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Corin Tellado : de la novela rosa a la novela comprometida?

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Academic year: 2021

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Submitted on 27 Jan 2021

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Roselyne Mogin-Martin

To cite this version:

Roselyne Mogin-Martin. Corin Tellado : de la novela rosa a la novela comprometida?. Arbor : revista general de investigación y cultura, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2014, 186, pp.327- 347. �hal-03123101�

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CORIN TELLADO : ¿DE LA NOVELA ROSA A LA NOVELA COMPROMETIDA ?

Roselyne MOGIN-MARTIN Université d’Angers

Presentar un artículo sobre Corín Tellado en una revista académica dedicada a las escritoras españolas del siglo XX podrá, a primera vista, parecer sumamente discutible. En efecto, esta autora pasará seguramente a la Historia como una escritora muy prolífica, pero de calidad dudosa, especializada en un segmento de público particular : las mujeres con pocos estudios y con horizontes intelectuales limitados. Hubo épocas en que había una voluntad de cultivar a dicho público ofreciéndole literatura de calidad a precios asequibles, pero ya no es el caso 1 y hoy se ha impuesto el esquema según el cual la buena literatura es para las minorías cultas, quedando para las masas productos culturales de fácil acceso y de escasa calidad. Y, si dichas masas son femeninas, peor es la calidad, ya que se sigue suponiendo equivocadamente que las mujeres tienen una cultura y una educación inferior a la de los hombres. Es cierto que las españolas de principios del siglo XXI leen más que los hombres, que hay entre ellas excelentes escritoras, pero van desapareciendo con dificultad los prejuicios decimonónicos sobre las escasas capacidades creadoras de las mujeres, y su incapacidad para apreciar la

“gran” cultura.

La obra de Corín Tellado, que se vende en quiosco en ediciones económicas, que tiene fuertes tiradas y se destina principalmente a un público femenino, pertenece claramente a lo que se ha dado en llamar “infra-literatura” o, por decirlo de manera más neutra, “literatura de gran divulgación”. Sin embargo, a pesar de sus escasas cualidades literarias, esta obra goza de una enorme fama en todo el mundo hispánico. Es difícil comprobar científicamente la fórmula repetida hasta la saciedad según la cual Corín sería “la autora de lengua española más leída después de Cervantes”, pero queda claro que ha llegado a interesar, y casi a fascinar a autores de la categoría de Guillermo Cabrera Infante, o de Mario Vargas Llosa, que ha tenido millones de lectoras en ambas orillas del Atlántico, y que esta popularidad no ha sido flor de un día. Su primera novela se publica en 1946, la última que hemos localizado en 2006, es

1 Cf. Mogin-Martin, Roselyne, La novela corta, CSIC, Madrid, 2000, 246-247

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decir que durante sesenta años dos o tres generaciones de mujeres han constituido un público fiel. Por ello es un fenómeno literario duradero, que como tal bien merece un estudio.

Además, mucho se habla y se ha hablado de Corín Tellado, pero siempre bajo la misma forma superficial, es decir artículos cortos, que no son más que la reseña de algún homenaje que se le rinde, y son mucho más escasos los estudios detallados . Hay una serie de razones que explican este hecho, y podemos señalar primero los prejuicios arriba mencionados sobre la literatura de quiosco, que existen también y tal vez más en ambientes académicos : una investigación sobre literatura considerada como de enésima categoría no era ninguna

recomendación, a no ser que se señalara sin cortapisas su escasísima calidad o se denunciara su carácter alienante 2. Hoy, las cosas son algo diferentes, y tales objetos de estudios han dejado de ser extraños. Sin embargo, si ya no se cuestiona el interés de la literatura de quiosco anterior a la guerra civil –la antiguedad siempre da respetablidad- sigue siendo objeto de un relativo desprecio la más reciente.

La segunda razón se relaciona con las dificultades materiales, dificultades que explican seguramente las lagunas de los trabajos existentes, y también de éste. Corín ha publicado durante 60 años y su obra es a la vez enorme y muy difícil de catalogar. Por ser “literatura de quiosco” , el depósito legal ha sido aproximativo, las ediciones –o reediciones- no siempre han sido autorizadas etc... Así, el censo científico y exacto de lo publicado queda todavía por hacer, tanto en España como en América, y se trata de un trabajo descomunal, que

difícilmente puede realizar un investigador aislado. Es posible que, una vez realizado este censo e identificadas las reediciones, no se llegue a la cifra mítica de 5.000 novelas, que barajan todos los críticos sin justificarla nunca, pero, de todas formas, queda claro que la obra de Corín Tellado es muy extensa, y su lectura exhaustiva un trabajo de larguísima duración.

Por lo tanto, el presente estudio se ha realizado a partir de una muestra aleatoria de unas doscientas cincuenta novelas, las que se han podido reunir recorriendo los mercadillos, libreros de viejo, y bibliotecas de amigos y conocidos, una búsqueda que bien conocen los estudiosos de esta clase de literatura. También se ha recurrido a ediciones –o reediciones- recientes, todavía en venta en librerías. Y, dentro de las posibilidades de una búsqueda aleatoria, se ha procurado que el muestrario se componga de novelas de editores distintos, y de épocas distintas. Para ello han servido de referencia las indicaciones que figuran en cada volumen, cuando existen. Algunas editoriales ni siquiera mencionan la fecha de publicación, 3

2 Cf. Andrés Amorós, Sociología de una novela rosa, Ed. Taurus, Madrid, 1968, 71-75

3 Parece ser el caso de la editorial Cies (Vigo). Cf. la novela Cúpido se burló de Mari-Dena, que viene sin fecha.

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otras sí, pero no indican siempre que se trata de una reedición, y sólo en algunos casos figuran, o parecen figurar todos los datos. Pero, muchas veces queda la duda de saber si la anterior edición mencionada es realmente la primera, ya que alguna vez se puede establecer la prueba de lo contrario. 4

Las fechas de publicación tienen su importancia, ya que el enfoque del presente estudio ha sido la lectura de la obra de Corín Tellado por orden cronológico, y con ello el descubrimiento de que no se trata de una obra tan esterotipada y tan repetitiva como se cree generalmente. Las novelas ñoñas del principio, con aspecto de cuentos de hadas, en las que una joven pura, inocente y virtuosa encuentra a su príncipe azul y se casa con él, se han transformado en novelas donde la heroína tiene una carrera, trabaja, y conoce experiencias sexuales antes de casarse, experiencias cuyos pormenores no ignora la lectora. Asimismo, mientras las novelas de los primeros años se desarrollan casi fuera del tiempo y del espacio, las de los últimos se desarrollan en una España mucho más identificada, y no faltan las alusiones a la actualidad política reciente.

La primera hipotesis que plantearemos es la de un cambio, paralelo al que ha conocido la sociedad española, e iniciado incluso antes de muerto Franco. Para demostrarla, estudiaremos la evolución, a lo largo del tiempo, de algunos indicadores, siendo los primeros los personajes masculinos y femeninos y su entorno : ¿Dónde viven, en qué país y en qué medio social?

¿Cuáles son sus características físicas y morales y sus ocupaciones? Veremos después las características de la intriga novelesca, y por fin estudiaremos el sistema de valores que la rige : ¿Cuáles son los valores constantes a lo largo de 60 años y cuáles son los que han evolucionado? Y por fin veremos en qué medida es válida nuestra hipotesis inicial.

