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La palabra comprometida : los escritores y la revolución cubana

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Submitted on 15 Nov 2005

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La palabra comprometida : los escritores y la revolución cubana

Virginie Gilmet

To cite this version:

Virginie Gilmet. La palabra comprometida : los escritores y la revolución cubana. GIS Réseau

Amérique latine. Actes du 1er Congrès du GIS Amérique latine : Discours et pratiques de pouvoir en

Amérique latine, de la période précolombienne à nos jours, Université de La Rochelle, Nov 2005, La

Rochelle, Francia. 9 p. �halshs-00005632�

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GIS Réseau Amérique latine. Actes du 1

er

Congrès du GIS Amérique latine : Discours et pratiques de pouvoir en Amérique latine, de la période précolombienne à nos jours, 3-4 novembre 2005, Université de La Rochelle

La palabra comprometida : los escritores y la revolución cubana

GILMET Virginie

Université du Littoral/ CRLA Poitiers Colloque GIS Amérique latine (La Rochelle)

03 et 04 novembre 2005 Résumé en français

En juin 1961, à la suite de trois sessions, auxquelles ont participé les figures les plus représentatives des intellectuels cubains afin de discuter et d’exposer amplement, devant le Pouvoir politique, leurs points de vue sur différents aspects de l’activité culturelle et sur les problèmes quant à leurs possibilités de création, le Premier Ministre cubain, Fidel Castro, prit la parole, clôturant ainsi les débats, avec le discours, intitulé « Palabras a los intelectuales ».

Fidel Castro, au nom du Gouvernement, utilise les seules armes des intellectuels, les mots, afin de convaincre le public des bonnes intentions de la Révolution envers la Culture, animé dans ce sens par les fréquents applaudissements, interrompant son discours. Il offre à ce nouveau peuple révolutionnaire dans sa lutte un texte pour chanter et réaffirmer collectivement sa propre existence et ses nouvelles valeurs.

Le discours est important quant au pouvoir qu’il peut exercer sur le public ; l’interprétation que donne chaque auditeur au discours est également importante. Ainsi, le seul pouvoir intrinsèque des mots dans un discours peut permettre à un autre pouvoir de s’installer dans l’esprit du public, de se développer ; alors, dans ce cas, les mots deviennent ceux du Pouvoir.

Quelques décennies plus tard, l’interprétation de ce discours historique est assez

différente de celle des années 1960 ; à partir des années 1970, le discours de Fidel Castro a été

l’objet de nombreux commentaires, ébranlant ainsi l’unanimité de ces années très politisées,

que furent les années 1960, en Amérique Latine. En 1971, l’affaire Padilla et le Premier

congrès national d’éducation et de culture emportèrent avec eux l’enthousiasme et l’appui

d’une grande partie des intellectuels envers Cuba. Seulement, à partir de ce moment là, les

mots de Castro se chargèrent de sens très différents selon l’intention ou la (nouvelle) position

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idéologique de l’auteur. Ainsi, après 1971, quelques hommes réécrivirent l’histoire de la Révolution Cubaine au moyen d’un changement de points de vue et d’autres au moyen de l’adaptation des faits aux besoins supposés du moment.

Résumé en espagnol

En junio de 1961, después de tres sesiones, en las que participaron las figuras más representativas de la intelectualidad cubana para discutir y exponer ampliamente, ante el Poder político, sus puntos de vista sobre distintos aspectos de la actividad cultural y sobre los problemas relacionados con sus posibilidades de creación, el Primer Ministro de Cuba, Fidel Castro, tomó la palabra, clausurando así los debates, con el discurso, titulado « Palabras a los intelectuales ».

Fidel Castro, en nombre del Gobierno, utiliza las solas armas de los intelectuales, las palabras, para convencer a los oyentes de lo bueno y lo justo de las intenciones de la Revolución hacia la Cultura, animado en esto por los frecuentes aplausos. Ofrece a este nuevo pueblo revolucionario en su lucha un texto para cantar y reafirmar colectivamente su propia existencia y sus nuevos valores.

