to recontextualize them with respect to their cemeteries and localities of origin, but also to understand the relations of an era and the world of antique collectors through the circulation of these goods at the beginning of the 20th century. The article is an attempt to create an archive that registers and traces forgotten stories on paper, an aspect strange to the very materiality of the objects deposited and exhibited in the museum.

Key words: La Serena, Coquimbo, Diaguita, Object, Ricardo Schwenn, archive.

La relation entre archives et archéologie est explorée à travers le cas de la collection Schwenn au Museum am Rothenbaum à Hambourg, en Allemagne. Il s'agit d'une collection d'objets précolombiens de la région de La Serena, dans le centre-nord du Chili, accompagnée d'un classeur composé de lettres et de télégrammes relatifs au processus d'achat de la collection. Les écrits sont analysés pour reconstruire les biographies d'objets archéologiques afin de les recontextualiser vis-à-vis de leurs cimetières et de leurs localités d'origine, mais aussi pour comprendre les relations d'une époque et du monde des collectionneurs d'antiquités à travers la circulation de ces biens au début du 20ème siècle. Cet article tente de créer un fichier qui enregistre et retrace sur papier des récits oubliés, un aspect étranger à la matérialité même des objets déposés et exposés au musée.

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A relação entre o arquivo e a arqueologia é explorada através do caso da coleção de Schwenn no Museum am Rothenbaum em Hamburgo, Alemanha. É uma coleção de objetos pré-colombianos da região de La Serena, no centro-norte do Chile, acompanhada de uma pasta de documentos composta de cartas e telegramas relacionados ao processo de compra da coleção. Os escritos são analisados para reconstruir as biografias de objetos arqueológicos, a fim de recontextualizá-los em relação a seus cemitérios e localidades de origem, mas também para compreender as relações de uma época e do mundo dos colecionadores de antiguidades através da circulação desses bens no início do século XX. O artigo é uma tentativa de criar um arquivo que registre e trace histórias esquecidas no papel, um aspecto estranho à própria materialidade dos objetos depositados e expostos no museu.

Palavras chave: La Serena, Coquimbo, Diaguita, Objeto, Ricardo Schwenn, arquivo.

Todos los objetos que hoy vemos expuestos en las vitrinas de los museos alrededor del mundo son consecuencia de excavaciones, colectas, compras o arrebatos de épocas pasadas, algunas muy remotas en el tiempo, otras más recientes. Si bien ellos hoy cargan con un valor adicional al ser parte de exhibiciones temáticas e insumos de guiones museográficos, su valor científico y arqueológico yace aún en su lejano origen, en su contexto de asociación y desconocida biografía (Alberti, 2005; Gosden y Marshall, 1999). Lamentablemente estas facetas del objeto son ajenas su cuerpo material, por lo que no es posible estudiarlas desde la pieza aislada. Es en este punto, sin embargo, donde toman valor otros restos materiales que pueden servir de complemento para recontextualizar los objetos arqueológicos, con tal de devolverles parte del contenido biográfico e histórico que les fue arrebatado luego de ser extraídos de sus lugares de procedencia. Sin lugar a dudas los más significativos en esta tarea son los documentos que acompañan las colecciones, como cartas, telegramas, notas de compra, inventarios, cuadernos de campo, anotaciones, recortes de periódicos, fotografías y dibujos.

El Museum am Rothenbaum —Kulturen und Künste der Welt (MARKK)1 de la ciudad de Hamburgo, posee diversas colecciones de objetos precolombinos de 1 El Museum am Rothenbaum (MARKK) recién cambió su nombre en 2018, anteriormente tenía el

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América (Zwernemann, 1984). Una de ellas proviene de los alrededores de la ciudad de La Serena, en el centro norte de Chile, adquiridas en la década de los treinta del siglo pasado al doctor Ricardo Schwenn, un famoso aficionado a las antigüedades de la región. Aun cuando algunas de las piezas son de enorme valor arqueológico, la colección es prácticamente desconocida tanto en Chile como en Alemania. Solamente uno de los objetos que la componen, una singular escultura de piedra modelada en la forma de una balsa de cuero de lobo marino (Figura 1), ha sido referida una y otra vez desde la década de los sesenta en la literatura chilena (p.e. Ampuero, 1986; Berenguer, 2008; Bittmann, 1978; Looser, 1960, 1983; Niemeyer, 1965-1966; Núñez, 1986). La lejanía y el desconocimiento de la pieza ha suscitado la creación de relatos que distan bastante de la realidad, ilusiones que han podido rectificarse recientemente gracias al complemento de los documentos escritos del museo (Ballester, 2019).

Figura 1. Vista de perfil de la escultura de balsa de piedra del Museum am Rothenbaum (número de inventario 52.17:1) (Fotografía de B. Ballester).

El presente artículo es un intento por reconstruir parte de la biografía de esta colección y de los objetos que la componen a través de la información contenida en el archivo de documentos epistolares resguardados hasta el día de hoy por el museo. Las cartas y telegramas condensan comunicaciones de casi dos décadas entre miembros de la institución alemana y el coleccionista chileno, desde que comenzaron las negociaciones de compra a mediados de 1930, hasta años después de su llegada y exhibición en el museo. Los agentes, sus intereses, el movimiento de los objetos y sus procedencias, los convenios y arreglos; todos

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ellos aspectos inscritos en los documentos que jamás conoceríamos si simplemente estudiáramos los objetos precolombinos de forma aislada, desligado de su historia. La tentativa del artículo es por lo tanto doble, por un lado dar contenido a las biografías de los objetos hoy depositados en el museo, y por el otro comprender el mundo de los coleccionistas de antigüedades de la primera mitad del siglo XX y las relaciones sociales que establecían a través de la circulación de los bienes y colecciones arqueológicas. Tiene también, en este sentido, una doble ambición, primero de demostrar que aún es posible producir conocimiento de época pre-europea desde las obras en los museos, pero también que es factible reconstruir las redes comerciales entre coleccionistas de comienzos del siglo pasado.

De acuerdo a los documentos, la colección se componía de más de 880 objetos procedentes de distintas localidades del norte de Chile. Algunos de los escritos señalan explícitamente de qué lugar viene cada conjunto de objetos y, aún más, cómo eran los sitios y cementerios de los cuales fueron recuperados en las primeras décadas del siglo XX. Asimismo, detallan paso a paso cómo fueron las negociaciones de compra, su distribución en al menos tres museos alemanes y una gran controversia posterior entre las partes. Este archivo constituye, consecuentemente, una fuente de enorme valor documental para contextualizar la colección de piezas arqueológicas originaria de los alrededores de la ciudad de La Serena, distante a casi 12 000 kilómetros del puerto de Hamburgo. Sin los escritos, a estos objetos les faltaría un contenido que va más allá de sus cuerpos materiales, por encima de la arcilla de las vasijas y del tipo de roca de las piezas talladas en piedra.

Desde nuestra perspectiva, entendemos a estos documentos escritos también como bienes materiales que forman parte de la colección arqueológica. Son un conjunto de objetos —escritos— que entregan valor contextual a los otros bienes con los que se encuentran vinculados, tal como ocurre con los restos asociados en una capa estratigráfica dentro de una excavación arqueológica o entre los artefactos que acompañan a modo de ofrenda al fallecido en una tumba. Su única diferencia es, tal vez, que son obras escritas que podemos leer y descifrar de forma relativamente simple gracias a que conocemos su lenguaje. Su mayor valor radica en que dichos textos ligan directamente a los otros objetos no-escritos de la colección en una misma red de sentido, dándole contenido y significado a todo el conjunto. Al mismo tiempo, los documentos condensan información relativa a todos aquellos sujetos e instituciones —como museos y Estados— que se ligaron en torno a los objetos durante sus procesos de compra, venta y circulación, una red de vínculos creada y mantenida gracias a la colección para mantener ciertas posiciones de prestigio, enriquecerse y sostener ideologías políticas. He ahí el valor del archivo que queremos destacar.

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Durante la primera mitad del siglo XX, Ricardo Schwenn fue un afamado excavador de cementerios prehispánicos y gran coleccionista de bienes arqueológicos de La Serena, ciudad ubicada en la Región de Coquimbo, al centro-norte de Chile. Desgraciadamente nunca publicó sus trabajos y hallazgos. Tampoco existen noticias sobre cuadernos de campo o apuntes en bibliotecas, museos, archivos o en manos de sus familiares. Debido a esto, los únicos testimonios videntes para conocer su vida y relación con los objetos arqueológicos que coleccionaba son algunos informes del área de la salud, reseñas de arqueólogos contemporáneos que lo mencionan, los inventarios de los museos donde están hoy depositadas sus antiguas piezas y el archivo de correspondencias del Museum am Rothenbaum que hoy presentamos.

