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El oppidum de Bailo/Silla del Papa y el estrecho de Gibraltar en tiempos de Sertorio

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Academic year: 2021

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El oppidum de Bailo/Silla del Papa y el estrecho de

Gibraltar en tiempos de Sertorio

Pierre Moret, Fernando Prados-Martínez, Iván García Jiménez, Angel Muñoz

To cite this version:

Pierre Moret, Fernando Prados-Martínez, Iván García Jiménez, Angel Muñoz. El oppidum de Bailo/Silla del Papa y el estrecho de Gibraltar en tiempos de Sertorio. F. Sala Sellés et J. Moratalla Jávega. Las guerras civiles romanas en Hispania. Una revisión histórica desde la Contestania, Universi-dad de Alicante; Museo Arqueologico de Alicante, pp.141-153, 2014, 978-84-9717-341-4. �hal-01991694�

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LAS GUERRAS CIVILES ROMANAS EN HISPANIA

una revisión histórica desde la contestania

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Este libro ha sido realizado en el marco de los proyectos de investigación

El desarrollo de las guerras civiles romanas

y la transformación del mundo indígena en el sureste de Hispania (HAR2009-11334),

financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación, y Las huellas de las guerras civiles romanas en el sudeste de Hispania.

Conflictos y transformación cultural (HAR2012-32754),

financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad,

y ha sido coeditado por el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Alicante y por el Museo Provincial de Alicante-MARQ.

Ha sido debidamente examinado y valorado por evaluadores ajenos a la Universidad de Alicante

con el fin de garantizar su calidad científica.

©los autores, 2014

©de la presente edición: Excma. Diputación de Alicante y Universidad de Alicante

ISBN Servicio de Publicaciones UA: 978-84-9717-341-4 Depósito legal: A 778-2014

ISBN Diputación de Alicante: 978-84-15327-49-3 Depósito legal: A 805-2014

Editores científicos:

Feliciana Sala Sellés, Jesús Moratalla Jávega Corrección de pruebas:

Vicente Navarro Bertomeu Diseño y maquetación:

Pepe Gimeno Impresión y encuadernación:

Quinta Impresión

Reservados todos los derechos.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org)

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INTRODUCCIÓN LOS HECHOS 13 23 35 51 65 79 91 99 115 127

ÍNDICE

Reflexiones sobRe la gueRRa de seRtoRio en la Hispania CiteRioR y sus fuentes liteRaRias

Manuel Salinas de Frías

CaMpaMentos y foRtifiCaCiones taRdoRRepubliCanas en Hispania. “CalibRando” a seRtoRio

Angel Morillo Cerdán

el xÚQueR, SAITABI y seRtoRio

José Pérez Ballester

la destRuCCión de VAlenTIA (75 a.C.) y la CultuRa MateRial de la époCa de seRtoRio (82-75 a.C.)

Albert Ribera i Lacomba

los foRtines de la Costa septentRional aliCantina: una Red de vigilanCia de la navegaCión

Feliciana Sala Sellés; Jesús Moratalla Jávega; Lorenzo Abad Casal

foRtifiCaCiones taRdoRRepubliCanas de lucenTum (HISpAnIA cITerIor) Manuel Olcina Doménech; Antonio Guilabert Mas; Eva Tendero Porras

el CaMpaMento MilitaR de las gueRRas seRtoRianas de villajoyosa Antonio Espinosa Ruiz; Diego Ruiz Alcalde; Amanda Marcos González;

Pedro Peña Domínguez; Ana M.ª Martínez Sánchez

identifiCaCión del uso del espaCio y su MoMento HistóRiCo a paRtiR de los Contextos MateRiales

Sonia Bayo Fuentes

el ConfliCto seRtoRiano en el suReste peninsulaR a tRavés de los RegistRos nuMisMátiCos

Carolina Doménech Belda

el Contexto HistóRiCo e HistoRiogRáfiCo Jesús Moratalla Jávega; Feliciana Sala Sellés

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Y AL PASO DE LAS LEGIONES... 141 155 169 183 199 217 229 249 271 el oppIdum de BAIlo/silla del papa y el estrecho de gibraltar

en tieMpos de sertorio

Pierre Moret; Fernando Prados Martínez; Iván García Jiménez; Ángel Muñoz

el Molón (caMporrobles, valencia) en los siglos ii-i a.c. Alberto J. Lorrio; M.ª Dolores Sánchez de Prado

bibliograFÍa

la FortiFicación tardorrepublicana de olèrdola y el control del acceso norte a TArrAco

Núria Molist Capella

IlIcI en las guerras civiles roManas

Mercedes Tendero Porras; Ana M.ª Ronda Femenia

la lIBISoSA iberorroMana: un contexto cerrado de -y por- las guerras sertorianas

Héctor Uroz Rodríguez; José Uroz Sáez el caMpaMento de cáceres el vieJo y las guerras civiles en hispania Francisco Javier Heras Mora

FortiFicaciones republicanas entre la citerior y la ulterior: en las tierras de la bastetania

Andrés María Adroher Auroux

una guarnición tardorrepublicana roMana en la cuenca alta de los rÍos argos y QuÍpar. el cASTellum de archivel

y la TurrIS de barranda (caravaca-región de Murcia) Francisco Brotóns Yagüe; Antonio Javier Murcia Muñoz

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La ubicación de la ciudad bástulo-púnica de la Silla del Papa en el extremo meridional de la península Ibérica (fig. 1) y en el eje central del estrecho de Gibraltar, fue ciertamente privilegiada, además de por su proximidad al territorio africano, por encontrarse a medio camino entre los dos principales centros de poder del sur de la

Bética: Gades, en la fachada atlántica, y Carteia en la mediterránea. Esta circunstancia, unida a la proximidad de la costa –4 km–, permitió a la Bailo prerromana par-ticipar prematura y activamente en uno de los principa-les circuitos económicos y culturaprincipa-les de la antigüedad, esto es, el llamado “Círculo del Estrecho” (fig. 2).