El discurso es importante en cuanto al poder que puede ejercer sobre los oyentes ; también es importante la interpretación que da cada oyente al discurso. Así, el solo poder intrínseco de las palabras en un discurso puede permitir a otro poder que se instale en la mente de los oyentes, que se desarrolle ; entonces, en este caso, las palabras se vuelven las del Poder.

Unas décadas más tarde, la interpretación de este discurso histórico es bastante diferente de la de los años 60 ; a partir de los años 70, el discurso de Fidel Castro ha sido objeto de numerosos comentarios, rompiendo así la unanimidad de esos años muy politizados, como la década del 60, en América Latina. En 1971, el caso Padilla y el Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura acabaron con el entusiasmo y el apoyo de una gran parte de los intelectuales hacia Cuba. Y sólo, a partir de allí, las palabras de Castro se cargaron de sentidos muy diferentes según la intención o la (nueva) posición ideológica del autor. Así, después de 1971, unos hombres volvieron a escribir la historia de la Revolución Cubana mediante un cambio de los puntos de vista y otros mediante la adaptación de los hechos a las supuestas necesidades del momento.

Discipline

Sciences des hommes et de la société : Littérature latino-américaine/ Histoire

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Mots-clés en français

Intellectuels – Mots – Pouvoir – Révolution – Légitimité (le langage/ le discours) – Interprétation – Indépendance – Liberté

Mots-clés en espagnol

Intelectuales – Palabras – Poder – Revolución – Legitimidad (el lenguaje/ el discurso) – Interpretación – Independencia – Libertad

Communication

:

En los días 16, 23 y 30 de junio de 1961 se efectuaron en la ciudad de La Habana, en el Salón de Actos de la Biblioteca Nacional, reuniones en las que participaron las figuras más representativas de la intelectualidad cubana. Artistas y escritores discutieron y expusieron ampliamente sus puntos de vista sobre distintos aspectos de la actividad cultural y sobre los problemas relacionados con sus posibilidades de creación, ante el Poder político, representado entre otros por el Presidente de la República (Osvaldo Dorticós Torrado), el Primer Ministro (Fidel Castro), el Ministro de Educación (Armando Hart) y los miembros del Consejo Nacional de Cultura.

Después de esas tres sesiones, el Primer Ministro de Cuba, Fidel Castro, tomó la palabra, clausurando así los debates. El propósito de ese discurso histórico, que será publicado con el título « Palabras a los intelectuales », era expresar los puntos de vista del Gobierno sobre la cuestión cultural en Cuba, dirigiéndose a los artistas y escritores presentes en las distintas reuniones.

El lugar donde se efectuaron esas reuniones, o sea la Biblioteca Nacional en La Habana, y la presencia de las diferentes instancias políticas dan un carácter prestigioso y oficial a los encuentros.

Fidel Castro, en nombre del Gobierno, se dirige a los artistas y escritores con las solas

« armas » de estos últimos : las palabras, o sea en un mismo nivel, y así parece concederles

una existencia, hasta una legitimidad. Sin embargo, Fidel Castro conoce bien las palabras y

sabe jugar con ellas. Por ejemplo, ¿ qué sentido él puede dar a la palabra cultura ? Después de

haber leído el discurso, parece ser, en el caso de la Revolución Cubana, sinónima de

alfabetización ; la Revolución quiere abrir las puertas de la Cultura al pueblo, o sea

democratizarla. Tal aspiración es notable, pero no puede responder a la cuestión de la libertad

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de creación, el problema es otro. Lo interesante en este discurso es ver cómo Fidel castro utiliza las palabras para convencer a los oyentes de lo bueno y lo justo de las intenciones de la Revolución hacia la Cultura, animado en esto por los frecuentes aplausos. Por ejemplo, utiliza

« palabras-clave », « palabras-cumbre »