En la Memoria, plan de estudios i reglamento del Instituto Superior de Educación

Física del año 1918 se señala que Ricardo Schwenn von Sichart fue uno de los

oficiales del Ejército que recibió el Diploma de Instructor de Jimnasia, en la ciudad de Santiago. En 1921 egresa como Bachiller en Medicina i Farmacia, de la Universidad de Chile, y cuatro años más tarde obtiene el grado de médico cirujano en la misma casa de estudios (Anónimo, 1921, 1925). En una carta con fecha del 6 de Julio de 19362 se indica que Schwenn fue doctor del Regimiento de Artillería número 2 de La Serena, y que era un médico muy respetado y popular en la ciudad. En el año 1959 ejercía aun activamente la profesión en la misma ciudad según la Guía Médica Nacional de ese mismo año. Hoy dos calles llevan su nombre: en La Serena y El Molle, al interior del valle del Elqui.

Es muy poco lo que se sabe acerca de la arqueología de Ricardo Schwenn. De acuerdo con Ricardo Latcham (1940), el coleccionista realizó diversas excavaciones cerca de Los Molles y poseía colecciones arqueológicas recuperadas en la localidad de Cachiyuyo y sus alrededores. Según el mismo autor, Schwenn conocía bien los escritos de Francisco Cornely sobre la prehistoria del semiárido. Es indudable que algún tipo de relación existía entre estos dos últimos personajes, pues ambos eran de filiación germana y compartían la misma ciudad. Así mismo, el fundador del Museo Arqueológico de La Serena nombra a Schwenn en varias de sus publicaciones (Cornely, 1947-1949, 1949, 1956). En una de ellas Francisco Cornely (1949) estudia y dibuja una serie de vasijas cerámicas en propiedad del coleccionista, todas de época Incaica del área de Altovalsol. Según estos escritos Schwenn habría excavado en Almirante Latorre, Puclaro y Altovalsol.

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Jorge Iribarren (1957, 1962, 1971) también proporciona información sobre Schween y el destino de sus colecciones. En sus propias palabras,

Esta persona, por varios años estuvo haciendo excavaciones en diversos cementerios indígenas de los alrededores de La Serena y en otros lugares del Valle de Elqui, sin llevar anotaciones y con métodos técnicos precarios. Sus colecciones fueron adquiridas por algunos museos europeos, coleccionistas particulares y el Museo de La Serena. Este, en su primera formación, obtuvo por compra una considerable cantidad de piezas cerámicas, principalmente de mucho valor estético aunque desposeídas de su contexto cultural. Las piezas de esa colección, en muy alto porcentaje, están relacionadas con la Cultura Diaguita Chilena (Iribarren, 1971: 30).

En la misma publicación, Jorge Iribarren afirma que el Museo Arqueológico de La Serena compró al doctor Schwenn cerca de 750 objetos precolombinos, ejemplos de los cuales vienen dibujados y mencionados en su artículo, aunque todos ellos de origen desconocido. La adquisición de la colección completa ocurrió el 4 de julio de 1950 mediante fondos fiscales, y comprendía tanto piezas excavadas por el mismo Ricardo Schwenn, como de otras compradas a terceros (Gómez, 2009). Los antiguos inventarios del museo confirman la existencia de las piezas, las que aún se conservan aunadas en una colección que lleva el nombre del doctor (Figura 2). 3 En 1950 Ricardo Schwenn ingresa además al directorio de la Sociedad Arqueológica de La Serena, probablemente como parte de la negociación comercial o como agradecimiento por el gesto.

Gastón Castillo e Ivo Kuzmanic analizan décadas después las colecciones del Museo Arqueológico de La Serena. Notan de inmediato la falta de contexto e información de algunos materiales. Una de las causas, aseguran ellos, era que el doctor Schwenn tenía el hábito

de desmembrar las colecciones particulares de un sitio y formar colecciones misceláneas con materiales provenientes de diversos sitios y épocas culturales y repartirlas ya sea en donación o en venta a los Museos (Castillo y Kuzmanic, 1979-1981: 152).

Sabemos también que su colección fue más grande y que vendió obras a otros museos en el extranjero. Debido a que Schwenn es hasta ahora prácticamente un fantasma, de cual no existen escritos ni testimonios directos, no conocemos a ciencia cierta cuáles fueron sus reales motivaciones e intereses tras comercializar su colección a distintos museos. No obstante, el Museum am Rothenbaum cuenta con una gran carpeta de informes y cartas entre el doctor Schwenn y la institución, material que sirve de base a este artículo. Entre los documentos 3 En SURDOC (<www.surdoc.cl>) hay 325 registros en el Museo Arqueológico de La Serena referidos

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Figura 2. Vasija Inka de la colección Schwenn depositada en el Museo Arqueológico de La Serena (número de inventario 8-12994) (Fotografías disponibles en <http://www.surdoc.cl/registro/8-12994>).

existe una carta de diez páginas con fecha del 1 de septiembre de 1936 que corresponde a un inventario de objetos que en ese entonces componían la colección arqueológica de Ricardo Schwenn, en total 882 unidades. Dicho material documental permite reconstruir en parte sus ambiciones y deseos, las que parecen ser exclusivamente económicas y políticas, con fines comerciales en el primer caso, y de posicionamiento social y acumulación de prestigio a través del coleccionismo de objetos antiguos en el segundo. Sobre ambos puntos profundizaremos más adelante.

En Estados Unidos existe otro antecedente. Lo entrega Mary Shepherd Slusser (1950), quien señala que todos los objetos precolombinos del centro-norte de Chile de la Crocker Collection del American Museum of Natural History de Nueva York proceden del doctor Schwenn. Éste último habría vendido alrededor de 260 piezas al señor Templeton Crocker, quien luego las habría donado junto al resto de su colección al museo. En la lista de obras hay vasijas cerámicas Diaguita, Inca y una Molle, junto a cabezales líticos, arpones de hueso, barbas, anzuelos, pesas, espátulas del complejo inhalatorio, collares y colgantes, objetos de metal como placas, discos, anillos, pinzas, aros y anzuelos. Una breve nota de Jorge Iribarren (1957: 16) menciona también la venta de piezas por el doctor a un museo en Estados Unidos, de las cuales algunas eran del cementerio de El Olivar.

El archivo documental del Museum am Rothenbaum que trata sobre el “asunto Schwenn” consiste en 59 recortes, extractos y transcripciones de telegramas, cartas, informes y reportajes fechados entre junio de 1936 y agosto de 1951, más un anexo de julio de 1962. A primera vista, constituye el respaldo escrito de todas

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las diligencias y negociaciones oficiales que llevaron a la adquisición de la llamada “colección Schwenn” de dicho museo.

La primera sorpresa que entrega su revisión es que los objetos extraídos de Chile por el señor Schwenn y aquí referidos tuvieron por destino tres museos alemanes en ciudades distintas, no sólo el Museum am Rothenbaum. Además, indica que la colección destinada a Hamburgo fue conformada por dos ventas separadas de antigüedades provenientes del norte de Chile. Esto explica los 15 años que abarca la correspondencia y permite dividir el archivo en cuatro conjuntos. El primero consiste en las 46 transcripciones y extractos de cartas que refieren al intercambio de la primera colección, conformada por 882 piezas arqueológicas y por la que se pagaron 5 000 Reichsmark —el marco alemán de la época. El grueso de esos documentos está fechado entre junio y noviembre de 1936, e incluyen un inventario de esta colección y sus sitios de procedencia. Dicho inventario conforma el segundo apartado de esta síntesis. El tercer conjunto posee sólo tres cartas y anotaciones que refieren a la entrega de la segunda colección, ocurrida en junio de 1939, compuesta por 19 piezas y por la cual, finalmente, no se pagó nada. Los seis documentos siguientes integran el cuarto conjunto: se ubican entre noviembre de 1946 y agosto de 1951, y tratan sobre el estado, la cesión y solicitud de devolución de la segunda colección. El anexo de 1962 consiste en cuatro recortes de periódicos alemanes que describen el robo y la recuperación, en julio de 1962, de la balsa de piedra de La Serena. Esto sitúa al archivo en el contexto de la cancillería y dictadura de Adolf Hitler y el NSDAP (1933-1945), la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), la ocupación aliada (1945-1949) y la conformación de la República Federal Alemana (1949-1990-actualidad).