EL oppIdum DE BAIlo/SILLA DEL PAPA Y EL ESTRECHO DE GIbRALTAR

EN TIEMPOS DE SERTORIO

Pierre Moret CNRS-Université de Toulouse Fernando Prados Martínez Universidad de Alicante Iván García Jiménez Junta de Andalucía Ángel Muñoz Vicente Junta de Andalucía IntroDuCCIón: La SILLa DEL PaPa (tarIfa, CáDIz), un EnCLavE gEoEStratégICo

ENTRE DOS MARES Y DOS CONTINENTES

Fig. 1. El estrecho de Gibraltar desde el oeste con las principales ciudades mencionadas en el texto.

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El oppidum dE Bailo/Silla dEl PaPa y El EStrEcho dE Gibraltar En tiEmPoS dE SErtorio

por seguros se limitan a unos pocos datos que pueden resumirse de la siguiente manera:

Habiéndose refugiado en Mauritania en la primavera del año 81 a.C., Sertorio volvió a Hispania a principios del año siguiente, respondiendo a la llamada de los lu-sitanos (Plutarco, Sert., 11, 1). Tras haber dejado en el norte de África un pequeño destacamento, cruzó sigi-losamente el Estrecho por la noche (Salustio, Hist., I, 104). Una vez arribado a la costa hispana y reunido con los lusitanos, se puso a su cabeza con plenos poderes militares, y sometió la parte de Hispania que se exten-día cerca de su territorio (Plutarco, Sert., 11, 1). Tenía un ejército multiétnico: “además de 2600 hombres que él llamaba romanos, entre los que había mezclados 700 libios que habían pasado a Lusitania con él, había reclu-tado además de entre los lusitanos a 4000 infantes li-geros -peltastas- y a 700 jinetes” (Plutarco, Sert., 12, 2). En los referidos textos clásicos son muy escasas las precisiones topográficas sobre las operaciones que se desarrollaron en el año 80. De todas ellas, solamente dos se refieren en concreto a la región del Estrecho. Sa-bemos por Plutarco que Sertorio obtuvo una victoria naval importante sobre Cotta en “el estrecho, cerca de Mellaria” (Plutarco, Sert., 12, 3), ciudad que se ubica, como veremos después, en Tarifa. La mayoría de los historiadores, desde Mommsen al menos, sitúan este En el marco de la reflexión general sobre la

arqueolo-gía de las guerras sertorianas que motiva esta publica-ción que el lector tiene en sus manos, el estudio de la ensenada de Bolonia (hoy parte del término municipal de Tarifa, Cádiz), donde se ubican la ciudad hispanorro-mana de Baelo Claudia y el oppidum bástulo-púnico de

Bailo/Silla del Papa, es particularmente interesante. Lo

es porque permite cotejar tres categorías distintas de datos: historiográficos, arqueológicos y filológicos. La arqueología ha permanecido largo tiempo alejada de la primera línea de este debate, debido a la ausencia de una información suficientemente precisa y detalla-da. El trabajo que se viene realizando desde 2007 en el yacimiento de la Silla del Papa5, que será el objeto de las páginas que siguen, permite en este momento sacar del cajón y desempolvar una antigua discusión científi-ca para tratar de, en la medida de lo posible, revestirla de “actualismo estratigráfico”.

Antes de entrar en materia, conviene enumerar los da-tos provenientes de los historiadores que nos han pre-cedido sobre este periodo en el ámbito del Estrecho6. A pesar de lo relativamente abundante que pudiese pa-recer la profusión de citas, las reconstrucciones de los acontecimientos que tuvieron lugar entre los años 81 y 78 a.C. en el entorno de Baelo son, sin embargo, frá-giles, porque las fuentes son escasas, fragmentarias y difíciles de interpretar. Los hechos que pueden tenerse

y económica basada en la explotación de los recursos del interior, concretamente los agrícolas y ganaderos, así como su orientación hacia las vías terrestres que actuarían como principales ejes para el intercambio y la circulación comercial. Sólo después la costa se con-vertirá en el nexo de unión entre los nuevos intereses comerciales de los colonos orientales y la población autóctona, ya desde el s. VII a.C. En relación con este hecho se puede señalar una ocupación estable y de ca-rácter semita en Tarifa, donde todo apunta a que en pleno s. V a.C., y puede que antes, residió una elite co-mercial fenicia constatada arqueológicamente gracias a la necrópolis de hipogeos de la isla de Las Palomas3, ubicada frente al casco urbano, y a recientes excavacio-nes realizadas en el castillo de Guzmán el Bueno. Este proceso, como veremos en las siguientes páginas, per-durará al menos hasta el cambio de era, momento en el que se produce la sustitución definitiva del modelo de ocupación basado en el hábitat en altura (imperan-te duran(imperan-te prácticamen(imperan-te todo el I milenio a. C.) por el traslado sistemático de la población a la costa, debido a la implantación de un nuevo modelo urbano y de ges-tión territorial impuesto por Roma4.

Pese a ello, es interesante observar cómo el desarrollo de esta ocupación en altura debió estar condicionada fuertemente por su articulación territorial y relación con las vías de comunicación terrestres1. El patrón de asentamiento de la Silla del Papa presenta unas carac-terísticas similares a las que caracterizan el resto de ocupaciones contemporáneas en la zona. Además de por la elección del lugar, en la que prima la abundancia de recursos naturales y una orografía que permite con-diciones favorables de carácter defensivo, este enclave se caracteriza por constar de un efectivo dominio visual, destacando el ejercido sobre el valle del río Almodóvar y las vías que lo jalonaban en dirección a Gades. Este eje principal de comunicación debió seguir un trazado similar al de la actual carretera N- 340 (que une Málaga y Cádiz), que discurre por los valles del interior en esta zona debido a lo abrupto de la línea costera2.