1 - La autora y el contexto de producción

4 Por ejemplo, la novela De otra raza se publica con otra en el n° 14 de la colección Selección Corín Tellado ilustrada, de la ed. Bruguera, y en este volumen se menciona : « 1ª edición : octubre 1983 ». Sin embargo, hemos encontrado otra edición anterior –Bolsilibros Bruguera, serie selección Coral-, fechada en febrero de 1970, y con la mención de un copyright

« Francisco Bruguera – 1958 »

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Es inútil repetir datos fácilmente asequibles, 5 y nos contentaremos aquí con subrayar algunas particularidades de la vida de Corín Tellado, que pueden influir en las características de sus obras. Nace en 1927 en Viavélez (Asturias), es hija de un oficial de la marina mercante y de una ama de casa y, excepto unos años en Cádiz, entre 1939 y 1948, vive la mayoría de su vida en su provincia natal, de la que sale poco, salvo para algún que otro viaje a Madrid o Barcelona. Esto explica tal vez que muchas de sus novelas que se desarrollan en España tienen como escenario una villa marítima del norte, detrás de la cual es fácil identificar Gijón, su ciudad de residencia. Corín pertenece a una “familia bien”, lo que no significa exactamente una familia rica, cuando hay cinco hijos que mantener, sobre todo a partir de la muerte del padre, en 1945. Estudia poco tiempo, -en un colegio de monjas- se casa, a los 32 años, y tiene dos hijos. En resumen, su perfil sociológico y su vida son muy semejantes a los de muchas de sus lectoras. A ello hay que añadir un catolicismo ferviente, que caracteriza también a muchas mujeres de aquella generación, cuyos valores impregnan gran parte de su obra. La vida privada de Corín es entonces muy común, menos su separación matrimonial a los tres años de casada, algo no tan frecuente en la época, y seguramente mal visto en una ciudad de

provincias. Pero esta experiencia no hará de Corín una revolucionaria y/o una militante feminista, ya que se atiene a las normas previstas por la sociedad y por la ley : después de la separación no intenta rehacer su vida y vive sola con sus hijos, a los que cría y da una carrera, -incluso a la hija- como ya era costumbre en la España de los 70. Corín es entonces una mujer que se adapta perfectamente a las normas sociales, y el único vicio que parece tener, y que reivindica, es el hecho de fumar, un vicio que comparten muchos de sus personajes

femeninos.

El único rasgo sobresaliente de su vida es la escritura. Una pasión seguramente, pero sobre todo una necesidad, para hacer frente a los apuros económicos de la familia, cuando muere su padre. Después de la separación matrimonial serán sus ingresos los que le permitirán vivir y mantener a sus hijos. Una labor de escritora, en medio de su trabajo de ama de casa,

interrumpiéndose para “limpiarles el culo a mis hijos”, como lo dice ella, y también una labor ímproba, dado su ritmo de producción, que alcanzará, en algunas épocas , varias novelas mensuales.

5 Cf. por ejemplo la « biografía entrevistada » realizada por la periodista Blanca Álvarez : ¿Yo soy así ? Corín Tellado, ed. Grupo libro 88 S.A, Madrid 1992.

Cf . también la « web oficial » de Corín Tellado : www.corintellado.es

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Esto es muy revelador de lo que era el estatuto de Corín como escritora, y se pueden hacer paralelismos interesantes con los dibujantes de historietas. 6 Las editoriales –como Bruguera- y los contratos son los mismos : dibujantes y escritores no son artistas, que tienen la propiedad intelectual de su obra y el derecho a cobrar el porcentaje correspondiente, sino especies de artesanos, que trabajan a sueldo o cobran por pieza, y pierden todo derecho sobre dicha pieza, una vez realizada y cobrada. Lo que parece definir perfectamente a Corín Tellado, más que la palabra académica de “escritora” es el neologismo acuñado por Vargas Llosa : “escribidora”.

Ella, lo mismo que sus compañeros dibujantes, tardará bastante en adquirir la conciencia de su condición de artista, y no siempre le será fácil hacer valer sus derechos. Como lo cuenta detalladamente Blanca Alvarez, 7 las relaciones de Corín Tellado con sus editoriales, y en especial con Bruguera, no han sido siempre fáciles.

Corín entonces se vive a sí misma como una obrera de la pluma, no como una artista, y estas condiciones de trabajo, a domicilio y a destajo, influyen en las características de su escritura.

El investigador acostumbrado a la literatura de gran divulgación explica la importancia de esta producción por la práctica del “refrito”, tan común entre los escritores anteriores a la guerra civil, como Alberto Insúa o Emilio Carrere 8, pero la pista parece aquí poco pertinente.

En el corpus que hemos podido manejar, sólo hemos encontrado un refrito claro, -es decir la misma novela con algunas modificaciones- 9 siendo los demás ejemplos meras reediciones no mencionadas como tales. Pero como Corín no era propietaria de sus obras, es difícil

achacárselo. Son entonces otros los procedimientos que le permiten escribir muy rápidamente.

Se puede notar primero la falta, o por lo menos la enorme escasez de descripciones de paisajes y ambientes. Muchas de las novelas de Corín, sobre todo las de los primeros años, pasan en países extranjeros, como EE.UU. o Canadá, pero éstos son un decorado vacío, puramente funcional ; hay unos nombres propios de ciudades o de lugares, pero fuera de ello

6 Cf. Antonio Altarriba, La España del Tebeo : la historieta española de 1940 a 2000, ed.

Espasa Calpe, Madrid 2001, p. 316

7 Op.cit., pág. 201 y sig.

8 Cf . Mogin-Martin, Roselyne, op.cit. y también Sainz de Robles, Federico Carlos, La promoción de « El cuento semanal », ed. Espasa Calpe, Madrid, 1975

9 Se trata de la novela Aunque sea sin amor, donde hay modificaciones significativas entre una edición anunciada como original (ed. Rollán, febrero de 1970) y otra posterior (ed.

Edimundo, 1994) también presentada como 1ª edición. El argumento es globalmente el mismo, la historia sigue pasando en Milán, pero se han cambiado los nombres de los personajes, y se le ha dado un toque más policíaco a la acción, con la intervención de un padrino de la mafia.

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el lector sólo conoce una casa, un jardin, una calle, un campo etc.. Siempre están descritos con suma brevedad y tienen un papel meramente accesorio : si los protagonistas son de la alta sociedad, viven en una hacienda aislada con muchas hectáreas de campo o en un barrio con casas grandes y elegantes, si la acción pasa en Canadá hay mucha nieve en invierno etc...

Corín no utiliza el recurso clásico de la literatura de evasión que es la descripción de

ambientes desconocidos y pintorescos, porque este recurso no está a su alcance. Sería preciso conocer los lugares –y ella no viaja- o documentarse mínimamente, y ella no tiene tiempo, ni puede, dados sus ingresos, emplear a un documentalista. La única excepción, pero que en este caso confirma perfectamente la regla, son las descripciones de la “villa marítima del norte de España” que sirve de decorado en muchas novelas, porque Corín la tiene al alcance de la vista. Lo mismo ocurre cuando, en una novela que pasa en su pueblo natal, Viavélez, describe detenidamente el lugar y su ambiente. 10

La eliminación de todo lo que exigiría una documentación previa no es el único, ni el principal recurso para escribir rápidamente. Lo que más parece funcionar es el empleo, en novelas distintas, de elementos semejantes. En efecto, quien lee a continuación novelas de la misma época tiene una impresión extraña de leer siempre lo mismo, aunque, si se cotejan las novelas, resulta claro que son distintas.