Existen razones particulares a los museos alemanes que explican su interés por la adquisición de antigüedades de otros países. Ellas se relacionan con las teorías sociales y conceptos de la etnografía alemana de fines del siglo XIX y la primera mitad del XX. Uno de sus primeros exponentes es Friedrich Ratzel (1844-1904), etnólogo alemán formado como geógrafo que acuña la idea de Geografía Cultural y, con ello, da inicio al incipiente difusionismo germano (Rössler, 2007). Su discípulo, Heinrich Schurtz, si bien crítico de la teoría de migraciones del anterior, es el primero de una serie de etnólogos de museos (Museumsethnologen, en alemán) que darán cuerpo a dicho enfoque, aportando Schurtz con el estricto método tipológico que caracteriza a la Historia Cultural (Rössler, 2007). Otros ‘etnólogos de museos’ son Bernhard Ankermann y Fritz Graebner, quienes dan inicio formal y sistematizan al Difusionismo mediante el desarrollo del método histórico-cultural o histórico directo: método que se basa en la comparación de objetos de museos para la elaboración de inferencias sobre su origen, cronología y relaciones entre los pueblos que los generaron (Ankermann, 1905; Graebner, 1905, 1911; ambos citados en Rössler, 2007). Ellos mismos reactivan el famoso

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concepto de Kulturkreis (utilizado por primera vez en 1898 por Leo Frobenius, el cual no refiere —a diferencia del emparentado Kulturareal o Culture área— a un área geográfica con elementos compartidos por condiciones históricas y ambientales, sino a un conjunto de elementos culturales (cultura material y aspectos sociales) similares, atribuibles a un origen común y cronológicamente rastreables (Rössler, 2007).

Este concepto tiene vital importancia en el tema aquí estudiado. La posibilidad de rastrear el momento cronológico de cada Kulturkreis en base a la observación de los objetos de museos, y su analogía con formaciones sociales vivas —dando relevancia, en esta teoría, al ejercicio de la etnografía—, permitiría la identificación de las Urkulturen o culturas originales, cuyo flujo migratorio y contactos explicarían el mosaico cultural del mundo actual (Rössler, 2007). Esto último motivó la alta cantidad de escritos por etnógrafos alemanes a comienzos del siglo XX de la mano de Paul Kirchhoff en México, y cuatro padres de la orden del Verbo Divino en el resto del mundo: Wilhelm Koppers, Wilhelm Schmidt, Paul Schebesta y Martin Gusinde (Rössler, 2007).

Dicho esto, es necesario abordar el período 1933-1945 en Alemania, como un momento excepcional en que un aparato dictatorial determinó las ideas y discusiones que debían tener lugar en la academia (Fischer, 1990). La etnografía, convertida en política de Estado, recibe tres órdenes de su parte: la identificación de pueblos con razas, su ordenamiento jerárquico, la idea ‘socialdarwinista’ de lucha entre razas y pueblos y la exaltación del folklore junto al nacionalismo (Rössler, 2007: 20). Los años inmediatos al término de la segunda guerra mundial se caracterizan por una continuidad en los principios difusionistas imbuidos por el nazismo mediante exponentes como Adolf Ellegard Jensen, Hermann Baumann y Wilhelm Mühlmann, este último reconocido partidario nacionalsocialista, quien ejerció hasta 1970 como profesor universitario (Rössler, 2007: 22); o bien, Walter Krickeberg, otro partidario que dirigió el museo etnográfico de Berlín hasta 1954 (Klee, 2007), y quien firma seis de las cartas del archivo aquí analizado. El momento abordado invita a reflexionar sobre la relación entre la investigación social y las condiciones político-sociales que la alojan.

Es en este marco histórico y teórico que son construidos los objetos tratados en este archivo documental. Si bien el tono de las cartas no reviste un interés primariamente científico o académico, es este el contexto sistémico que inscribe a la colección y a sus agentes en la red de relaciones únicas de la cual este archivo es testimonio.

Los personajes principales involucrados en la correspondencia son Ricardo Schwenn; Franz Termer, director del Museum für Völkerkunde Hamburg; Gustav Antze, curador de la sección de América del Museum für Völkerkunde Hamburg; Paul Joachim Crasemann, pariente de Termer en Chile y residente en Valparaíso; Walter Krickeberg, director del Museum für Völkerkunde de Berlín; Heinrich

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Ubbelohde Doering,4 director del Staatliches Museum für Völkerkunde de Múnich; Reinhard Kärner, conocido de Schwenn que lleva la segunda colección a Alemania por él; y Hans Cordsen, otro enviado de Schwenn, esta vez para recuperar parte de la segunda colección.

La traducción íntegra del archivo del alemán al castellano permite resumir la información de los documentos como sigue. Los fragmentos trascritos aquí van en cursiva; nuestros comentarios, entre corchetes “[ ]”.

La primera carta del archivo, enviada el 13 de junio de 1936, entrega tres datos interesantes. Escrita por Franz Termer —se dirige a su pariente, Joachim Crasemann, preguntándole por el doctor Ricardo Schwenn—señala que el doctor Schwenn ha viajado a Alemania a ofrecer su colección; que él dice trabajar con Francisco Cornely, sobre el cual también se solicita información; y que existe una situación de escasez generalizada de fondos fiscales en Alemania.

Las respuestas del 30 de junio y del 6 de julio de 1936 indican la ocupación del doctor, y que buena parte de su colección habría sido conformada en viajes por el norte de Chile motivados por la compra de oro. Además, junto con indicar que no hay noticias del señor Cornely (no obstante es un arqueólogo importante para la región), se señala que: “La colección debe haberle costado poco [al señor Schwenn], pues los objetos no tienen gran valor material, sólo sentimental, y porque

él debe ser la única persona del distrito que paga algo por ellos”, agregando que

provendrían de “cementerios antiguos —intactos, precisamente, porque nadie tiene

interés sobre ellos salvo los coleccionistas”.

Ricardo Schwenn fue uno más de los tantos agentes envueltos en el centenario saqueo de cementerios del centro-norte de Chile,5 consustancial al surgimiento de la disciplina arqueológica (Orellana, 1982, 1996). Sus materiales y negociaciones con distintos museos son clara evidencia de ello. Con el Museum für Völkerkunde Hamburg la venta busca concretarse por una estrategia arriesgada: el doctor Schwenn ha llegado al puerto libre de Hamburgo a ofrecer 4 Doering posteriormente adoptó el segundo apellido "Ubbelohde", usándolo en un comienzo sólo

en la forma cifrada de una " U." (véase Kutscher 1974).

5 Acerca del tema del saqueo y excavación de tumbas en el norte de Chile no existen síntesis, pero si algunas menciones y detalles en distintas publicaciones (p.e. Ballester y San Francisco, 2017; González, 2017; Orellana, 1992, 1996). No obstante, dichas excavaciones de tumbas en búsqueda de objetos son tan antiguas como la llegada de los primeros europeos a la región, tal como lo demuestra el relato de Sir Francis Drake en 1587 para la localidad de Morro Moreno en Antofagasta. Aún más, dichas practicadas fueron realizadas también en tiempos precolombinos (véase para esto la síntesis entregada por Ballester y San Francisco [2017: 90-92] en sus dos capítulos titulados “Bajo los arenales”).

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sus piezas, aparentemente, sin previa comunicación con los museos, y sabiendo que obtendrá una mejor oferta de ellos que de compradores privados —como lo indica Doering en una carta del 10 de julio de 1936.

En adelante, el contenido de la correspondencia deja en claro que esto es, en primer lugar, un negocio. La razón del almacenamiento de estas cartas en el archivo debe ser para respaldar la forma en que se obtuvieron las piezas. Nos parece diagnóstico de ello que se ha transcrito, en general, sólo la porción de los documentos que refieren a las 882 piezas que componen la primera transacción; además, la única carta firmada por Schwenn que existe de este momento solicita escuetamente que se acelere el pago (3 de septiembre de 1936).