Sin embargo, en el origen y génesis de estas ocupa-ciones en altura que fechamos en el Bronce Final y en la primera Edad del Hierro, la cercanía al mar parece haber jugado un papel secundario, ya que la mayoría de estos centros no tienen un control visual directo so-bre éste. Ello permite plantear una gestión territorial QUINTO SERTORIO EN EL ESTRECHO DE GIBRALTAR

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pone en relación tradicionalmente con el desembarco de Sertorio en la orilla norte del estrecho de Gibraltar (Salustio Hist., I, 105). Será sobre este fragmento sobre el que vamos a centrar nuestra atención en las páginas que siguen a este punto.

combate naval en el momento de la travesía que trasla-dó a Sertorio a Hispania. Pese a ello, no existe una cons-tancia real de tal hecho: el mismo pudo también haber tenido lugar en los meses siguientes, cuando Sertorio consolidó su posición en la Bética. Por otro lado, un fragmento de Salustio que menciona el mons Belleia se

El fragmento 105 de las Historias de Salustio se limita a una breve oración: Transgressos omnis recipit mons

Be-lleia praeceptus a Lusitanis, que podríamos traducir de

esta forma: “Después de la travesía, los acoge a todos el monte Belleia, ocupado previamente por los lusitanos”. El contexto del fragmento, que es citado completo en los comentarios sobre Virgilio que realiza Servio (ad

Aen. I, 518) y, sin alusión a ningún lugar, en Aulo Gelio

(X, 26) y en Nonius, no aporta ninguna precisión sobre la fecha y los protagonistas de este episodio militar. La alusión a una travesía y el hecho de la acogida por parte de los lusitanos son los dos únicos elementos que per-miten relacionarlo, de alguna forma y con cierta pro-babilidad, con los acontecimientos desarrollados en la primavera del año 80. En lo que concierne al topónimo, ofrece en los manuscritos de Servio cuatro variantes:

taleta, ballei, belleia y bell[…], esta última en un

manus-crito donde las tres últimas letras del nombre han sido raspadas7. No nos sorprende, pues, que los editores del s. XVIIII y del s. XIX propusieran por ello diversas correc-ciones: así, aparece como Bellona8, Balleia9, Ballera10, etc. El topónimo Belleia, referido por uno de los manus-critos y parcialmente apoyado por otro, fue el elegido por Rudolf Dietsch en 1859, y es el que se ha impuesto de forma definitiva a lo largo del s. XX bajo la influencia de la edición, aún en uso, de Maurenbrecher (1893). En definitiva, un lugar conocido como mons Belleia aparece, pues, como el enclave en el que se reunió el pequeño contingente sertoriano recién desembarcado y los lusitanos que le esperaban. A pesar de la brevedad del fragmento, la sucesión de datos relevantes que apa-recen nos plantea diversas dudas:

- ¿Habían ocupado los lusitanos sin violencia una posi-ción estratégica que ya les pertenecía, o era ésta una ciudad aliada? o, por el contrario, ¿habían tomado por la fuerza esa ciudad? El término latino praeceptus usa-do por Salustio es demasiausa-do impreciso para poder afirmar una u otra posibilidad. Sí implica y manifiesta al menos que, en el momento del desembarco de Ser-torio, el mons Belleia estaba ya bajo control de los lu-sitanos.

- ¿Cuántos hombres se reunieron en este enclave? Si enlazamos este fragmento con la frase de Plutarco que

comentábamos más arriba y que describía los efectivos del ejército sertoriano durante las operaciones del año 80 en Hispania, podemos suponer que los lusitanos te-nían una guarnición de 4700 soldados ubicada ya en el mons Belleia, incluyendo infantería y caballería. Si a estos hemos de sumar los 2600 romanos y libios que se desplazaron desde África con Sertorio, sumarían un contingente total de 7300 hombres.

- ¿Se trató de un simple punto de encuentro, abando-nado casi de inmediato, o de un lugar de cobijo y guar-nición que sirvió de cabeza de puente sobre el Estrecho y eventualmente como refugio durante los aconteci-mientos del año 80?

- ¿Nos encontramos ante un espacio natural inhabita-do, ubicado en la cima de una montaña (mons), sobre la que los lusitanos podrían haber tomado posición y construido un atrincheramiento para poder reunir y co-bijar tropas?, o ¿se trata de un asentamiento de carác-ter urbano preexistente?

Antes de aportar nuestra contribución a este debate e intentar dar respuesta a alguna de las dudas plantea-das, conviene volver de nuevo a los comentarios rea-lizados por los intérpretes modernos de los textos de Salustio y de Plutarco, así como por los historiadores y arqueólogos.

Rudolf Dietsch, hace siglo y medio, fue el primero, en su edición de los fragmentos de Salustio, en vincular

Belleia al nombre del municipio romano de Baelo11. Fue seguido por Bertold Maurenbrecher12 en estos térmi-nos: Belleia Servius habuisse videtur; montem prope

Belonem Baeticae oppidum situm, ignotum quidem nobis, a Servio cum Belleia, Tarraconensis provinciae urbe, confusum esse existimo. Según este autor, la

gra-fía Belleia se explicaba, pues, por una confusión, debida a Servio más que a Salustio, con la Beleia de la Tarra-conense13. Maurenbrecher reconoció en cualquier caso que el lugar exacto de esta montaña era desconocido. El contexto cambia con las primeras exploraciones ar-queológicas desarrolladas por el equipo de Pierre Paris a partir de 1917 en el entorno de Baelo Claudia. El ya-cimiento de la Silla del Papa es descubierto en ese mo-EL monS belleia, baelo Y LA SILLA Dmo-EL PAPA

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El oppidum dE Bailo/Silla dEl PaPa y El EStrEcho dE Gibraltar En tiEmPoS dE SErtorio