Primero, los argumentos novelescos no difieren mucho. Siempre –excepto en fechas muy recientes- son historias de amor, e, incluso en la “gran” literatura las variaciones de las mismas no son infinitas. Estas historias, como lo veremos después, evolucionan a lo largo del tiempo, pero, en una misma época, son muy semejantes.

También son repetitivos los ambientes : por la falta de descripción arriba mencionada, se parecen todos, y poco importa que Corín nos diga que la acción se desarrolla en determinada ciudad del extranjero, o incluso en España. En efecto, son muy semejantes una hacienda de EE.UU o un cortijo andaluz , y en ellos los mismos ricos tienen problemas sentimentales idénticos. Asimismo, en barrios más modestos de aquende o allende el atlántico vive gente muy parecida. También, la falta de interés de Corín por la realidad de las instituciones de los países en los que se desarrolla la acción es patente. Por ejemplo, en la novela El ayer no vuelve (1984), la acción pasa en Albano (EE.UU) , los protagonistas son profesores de instituto, y se puede comprobar cómo, según nuestra autora, el sistema educativo estadounidense es un mero calco del sistema español. ¡Y no es un caso aislado!

Entonces, basta con cambiarles los nombres a los lugares y también a los personajes para que todo parezca distinto, aunque no lo es en el fondo. Según el lugar en que viven, los

10 Entre dos luces (1957).

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protagonistas llevan nombres y apellidos con aires anglosajones , franceses o españoles, aunque éstos adoptan muchas veces diminutivos que los hacen aparecer exóticos. Y aunque intentan ser originales, tampoco es muy variado el abanico de nombres al que recurre nuestra autora, lo que refuerza la impresión de que se trata siempre de los mismos personajes.

Además, éstos se parecen físicamente todos, ya que vuelven, para describirlos, las mismas palabras. Ellas son guapas, esbeltas, mayoritariamente rubias, y ellos son “viriles”, e

interesantes. Como veremos, los estereotipos evolucionan en 60 años, pero son los mismos en una época determinada. Lo que más cambia de un año a otro es la manera de vestir de los personajes, sobre todo de los femeninos. En este caso la documentación de Corín es muy precisa, pero esto no contradice lo anterior, ya que el esfuerzo es mínimo : basta con hojear cualquier revista femenina fácilmente asequible en el quiosco o en la peluquería. Puede que esta insistencia en el vestir a la última moda del momento corresponda también a

consideraciones de tipo comercial para atraer a las lectoras : bien se sabe que a las mujeres, sobre todo a las de bajo nivel cultural, les encantan los “trapos”, y éstos ocupan un lugar importante en la revista femenina panamericana Vanidades, uno de los principales soportes de publicación de las novelas.

El último recurso es el carácter estereotipado de la expresión. 11 Corín emplea a veces expresiones peregrinas o rebuscadas, producto de su imaginación o fruto de sus lecturas como

“le rodeó el cuello con el dogal de sus brazos”, “eres de una sensibilidad subida”, “tiene ojos melados” , “quitarse la careta”, pero ella rentabiliza sus hallazgos, repitiéndoles hasta la saciedad en varias novelas. Por lo tanto, si existe un esfuerzo de creación, es muy limitado en relación con la importancia del corpus.

Claro que estas estrategias se emplean en detrimento de la calidad literaria y de la originalidad, pero en la lógica de Corín y en la de sus editores lo más importante es la funcionalidad. Hay que producir mucho, para alimentar colecciones destinadas a un público femenino y poco culto, y se supone que este público no busca la originalidad ni entiende de sutilezas. Por ello se le ofrece un universo que, a fuerza de repeticiones de toda clase – semejanza de personajes, ambientes, lugares, lenguaje etc…- logra serle familiar y

comprensible. Así se puede concentrar en lo realmente importante : la historia de amor. Y, lo mismo que en los folletines, la sencillez de los esquemas, bajo la aparente complicación de las peripecias, produce adicción en las lectoras.

11 Cf. al respecto los analisis de Andrés Amorós, op.cit.

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Por fin, dentro del contexto de producción, conviene examinar el entorno político y social en el que vive y trabaja Corín Tellado, y sobre todo su evolución.

Ella empieza a publicar en los años más oscuros del franquismo, lo que supone una serie de obligaciones, sobre todo tratándose de obras de gran divulgación. Hay que seguir las exigencias de la censura, es decir no hablar de política ni de sexo, y adaptarse también a la imagen de la mujer tal como la quiere el régimen franquista 12 : ella ha de ser decente y virtuosa y ha de conservarse virgen hasta el matrimonio ; le basta con una instrucción mínima, porque, de soltera sólo puede trabajar en caso de absoluta necesidad, y después de casada, ha de dedicarse a “sus labores”. La mujer española de aquel entonces – y con ella la heroína de Corín- sólo puede tener en la vida una meta y una ilusión : encontrar un marido perfecto, es decir guapo, rico y amante, que la haga feliz para siempre.

Ampliamente han demostrado los historiadores 13 cómo, a pesar de los discursos oficiales, las prácticas sociales empiezan a cambiar, ya bajo el franquismo, y cómo, a falta de poder conquistar legalmente su total libertad, las mujeres estudian y trabajan cada vez más, y dejan de cifrar sus ilusiones y esperanzas en un improbable príncipe azul. Y después de muerto Franco, se producen los cambios profundos y definitivos, al amparo de una Constitución que hace de la mujer española la igual del hombre. Por lo tanto, si Corín Tellado –y sus editores- quieren conservar a sus lectoras, no tienen más remedio que adaptarse, ya que los sueños y aspiraciones de las mujeres de finales del siglo no tienen nada que ver con los de sus madres y abuelas a la misma edad. Esta adaptación se puede apreciar en dos puntos principales : las características de los personajes y de su entorno, y la intriga novelesca y su desenlace.

También se modifican, paralelamente, los valores sociales y morales subyacentes.

2 – Los personajes : él, ella y su entorno.

2.1 – Epocas, ambientes y lugares

Por las razones arriba mencionadas, las estadísticas exactas son difíciles de realizar, pero el lector de la obra de Corín Tellado por orden cronológico observa cómo evolucionan la época

12 Cf. por ejemplo : Carmen Martín Gaite, Usos amorosos de la postguerra española, Ed.

Anagrama, Madrid 1987

13 La bibliografía relativa al tema es inmensa, por lo que sólo citaremos la obra de Mª Angeles Larrumbe : Las que dijeron no. Palabra y acción del feminismo en la Transición, Prensas Universitarias de Zaragoza, Zaragoza 2004, Cap. 1 y Cap. 2.

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y el lugar de la acción : se pasa de unas novelas que dan la sensación de estar fuera del tiempo y del espacio, a unas novelas cuyo lugar de la acción se designa con precisión, y cuya fecha se puede poner con escaso margen de error, gracias a las alusiones a la actualidad.

