La musiquita del declive
Michel Husson
10/10/2003 - Traductor: Mito, especial para PI - Fuente: Revista Politis n°769
Con Francia que cae (que título!), Nicolas Baverez llevó a cabo un golpe editorial que logró expandirse en todos los medios. El discurso sobre el “declive nacional” es un género literario como cualquier otro y cada uno es libre de expresarse como quiere. Pero uno también tiene derecho a discutir los argumentos. Ahora bien, la demostración de Baverez es un florilegio de errores de lo más clásico en materia de comparación internacional.
Veamos algunos ejemplos: la productividad disminuyó en Francia pero esto es cierto también para todos los países europeos, y el enriquecimiento del crecimiento en empleo permitió, al menos transitoriamente, hacer bajar la tasa de desempleo. Francia no es, lamentablemente, el único país desarrollado que pasó el 9% de desempleo (a menos que ubiquemos a España en el Tercer Mundo) y no se ve como esta mala performance podría ser presentada como la consecuencia directa de la disminución de la productividad. Es falso decir que la mayor parte de los países de la Unión presentan performances superiores, y esto es facil de mostrar:
tomando 1970 como base 100, el índice del PIB durante 2003 es de 221 para el conjunto de la Unión Europea, y de 220 para Francia.
Pero Baverez quiere probar su posición a todo precio, y su mala fe no tiene límite. Francia invirtió mucho en el extranjero, y Baverez ve ahí la prueba de la "marginalización del lugar de Francia". Hubo muchas quiebras durante el primer semestre y esto parece bastarle a Buverez para hablar de "desertificación de las empresas".
Esta demostración aproximativa se dispensa evidentemente en discutir lo que se presenta como contrario a la tesis. Por ejemplo, ¿cómo un país "que cae" pudo crear 1,8 millones de empleos entre 1997 y 2001?Nunca Francia creó tanto empleo, y esto es un muy curioso “maltusianismo”. Otra cosa rara: esta performance coincidió con el pasaje a las 35 horas que habría, según Buverez, arruinado la industria y desorganizado los servicios públicos. Curiosa ruina de la industria que fue acompañada de una estabilización de sus efectivos.
En cuanto a las 35 horas, Baverez nos enseña que estas aumentaron 17% los costos salariales, olvidando alegremente las ganancias de productividad horaria adquiridas por la intensificación del trabajo. Pero, después de todo, como el empleo aumentó 13% durante el mismo tiempo, entonces ¡viva el alza del costo de trabajo!
Brevemente, todo lo que dice Baverez es falso, o bien no se aplica específicamente a Francia. Salvo raras excepciones, las taras que él denuncia (desde el desempleo a la insuficiencia de la investigación) pesan sobre el modelo europeo, incluso si este evidentemente necesita hacer de esto una especificidad francesa. De esta manera, dirige una crítica de fondo a Europa, la cual tendría que haber elegido un crecimiento débil y un desempleo de masas para evitar la reforma de los Estados-providencia. Pero este diagnóstico no es muy diferente del que se establece en torno a Francia: esta buscaría combinar una modernización acelerada del sector privado (pero que no habría podido impedir de manera suficiente la ruina de la industria) y la instalación del sector público en una burbuja protectora separada de toda restricción a la competitividad.
Este vals de dudas sobre la nación y Europa conduce a preconizaciones aún más débiles que sus inciertas premisas. Baverez proclama con toda energía una terapia de shock que necesitaría de una toma de consciencia de los ciudadanos, un proyecto global y coherente de modernización, un hombre y equipos para llevarla a cabo. ¡He aquí sus proposiciones! Si uno intenta ver más claro, en el fondo, el proyecto de Buverez, vuelve a realizar una brutal contra-reforma de inspiración neo-liberal, que haría posible el mantenimiento de una base productiva nacional en una economía abierta. Pero esto es un objetivo tan imposible como el que se fija el temible “nacional-liberalismo”. Sin embargo, todas estas incoherencias no obstaculizarán el logro mediático, dado que este discurso entra en fase con la profunda crisis de orientación del gobierno actual. Más que seguir a Buverez en este impasse nauseabundo, sería más útil repensar profundamente las modalidades de la construcción europea y terminar con la regresión social que esta impone un poco por todos lados… y no solamente en Francia.