Aparte del inventario, los principales asuntos que trata esta correspondencia son las estimaciones sobre el precio a pagar por la colección (12 cartas), la forma en que los tres museos se harán parte (siete cartas) y la coordinación de la revisión, los pagos y la distribución de las piezas (30 cartas). Se acuerda un precio total de 5 000 RM, donde Múnich pagará 3 000 RM y Hamburgo 2 000 RM. Berlín, carente de presupuesto, cederá piezas de otras colecciones a Hamburgo para hacerse del equivalente a 500 RM. El 10 de agosto de 1936, el director del museo de Múnich (Doering) viaja a Hamburgo a revisar la colección junto a Termer, Antze y el mismo Ricardo Schwenn. Luego de ello, se elabora un índice de las piezas que es compartido a los directores de los tres museos; se solicita la aprobación de los pagos a las oficinas regionales de finanzas de Hamburgo y Múnich; y Doering y Krickeberg proponen repartir las piezas en Berlín, previa rotulación de los objetos que le interesarían a Termer. La distribución tiene lugar el 28 de octubre de 1936 en Berlín. La información de la correspondencia no permite conocer qué piezas fueron destinadas a qué museos. Sólo existe una carta firmada por Krickeberg (7 de noviembre de 1936) que solicita para Berlín “29 vasijas cerámicas decoradas, 7 monócromas, 17 herramientas de piedra, 15 herramientas de hueso, 13 herramientas de cobre, 15 fragmentos de vasijas cerámicas […], 160 puntas de flecha” así como alrededor de 42 huesos humanos.6 La discusión sobre la distribución de la colección entrega los únicos indicios del interés por la exhibición de los objetos. La cesión de piezas de otras colecciones entre Berlín y Hamburgo es referida en una carta del 15 de julio de 1936. En otra, firmada por Termer el 10 de noviembre de 1936 para Krickeberg, dice:

Extracto de la carta privada del profesor Termer, Hamburgo, al profesor Krickeberg, Berlín-Wilmensdorf

[…] Lo que concierne al intercambio de la colección Schwenn, estoy de acuerdo con que usted se quede el tembetá plano curvado para Berlín y nos entregue a cambio los otros dos

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ejemplares. Nos parecería justo si, además, usted agregara una maza de piedra Apache. Gracias, también, por la vasija de Recuay. También estoy de acuerdo con el resto de las propuestas de intercambio. No obstante, no revisto de mayor valor a los cráneos. Si, pero, Doering no quiere tener todos para Múnich, envíenos nuestra parte de ellos.

Luego de que este intercambio ha ido tan bien, espero que no sea el último entre Berlín y Hamburgo. Tengamos en mente un próximo trueque entre Santo Domingo (Hamburgo) por una máscara [‘Fingermaske’, en el original] de Alaska y Recuay en Berlín.

¡Saludos cordiales y Heil Hitler!

Es llamativo el coleccionismo y la ligereza con que son tratadas las piezas, indicando que el criterio para el interés y los trueques es académico o estético —i.e., museable. En la carta se lee claramente el interés por crear y mantener lazos de intercambio, de sostener negociaciones entre personas e instituciones distantes a través de los objetos que componían las colecciones. El tratamiento de los objetos y su imbricación con las condiciones político-sociales es retomado en relación con los cráneos que tan poco interés han supuesto a Franz Termer (“No obstante, no revisto de mayor valor a los cráneos”). Fiel a su palabra, Termer ha cedido dichas osamentas a otro instituto, cuyo director, agradecido, escribió el 23 de marzo de 1938:

Instituto Biológico-Racial [‘Rassenbiologisches Institut’, en el original] de la Universidad de Königsberg, Prusia [actual Kaliningrado].

Señor profesor Termer, Hamburgo Respetado colega,

Mediante el profesor y colega Krickeberg, el director de la sección americana del Museo Estatal de Etnografía de Berlín, me he enterado de su generoso desprendimiento de la serie de cráneos de Sudamérica, la cual debía haberle sido enviada a través del museo etnográfico y que ha sido destinada, en cambio, a mi instituto. No quisiera cometer el desacierto de no darle personalmente mis más sentidos agradecimientos. Mi alegría le será comprensible, pues le comunico que mi instituto no tenía material craneal de razas extraeuropeas hasta ahora. Con reiterados y cordiales agradecimientos por su fraternal y colegial ayuda

¡Heil Hitler! Suyo, Lothar Loeffler

La carta citada es la segunda de las únicas dos cartas de este conjunto con fecha posterior a noviembre de 1936. La anterior, del 11 de enero de 1937, fue escrita por el doctor Antze (Hamburgo), quien solicitaba a Krickeberg datos sobre la procedencia de las piezas que Berlín ha trocado a cambio de su porción de la colección Schwenn.

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Al menos tres elementos enunciados en esta síntesis permiten situar a este período del archivo en su contexto sociopolítico. El primero es la referencia, al comienzo de la sección, a la escasez de fondos públicos por la que atravesarían los museos alemanes. El segundo es el concepto de “raza” de la última cita,7 a cuya profundización empírica habrían contribuido parte de los cráneos sudamericanos que Schwenn se llevó de Chile. Y, el último, la recurrente alusión al Führer como fórmula de despedida (Ehlers, 2012), la que ocurre en 29 de las 46 cartas de este momento —quince firmadas por Termer; dos, por Krickeberg; siete, por Doering; cuatro, por Antze; y una por Lothar Loeffler.8 Algunas de las cartas vienen acompañadas además de timbres y sellos que hacen referencia a los característicos símbolos nazi de las esvásticas y águilas imperiales (Reichsadler) (Figura 3).

Sólo dos aspectos tratados en la correspondencia aluden al trasfondo cultural de la primera colección. Uno, son las referencias a sitios de procedencia y a la Cultura Diaguita en el índice que ha elaborado el Dr. Antze en el Museo Etnográfico de Hamburgo, con fecha del 1 de septiembre de 1936. El otro aspecto es el interés por contar, en Alemania, con jóvenes etnólogos americanistas. En tres cartas se refiere al deseo de integrar “un joven americanista que tenga

conocimientos en la arqueología de los países de la Cordillera (y que sepa español)”

(7 de julio de 1936); una referencia a un tal “señor doctor Petersen”, con dichas cualidades, y a la “necesidad de formar en Alemania nuevas generaciones en

americanística” (15 de julio de 1936); la intención de disponer de un americanista

“acompañante para un futuro viaje a Sudamérica”, sin éxito, por Doering (21 de julio de 1936). Este diálogo ocurre entre Termer y Doering.

El conjunto de archivos anterior incluye un inventario de la primera colección, que exponemos íntegramente aquí por su valor documental. Consiste en nueve

7 La búsqueda de momias, cráneos y restos humanos por parte del museo empezó mucho más antes del Tercer Reich, aunque en estos tiempos el concepto de la “raza” claramente tuvo un valor político mucho más influyente. Llama la atención que Franz Termer en ese momento quisiera desprenderse de “este material” al transferirlo al Instituto en Königsberg, sabiendo que en la Universidad de Hamburgo también existía un Instituto “Biológico-Racial” que desde 1933 y hasta 1944 tuvo su sede en el mismo museo, que en aquellos años poseía una sección antropológica (Zwernemann, 2004).

8 Lothar Loeffler era abiertamente Nazi, miembro de la NSDAP y de la SS ya en 1932. Fue un profesor universitario de antropología y medicina muy influyente durante el Tercer Reich e incluso después.

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Figura 3. Algunos de los sellos y timbres postales nazi que se encuentran en los documentos del archivo Schwenn del Museum am Rothenbaum (Fotografía de B. Ballester).

fojas escritas en alemán, datadas el 1 de septiembre de 1936 y que describen un listado de objetos numerados desde el 1 al 882 por tipo de materialidad. Las únicas referencias a sitios arqueológicos del inventario se mencionan en el apartado de vasijas cerámicas (Tongefäße), que abarcan desde el número 1 al 127. Todos los datos y referencias provienen de este documento, junto con sus traducciones directas.

El escrito comienza con una aclaración de Antze (quien lo elabora): “Índice de

la colección del señor Dr. Schwenn proveniente de la provincia de Coquimbo, Chile, registrada en el museo etnográfico [de Hamburgo] junto con el señor Dr. Schwenn. La información sobre los yacimientos y las circunstancias de los hallazgos fue apuntada por el mismo señor Dr. Schwenn”.