Analicemos primero algunas novelas de los 50, como El castillo de Wiertel (1959), De otra raza (1958), Casada por ambición, (1956), o Isabel (1958). Estas se desarrollan en un país extranjero muy raro, definido como Inglaterra para las tres primeras, y EE.UU para la última.

Sin embargo, en ésta, el castillo de aires medievales, situado en una zona de campo perdido, supuestamente en el Estado de Nueva York, es tan extraño como lo es la Inglaterra de las otras tres novelas, una Inglaterra que parece totalmente victoriana, con sus nobles –ricos o arruinados, pero con un tren de vida lujoso-, sus mayordomos, sus colonos, sus sirvientes y sus doncellas, y su vida cotidiana protocolaria. Si los personajes no tuvieran coche, no

tomaran el avión, y no se vistieran de forma moderna, la lectora podría pensar que la acción se desarrolla en el siglo XIX o antes, y que está leyendo una novela histórica. Estamos entonces en un mundo sin relaciones con la realidad e incluso completamente inverosímil, creado únicamente para hacer soñar : ¿a quién de las lectoras no le gustaría vivir en un castillo o un palacio así, con todas las comodidades que esto supone? Y, a falta de poder hacerlo de verdad, lo hace durante el tiempo de la lectura. Total que Corín no se atreve con la novela

propiamente histórica –porque sería necesario documentarse y ella no puede hacerlo- pero utiliza las posibilidades de evasión y de sueño que ella ofrece, mediante la creación de unas ficciones que se desarrollan en ambientes anticuados e imaginarios. A pesar de que tienen nombres geográficos reales y pertenecen supuestamente a la época actual, no son más que el compendio de un sueño : el de un tren de vida lujoso, donde el ama de casa es una especie de princesa que reina sobre un ejército de criados, en unos ambientes nobles y refinados más atractivos que la prosaica riqueza contemporánea. En resumen, estamos en una literatura completamente escapista, una especie de cuento de hadas para mujeres adultas.

La misma Corín cuestiona este universo, pero le cuesta abandonarlo, como lo podemos ver en dos novelas de los años 60. En Aquel día nació Mae (1965), la acción pasa en Inglaterra, la intriga principal –el enamoramiento de Mae y de Rahl- es contemporánea del tiempo de la escritura, ya que se alude a los “yés-yés”, y Ralh es un médico que tiene una clínica con todos los adelantos que permite la tecnología moderna. Pero la historia empieza unos 18 años antes, cuando el padre de Mae “coronel del ejército de las Indias”, vuelve a Inglaterra, el mismo día del nacimiento de su hija, con un huérfano indio de 10 años –Rahl- recogido después de un combate. La familia es rica y noble, y sus modos de vida son más bien decimonónicos, así como su mentalidad, aunque ésta llega a evolucionar, ya que aceptará que se casen Mae y

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Rahl, a pesar de la diferencia de cuna y de raza. Más curiosa todavía es Es inútil que me quieras, (1964) historia estrambótica de un prestamista judío inglés que quiere casar a su hija con un noble y consigue que se enamoren. Las páginas que describen al judío y su tienda parecen sacadas directamente de alguna novela realista decimonónica, así como, en la clase social opuesta, el palacio del noble. Pero al mismo tiempo este prestamista es un hombre de negocios moderno y todos viven en un universo donde hay aviones y coches y los jóvenes se van de luna de miel a París.

En aquellos años, Corín hace soñar a sus lectoras con ambientes de riqueza y de lujo, tan lejos de la realidad que de alguna forma parecen pertenecer al pasado, y esto es palpable incluso en una novela totalmente “casera”, Entre dos luces (1957) cuya acción, como ya lo hemos visto se desarrolla mayoritariamente en Viavélez, pueblo natal de la autora, un

escenario real y por una vez bastante descrito. Pero, los que son irreales son los personajes 14 : él, Hugo, es conde de Viavélez ; es muy rico, viaja mucho y vive de sus rentas. Ella es

también muy poco verosímil : es huérfana, de familia rica y distinguida, y estudia la carrera de medicina porque su difunto padre era médico. No necesita trabajar pero por espíritu de sacrificio acepta un puesto de médico de pueblo. Se instala en Viavélez, con una amiga suya, enfermera y pobre, que hace las veces de ayudante y doncella, y, evidentemente, ambas dejarán el trabajo y el pueblo con sus respectivos príncipes azules, de categoría social equivalente a la suya.

Incluso cuando la novela parece ser más “realista”, cuando los personajes no son nobles ni millonarios, y viven en una ciudad española cualquiera, lo que nos ofrece Corín Tellado no es más que una variación sobre el tema de la cenicienta, u otro cuento de hadas. Por ejemplo, en Destinos de amor (1951), Adela, Marisa y Kety son tres huérfanas pobres, que trabajan en la misma oficina, en condiciones difíciles, y sueñan, como es normal, con el amor y con una situación económica desahogada. Después de algunas peripecias –no pueden ser las cosas tan fáciles-, los encontrarán, con la ayuda de una pareja de ancianos ricos y encantadores, que hacen las veces de hadas madrinas. También, en Mi mala intención (1964) , Mª José es la hija del portero de una casa rica, y al morir su padre no tiene más remedio que hacerse cargo de la portería para mantener a sus tres hermanitos, un trabajo que supera sus fuerzas de mujer de 19 años. La ayuda Adolfo, el hijo de uno de los vecinos ricos, buscándole un buen piso, y un trabajo estupendo en la empresa de un amigo. Al principio, las intenciones de Adolfo, un

14 Tal vez por ello figura al principio de la novela la mención : « Todos los personajes y entidades privadas que aparecen en esta novela, así como las situaciones de la misma son fruto exclusivamente de la imaginación del autor…. »

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señorito calavera, no son nada puras, pero poco a poco ella, con la magia de sus virtudes, conseguirá que él se enamore, se case, y se convierta en un perfecto marido.

Sin embargo, en los 60, algunas novelas de Corín empiezan a cambiar y a integrar nuevos elementos, que no pertenecen tanto al campo de la fantasía, y lo vemos en un texto como Inquietudes (1964). En él aparece el personaje no tan frecuente en la realidad como en el inconsciente colectivo del emigrante que hace una fortuna en Canadá, pero a través del relato de su venganza contra una familia que lo despreció y lo sigue despreciando porque no está enterada de su fortuna, se describen las transformaciones urbanísticas de una pequeña ciudad de provincias : cómo los barrios viejos e insalubres del centro se destruyen para construir en su lugar edificios modernos, con bajos comerciales grandes y lujosos, y cómo los

comerciantes tradicionales se encuentran ya fuera de juego y pierden su clientela. Y, de paso, se muestra cómo, construyendo y vendiendo, se multiplican las fortunas. Evidentemente, cualquier parecido con la España de los 60 no es ya pura coincidencia, y se puede suponer que ya no hace falta recurrir tanto al escapismo de universos fantásticos, porque la realidad del desarrollo económico ofrece más posibilidades que antes de realizar los sueños.