1

como libertad, pueblo, justicia social, democracia, que condensan las ideas, las esperanzas y las decisiones de los hombres y aglutinan una inmensa carga positiva. La excesiva confianza de los hombres en el valor esencialmente positivo que para ellos tienen esos términos puede colocarlos en desventaja frente a un posible uso diabólico del lenguaje, un empleo tendencioso de esas palabras positivas, para alterar y viciar su sentido más profundo y proponerlas como consignas de una ideología. Poco a poco, esas palabras pueden viciarse, enfermarse a fuerza de ser viciadas por las peores demagogias del lenguaje dominante. Y los hombres pueden llegar a no ver con la suficiente claridad la diferencia esencial entre el sentido más auténtico y verdadero de los valores sociales y políticos y el de aquellos que presentan sus doctrinas vestidas con prendas parecidas. Bakhtine dice que, en las situaciones revolucionarias, las palabras llevan sentidos opuestos, que no hay palabras neutras.

Con la repetición casi constante del nosotros, Fidel Castro reafirma la unidad y la solidaridad de la Revolución tal como una gran familia. También este empleo repetido del nosotros en el discurso parece dar la palabra a este nuevo pueblo revolucionario en su lucha, ofreciéndoles un texto para cantar y reafirmar colectivamente su propia existencia y sus nuevos valores. El poder de un texto

2

, aquí un discurso, está en su impacto inmediato, el cual consiste en el canto colectivo, en la confirmación de una ideología a través de la emoción de la comunidad. Sin embargo, este nosotros casi siempre está opuesto a un ustedes, atribuido a los artistas y escritores. Por sólo ser intelectual, no podrán tener acceso a la Revolución, entrar en esta gran familia. Asistimos a un tipo de jerarquía ideológica de las personas según su función, hasta sus ideas ; en efecto, « La Revolución debe renunciar a los reaccionarios, a los contrarrevolucionarios ». Así, en este discurso llevado por el nosotros, nos extraña ver surgir un yo, porque contrasta con el carácter colectivo de toda Revolución ; a veces, Fidel Castro habla en nombre propio, lo que da más fuerza a su condición de líder, de « caudillo »

3

. Frente al carácter arbitrario, la inseguridad, la ausencia de un marco jurídico e institucional estable y adecuado, los seres humanos pueden responder buscando un marco cómodo en un sistema

1

Palabras de Julio Cortázar, sacadas de un texto suyo sobre el valor de las palabras, en el Centro Cultural de Madrid en 1981. Este acto, que contó con el auspicio del Ayuntamiento de Madrid, recordaba el quinto aniversario del golpe militar en Argentina.

2

Cf. Marie-Claire Zimmerman, « Escritura poemática y ansia de revolución », in CRLA (Universidad de Poitiers), Escritura y revolución en España y América Latina en el siglo XX, Madrid, Editorial Fundamentos, 1994, p. 63.

3

« Hombre que dirige algún gremio, comunidad o cuerpo », Real Academia.

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piramidal de las relaciones personales, con un tirano arriba

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; así, por ejemplo, los países comunistas han reinventado el « caudillismo » con el culto a la personalidad.

La utilización de obligaciones en el discurso puede contradecir el propósito mismo de esas reuniones, o sea la libertad en la creación artística ; así, por ejemplo, « los hombres deben crear para sus contemporáneos ». En el primer editorial de la revista cubana Casa de las Américas, creada en julio de 1960, titulado « Como haremos », ya la literatura y la política se situaban en un mismo nivel

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, o sea con deberes y obligaciones. Entonces, a parir de 1960, la literatura y el arte en general toman una nueva dirección y se transforman en un medio de expresión y de lucha. Ya no se puede practicar el « arte puro ». La literatura debe ser una literatura « utilitaria ». A la Revolución no le interesa lo estético en una obra literaria. Ella quiere una literatura de testimonio. Entonces, en la medida en que la literatura debe ocuparse de problemas sociales y reflejar la realidad, se vuelve un instrumento de la Revolución. De manera más general, los diferentes elementos que han contribuido a formar la realidad global latinoamericana van a ser juzgados no con arreglo a su contribución cuantitativa o cualitativa a esta sociedad, sino a su utilidad, su eficacia para servir una « causa noble »

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; entonces, en este caso, no hay inconveniente en utilizar instrumentos culturales o tecnológicos occidentales.