Luego, el primer sitio mencionado es Compañía Baja (El Olivar), del que provienen 31 contenedores cerámicos: “Compañía Baja (2 km al norte de La Serena)

—El propietario es el difunto Luis Chapacassi. Lothrop, USA, excavó hace cuatro años 54 vasijas desde aquí. Este, el mayor de los cementerios Diaguita hallados hasta ahora, incluye siete grupos [de tumbas] distanciados por unos 50 m; cada grupo con 20 a 25 muertos”.

El segundo sitio es Peñuelas, con diez vasijas: “Peñuelas —6 km al sur de La

Serena. Un Baleare Mely arrienda el terreno. Tres hileras de tumbas con tapa, en total 18 tumbas, de las cuales 5 permanecían intactas, fueron vaciadas por mí. No hallé tumbas sin sarcófagos de piedra (Vaciado por Ricardo Lateham [sic] hace muchos años)”.

Le sigue Punta Teatinos, desde donde obtuvo siete vasijas cerámicas: “Punta

Teatinos —13 km al norte de La Serena. Muchos grupos [de tumbas] en la playa (50 m a 80 m desde la orilla del mar) en la arena, parte de ellos con tumbas de piedra. Mucho desenterrado por amantes, pues es un sitio de escapada. Casi sólo se hallan

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piezas quebradas y fragmentos. Cabezas bien conservadas por estar colocadas sobre la arena”.

Una sola vasija cerámica procede de Arrayán: “Arrayán —23 km al norte de La

Serena. Un grupo de aprox. 30 sarcófagos de piedra con tapa, abiertos, ubicados densamente junto a la orilla del mar. Todo fue encontrado desenterrado. Sólo se encontró el pequeño grupo de amuletos (5). Todo saqueado o sacado por una tal señora Westermeyer de Concepción (Chile)”.

Respecto a Lengua de Vaca, con cinco vasijas cerámicas: “Lengua de Vaca (11 km

al sur de Tongoy, en la playa). 3 grupos [de tumbas] desenterradas. Se dice haber encontrado 3 aros de oro ahí. Puede que se puedan encontrar aún fragmentos estupendos y calaveras”.

De San Julián, tres vasijas cerámicas: “San Julián —(20 km al sur de La Serena)

desde Ovalle a la costa: un grupo [de tumbas] extraído en 1920. Debiera haber grupos en los jardines vecinos, pero los propietarios no dejan excavar ahí ni por dinero”.

En Punta de Piedra enumera ocho vasijas cerámicas: “Punta de Piedra (agua potable de La Serena [en castellano en el original]). Un grupo [de tumbas] extraído

hace años por ingenieros en la construcción de las instalaciones de agua potable para La Serena. 25 km al este de La Serena”.

Del sector de Pingo provienen tres vasijas cerámicas: “El Pingo, 6 horas al este

de la estación Almirante Latorre (a cerca de 3’000 m de altura). Desenterrado en busca de oro. Bellos fragmentos”.

Luego de esas referencias, se detallan cinco vasijas del área de Vallenar, 14 de La Serena y 10 de Chuquicamata compradas por Schwenn a otros vendedores, de manera que él desconoce su procedencia exacta. El apartado cierra con 25 “ollas diaguita no pintadas, cuyo yacimiento no recuerdo. La mayoría son de Compañía Baja”.

La lista continúa con un gran conjunto de 534 objetos de piedra sin origen registrado, entre los que se hallan pesas de pesca, pipas para fumar, tubos, tembetás, collares y centenares de puntas de proyectil. Luego, se enumeran 94 objetos de hueso de procedencia desconocida, destacando anzuelos, adornos para el pelo, lanzas, cráneos y otras partes esqueletales. Finalmente, la lista concluye con 124 artefactos de metal consistentes en hachas, pinzas, agujas, anzuelos y placas, entre otros.

En tres cartas, este conjunto esboza la composición, precio, pago, encargados y algunas observaciones sobre la segunda colección que Ricardo Schwenn ofrece al Museo Etnográfico de Hamburgo.

La primera carta, del 20 de junio de 1939, es un memorándum escrito por el doctor Antze, quien anota que “es posible pagarle al señor Kärner el monto en

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Reichsmark, mientras él use el dinero en Alemania”. Dicha restricción (de gastar la

totalidad del monto en Alemania) había sido ya aplicada a Schwenn por el pago de 3 000 y 2 000 RM de la colección anterior.

Las dudas sobre la identidad de este nuevo doctor Kärner se disipan en la siguiente carta, ingresada al archivo del Museo Etnográfico de Hamburgo el 26 de junio de 1939. En ella se lee:

Reinhard Kärner Farmacia Alemana Droguería, Perfumería La Serena (Chile)

Hallazgos Arqueológicos (Vajilla cerámica de tumbas diaguita de Chile)

RM L M

1 jarra con máscara funeraria (pieza y hallazgo únicos) 200,- 0 120,-

Pato grande (jarro) 325,- 17 255,-

Pato pequeño (jarro) 125,- 5 75,-

10 escudillas (seleccionadas) a 125,- 1250,- 50 750,-

5 lápices labiales de piedra 37,- 1,5?

1 bote 1000,- 40 600,-

ca. RM 3000,- 121,5 1730,-

Pesos chil 18225,-

R. Kaerner, Hamburgo, Aumuehle, Waldstrasse 3 Para la venta por un médico x) chileno. x) = Dr. Schwenn

La marca “x)” es una anotación manuscrita posterior. La referencia a “lápices labiales de piedra” podría corresponder a tembetás. Fuera de ello, se nos ha hecho claro en estas pocas líneas —sobre todo gracias al encabezado, en castellano, y a la anotación posterior— que Reinhard Kärner es un alemán dueño de una farmacia en La Serena a quien el doctor Schwenn ha encargado vender —luego del éxito anterior— una nueva colección ahora de 19 objetos al museo de Hamburgo. Ignoramos si hubo correspondencia con el museo antes de concretar el envío.

La última carta disipa parcialmente la necesidad de americanistas planteada en el momento anterior. En una transcripción del 2 de agosto de 1939 (Figura 4), el profesor Max Uhle, ya reconocido impulsor de la arqueología de Chile, Perú y Ecuador, indica haber visitado en Hamburgo una colección de 14 objetos cuya

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Figura 4. Carta de Max Uhle que hace referencia a las piezas de la colección Schwenn del Museum am Rothenbaum, firmada el 2 de agosto de 1939 en Hamburgo (Fotografía de B. Ballester).

adquisición está siendo evaluada por el museo local. Ignoramos por qué el conjunto ha descendido de 19 a 14 objetos. La carta versa únicamente sobre la relevancia de pagar lo necesario por ella para adquirir, sobre todo, la citada balsa de piedra, la que Uhle relaciona al “arte de navegación más antiguo de esta costa” —aunque se trataría de una pieza de época más bien tardía (Ballester 2019). Este último documento fue ingresado recién el 29 de mayo de 1946 al archivo del museo; año en que se reinicia la correspondencia y lo que, sin duda, tiene relación con el estallido, el 1 de septiembre de 1939, de la Segunda Guerra Mundial.

La fallida venta de la segunda colección vuelve a mencionarse el 19 de noviembre de 1946. “Luego de la finalización de la guerra”, Reinhard Kärner escribe

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a G. Antze que ha perdido su farmacia en Chile y no sabe de Schwenn, por lo que le pide que se contacte directamente con él para retomar el asunto y concretar la venta. La respuesta llega el 29 de noviembre por F. Termer, indicando que Antze jubiló el 1 de abril de 1945, que la colección está intacta y que “el doctor

Schwenn no puede sacar las cosas de Alemania, pues lo prohíben los ingleses”. Antes

de indicar que el museo ha tenido otras pérdidas sensibles, Termer avisa que reflexionará “sobre si le debo escribir al Dr. Schwenn en el próximo tiempo o si es

mejor esperar un mejoramiento y aclaración de la situación mundial”.

El profesor Termer parece haber optado por lo último, pues la correspondencia permanece interrumpida por al menos cinco años. En efecto, Hamburgo se encontraba en la circunscripción territorial que, tras la ocupación aliada, fue encomendada al Reino Unido. La Alemania de la postguerra se acusa en la ahora gran prudencia que tienen los interlocutores al tratar asuntos de la colección.