Y, a medida que pasa el tiempo, Corín Tellado va a inscribir deliberadamente sus novelas en lo que ella considera ser la realidad de su tiempo. Las novelas que pasan en el extranjero serán menos numerosas, y ya no se desarrollarán en aquellos ambientes nobles, con

protagonistas que no salen de sus castillos ricos, sino que los personajes trabajarán, vivirán en pisos o chalets, y evolucionarán en ambientes urbanos contemporáneos. Claro que no falta alguna que otra sorpresa agradable, como la de un chico que parece ser un trabajador humilde y después resulta ser el heredero de alguna fortuna, en ruptura con su familia, y que acaba reconciliándose con ella, pero aparece más el mundo de la vida mediocre y laboriosa que el de los ricos. 15 Y, cada vez más, la acción pasa sencillamente en España, y como lo veremos más abajo, los protagonistas ya no son muy ricos ni nobles. Además de la clásica ciudad de provincias, marítima o no, la acción pasa muchas veces en Madrid, siempre tan poco descrito, pero evocado por los nombres de los sitos de moda : la Castellana, Puerta de Hierro, alguna que otra discoteca, hotel o restaurante etc.. Total, el Madrid del que se habla. Aparecen también los problemas que agitan la sociedad española del momento : la dificultad de encontrar un trabajo correspondiente a la carrera estudiada, la droga, que afecta a algún

15 Cf. por ejemplo El engaño de mi marido (1984). Cuando Megan conoce a Ralph, él es mecánico en una gasolinera, pero, después de casarse con él, descubre que es el heredero de una de las principales petroleras del país. Sin embargo, en Déjanos Vivir (1983) Katia y Urfe, aunque se reconcilian con los ricos padres de él, se niegan a disfrutar de más dinero del que han sido capaces de ganar con su trabajo.

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personaje principal o secundario, y es cada vez más frecuente que los personajes hablen de política, muy en concreto, con los nombres y apellidos de los políticos que acaban de ganar – o de perder- las elecciones y cuyas actuaciones se valoran de forma contrastada. La lectora tiene entonces la impresión de que los protagonistas evolucionan dentro de un universo que podría ser el suyo, o que es, por lo menos, el universo del que oye hablar en los periódicos, en la radio, o en la tele.

Sería excesivo –o ingenuo- decir que Corín se ha convertido en una escritora realista, porque ella no abandona nunca, a pesar de las apariencias, una visión rosa de las cosas : cueste lo que cueste, los drogadictos siempre logran desintoxicarse, los desempleados acaban encontrando el trabajo que les conviene, y los que están injustamente en la cárcel siempre logran probar su inocencia. Lo que ha cambiado es el método : ya no se trata de que la lectora alivie un momento sus penas evadiéndose a un universo ficticio del que será la princesa, se trata de que se indentifique a personas semejantes a ella, que viven en el mismo mundo, y que vea así que sus problemas tienen solución.

2.2 - Personajes

Esta evolución de los lugares y de los ambientes es paralela, lógicamente, a una evolución de los personajes, una evolución física, social, intelectual y moral. Y lo que también

evoluciona con ellos, son las bases de la pareja que constituyen, o que van a constituir.

La evolución más notable es la de los personajes femeninos, y primero en su aspecto físico. Las heroinas de los primeros tiempos son siempre muy guapas, y son un dechado de perfección física, descrita con los mismos adjetivos que siempre vuelven : menudas, esbeltas, -o muy esbeltas- de rasgos perfectos, muchas veces –aunque no siempre- rubias y de ojos azules, y siempre elegantísimas, y muy femeninas. Más que un individuo son un conjunto de rasgos ideales, o considerados como tales, y esto es lo que seduce al hombre. Con el paso del tiempo, se podría decir que el ideal se tranforma en una mujer de carne y hueso. Sin llegar a ser fea, la heroína no tiene ya una belleza perfecta : sus facciones pueden ser algo irregulares, puede ser algo bajita, o demasiado alta, tener un pelo rebelde etc... pero esto la hace más interesante, y lo que no pierde nunca es su elegancia –aunque es más natural y menos

rebuscada-, así como el hecho de que es muy “atractiva” y “femenina”. Es ésta una expresión cuyo contenido no se aclara nunca, pero que se repite, como si fuera un ensalmo. A una mujer se le puede perdonar cualquier defecto, menos parecer masculina.

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La segunda característica que evoluciona sensiblemente es la edad de la heroína. Esta siempre se menciona, -como la del héroe-, corresponde a la edad considerada como

conveniente para enamorarse y fundar una familia, y, según los usos sociales, ella es siempre más joven que él. En las novelas del principio, la mujer suele tener unos diez y ocho años, veinte como mucho, y, a medida que pasa el tiempo, esta edad media aumenta : 25 años, a veces treinta, y varios factores explican este hecho.

El primero es la inocencia de la mujer, obligatoria en las novelas del primer franquismo.

No se habla directamente –decencia y censura obligan- de su virginidad, sino de que el hombre del que se enamora es su primer amor, de lo que él se entera cuando la besa por primera vez. ¡Cuántas veces comprueba el novio que su novia “no sabe besar”, y por supuesto le agrada ser el primero, y su maestro en semejante arte! Pero esto sería muy poco verosímil con una mujer más mayor, -cuyas posibilidades de haberse enamorado son estadísticamente más importantes- y de aquí la muy tierna edad de las protagonistas del principio. Como lo veremos, a medida que pasa el tiempo, la inocencia femenina no es un factor de tanta importancia, incluso viene a convertirse casi en un defecto, ya que la experiencia es necesaria. Y la mujer sólo ha podido adquirirla si es algo mayor.

Pero, sobre todo es capital la cuestión de los estudios. Las protagonistas de los principios no los tienen realmente. Si son pobres, tienen, como mucho, estudios primarios o parte de los estudios secundarios, por lo que a los 16 años o antes dejan la escuela. Si son ricas, han recibido “una educación esmerada en un pensionado caro”, preferentemente en el extranjero, la típica educación de adorno que les permitirá cumplir dignamente con su cometido de esposa de un hombre principal, y esta educación se termina más o menos a la misma edad, antes de que se presente a la joven en sociedad. Pero a partir de los años 60, las heroínas de Corín Tellado se ponen a estudiar una carrera antes de pensar en el amor, y para ello se necesitan unos años más. Sin embargo, el compaginar el nuevo sueño social de la mujer con carrera con el antiguo –la enamorada perfecta es joven- le plantea a nuestra autora no pocos problemas de verosimilitud. Muchas de sus nuevas heroínas son auténticos genios, que a los 22 o 23 años ya han acabado dos o tres carreras, y no de las cortas, como medicina,

veterinaria, filología, periodismo etc... Además se han pasado varios años en el extranjero –no se sabe siempre muy bien cómo- y ¡hablan a la perfección dos o tres idiomas!