Un conocimiento mucho más preciso de la cronología de Baelo, gracias a las excavaciones efectuadas bajo auspicios de la Casa de Velázquez desde 1966, condujo a Pierre Sillières a sugerir que los disturbios relaciona-dos con la guerra de Sertorio “implicaron la interven-ción de los romanos en toda la zona, muy semitizada, y que de ellas resultaran destrucciones y traslados de po-blaciones”22. Considera verosímil la propuesta de Schul-ten, “dado que Sertorio (…) pudo efectuar la travesía del Estrecho por Baelo. La concordancia cronológica entre ese episodio y el abandono de la Silla del Papa resulta bastante asombrosa y tal vez indique una relación en-tre ambos hechos: el abandono del oppidum podría ser consecuencia de la ayuda que los baelonenses, por vo-luntad propia u obligados, prestaron a Sertorio. Roma, en represalia, habría obligado a aquéllos a abandonar su montaña y a bajar a establecerse en la Baelo a orillas del mar, que, desde hacía ya algún tiempo, empezaba a cobrar importancia gracias a sus salazones”23. Laurent Callegarin, más recientemente, retoma estas mismas ideas vinculadas con un posible castigo romano a los habitantes de la Silla del Papa por su apoyo a Sertorio: “On observe que l’habitat supposé ibérique perché, si-mento en la cima de la sierra de la Plata14. P. Paris creyó

reconocer allí un punto de vigilancia o un fortín que, en su opinión, debía pertenecer a la red defensiva de la ciudad romana enclavada en el litoral, y no lo vinculó con el texto de Salustio15. Fue en cambio Adolf Schul-ten quien identificaría la Silla del Papa, años más tarde, como el lugar al que Salustio se refirió como mons

Be-lleia, aunque sólo conoció el yacimiento a través de la

breve descripción realizada por P. Paris16. Según Schul-ten, el sufijo -eia del topónimo delataría una formación adjetival basada en un nombre de lugar, razón por la cual traduce Mons Belleia por “la montaña de Baelo”17, sin darse cuenta de que el género masculino de la pala-bra mons dificulta esta interpretación.

Esta localización ha sido admitida por Tovar18 y por Gon-zález Román19, y es implícita en Thouvenot20 cuando es-cribe que Sertorio desembarcó en Baelo. Philip Spann, por el contrario, objeta que el lugar de la Silla del Papa –que parece que no visitó– no es tan grande como para albergar las numerosas tropas que se concentraron en el mons Belleia; por ello propone buscar otro lugar en la misma sierra de la Plata, incluso más próximo a Baelo21.

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bién de Saldae, ambas ciudades africanas25. Igualmen-te cabe señalar la exisIgualmen-tencia de las amonedaciones con leyenda bilingüe Bailo en latín y b‘l/‘bln en escritura neopúnica –o quizás usando un alfabeto númida, por la grafía “aberrante”–26, que parece que fueron acuñadas entre la segunda mitad del siglo II y la primera del I a.C. Estas monedas apuntan a que la denominación

Baelo-Belon de la ciudad romana debía ser heredera de un

establecimiento anterior de raigambre bástulo-púnica o a la existencia de gentes africanas, quizás trasladadas en época de Aníbal, como indica Apiano, que pudieron estar detrás de éstas y de otras acuñaciones de las lla-madas libiofenicias.

tué à la Silla del Papa, connaît une profonde décadence dans le premier tiers du Ier siècle av. J.-C., alors que la cité littorale de Baelo prend de plus en plus d’essor. Il s’agirait d’un transfert punitif du plateau vers la plaine opéré par Rome en signe de représailles à la suite de la rencontre avec les Lusitaniens sur le Mons Belleia”24. Finalmente, otros testimonios arqueológicos aluden a la presencia de tropas de origen mauritano que bien se podrían relacionar con el episodio de Sertorio: de hecho, no lejos de Baelo y de la Silla del Papa, en el municipio de Vejer de la Frontera, se han localizado un número significativo de monedas de Zilil y quizás

tam-EL oppidum DE bailo /SILLA Dtam-EL PAPA

Volvamos ahora a los datos materiales, a la arqueolo-gía de campo que es la que está dotando de contenido muchas de las propuestas que se han ido apuntando hasta ahora. En primer lugar, cabe subrayar que la Silla del Papa es, sin duda, uno de los yacimientos arqueoló-gicos más importantes del sur peninsular, tanto por su amplio periodo de ocupación (casi un milenio, desde

el s. X a.C. hasta época de Augusto), como por lo que aporta al conocimiento de la Edad del Hierro y de la época romano-republicana. A ello se suma, además, su proximidad a Baelo Claudia y, por lo tanto, a la costa africana de la que dista entre 15 y 20 km (fig. 3). Hasta fechas recientes, los datos disponibles sobre este yaci-miento eran tan escasos como poco precisos. Las

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pros-EL OPPIDUM DE BAILO/SILLA Dpros-EL PAPA Y pros-EL ESTRECHO DE GIBRALTAR EN TIEMPOS DE SERTORIO

pecciones y los trabajos de limpieza de estructuras que venimos realizando han confirmado el buen estado de conservación de las estructuras de hábitat y de algunos elementos de fortificación en una superficie de unas 12 ha27. Además, la limpieza de un paquete de niveles ar-queológicos puestos al descubierto por la erosión en el interior del oppidum reveló la existencia de varias fases de ocupación, abarcando desde el Bronce Final hasta prácticamente el cambio de era.

La hipótesis de que la Silla del Papa pudo ser el em-plazamiento de la Bailo prerromana ha sido señalada por varios investigadores y parece confirmado por los estudios del equipo actual debido a su tamaño, a su relación de intervisibilidad con otros oppida cercanos de los que acuñaron las mismas monedas libiofenicias, caso de Obba (Jimena de la Frontera), Lascuta (Alca-lá de los Gazules) o Asido (Medina Sidonia), así como por presentar la única estructuración urbana de toda la ensenada de Bolonia con continuidad de ocupación y siempre anterior a la fundación de Baelo en la costa28.

El oppidum, emplazado en la cima de la sierra de la Pla-ta, está orientado hacia el interior, aunque mantiene una buena visibilidad de la costa. Ofreció a sus pobla-dores todas las ventajas necesarias como para com-pensar la dificultad de su acceso, dadas las fantásticas defensas naturales conformadas por los afloramientos rocosos así como la abundancia de agua ofrecida por un manantial perenne. Estos mismos afloramientos en forma de cresta condicionaron el poblamiento, inscrito, por lo tanto, entre dos barreras que delimitan un corre-dor estrecho de unos 420 m de largo por un ancho que oscila entre 20 y 75 m (fig. 4).Toda la plataforma habi-tada, una auténtica depresión de fondo plano, bascula hacia el norte y está estructurada en una sucesión de terrazas aún hoy perceptibles.