La siguiente carta del archivo no tiene fecha. Es informativa, nuevamente, por un encabezado que ahora dice “Sociedad Arqueológica de La Serena (Chile), Casilla

125, director Dr. Schwenn”. Dicha sociedad fue fundada el 16 de junio de 1944

(Peña, 1945); la revisión de sus boletines menciona a Schwenn como miembro de su directorio en el Boletín número 5, de diciembre de 1950 (Peña, 1950), por lo que él debe haber sido nombrado como tal durante ese año y con seguridad hasta diciembre de 1953 (Toro, 1953). En dicha carta escribe a Antze que sabe que el museo “se sobrepuso a la guerra” por una visita a Hamburgo de su hija Elcke; refiere a la entrega de la segunda colección antes de la guerra y anuncia su posición como director de la Sociedad. “Consecuentemente”, dice, “me siento en

la obligación moral de dedicarle a dicha sociedad las cerámicas para completar la colección del museo local”. Para ello, dice sólo requerir tres de sus piezas —un

“jarropato”, un jarro con asa y el bote de piedra—, cediendo el resto sin costo por la protección que brindó el museo a su colección. Pide le sean dejadas a un hotelero conocido por él, que las irá a buscar durante los meses venideros. El último intento del doctor Schwenn por recuperar estas piezas es encarnado por Hans Cordsen gracias a un poder notarial firmado en La Serena el 29 de mayo de 1951. En el poder9 se resume el periplo de la segunda colección —mencionando a R. Kärner— y se otorga permiso a Cordsen para retirar, en nombre de Schwenn y en el Museo Etnográfico de Hamburgo, las “piezas

arqueológicas de la Cultura Diaguita Chilena y pre-colombiana [sic]”, pudiendo

“otorgar los recibos que sean del caso, venderlas por el precio que estime conveniente

o traerlas nuevamente al país”. En una carta manuscrita del 4 de junio de 1951

(Figura 5), Schwenn escribe con instrucciones a Cordsen, haciendo énfasis en la recuperación de la balsa de piedra.

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Figura 5. Carta de Ricardo Schwenn a Hans Cordsen del 4 de junio de 1951. En ella se hace referencia a la escultura de la balsa y a algunas vasijas cerámicas, acompañado de rápido bocetos (Fotografía de B. Ballester).

Una de las últimas cartas del archivo documental revisado tiene fecha el 25 de agosto de 1951. En ella, Cordsen escribe a Termer que agradece su llamado telefónico, en el que es presumible que el segundo haya insinuado que no saben el paradero de las piezas solicitadas o la segunda colección, pues Cordsen pide “me comunique lo que se haya averiguado de las piezas para llegar, eventualmente,

a un cierre de este asunto”, adjuntando una lista de los 19 objetos.

El amplio permiso notarial otorgado a Cordsen —gracias al cual puede hasta vender las piezas en Alemania— hace pensar que, salvo la balsa de piedra, los objetos de ésta no le son de gran valor a Schwenn, y que su argumento en favor de exhibirlas en el Museo de La Serena como nuevo director no era más que una excusa para retomar un negocio comercial que llevaba décadas de tramitación —entre sus intereses primaba por sobre todos el factor económico.

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La documentación de la colección arqueológica Schwenn en el Museum am Rothenbaum no solo comprende el “archivo Schwenn”, es decir el acta 101-1 Nr.438 compuesto por la correspondencia y algunos documentos más, relacionados a la adquisición de la colección, sino incluye también los libros de adquisición y las fichas de inventario históricas, cuyos datos fueron igualmente integrados en la actual base de datos del museo.

El primer compendio de la colección ingresó en el museo el 17 de agosto 1936 y fue registrado en el libro de adquisición respectivo (“Postenkladde Amerika A”) con 463 números de inventario (36.82:1-463). Sin embargo, estos números no se corresponden con la numeración original (1-882) del índice del 1 de septiembre 1936 que Ricardo Schwenn elaboró en el mismo museo, ni tampoco con el número original de los objetos, puesto que en algunos casos un número de inventario comprendía varias piezas (como por ejemplo 36.82:463 que consistía en “un número de cráneos y partes óseas”, el cual incluía los números originales 716-757). Aunque muchos de los números anteriores se registraron como parte de la información de inventario en el libro de adquisición, esto no fue norma para todos los casos, por lo que es difícil establecer una concordancia segura.

Lo que se desprende claramente de los inventarios es la repartición de la colección entre los museos de Hamburgo y Berlín. Los números de inventario 36.82:1-213 se quedaron en Hamburgo, mientras los objetos con los números 36.82:214-463 se intercambiaron por 26 objetos de diversas regiones americanas procedentes de la colección berlinesa. Este intercambio de objetos, que en ese entonces se llamaban “dobletes”, fue una práctica muy común entre los museos hasta los años setenta del siglo pasado, cuando la integridad y la inalienabilidad de las colecciones museales ganaron mayor importancia (p.e. Hoffmann, 2012). El museo de Berlín recibió 250 números que en consecuencia fueron registrados allí bajo el sistema de inventario berlinés.10 Lo que no se discierne de la documentación hamburguesa es cuántos objetos de la colección original se trasladaron al museo de Múnich, aspecto aún incierto para nosotros.

El primer compendio de 213 números en Hamburgo contenía una gran cantidad de puntas líticas, además de varias vasijas cerámicas de la cultura 10 Gracias a información entregada por la doctora Manuela Fischer —curadora del área de América del museo—, sabemos que en el Staatliche Museen zu Berlin Preußischer Kulturbesitz hoy existen depositados 221 objetos inscritos en la colección de “Dr. Schremm”, que en realidad corresponde al doctor Ricardo Schwenn, provenientes del área de Coquimbo y La Serena. Se trata justamente de los objetos intercambiados en la década de 1930.

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Diaguita (Figura 6), así como algunos objetos pequeños de hueso, madera y metal. La documentación adicional existente en las fichas de inventario -las cuáles se usaron en el museo desde 1905 hasta los años cincuenta aproximadamente-, con los datos más importantes y un dibujo a mano o una fotografía, no se ha podido correlacionar hasta ahora. Tampoco existen indicios de que la colección o partes de ella hubiesen sido expuestas en el período desde la compra hasta el fin de la guerra. La información acerca del almacenamiento de los objetos durante la guerra también sigue siendo hasta el día de hoy algo confusa. Es probable que la colección haya sido parte del gran fondo de objetos que a partir de 1942 se trasladó por motivos de seguridad a depósitos externos improvisados en Lautenthal, en el centro de Alemania. Irónicamente, en los últimos días de la guerra estos depósitos fueron destruidos por un comandante fanático de la SS para no ceder los objetos que contenían a los estadounidenses (Zwernemann, 2004: 135). En la carta del 29 de noviembre de 1946 Franz Termer le informa a Kaerner que “la colección ofrecida por el Dr. Schwenn” (la segunda colección) está intacta porque permaneció en el museo de Hamburgo. En cambio, en una carta del 27 de junio de 1950, el gerente de la administración, un señor Dennert, le explica a una señora Käthe Betche que esto sería un malentendido, pues la segunda colección habría sido destruida en el depósito externo y el primer compendio se habría conservado en gran parte gracias a su permanencia en Hamburgo. Los documentos se contradicen seguramente para conservar la colección ante los reclamos de Schwenn.