Este cambio fabuloso del nivel de estudios implica casi naturalmente un cambio en el planteamiento de su futura situación laboral. Las protagonistas del principio no trabajan, o sólo lo hacen en caso de absoluta necesidad si son muy pobres y/o huérfanas. Pero esta experiencia laboral es sólo una etapa muy provisional de su vida, que acaba con la aceptación

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de la propuesta matrimonial del príncipe azul. Es tan accidental que es muy prescindible, y cuando se les presenta la ocasión, muchas mujeres prefieren al trabajo un matrimonio, incluso por poderes y/o con un hombre desconocido del que sólo tienen referencias. Esta situación, que podría parecer a muchas feministas –y a muchas mujeres que no se consideran tales- como una especie de prostitución legal es bastante frecuente en las novelas de Corín Tellado

16 de aquel entonces, e incluso se considera favorablemente, ya que indefectiblemente nace el amor entre los dos esposos. Esto ilustra entonces perfectamente el ideal según el cual “el matrimonio es la carrera de la mujer”, y el medio más honrado que tiene para subsistir, más, al fin y al cabo, que el trabajo. Y si una mujer tiene otra visión, no es realmente legítima, como lo muestra el ejemplo de Begoña, en Entre dos luces. (1957). Es médico y ejerce, en una época en la que las heroínas de Corín no solían hacer tales cosas, pero es muy curiosa la presentación hecha por la autora de este trabajo, cuyos aspectos científicos y profesionales borra completamente. Más que un médico, Begoña parece ser una especie de hermana de la caridad sin vocación religiosa, y , aunque le cuesta un poco, su deber es abandonar sus tareas caritativas cuando encuentra un marido.

Pero, a partir de finales de los 60, las mujeres que han estudiado una o dos carreras las ejercen, y se convierten en profesionales brillantes. Las nuevas heroínas son catedráticas, médicos, veterinarias, abogadas, periodistas, secretarias ejecutivas multilingues de alto nivel etc… o bien son empresarias, que tienen tiendas exclusivas y elegantes, y todas, parece, tienen “sueldos espléndidos”. No por ello rechazan el amor, ni tampoco el matrimonio, pero queda claro que no lo necesitan para subsistir, y siguen trabajando después de casadas.

Lo que se describe es tal vez una realidad sociológica, pero es sobre todo un sueño, porque en la España de finales del siglo XX, no todas las mujeres tienen una carrera universitaria, y mucho menos un trabajo estupendo con el sueldo correspondiente. Pero es el nuevo sueño de una sociedad marcada por las luchas feministas de los últimos 30 o 40 años, una sociedad donde la mujer es oficialmente –en la ley y en la Constitución de 1978- la igual del hombre, y tiene –por lo menos en teoría- igualdad de oportunidades. Y éste es el sueño que Corín

Tellado materializa ahora ante sus lectoras : saben que si no son físicamente perfectas no lo serán nunca pero pueden ser elegantes, atractivas y cultas ; saben también que no son princesas y que ya no existen los príncipes azules, pero no está descartado que estudien una carrera y obtengan una buena colocación. Así que el sueño tiene más posibilidades de

16 Entre otros muchos ejemplos, podemos citar Casada por poderes (1958), Isabel (1958), Mi marido me espera (1964)

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realizarse, es más moderno, y de todas formas el hombre ideal vendrá por añadidura. Porque, a pesar de que ya no necesitan casarse, ninguna se queda soltera al final de la novela.

El modelo masculino de las novelas de Corín Tellado se modifica mucho menos, y esto se puede explicar por el hecho de que, en los 60 años referidos, la condición masculina no ha conocido los mismos cambios que la condición femenina.

Primero, es más estable el modelo físico. El hombre nunca ha sido realmente guapo, como si la belleza física no fuera una cualidad esencialmente masculina, como si se asociara, inconscientemente, con la falta de virilidad. Parece que, en sus descripciones físicas

masculinas, Corín ilustra el refrán “el hombre es como el oso, cuanto más feo más hermoso”, y rechaza el modelo de la estatuaria griega, como lo prueba el adjetivo empleado repetidas veces, pero siempre precedido de una negación : “no era un tipo apolíneo…”. A falta de tener belleza, el hombre es “interesante” adjetivo también frecuentísimo, cuyos contenidos no se precisan realmente. Por lo que se puede deducir del contexto, quiere decir que llama la atención, que no tiene un físico corriente, y que de aquí viene su poder de seducción. Estas características son constantes en todo el corpus, en compañía de una tercera, más sujeta a variaciones, y es el carácter “viril”. Una virilidad que, en los primeros tiempos, es una falta de ternura, cierta brutalidad y una manera de imponer su autoridad y sus ideas de ver sobre la mujer, una actitud que ahora se tacharía de “machismo” pero que seduce mucho a las

primeras heroínas de Corín. Después, esta virilidad se suaviza, en consonancia con los nuevos tiempos. El nuevo varón sigue siendo “muy masculino”, pero se ha hecho más dialogante, más tolerante, e intenta entender más a la mujer.

Por supuesto que, dentro de los valores imperantes, el hombre no es virgen, ni ingenuo, ni inocente. El tiene experiencia sexual, -lo anormal sería lo contrario, una vez pasada la adolescencia- y tiene también pasiones, instintos y deseos sexuales fuertes, que le cuesta reprimir, y hace falta una virtud femenina de hierro para mantenerlo a raya. Es normal que los satisfaga, y esto sólo es un pecado si comete el adulterio, teniendo en su casa a una perfecta esposa, a la que descuida. En otro caso, ¡sólo es un pecado muy venial! Con el paso del tiempo, tampoco se le exige que sea virtuoso. Sigue teniendo experiencia, lo que se sigue valorando, pero lo que ha cambiado es que la mujer también la tiene, y él ha de estar a la altura de las circunstancias, ya que ella está en condiciones de hacer comparaciones. 17 Lo que

17 El hombre poco viril es una causa de ruptura matrimonial. Cf. por ejemplo Mi marido no me merece (1975)

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es nuevo es que él acepta este estado de cosas, y ya no se preocupa por la virginidad o inocencia de ella. Basta con que se quieran y funcione su relación sexual.

El modelo social del hombre ideal cambia también, en consonancia con los demás

cambios. El no ha tenido nunca que luchar para conseguir el derecho a estudiar una carrera, o, menos todavía, el derecho a trabajar. Sin embargo, dentro del esquema del cuento de hadas que es el de las novelas del principio, siempre tiene una situación social fuera de lo común : es noble y/o millonario, de acuerdo con el castillo o la mansión en la que vive, en España o en el extranjero, e incluso si no es tan escandalosamente rico, tiene bastantes posibles, y labrarse un porvenir mediante su esfuerzo personal no es realmente una necesidad. O, si no tiene fortuna heredada, tiene el perfil del self-made-man, por no decir del indiano, aunque ya no se emplea la palabra : muchos héroes ha emigrado, les ha ido muy bien, y cuando empieza la novela, siendo todavía jóvenes, ya son hombres ricos. De sus orígenes guardan a veces modales poco refinados, pero no es muy importante porque, como lo hemos visto, la delicadeza no es especialmente una cualidad masculina, y a la mujer enamorada le toca el papel de refinar a su esposo.