El discurso de clausura de Fidel Castro ha sido leído con frecuencia y sin duda seguirá siéndolo. También ha sido objeto de numerosos comentarios e incluso se lo ha citado sin, a veces, habérselo leído, o alterando sus líneas, o desgajándolas del conjunto, o resumiéndolo a esta regla : « Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada ».

El discurso en sí es importante en cuanto al poder que puede ejercer sobre los oyentes.

También es importante la interpretación que da cada oyente al discurso. La interpretación

7

puede ser diferente de un oyente a otro, según la sensibilidad, la personalidad, las ideas de cada uno y también, y sobre todo, la fuerza de persuasión de las palabras del discurso a fin de permitir una sola interpretación posible. El solo poder intrínseco de las palabras en un discurso puede permitir a otro poder que se instale en la mente de los oyentes, que se desarrolle. Entonces, en este caso, las palabras se vuelven las del Poder.

4

Cf. Carlos RANGEL, Del buen Salvaje al Buen Revolucionario, Barcelone, Libros de Monte Avila, 1

ère

éd., 1976, p. 197.

5

Cf. Nour-Eddine ROCHDI, Vingt ans de politique culturelle de la revue cubaine Casa de las Américas (1960- 1980), Thèse pour le Nouveau Doctorat sous la dr. De Claude FELL, Université de la Sorbonne Nouvelle (Paris III), 1991.

6

Cf. Carlos RANGEL, op cit, p. 158.

7

Real Academia, « explicación de acciones, dichos o sucesos que pueden ser entendidos de diferentes modos ».

(7)

Pierre Bourdieu utiliza el término de « poder simbólico »

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para designar no tanto una forma específica del poder que un aspecto de las numerosas formas del poder que están presentes en la vida social. El poder, en muchos casos, no se impone por el uso declarado de la fuerza física ; en efecto, se instala a través de una forma simbólica, así se encuentra como investido de una suerte de « legitimidad ». El campo político es el lugar donde los hombres quieren formar y transformar las visiones del mundo y así actuar en el mundo mismo ; es el lugar donde las palabras son accciones y llevan el carácter simbólico del poder. Los discursos siempre son eufemismos inspirados por la preocupación de hablar « comilfo », de crear los productos conformes a las exigencias de cierto mercado. El poder simbólico es este poder invisible que no puede exitir sin la complicidad de las personas que lo ejercen y de las que no quieren saber o que no saben que lo sufren. Lo que da un poder a las palabras, es la creencia en la legitimidad de las palabras y de la persona que las pronuncia. El lenguaje no tiene en sí el principio del poder que puede ejercerse a través de él, pero tiene en su lógica misma la virtualidad de esta forma particular de abuso de poder que es el paralogismo : no el hecho de decir lo falso, la mentira, sino el hecho de decirlo con todas las apariencias lógicas de lo verdadero, de hacer existir en las palabras y por las palabras lo que no existe en las cosas, de dar una forma de ser, capaz de suscitar la creencia, al no ser, o a la apariencia.

Hoy, en 2005, es fácil dar una interpretación objetiva, conforme a la realidad, a estas

« palabras a los intelectuales » porque conocemos el pasado y especialmente la evolución de la política cultural de Cuba. Sin embargo, en los años 1960, muchos artistas y escritores confiaron en Fidel Castro, le dieron una legitimidad y hasta lo apoyaron. No pusieron en duda las buenas intenciones de la Revolución en el campo de la Cultura, sólo expresaron inquietudes y hasta pudieron hacerlo durante esas tres reuniones. Igualmente no pusieron en duda lo dicho en el discurso « Palabras a los intelectuales » de Fidel Castro.

En un artículo publicado en Le Monde (Paris), el 23 de noviembre de 1962, bajo el título « Á Cuba, en état de siège », un periodista peruano Mario Vargas Llosa

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describe lo que ha visto en las calles de la capital cubana, o sea una devoción de la población hacia Fidel Castro. Unos días después, escribe de nuevo un artículo, titulado « Crónica de la Revolución » y publicado en Marcha (Montevideo), en el cual subraya dos hechos fundamentales : una Revolución Cubana bien instalada y la singularidad del socialismo cubano con repercusiones posibles en el futuro del socialismo mundial. En el mismo artículo, menciona a Fidel Castro

8

Cf. Pierre BOURDIEU, Langage et pouvoir symbolique, Paris, Editions du Seuil, 2001.