Ignoramos el número exacto de los objetos destruidos ya que no se hicieron listas en estos tiempos revueltos de la guerra. No obstante, la correspondencia abordada muestra que los objetos de la segunda colección poco después volvían a estar accesibles, mientras que el destino de los objetos del primer compendio no es tan claro. En un proyecto de inventario que se está realizando en el museo desde 2009 hasta la actualidad se han podido localizar únicamente 23 objetos de la primera colección de 1936. Sin embargo, el número verdadero de objetos depositados hoy en día en las bodegas del museo sigue siendo una incógnita. Aunque el segundo compendio de la colección Schwenn había ingresado en el museo ya en junio de 1939, la adquisición oficial se efectuó sólo después de la guerra en marzo o abril de 1952. De ahí viene el dato oficial de ingreso registrado en el libro de adquisición, el 28 de marzo de 1952 (luego de las gestiones de Hans Cordsen). Al contrario de la primera colección, el segundo conjunto de piezas no sufrió daños mayores. Por motivos administrativos se inventarió en dos partes, las tres piezas más preciosas (balsa, jarropato grande y otra vasija Diaguita) que fueron solicitadas de vuelta por Schwenn, recibieron los números 52.17:1-3, mientras que las otras 16 se donaron al museo y tienen los números de inventario 52.18:1-16. A diferencia de la primera colección, existen

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Figura 6. Tres vasijas Diaguita de la colección Schwenn depositadas en el Museum am Rothenbaum (números de inventario: 52.17:3 “jarro con máscara funeraria”, 52.18:4, 52.18:7) (Fotografía C. Chávez, MARKK).

también fichas de inventario con fotografías o dibujos para la mayoría de estos objetos de 1952. Estos últimos documentos son importantes ya que en muchos casos representan la única información visual de los objetos de este tiempo. Las referencias a la exposición de la colección Schwenn son más bien escasas. Como Franz Termer indica en una carta a Ricardo Schwenn del 25 de julio de 1952, las vasijas Diaguitas se exhibieron en la recién reinstalada sala de América. Muy probablemente, la balsa de piedra ya formaba parte de esta sala, lo que se infiere de su robo ocurrido en julio de 1962, felizmente resuelto a dos semanas del suceso. Tiempo después la balsa fue trasladada a la “Cámara de Oro”, una exposición de objetos de oro que poseía medidas de seguridad especiales, donde estuvo expuesta al menos entre 1975 y 2005. Desde diciembre de 2006 y hasta la actualidad se exhiben la balsa, junto a ocho vasijas Diaguitas y tres tembetás, en la exposición permanente del área de “Tesoros Andinos” del Museum am Rothenbaum.

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Las colecciones arqueológicas son composiciones cuya larga biografía depende de distintos sujetos e instituciones (p.e. Elsner y Cardinal, 1994; Pearce, 1993, 1994; Pomian, 1990). Viven constantemente pulsos de ensamblaje y adición, junto a otros de desmembramiento y arrebato. Son entidades de constitución y disposición dinámica, plástica, variable y tendenciosa. Los arreglos y ordenamientos que les dan cuerpo varían a lo largo del tiempo según las circunstancias y momentos históricos, en especial de acuerdo con los agentes a los cuales se relacionan y sus intereses particulares. Se trata de conjuntos móviles, que se desplazan y deambulan de casa en casa, de albergue en albergue, sea en el basural, la tumba, la bodega, la vitrina pública o el escaparate de una mansión privada. En este sentido, una colección puede ser entendida a su vez como un objeto en sí mismo, ya que al igual que ellos fue diseñada y elaborada articulando partes y unidades constitutivas que asociadas, combinadas y ensambladas la conforman. En cuanto tal se transporta, se posee, se transfiere, se transforma, crece y decrece en tamaño, cambia de función y modifica su valor según su contexto social. No se puede concebir a la colección como una entidad estática, pasiva y homogénea; es una producción humana más, y por esto su comprensión acarrea todas las complejidades que el resto de las obras humanas. Estudiar un objeto de una colección implica necesariamente estudiar también la colección en su conjunto; es su condición contextual. El mismo procedimiento contextual que aplicamos cuando entendemos el fragmento cerámico en relación con los otros objetos que lo acompañan en una misma capa estratigráfica, así como entre las capas que componen el depósito de un sitio, o entre los sitios de una misma localidad y período. Las partes toman valor dentro de ese todo, en su asociación a otras partes; esta es la premisa básica que guió nuestra investigación sobre el archivo y la colección de Ricardo Schwenn almacenada por más de 70 años en el Museum am Rothenbaum de Hamburgo, en Alemania. Esta colección, vista desde una perspectiva histórica y dinámica, fue incrementando y decreciendo el número de unidades constitutivas (objetos, o fragmentos de objetos) en manos de Schwenn antes de 1939, debido a sus nuevas excavaciones, así como también a la constante compra y venta de piezas. Luego de arribar en Alemania la colección fue desmembrada para destinarse a tres museos etnológicos en Berlín, Múnich y Hamburgo, en una proporción y distribución que aun desconocemos en detalle. Durante la Segunda Guerra Mundial, pese a los intentos de salvataje de obras de arte e históricas, la colección fue en gran parte destruida o extraviada. Consecuencia de estos vaivenes composicionales y mutilaciones internas, en la actualidad aún no se conoce con exactitud la cantidad de objetos que siguen dando cuerpo a esta colección, ya que muchos aun yacen perdidos y de otros se ha traspapelado toda información de inventario.

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Es en esta contingencia, sin embargo, que el archivo documental toma valor para la colección de objetos. Pero no lo hace como un elemento complementario y anexo, sino como otra serie de unidades constitutivas que pasaron a formar parte de la colección Schwenn. Cartas, telegramas, apuntes, fotografías y cuadernos de inventario son hoy unidades de la colección, que gracias a su contenido y asociación, dan valor a los otros objetos no escritos que le acompañan. Es así como el archivo indagado aquí ha nutrido de ideas a diferentes escalas y con distintos alcances. En una primera instancia general, alimenta nuestra comprensión acerca de la relación entre el Museum am Rothenbaum, la historia y etnología alemana, junto a la arqueología del resto del mundo durante el siglo XX. Rössler (2007: 21) nos ha exhortado a elaborar una “descripción densa” de la etnología en tiempos de la dictadura del NSDAP en Alemania, para “reflexionar sobre la imbricación fundamental entre la ciencia y sus condiciones

básicas político-sociales”. Al respecto, no sabemos en qué medida el

nacionalsocialismo varió la forma en que los museos alemanes conseguían o intercambiaban los objetos de sus valiosas colecciones. No obstante, las piezas de otras partes del planeta sí contribuyeron, como indica la carta de Lothar Loeffler del Instituto Biológico-Racial de la Universidad de Königsberg (23 de marzo de 1938), a la profundización empírica de conceptos como el de “raza”, esgrimido como política de estado en la Alemania de aquellos años.

A la escala chilena, el archivo demuestra de qué manera el coleccionismo de objetos precolombinos funcionaba durante la primera mitad del siglo XX en el país. Las motivaciones tras el saqueo de tumbas y el flujo de bienes fueron múltiples. Era evidentemente una fuente de ingreso para la mayoría de los trabajadores y obreros que participaban en las faenas de terreno,11 pero también una rica mercancía para los traficantes de antigüedades en la escena regional y nacional. Así mismo, para los coleccionistas poseer estos objetos y tener la capacidad de construir sus propias colecciones privadas servía como un mecanismo político y de prestigio para posicionarse dentro de las cerradas elites locales, entre círculos de aficionados a las obras de arte por lo general anclados a colonias de inmigrantes europeos que continuaban con esta tradición fetichista sobre lo exótico, lo antiguo, y especialmente lo difícil de conseguir, formando parte de una maquinaria de distinción en las urbes y puertos del país. Un breve repaso de la historia de Ricardo Schwenn demuestra justamente esto. Comenzó como un coleccionista amateur, excavando de tumbas y comprando de objetos. Pasó, poco a poco y con el tiempo, a ser nombrado por arqueólogos connotados de la región (p.e. Cornely, Latcham e Iribarren), adquiriendo renombre, prestigio y cierta fama en la escena local, mismo proceso que luego lo llevó a ser escogido 11 Para un ejemplo ilustrativo acerca del uso de obreros desempleados en las faenas arqueológicas

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miembro del Directorio de la Sociedad Arqueológica de La Serena desde 1950. Hoy una de las colecciones de dicho museo lleva en honor su nombre, otra evidencia material más del valor de distinción y prestigio social tras las actividades de coleccionismo de objetos y sus círculos de interés. No olvidemos que este coleccionismo, que incluía entre sus prácticas regulares la excavación desregulada de tumbas y la comercialización de objetos precolombinos, marcó el origen y sirvió de fundación a la arqueología chilena de los años posteriores —los museos del país son y serán fiel evidencia de este proceso.