A medida que pasa el tiempo, se subrayan otros valores sociales : al hombre ideal no se le exige ser tan rico, pero sí inteligente y trabajador, lo que hace de él un hombre superior a los

“hijos de papa” que no han tenido más trabajo que heredar su fortuna. Por ejemplo, en No buscaba eso (1977), el empresario, padre de Ana, acaba reconociendo en Miguel al yerno ideal. El muchacho es de origen humilde –hijo de un obrero de su empresa- pero es

inteligente, trabajador y valiente, ha sido capaz de estudiar una carrera, y sabe trabajar. Por ello, vale infinitamente más que todos los señoritos ociosos que pretenden a su hija, y será un buen esposo y un buen padre. Sin embargo, como Corín no se quita nunca las gafas que permiten verlo todo de color de rosa, el hombre que vale siempre acabará teniendo los ingresos correspondientes a sus altas cualidades intelectuales y morales. Así que, en la nueva pareja moderna, el hombre tampoco es pobre de solemnidad : tiene un oficio de relativo prestigio –digamos que a nivel ejecutivo- que le deja siempre buenos ingresos. Lo que ha cambiado es que ya no es el único sostén de la futura familia, porque ella tiene también una situación laboral y económica equivalente.

Así, aunque no de forma tan neta, la evolución del protagonista masculino se adapta también a los nuevos valores de una sociedad que se ha hecho democrática, donde hay perspectivas, y que ya no necesita evadirse en la imaginación. El millonario ha desaparecido pero existe el ejecutivo inteligente y trabajador, con los ingresos correspondientes, y que es a

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la vez un hombre comprensivo y tolerante. Es la pareja ideal de la nueva mujer de finales del siglo XX, un hombre que ha dejado de ser machista, y la considera como una igual.

3 - Las evoluciones de la intriga novelesca.

La inmensísima mayoría de las novelas de Corín Tellado son historias de amor, y obedecen, por lo tanto, a un esquema tópico : un hombre y una mujer se conocen, se

enamoran y el final feliz de rigor será el matrimonio, seguido de largos años de felicidad. Para que exista la novela se producen algunas peripecias pero todos los obstáculos se superan, y, a falta de comer perdices, se casan y son felices. Sin embargo, en los 60 años de producción, las peripecias que conducen al matrimonio son muy diversas y variables, los problemas que se plantean se resuelven de forma muy distinta, y la relación entre la felicidad y el matrimonio no es siempre la misma.

3.1 – El matrimonio, “hasta que la muerte os separe”

En las novelas del principio, cuyo parecido con los cuentos de hadas ya hemos señalado, el matrimonio es el final feliz de la historia, con algunas condiciones. Primero –y esto es lo que mantiene el interés de una intriga cuyo desenlace no ofrece sorpresas- hace falta sortear unos obstáculos, por lo demás muy clásicos : los malentendidos, celos y equívocos, creados por terceros no siempre bien intencionados, el orgullo o mal carácter de uno de los

enamorados, que no se atreve a confesar su amor, la diferencia de raza, de fortuna o clase social, la oposición de la familia etc…

Pero, y esto es lo característico de este primer período de Corín, para que el amor pueda terminar en boda feliz, los personajes tienen que cumplir, a rajatabla, una serie de requisitos.

La protagonista ha de ser guapa, lo que permite que el varón se fije en ella, pero no basta porque puede ser un engaño : las “malas” también son guapas, pero no son dignas de casarse.

La futura perfecta esposa ha de ser encima un dechado de virtudes, como ya hemos visto : modesta, virtuosa, trabajadora, valiente, cariñosa, comprensiva, paciente, y sobre todo virgen e inocente. Es así como conquista definitivamente a su futuro esposo. Para él, las exigencias no son tantas : puede haber llevado una vida agitada, haber sido un “calavera” 18, basta con

18 Muchas veces Corín parece ilustrar el dicho : « Quien no la corre de soltero, la corre de casado ».

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que sea capaz de asentar la cabeza una vez casado, y en general las virtudes de la mujer amada son más que suficientes para obrar el milagro. Sólo se le pide tener la capacidad de mantener a la familia que está fundando, mientras ella cumple, según el modelo decimonónico nuevamente puesto a la orden del día por Franco, con su papel de “ángel del hogar”. Es curioso comprobar cómo, en aquella época, si ella no es ya perfecta, o casi, no puede llegar nunca a serlo y está definitivamente condenada a la soltería, mientras que, para él, los

cambios son posibles y si su carácter sigue sin ser de los más fáciles, poco importa, porque la paciencia de ella es inagotable. En resumen, todas estas historias de amor son muy

normativas, y el Cupido de Corín Tellado es muy sensato. Alguna vez interviene un personaje de “malo” o de “mala” del que se enamora el(la) protagonista, pero las cosas nunca pasan a mayores : es sólo una pasión fugitiva, que acaba disipándose, y el “bueno” siempre se junta con la “buena”. No llega a consumarse nunca un amor “maldito”, fruto de una pasión irracional, que no correspondería con las normas de la moral y de la sociedad, y no podría terminar en boda.

Huelga decir que, teniendo la mujer que llegar virgen al matrimonio, queda excluido el sexo previo a éste, incluso con el futuro esposo, y lo que hace las veces de él es el beso, que de por sí es ya un acto importantísimo, que compromete fuertemente a la mujer. Después de la boda es posible, por supuesto, pero, censura obliga, sólo se sugiere. El sexo previo empieza a aparecer, en los 60, pero una novela como “No olvidaré tu traición” (1965) nos muestra todas sus ambigüedades. Jerry ha de dejar a su novia, Megan, durante dos años, para terminar la carrera de medicina en otra ciudad, y tiene lugar una escena de despedida, con algunas elipsis, en una ermita de la Virgen, donde se prometen matrimonio. A los tres meses,

sorprendentemente, Megan se casa con un vecino, bastante mayor que ella, y después de un larguísimo viaje de novios la pareja regresa con un bebé. Después de unas peripecias se descubre que el niño es hijo de Jerry, y no del marido de Megan. Este sólo se ha casado con ella para salvarla de la deshonra, pero nunca ha sido realmente su marido, entre otras cosas por su precario estado de salud. Al morir éste, y con su bendición, se casan Megan y Jerry. Se puede comprobar cómo, en esta historia, una única relación sexual –además simbólicamente fecunda- basta para crear un vínculo matrimonial, y es así como el marido oficial de Megan no puede tocarla, porque ya está casada. Además, para que el asunto no sea inmoral, los novios se han prometido matrimonio ante la Virgen, lo que, en la doctrina de la iglesia, puede equivaler a un matrimonio canónico. Así que, a pesar de un aspecto más “moderno”, las relaciones prematrimoniales están prohibidas. Igualmente, la lectora de Mi mala intención

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adivina entre las líneas que Mª José, por amor y confianza, se ha entregado a Adolfo. Si éste la abandona, está condenada de por vida a no casarse, porque ya tiene esposo.

Sin embargo, incluso en novelas algo antiguas, la madre soltera no se ve con tanta

reprobación, con tal de que tenga unos atenuantes, como la ingenuidad y el amor, y sobre todo de que sea después, una persona de una moralidad intachable, como Oliva en Luz roja para el amor (1964), que cría totalmente sola a su hija, cuyo padre ha muerto. Otro hombre muy enamorado puede ayudar a una chica embarazada casándose con ella, como pasa en Su gran delito (1958), pero –y esto es revelador- ella ya no puede casarse con el seductor, que ha muerto accidentalmente, y los esposos sólo se convertirán en una auténtica pareja después de que el niño haya nacido muerto, de que se haya borrado la huella del pecado. Es decir que en estas novelas, se asimila indirectamente la madre soltera a la viuda, lo que viene a reforzar la relación entre entrega femenina y matrimonio.