La topografía original debía estar mucho más encajada, ya que ha sido ocultada por la sedimentación proce-dente del antiguo asentamiento, que recubre incluso, en algunos sectores, hasta el primer piso de las casas que aparecen adosadas a los afloramientos rocosos. Toda la superficie del corredor está cubierta por una gran cantidad de bloques y sillares de diferentes mó-dulos que provienen de la destrucción y abandono de los muros. Los afloramientos rocosos presentan hacia el interior del corredor natural caras prácticamente verticales, cuya altura oscila entre 5 y 20 m, por lo que fueron empleadas, casi de forma sistemática, para apo-yar viviendas de varias alturas, como se puede observar por las numerosas líneas de mechinales conservadas, así como otros entalles o escaleras tallados.

Las murallas naturales del sector cimero debieron cons-tituir el principal elemento de vertebración del asenta-miento, formando un recinto que cubre un área super-ficial de cuatro hectáreas y que sólo es accesible con cierta facilidad por su vertiente norte –la más baja– que debió ser, pues, el acceso principal al oppidum desde el valle y la fértil planicie de la laguna de la Janda. En los lados oriental y occidental algunas aberturas exis-tentes en las paredes rocosas pudieron ser cerradas fá-cilmente por muros realizados en seco, cuyos vestigios son apreciables aún, con poternas y accesos secunda-rios. Pero los resultados de las recientes prospecciones muestran que el asentamiento desbordaba, sin duda, la zona superior enmarcada por los afloramientos rocosos generando espacios intramuros aparentemente vacíos que bien pudieron servir para albergar tropas y ganado tanto de monta como de carga. Estas áreas amplían el tamaño del oppidum hasta las 12 ha, al menos en su última fase, potencialmente la de mayor desarrollo ur-bano.

El asentamiento, en la parte superior, está recorrido por una calle como eje axial. Esta calle y toda la trama urbana por ella delimitada es la que se ha

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periodo ofrece un material importante con el que se puede relacionar buena parte de las estructuras arqui-tectónicas visibles hoy en la superficie del yacimiento. No sería hasta la segunda mitad de la misma centuria cuando los elementos datantes empiezan a disminuir sustancialmente, hasta el abandono definitivo del

op-pidum que se sitúa en época augustea. El tema debe

ser retomado sobre estos nuevos datos y teniendo en cuenta tanto el contexto general de la historia del es-trecho de Gibraltar entre los siglos II y I a.C., como las novedades científicas aportadas por los distintos equi-pos que trabajan hoy en el escenario de la ensenada de Bolonia.

Para comprender el papel de Baelo y de la Silla del Papa en el periodo de las guerras civiles es preciso tener en cuenta, en primer lugar, las posibilidades de paso del Estrecho. La parte más angosta es la que une África con el área costera comprendida entre el peñón de Gi-braltar y la isla de las Palomas de Tarifa. Pero ésta es, precisamente, la menos favorable a la navegación de ida y vuelta entre los dos continentes, por culpa de los vientos dominantes y las corrientes oceánicas. La travesía marítima que ofrece el mejor resultado en la ecuación distancia/facilidad de navegación es la que une precisamente Baelo con Tingis, ubicada más al oeste30. Sabemos además por Estrabón (III, 1, 8), que Baelo era el puerto del que se solía zarpar para cruzar

el Estrecho hacia Tánger. Evidentemente, el control del puerto de embarque y desembarque de esta travesía debió suponer una necesidad geopolítica esencial para los poderes que ambicionaban el dominio de la región del Estrecho. Ésa es la razón de la importancia estraté-gica de los enclaves de Baelo y la necesidad de medidas defensivas particulares de la Silla del Papa.

do como la perteneciente a la fase más reciente y se puede fechar entre 175/150 y 50/25 a.C. gracias a las cerámicas recogidas en la prospección y en la limpie-za de lo que parece su nivel de destrucción/abandono. Esta datación se confirma también tras los resultados de la limpieza efectuada en una torre rectangular con sillares almohadillados ubicada en el ángulo suroeste del yacimiento en la que los niveles superficiales han ofrecido material coetáneo a éste que igualmente es posible datar en el s. I a.C.29, encajando con esa posible ocupación por parte de los contingentes sertorianos. El momento del abandono del oppidum se sitúa, pues, a inicios del periodo augusteo, a lo largo de las últimas dos décadas del s. I a.C. Esta datación provisional, ba-sada en la recogida de material de los niveles superfi-ciales, deberá ser confirmada a la luz de sondeos estra-tigráficos más completos. Cabe recalcar, en cualquier caso, la ausencia de terra sigillata en todo el yacimien-to. Un hecho remarcable, sin lugar a dudas, es que el abandono definitivo de la Silla del Papa se corresponde cronológicamente con la fundación en la costa de la ciu-dad hispanorromana de Baelo Claudia, lo que supone el mayor indicio a sumar a los anteriormente aludidos como para poder identificar este oppidum con la pri-mera Bailo y quizás con el mons Belleia, habida cuenta del topónimo y de su emplazamiento justo enfrente de la bahía de Tingis, al otro lado del Fretum Herculeum. Los datos cronológicos que acabamos de exponer nos obligan a revisar el citado escenario propuesto por P. Si-llières y retomado después por L. Callegarin. No se ob-serva ningún indicio de abandono o de decadencia de la Silla del Papa en el segundo cuarto del s. I a.C., es de-cir, durante el episodio sertoriano. Por el contrario, este

Varias décadas antes de las guerras civiles del s. I a.C., desde la época de las guerras lusitanas, los textos de los historiadores romanos muestran la enorme atrac-ción que el área del Estrecho ejerció sobre los ejércitos combatientes, sean las fuerzas indígenas rebeldes que fueron designadas genéricamente como “lusitanos”, sean los propios romanos. Las informaciones más pre-cisas al respecto aparecen en los capítulos 55-57 de la

Iberica de Apiano, nuestra fuente principal para un

pe-riodo mal conocido por culpa de la pérdida de los libros correspondientes de otros historiadores, en particular Tito Livio31.