Es probable que gracias a estos círculos de coleccionistas originarios o de estrecho vínculo con Europa,12, 13 que los objetos precolombinos hayan circulado poco a poco, luego de deambular un tiempo por Chile, hacia el viejo continente atravesando el océano Atlántico, desde fines del siglo XVIII y hasta la primera década del XX. Existe, sin lugar a dudas, un eje filial en el flujo de bienes precolombinos. Con el paso del tiempo, la muerte de los coleccionistas, y también ante el desinterés de sus herederos, buena parte de ellas terminaron depositadas en los principales museos etnológicos, etnográficos, arqueológicos y de historia natural de países como Alemania, Francia, España, Bélgica, Inglaterra, Suiza, Italia, Escocia, Suecia, Noruega, Austria y Rusia, entre otros. Un proceso que fue alimentado paralelamente por las misiones científicas y exploraciones europeas a todos los rincones del planeta, de los cuales Chile no quedó al margen (p.e. Figueroa, 2012; Gänger, 2009, 2014; González, 2010, 2017; Latcham, 1938; Lindskoug y Gustavsson, 2015; Orellana, 1982, 1996).14 El colonialismo fue un eje clave en la construcción de los museos europeos, y sus colecciones, con el paso de tiempo y estudiadas a la distancia, reflejan muy bien el tipo de relaciones que Europa entabló con el resto del mundo.

En la escala regional, el archivo deviene un insumo para poder volver a contextualizar no solo los objetos que componen la colección, sino también 12 Hacia Estados Unidos la circulación de objetos precolombinos fue similar, aunque con matices relativamente diferentes. Precursoras son las exploraciones y excavaciones de la U.S. Naval

Astronomical Expedition to the Southern Hemisphere del Lieutenant James Melville Gilliss entre

1849 y 1852 (Ewbank, 1855). Las incursiones científicas y arqueológicas estadounidenses hacia Chile y Latinoamérica continuaron en décadas posteriores con un notable auge durante la primera mitad del siglo XX, en especial justo antes de la Segunda Guerra Mundial (p.e. Strong, 1941, 1943). Para un caso emblemático en territorio chileno ver Ballester (2017).

13 Algunas investigaciones similares hechas en Australia demuestran que el alcance de este fenómeno fue mucho más amplio y extenso de lo que se podría pensar (Carter et al., 2017). 14 Algunos de los casos más conocidos son, por ejemplo, Aichel, 1932; Almagro, 1866; Bollaert,

1854, 1860; Boman, 1908; Chervin, 1902; Créqui-Montfort, 1906; Evans, 1906, 1907, 1913; Evans y Southward, 1914; Hyades y Deniker, 1891; Montell, 1926; D’Orbigny, 1945[1847]; Popelaire de Terloo, 1924; Read, 1890; Ried, 1851; Rising, 1866; Ryden, 1944; Sénéchal de la Grange, 1903; Skottsbergwsa, 1924; Tschudi ,1848; Wilde 1839.

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algunos sitios y cementerios de los alrededores de La Serena hoy inexistentes, completamente saqueados o que continúan siendo excavados —como en el caso de El Olivar. Resulta sorprendente que Ricardo Schwenn excavó algunos de los cementerios más importantes de la región, labor que llevó a cabo de forma paralela junto a investigadores como Francisco Cornely y Ricardo Latcham, quienes lo mencionan con cierta regularidad en sus escritos. Sin embargo, a diferencia de ellos, Schwenn no publicó ningún texto o informe sobre sus excavaciones, lo que aumenta el valor de sus cartas y notas depositadas en el Museum am Rothenbaum de Hamburgo en Alemania. Una tarea pendiente es encontrar la otra faz de toda esta comunicación epistolar, documentos que podrían estar aún en manos de los descendientes de Schwenn y que permitirían comprender mejor el complejo proceso de construcción de esta colección. En toda esta seguidilla de eventos y redes de relaciones, una multitud de agentes e instituciones se vieron involucradas de acuerdo a sus propias motivaciones y singulares ambiciones. En Ricardo Schwenn se percibe una mezcla de intereses. Se observa, por un lado, una pasión y fuerte atracción por los objetos antiguos, pero también una seducción económica por comercializar estas obras únicas hacia otros compradores y coleccionistas. Él mismo viaja, busca, crea redes y se contacta con posibles clientes tanto en Chile como en el extranjero. En simultáneo, tras sus actos se dibuja una intención por posicionarse en un circuito de amantes de las antigüedades, de construir afinidades dentro de una elite intelectual local y nacional que comienza poco a poco a referirse a él en sus escritos y conferencias, que al cabo de un tiempo le solicitan ser parte de su cerrada sociedad de amigos, y con ello, de integrar un selecto y reconocido grupo. Para Schwenn, su colección fue un mecanismo a la vez político, económico y simbólico. Como mediador en la trama se encontraba un Estado chileno pasivo que aún no veía utilidad en estos bienes arqueológicos, invisible en todas las cartas y correspondencias —un gran ejemplo para entender que el concepto de Patrimonio es variable, dinámico e histórico. En la otra esquina se hallaban los museos alemanes, en especial el de Hamburgo —aunque solo se trata de un caso entre tantos de fenómenos y entidades emparentadas. Para estas instituciones y las personas que le daban vida, la colección Schwenn era en primer término un capital ideológico. Es notable como en circunstancias económicas adversas decidieron comprar por altas sumas de dinero objetos cuyo origen yacía a más de 12 mil kilómetros de distancia, propios de otros pueblos y tradiciones, con la esperanza de usarlos como insumo histórico en sus narrativas ideológicas y programas políticos. Tan importantes eran estos objetos que intentaron salvarlos en la guerra guardándolos en sofisticados depósitos clandestinos; tan significativos fueron que optaron al poco tiempo por dinamitarlos para que sus enemigos no se apropiaran de ellos. El valor que tuvieron esta y otras colecciones

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de obras de arte, arqueológicas y etnográficas, queda de manifiesto es sus propias acciones respecto de estos objetos.

El archivo no yace ahí impávido a la espera de su descubrimiento y utilización. Nace, se crea y se construye; no es anterior al acto archivístico. En palabras de Jacques Derrida (1995, 2014), el archivo tiene lugar en el punto del fallecimiento originario y estructural de la memoria; no existe sino tras la muerte y destrucción. El archivo es un gesto de inscripción, de trazo, de marca y de registro para salvar del olvido desde un nodo institucional, de domiciliación y de residencia. Nuestro ejercicio de análisis de los documentos y objetos del doctor Schwenn es justamente esto, la inscripción en la memoria de un pasado perdido e invisible: el fenómeno de colecta de objetos desconocidos desde sitios olvidados, de colecciones que circularon, que se vendieron y compraron por sujetos incógnitos. Un registro de contenido sobre los objetos precolombinos de la historia escrita en las cartas y telegramas. Representa un pulso por crear una amalgama entre objetos y textos sellados en el cuerpo de una misma colección, hoy catalogada como el Archivo Schwenn, cuya residencia física es ahora el Museum am Rothenbaum de Hamburgo, en Alemania. El archivo quedará así desde este momento anclado a un espacio físico y dotado de un campo de información claramente definido, mientras que su contenido será reproducido a través de este artículo e impreso en la revista, una y otra vez.

Investigación financiada por l’Équipe d’Ethnologie Préhistorique de ArScAn (UMR7041) y la ED112 de l’Université Paris 1 Panthéon Sorbonne de Francia, junto a los proyectos FONDECYT 1160045 y 1190263 de Chile. Agradecemos al Museum am Rothenbaum por permitirnos estudiar el archivo documental del doctor Ricardo Schwenn. También a la doctora Manuela Fischer por facilitarnos la información de los objetos de la colección Schween depositados en el Staatliche Museen zu Berlin Preußischer Kulturbesitz. Así mismo, al Museo Arqueológico de La Serena por proporcionarnos algunas fotografías de los objetos de su Colección Schwenn a través del servidor público de SURDOC. A Gloria Cabello, Gabriel Cantarutti y Javier Gómez por sus comentarios durante la investigación. Finalmente a Mario Rivera por la invitación a participar en este número especial.

Figure

Figura 1.  Vista  de  perfil  de  la  escultura  de  balsa  de  piedra  del  Museum  am  Rothenbaum  (número de inventario 52.17:1) (Fotografía de B
Figura 2.   Vasija Inka de la colección Schwenn depositada en el Museo Arqueológico de La  Serena  (número  de  inventario  8-12994)  (Fotografías  disponibles  en
Figura 3.  Algunos de los sellos y timbres postales nazi que se encuentran en los documentos  del archivo Schwenn del Museum am Rothenbaum (Fotografía de B
Figura 4.   Carta de Max Uhle que hace referencia a las piezas de la colección Schwenn del  Museum am Rothenbaum, firmada el 2 de agosto de 1939 en Hamburgo (Fotografía  de B
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