Pase lo que pase, el matrimonio es para siempre, y, según la fórmula ritual, sólo la muerte puede separar a los cónyuges. Las crisis matrimoniales no serán un tema muy frecuente en las novelas anteriores a los años 70, y cuando se produzcan, no habrá más remedio que

resolverlas a toda costa, aunque el desenlace no sea siempre muy verosímil. En El recuerdo de aquel día (1957) el libertino cínico que es Kirck se convierte en un marido cariñoso y un padre atento, y Michele, como buena esposa cristiana que es, hace todo lo posible para que sea así. También, gracias a la infinita paciencia y a la astucia de su mujer, el celoso

inaguantable que es Ernesto 19 aprende a dejarle la libertad a la que tiene derecho, y a darle su confianza. No puede ser de otra forma, ya que se descarta la separación definitiva, como también se descarta una vida desgraciada, por razones novelescas : en esta clase de literatura, es de rigor el final feliz.

Además, el vínculo indestructible que es el matrimonio parece tener una virtud mágica, y lo que lo demuestra son las novelas en las que se celebra al principio de la historia. Se trata en este caso de un matrimonio de conveniencia, inevitable por razones económicas o morales : mujeres que se encuentran solas y desamparadas, a veces embarazadas, personas que tienen que cumplir una promesa hecha por sus padres, mujeres que se casan con el padre de los sobrinos a quienes crían después de la muerte de la hermana etc… A veces, tales matrimonios son un desafío al buen sentido, como en el caso –no infrecuente- de las que se casan por poderes con un desconocido, y sin embargo, a pesar de muchas peripecias y dificultades, el amor nace entre los esposos, que son felices y se convierten en una auténtica pareja. Esta virtud mágica –sería más exacto decir milagrosa- está profundamente relacionada con el

19 Cf. Mi marido es un celoso (1968)

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pensamiento católico de la autora : el matrimonio es un sacramento, y “lo que ha unido Dios, no lo separe el hombre”. En su infinita misericordia, Él les da a los esposos los recursos para superar sus dificultades y ser felices. Que la misma Corín Tellado, separada a los tres años de la boda, de un marido, a quien, según confiesa a Blanca Alvarez “no aguantaba”, puede dejar perplejo, pero es la prueba de que nuestra autora no desea ir a contracorriente de las ideas dominantes.

3.2 - Sexo sí, matrimonio tal vez….

Sin embargo, con el paso del tiempo, el sexo ya no va a encontrarse tan vinculado al matrimonio, y éste, va a dejar de ser católico e indisoluble. Además, no va a ser ya la meta del amor, sino una simple etapa, no siempre obligatoria.

Ya muerto Franco, y desaparecida la censura, Corín Tellado, lo mismo que todos los creadores y artistas españoles, se irá despidiendo de los besos-metáfora y de las alusiones veladas. Las escenas de sexo serán a partir de entonces explícitas, y a veces muy crudas y no se puede descartar, por supuesto, una preocupación comercial por parte de nuestra autora y de sus editores. Los españoles –y españolas- que pocos meses antes se iban en caravana a

Perpiñán a ver El último tango en París y demás películas “escandalosas” no se contentan ya con la escritura elíptica de los tiempos pasados y Corín no puede ignorar la nueva demanda. 20 Sin embargo, más allá de lo comercial, la irrupción del sexo explícito en estas novelas corresponde a un pensamiento más profundo, que se va imponiendo en la sociedad española, a saber que el sexo es un ingrediente indispensable del amor, y que sin compenetración sexual no hay pareja que pueda durar. Y para saber si existe tal compenetración, hace falta probar, y mejor hacerlo antes de comprometerse seriamente mediante el matrimonio, que en aquellos 70 todavía es indisoluble.

Vienen a ser la norma las novelas en las que los protagonistas, en cuanto se sienten atraídos el uno por el otro, hacen el amor, viven juntos, y dejan para luego la boda. Esta sólo se celebra después de varios meses o años, en general cuando ya saben que se llevan bien, que se convienen sexualmente, y sobre todo deciden tener un hijo. Las reacciones de la familia no siempre son favorables a esta convivencia prematrimonial 21 ; sin embargo, y menos mal,

20 Incluso publica, en 1976, en su editorial de costumbre, Bruguera, 26 novelas pornográficas, bajo el seudónimo de Alda Miller.

21 Cf. por ejemplo Es nuestra vida (1980)

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empiezan a existir ya padres liberales, que respetan el modo de vida de sus hijos, como la madre de Molly, en Mis vivencias con él (1984) . Algunas parejas también siguen aferrándose al modelo tradicional, pero no son ellos los que llevan la razón, y son más felices los que se casan a sabiendas. Incluso, de forma algo caricatural, la virginidad y la educación tradicional de la mujer son una fuente de desgracias en el matrimonio, como en La ley del sentimiento (1982) : a Ana la han criado sus padres, mayores y santurrones, en la convicción de que el acto sexual es pecado, lo que desespera a su marido, Damián. La pareja se encuentra al borde de la ruptura, hasta que Damián se dedique a la tarea de despertar sexualmente a su mujer, mientras se abre la mentalidad de ésta, gracias a los consejos de una amiga suya, que vive en Madrid, sin haberse casado, y es feliz. Asimismo, la novia tonta y reprimida de Marcel, 22 que sólo quiere entregar su virginidad la noche de bodas, y le obliga así indirectamente a buscar satisfacciones en lugares poco recomendables, acabará perdiendo a su novio. En efecto, éste preferirá a una compañera de trabajo, de la que se enamora, y que no le obliga a llevar hipócritamente una doble vida.

Asimismo, la sexualidad ha perdido sus finalidades meramente reproductivas. Los protagonistas tienen hijos, o no los tienen, esto depende de las novelas, pero ellas saben ya

“evitar a los hijos”, es decir se han enterado de que existen los anticonceptivos y disfrutan plenamente del sexo.

Sin embargo, y es allí donde vemos el conflicto entre la modernidad y el pensamiento antiguo, la experiencia es muchas veces asimétrica. Aunque no se menciona siempre

explícitamente, para el hombre nunca es una primera experiencia, porque él siempre es hábil, pero sí lo es en general para la mujer. Ella se entrega fuera del matrimonio, sin pensar en las posibilidades de que se realice, pero muchas veces el primer hombre es el hombre de su vida.

La idea de que el primer amor es el definitivo sigue siendo muy importante, como lo vemos en la novela Mi caso original (1984) que en teoría quiere presentarnos un modelo de mujer liberada. Nil, recién llegada a Madrid, con 17 años, tiene su primera experiencia sexual con un soldado destinado a Melilla, Héctor, éste se va y se pierden de vista. Nil se labra un destino laboral y una posición social, convirtiéndose en una peluquera famosa, y tiene muchos amantes y pretendientes. Pasan diez años, y encuentra nuevamente a Héctor, por casualidad.

Cuando termina el relato, y después de bastantes peripecias, son felices y padres de cinco hijos… En resumidas cuentas, Nil ha hecho el amor, sencillamente, sin pensar en un porvenir matrimonial. Pero, sin embargo, su primera pareja será el hombre de su vida, como para las mujeres de antes, sólo que con algunos rodeos.

22 Cf. La falsedad de Marcel (1984)

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