En el 154 a.C., Púnico, jefe de los lusitanos “llevó a cabo incursiones hasta el océano, añadió a los vetones a su ejército y asedió a los pueblos sometidos a los romanos, los que llaman blastofenicios, de quienes se dice que

EL áMBITO DEL ESTRECHO DURANTE LAS GUERRAS LUSITANAS Y LAS GUERRAS CIvILES

Aníbal el cartaginés los había establecido como colonos procedentes de Libia y por eso se les llama blastofe-nicios”32 (Apiano, Ib., 56). En el 153 o 152 a.C., otros lusitanos originarios de una región más septentrional que los precedentes también se enfrentaban a Roma33, en este caso comandados por Caucainos, devastaron el territorio de los kouneoi, en el suroeste, antes de atra-vesar el océano “cerca de la Columnas de Hércules” y lanzar incursiones en África (Ib., 57). En el año 151-150 a.C., L. Licinius Lucullus aniquiló a los lusitanos que “intentaban franquear el estrecho en los alrededores de Gades” (Ib., 59). En el 147, Viriato derrotó a Gaius

Vetilius cerca de Tribola, ciudad desconocida y no

loca-lizada; los romanos que sobrevivieron se refugiaron en

karpêssos, muy posiblemente Carteia (Ib., 62-63). En el

145, Q. Fabius Maximus Aemilianus se instaló en Orsôn (Urso), y después “atravesó por mar el estrecho hasta

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El oppidum dE Bailo/Silla dEl PaPa y El EStrEcho dE Gibraltar En tiEmPoS dE SErtorio

por un lado, y fenicios, por otro34, y que Apiano explica por el ya citado traslado forzoso de africanos en época de Aníbal. La imagen que podemos vislumbrar de esta secuencia histórica es la de una zona estratégica some-tida a constantes desplazamientos de tropas, siempre amenazada, cruzada por razias de unos y expediciones de otros. Este contexto, vigente desde mediados del s. II a.C., da sentido a los acontecimientos postreros de las guerras civiles, más de medio siglo después y, concreta-mente, al referido episodio de Sertorio, que puso en es-cena, en el mismo teatro de operaciones –el Estrecho, el sur de la Bética y Mauritania– a los mismos actores: lusitanos, romanos, mauritanos y las poblaciones nati-vas altamente semitizadas.

Gades para realizar un sacrificio a Heracles”; mientras

tanto “Viriato atacó a algunos de sus hombres mientras recogían leña y aniquiló a un gran número” (Ib., 65). En este breve periodo, apenas una docena de años entre el 154 y el 145, hemos constatado dos intentos de los lusitanos de cruzar el Estrecho, lográndolo en una ocasión; a los romanos en plena huida refugiarse en Carteia; a otros romanos dirigiéndose a Gades, en plena lucha, para realizar sacrificios propiciatorios en el templo de Heracles. Finalmente, hay que subrayar una cuestión que creemos principal, la denominación de los habitantes del Estrecho bajo el nombre de blasto-fenicios, término que es necesario interpretar como un compuesto corrompido entre dos etnónimos, bástulos,

a los vados del río Almodóvar, en dirección al puerto de Ojén, permitiendo una comunicación más fácil y rápida con la bahía de Algeciras respecto al trazado costero. A pesar de que desde el punto más elevado de la Silla del Papa la visión del Estrecho y de la costa norteafri-cana es inmejorable, no lo es tanto respecto de la línea de costa directa en la ensenada de Bolonia. Tal y como advertíamos, la orientación del oppidum es hacia el norte, a la campiña. No obstante, la existencia de ocu-paciones costeras, caso de la factoría de salazones del Anclón36 o el yacimiento de El Piojo, habrían permitido una conexión visual estable con el oppidum al menos desde el s. V a.C.

Similar circunstancia parece darse en la cercana ense-nada de Valdevaqueros, ubicada un poco más al este en dirección a Tarifa, donde la posibilidad de la existencia de un asentamiento estable de carácter colonial es más que probable ante la localización de tres sarcófagos púnicos37 y la reocupación de algunos hipogeos en esa época de la necrópolis prehistórica de Los Algarbes38. Este hecho habría propiciado igualmente la aparición de una ocupación a media altura, caso del yacimiento denominado Algarbes II, de clara filiación indígena, a juzgar por el alto contenido de producciones cerámicas locales y envases salazoneros, que presenta un período de actividad entre los siglos V y III a.C.

El papel de este otro recinto menor sería de nuevo co-nectar los centros costeros de carácter colonial con los

oppida nativos. Cabe subrayar que en la ensenada de

Valdevaqueros, donde también ha sido señalada la ubi-cación de Mellaria40, desemboca el río del Valle

gene-rando un área estuarina alimentada por las mareas que pudo funcionar como puerto natural y fondeadero de embarcaciones (fig. 6). Ello debió propiciar magníficas El contexto histórico que acabamos de describir nos

permite comprender el porqué de la elección de un modelo de implantación urbana y de organización terri-torial como el de la comunidad bástulo-púnica de Bailo, en el que necesariamente se tuvieron que tomar medi-das de cara a los numerosos peligros que, fundamental-mente, llegaban desde el mar. Esta cuestión explicaría la ubicación en altura de los recintos fortificados y su orientación hacia el interior aunque manteniendo una relación visual con la línea de costa a través de puntos de vista complementarios, tales como torres y otros re-cintos menores que veremos a continuación.