9

Cf. Mario VARGAS LLOSA, Contra viento y marea (1), Barcelona, Seix Barral, Biblioteca Breve, 1ère édition en 2 vols, octobre 1986.

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como mantenedor de la cohesión y del entusiasmo popular que constituyen los dos pilares de la Revolución. Añade que el reconocimiento del marxismo como filosofía oficial de la Revolución no impide, « al menos por ahora », la existencia de otras corrientes ideológicas que pueden expresarse libremente. Así, Mario Vargas Llosa reconoce una libertad de expresión en la Cuba socialista ; pero lo reconoce como periodista sin la dimensión pasional que puede caracterizar a ciertos escritores y artistas y también sin la cual hubiese sido imposible el sacrificio y le entrega sin límites de unos militantes revolucionarios. A partir de 1965, su apoyo a Cuba ya no sólo se materializará en artículos sino también en hechos concretos como su participación activa en las instancias culturales de la Revolución. Así, sin caer, sin embargo, en lo apasionado, Mario Vargas Llosa apoyó a la Revolución Cubana. En esos años muy politizados, como la década del 60, en América Latina, al autor peruano le interesó la Revolución Cubana como forma de revolución renovada, más moderna, flexible y abierta, como un modelo para América Latina, como la primera prueba concreta de que el socialismo podía ser una realidad, que podía existir un sistema capaz de instaurar la justicia social y una distribución equitativa de las riquezas y que, sin embargo, respeta la libertad

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.

Julio Cortázar

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hizo un primer viaje a Cuba en 1961 cuando se desarrolló el proceso de construcción del socialismo al cual querían asistir los intelectuales latinoamericanos.

Descubrió a Fidel Castro en diciembre de 1963 cuando el jefe de la Revolución Cubana lo invitó a ser jurado de los Premios « Casa de las Américas » a principios de 1964. Así, en ese 1963, se comenzó a vincular con Cuba, Castro y la Revolución Cubana. Antes de todo eso, era Cortázar indiferente a las coyunturas políticas y a la situación política en general. Pero, la Revolución Cubana le metió en algo que ya no era una visión política teórica, una postura política meramente oral. Ella le mostró entonces el gran vacío político, que había en él, su inutilidad política. Desde ese día, trató de documentarse, trató de entender, de leer. Sin embargo, sin preparación en la teoría política, aunque lúcido en su análisis crítico de la realidad latinoamericana, su apoyo a la Revolución Cubana fue eminentemente sentimental.

La política absorbió el tiempo de Cortázar ; Cuba, la Revolución Cubana y Fidel Castro fueron sentimientos trágicos en su vida literaria y personal.

En noviembre de 1968, el poeta cubano Heberto Padilla es censurado y detenido por un órgano de las fuerzas armadas de Cuba, por sus expresiones contrarrevolucionarias. La prensa internacional, interesada en el hecho, desató uno de los peores momentos para el gobierno de Fidel Castro. Desde la Isla, en el conflicto de sus intelectuales, y del resto del

10

Cf. Mario VARGAS LLOSA, Sur la vie et la politique, Paris, Belfond, 1989, p. 112.

11

Cf. Omar PREGO, La fascinación de las palabras, Barcelone, Muchnik Editores, 1985.

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mundo, incluso entre aquellos que aún mantenían el entusiasmo por la Revolución, surgieron defensas y ataques por la noticia. Una primera carta de protestas de intelectuales por los ataques contra Padilla fue enviado a Castro. Julio Cortázar fue uno de los firmantes, junto con Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes entre otros, del divulgado mensaje enviado a Fidel Castro, donde se le expresaba preocupación ante lo sucedido y se le pedía información. En 1971, el caso Padilla y el Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura, donde se produjo un recrudecimiento de la censura a escritores e intelectuales de la Isla y fuera de ella, acabaron con el entusiasmo y el apoyo de una gran parte de los intelectuales hacia Cuba. Si la crisis de 1968 había sido una tragedia para los intelectuales latinoamericanos que simpatizaban con Cuba pero que no querían revoluciones culturales chinas ni gulags estalinistas, el arresto de Padilla repetía el escenario, pero en un contexto de reforzamiento de las tendencias de endurecimiento del gobierno cubano : una doble tragedia.