La ocupación de la Silla del Papa en el punto más alto de la sierra de la Plata (457 m s.n.m), supone su do-minio visual sobre el resto de enclaves fortificados secundarios (ninguno de ellos se aproxima a las 12 ha del oppidum). Al oeste de la Bailo prerromana a la que aluden las citadas monedas bilingües, a unos 8 km de distancia, se localiza el asentamiento del Peñón del Al-jibe, sobre la plataforma litoral de Zahara y en la cara este de la sierra del Retín. Se trata de un centro menor35 –de en torno a 3 ha–. Esta magnífica ubicación, a medio camino entre la costa y el corredor del río Almodóvar, le otorga un control efectivo sobre las áreas más ricas de producción agrícola, cuya función principal es la de hacer de nexo de unión con la campiña asidonense. La importante ciudad de Asido (actual Medina Sidonia), más alejada de la costa, debió jugar un importante pa-pel para la regulación de la conexión entre Bailo y la bahía de Cádiz a través fundamentalmente de las vías de comunicación terrestres (fig. 5). El resto del hinter-land de Bailo, a expensas de próximas intervenciones arqueológicas de carácter más sistemático, lo compo-nen otros asentamientos menores (recintos de Facinas, Betis y cerro de Los Tornos), ubicados en destacadas posiciones estratégicas –altura y media altura– y junto

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Fig. 5. Vista del valle del río Almodóvar y depresión de La Janda desde la Silla del Papa. Al fondo, a la izquierda, Asido (Medina Sidonia).

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El oppidum dE Bailo/Silla dEl PaPa y El EStrEcho dE Gibraltar En tiEmPoS dE SErtorio

este lugar donde tradicionalmente se ha emplazado el

vicus de Mellaria, como hemos apuntado, lugar de la

célebre batalla naval sertoriana. Sin embargo, no son pocos los autores que, teniendo en cuenta los hallazgos en las distintas intervenciones arqueológicas desarro-lladas en Tarifa, concretamente en el cerro del castillo de Guzmán el Bueno, apuestan por el traslado del topó-nimo al propio casco urbano42.

posibilidades para el intercambio de mercancías y pudo ser la razón de la aparición de envases salazoneros, por ejemplo, en este pequeño asentamiento de Algarbes II41. La ocupación en la ensenada de Valdevaqueros se in-tensificará durante la dominación romana del territorio con el establecimiento de un complejo industrial, pro-longándose su ocupación hasta el Bajo Imperio. Es en

afloramientos rocosos verticales de varios metros de al-tura que sirvieron como protección naal-tural. La defensa natural del enclave fue complementada con una mura-lla que se conserva en diversos lugares, siempre aqué-llos que son menos escarpados. Además, se han locali-zado diferentes torres en los extremos del yacimiento, concretamente en la parte sur (donde son más necesa-rias para poder ganar altura y visualizar la costa inme-diata), y que por los materiales recogidos hemos fecha-do en época republicana (fig. 7). En el ángulo sureste se observa un edificio de planta cuadrangular construido Cabe reseñar la elección que se constata

arqueológi-camente desde la primera Edad del Hierro de un lugar que se caracterizaba por unas magníficas condiciones naturales, tanto desde el punto de vista de la vigilancia del territorio como desde el punto de vista de las de-fensas del propio asentamiento.

La protección del hábitat, que ocupó buena parte del perímetro del oppidum de la Silla del Papa, estuvo ase-gurada sin que fuese necesario la construcción de un lienzo defensivo completo, debido a la existencia de

Fig. 7. Torre sureste de la Silla del Papa y materiales cerámicos adscritos.

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Fig. 8. Detalle del alzado de la torre suroeste de la Silla del Papa.

ejemplos en la Alta Andalucía, que se suelen poner en relación con los sistemas de vigilancia. Destacan entre estos ejemplos los recintos de Las Almajas de Baena, El Real de Cañete de las Torres, El Higuerón de Nueva Carteya (todos ellos en la provincia de Córdoba), El Co-mendador de Porcuna (Jaén) o la propia arquitectura almohadillada de las puertas de las ciudades de Torre-paredones (Baena, Córdoba) o, mucho más cerca, las de Ocuri (Ubrique, Cádiz) o las de la propia ciudad de

Baelo Claudia.

sobre la superficie rocosa y que puede interpre-tarse, por su ubicación, como una torre de vigilancia de la que no sabemos si estaba separada del oppidum o unida a una cortina muraria hoy desaparecida. En el ángulo suroeste, por otro lado, sobre un pequeño pro-montorio que forma parte de la cresta occidental del afloramiento rocoso se detectó una torre rectangular de 8,70 x 5,60 m construida con sillares con almoha-dillado rústico y listel de esquina o anathyrosis tallado (fig. 8). Se trata de un tipo de construcción bien cono-cida y tipificada en época republicana, con magníficos

El dossier resta aún incompleto y requerirá en el futuro de prospecciones intensivas y, en la medida de lo po-sible, de sondeos estratigráficos. En la actualidad, los datos más interesantes sobre la existencia de una red defensiva territorial consisten en el hallazgo de dos edificios rectangulares aislados con zócalo de grandes bloques de piedra, en Betis, yacimiento situado en la vertiente norte de la sierra de San Bartolomé, en co-municación visual con la Silla del Papa43. ¿Pudieron ser torres? Eso es lo que habíamos defendido inicialmente

en el artículo citado, sin embargo, la continuación de la investigación en 2009 en la Silla del Papa nos hace hoy ser mucho más prudentes. Uno de estos dos edifi-cios se encuentra en una cresta rocosa, en una posición dominante, por lo que la función de torre de vigilancia es posible. Pero el otro se encuentra en una posición más baja, dominada por el afloramiento rocoso, lo que le quita todo valor desde un punto de vista defensivo. Por otra parte, estas dos construcciones se asemejan a otros edificios rectangulares alargados que hemos lo-RED DE DEFENSAS TERRITORIALES

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El oppidum dE Bailo/Silla dEl PaPa y El EStrEcho dE Gibraltar En tiEmPoS dE SErtorio

quier caso, la funcionalidad exacta de estos edificios queda aún en suspenso a falta de su futura excavación arqueológica.

calizado en la Silla del Papa44 y que también presentan muros muy gruesos, aptos para garantizar la protección de sus ocupantes en caso de peligro (fig. 9). En

cual-Fig. 9. Edificios de planta alargada de la Silla del Papa y de su entorno inmediato.

de operaciones de los distintos conflictos aludidos an-teriormente. Todo apunta a que el abandono será pací-fico y corresponderá cronológicamente con la época de Augusto, en el marco de una nueva política económica y estratégica que beneficiará a los asentamientos cos-teros45. Nada permite defender hoy la hipótesis de que el abandono de este enclave se debiera a una acción punitiva por su apoyo al bando sertoriano durante las guerras civiles.

En este contexto, se puede pensar que mons Belleia –’la montaña de Baelo’, si se sigue la lectura de Schul-ten– es el nombre antiguo de la sierra de la Plata. De hecho, se trata de la elevación más importante de to-Para concluir, vamos a tratar de sintetizar los datos

ar-queológicos con los que contamos hasta el momento que, aunque exiguos, consideramos que son significa-tivos. Hacia el 80 a.C. ya tenemos constancia de la pre-sencia de una instalación pesquera en la ensenada de Bolonia dedicada a las conservas de pescado. Los datos apuntan a la existencia, además, de un embarcadero –no tanto de un puerto en sentido estricto–. El asenta-miento urbano principal, a tenor de los datos actuales, se encontraría en la cima de la sierra de la Plata, en el lugar conocido hoy por el topónimo de la Silla del Papa (fig. 10). Esta aglomeración en altura no presenta ningún signo de destrucción violenta, a pesar de encon-trarse en un lugar estratégico en el escenario del teatro CONSIDERACIONES FINALES

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Fig. 10. Materiales anfóricos recogidos en superficie en la Silla del Papa.

1Moret et al. 2010a; García Jiménez 2010 y 2012. 2Corzo 2001.

3Prados et al. 2010. 4Prados et al. 2012a y b.

5Moret et al. 2008; Id. 2010a ; Id. 2010b; Prados et al. 2012b. 6Schulten 1949; Spann 1987: 56 y 189; García Morá 1991; Konrad

1994: 257; Callegarin 2002; Lomas 2005: 106 ss; Bernard 2011: 190-191.

7Maurenbrecher 1893: 46. 8Des Brosses 1777. 9Kritz 1853.

10Hottinger 1778; Burnouf 1821; Gerlach 1823; Frotscher 1825. 11Dietsch 1859: 22-23.

12Maurenbrecher 1893: 46.

13De hecho se conocen dos Beleia en la Tarraconense: Veleia o Beleia

(Iruña), en el área caristia (Cantabria y País Vasco) y Beleia, conocida por Ptolomeo en la Edetania (Valencia) (cf. Tovar 1989: 281 y 377).

14Paris et al. 1923. 15Paris et al. 1923: 56. 16Schulten 1937: 169-170 ; Id. 1949: 55. 17Schulten 1959: 336. 181974: 67. 191991: 72. 201940: 134. 21Spann 1987: 189, nota 5. 22Sillières 1997: 52. 23Sillières 1997: 70. 24Callegarin 2002: 33, nota 103. 25Chaves et al. 2000: 1477-1478. 26Solá Solè 1980; García-Bellido 1992. 27Moret et al. 2010b.

28Moret et al. 2010a. 29Moret et al. 2008: 362.

30Ponsich 1974; Vanney y Menanteau 2004.

31Para la sucesión de los acontecimientos, vid. Schulten (1937) y

Simon (1962). Las hipótesis históricas de G. Chic (1980) deben ser manejadas con cierta prudencia.

32Traducción F. J. Gómez Espelosín, ed. Alianza.

33Apiano les designa, de hecho, como los lusitanos que vivían “en la

otra orilla del río Tajo”.

34Ferrer y Prados 2001-2002. 35García Jiménez 2010 y 2012. 36Arévalo y Bernal 2005. 37Romero de Torres 1934. 38Prados et al. 2010. 39Martín et al. 2006. 40Paris et al. 1923.

41García Jiménez 2012; Prados et al. 2012b. 42Gozalbes Cravioto 1996; Bravo 2011. 43Moret et al. 2008: 365, fig. 8. 44Moret et al. 2010b: 226, fig. 14. 45Prados et al. 2012b.

46Pérez Vilatela 2000 ; Moret 2010a.

no, aprovechando sus potentes defensas. Para Spann este último argumento no es admisible debido a que la decena de hectáreas de la Silla del Papa no era lo suficientemente grande como para albergar un contin-gente de unos 7.300 hombres (según la cifra estimada por Plutarco). Desgraciadamente y, hasta la fecha, la arqueología no es de mucha más ayuda. De momento no se ha realizado ningún hallazgo de militaria ni den-tro del asentamiento ni en toda la sierra, si bien futu-ras excavaciones y prospecciones sistemáticas, como las que tenemos previstas, pueden ofrecer datos más concretos. Por otro lado, cabe destacar la información estrictamente filológica: obviamente, si Salustio hubie-ra querido hablar de una ciudad, no habría usado el tér-mino mons. Por todo ello tendemos a pensar, en esta etapa preliminar de la investigación, que el campo de los lusitanos estaba fuera del oppidum, en su entorno inmediato.

Más difícilmente la arqueología nos podrá ayudar a re-conocer la presencia de lusitanos en esta área; sobre todo porque, como es bien sabido, este etnónimo es una denominación artificial y genérica que fue utilizada por los romanos durante todo el período de la conquis-ta para designar a varios grupos repartidos entre el su-roeste y el nosu-roeste de la península Ibérica46. No tenía ningún valor étnico real y, por lo tanto, sería totalmente ilusorio querer identificar, tanto en el área del Estrecho como en cualquier otro lugar de la Bética, marcadores arqueológicos de la presencia de tropas lusitanas, espe-cialmente si sus incursiones, bien atestiguadas por las fuentes, no desembocaron en instalaciones de carácter permanente.

das las sierras costeras de la orilla norte del Estrecho, perfectamente visible desde la orilla africana. Queda sin respuesta de momento la duda si los lusitanos se reunieron fuera del oppidum de la Silla del Papa, como creía Spann –y como parece dictar el sentido común–, o si por el contrario se instalaron en el recinto

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