Una segunda carta de protestas acerca del caso Padilla fue enviada a Castro, firmada por Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, entre otros ; Julio Cortázar y Gabriel García Márquez no la firmaron, aduciendo que en la primera carta habían pedido información y que la segunda incluía severas críticas a la Revolución y a Castro. Ya, se quebró la solidaridad internacional hacia la Cuba socialista, ya se quebraron las esperanzas de todo un continente.

Si el « boom » literario latinoamericano había tenido sus referentes con Cuba, Castro y la Revolución Cubana, muchos de sus autores tomaron sus propios caminos, ya lejos de la unanimidad política de los años 60 que fue uno de los factores en la internacionalización de la novela hispanoamericana, dando la sensación de una coherencia continental. Así, Gabriel García Márquez prefirió la amistad con Castro separada de su literatura y siempre leal al castrismo ; Mario Vargas Llosa, que simpatizó tempranamente con Cuba, se convirtió en un severo crítico de Castro y de la Revolución Cubana ; Carlos Fuentes se hizo el sentido por desacuerdos no profundos y siguió su camino olvidándose de Cuba ; y Julio Cortázar vivió atado a la Revolución Cubana y esperando inútilmente una reconciliación con Castro.

En la década del 60, no provocó el discurso de Fidel Castro « Palabras a los intelectuales » cartas de protestas de los intelectuales, porque la Revolución Cubana sedujo a muchos de los artistas y escritores no tanto por lo que era, sino por lo que significaba para América Latina : una independencia y una libertad. Además, para muchos escritores latinoamericanos, la única alternativa posible para América Latina no estaba entre la dictadura y la democracia, sino entre la reacción de los gobiernos militares y la Revolución. El compromiso político de los intelectuales con la Revolución fue más humano, solidario y

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cultural que profundamente ideológico. Sin embargo, la evolución de la política cultural de Cuba les quitó a muchos de ellos todas ilusiones y esperanzas. Y sólo, a partir de allí, las palabras de Fidel Castro se cargaron de sentidos muy diferentes según la intención o la posición ideológica del autor. Hans Kohn, en la obra Consideraciones sobre historia moderna, dice :

« […] Cada generación vuelve a escribir la historia no mediante la adaptación de los hechos a las supuestas necesidades del momento, sino mediante un cambio de los puntos de vista […] »

Después de 1971, unos hombres volvieron a escribir la historia de la Revolución Cubana mediante un cambio de los puntos de vista. Y otros también volvieron a escribirla mediante la adaptación de los hechos a las supuestas necesidades del momento. Hoy en 2005, no es de extrañar la adhesión intacta de muchos jóvenes a la Revolución Cubana. Porque casi nunca, en nuestra sociedad, encontramos la palabra dictadura o sistema autoritario para designar a Cuba, así satisfaciendo a los buscadores de revolucionarios tecermundistas gracias a los cuales pueden apaciguar su mala conciencia, distraer el aburrimiento político de sus democracias sin sabor o saciar su sed de romantismo revolucionario o de exotismo

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. Y para terminar, Carlos Fuentes dijo acerca de esto :

« […] el Che Guevara, convertido, con su muerte brutal en 1967, en Chic Guevara, el salvador de todas las buenas conciencias del llamado Radical Chic europeo y norteamericano, esa capacidad occidental de encontrar paraísos revolucionarios en el Tercer Mundo y, en sus aguas lustrales, lavarse de sus pecados de egoísmo pequeño burgués »

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12

Cf. Mario Vargas Llosa, Le langage de la passion, Paris, Editions Gallimard, 2005, p. 240.

13

Carlos FUENTES, Diana o la cazadora solitaria, 1994, p. 44.

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