EL ECO
DE
U
PERIODICO DE INTERESES MORALESVETERIIIARU.
Y MATERIALES.Sepublica cada quince días.
En Madrid3 rs.al mes; en provincias 12rs. portri¬
mestre,remitiendo elimporteeoncarta franca enlibran-
rassobre correosá la orden del Administrador.=Lasen¬
tregas sueltas de las obras quese publican, á medio real
cadauna paralos suscritores.
ADVERTENCIAS.
i.* Habiendo cedido ¿os colaboradores de El
Eco,
quetambién están abonados al perió¬
dico, el derecho
que poreste concepto tenian d optar al regalo de la bolsa de cirujia,
enfa¬
vor de los demás
suscritores,
y comoquiera
que
al verificarse la distribución de los nú¬
meros para
el sorteo, hubo necesidad de
re¬servar bastantes para
las reclamaciones
quese nos
hicieran; han quedado sobrantes
enla
Administración los números que no
han
po¬dido
repartirse. Por tanto,
seadvierte
que, sielpremio
mayorllegase á corresponder á alguno de estos números escesivos, regirá
pa¬ra los suscritores en dicho sorteo el
segundo premio [es decir el inmediatamente inferior
al
mayor) de la lotería.
2.*
Suplicamos á nuestros suscritores de
Madrid se sirvan pasar
á la Administración
de este
periódico si esperimentan interrupción
en el recibo de este
número,
áfin de formali¬
zar sus suscriciones. Hemos
juzgado
opor¬tuno variar de
repartidor,
ysospechamos al¬
gunos
trastornos
enla distribución.—Igual¬
mente rogamos
á los suscritores
que, por terminar elcurso ú otracualquiera circuns¬
tancia, hayan de ausentarse de
estacorte,
que se
presenten á trasladar la suscricion
pa¬ra el
punto de
suresidencia
,si desean conti¬
nuarrecibiendo el
periódico.
■PO Ow
Bases en que
debe descansar la demarcación
de atribuciones entre veterinariosyalbéitares.
Hoy
vamos ácumplir el compromiso
quehemos '
Se suscribe enMadrid encasa delAdministrador don JuanTeller Yicen, calle del Desengaño, ndin. 13,cuar¬
to tercero; en las librerías de B.iillj'-Bailliero, calle del Principe,v deCuesta, calle Mayor; y en la litografia de
García yMejíi,calle de Atocha, num. 6G.=Enprovincias
en casade loscorresponsales.
contraído de emitirnuestra opinionacerca del des¬
linde de estasatribuciones. Acometemosesta tarea
baj-> la impresión del di.sgusto que naturalmente ha debido causarnos la destrucción de las esperanzas que, respecto al arreglo departidos y á la creación de otroscargos señaladospor elReglamento,había¬
mos inocentemente concebido; pero El Eco de la Véterinarutiene sobre sí el honroso
empeño
de abogarpor la cienciay sus profesores, y no puedemenosde lanzarse elprimero á la palestra en de¬
fensa detan carosobjetos. Ahora, como
siempre,
solo atenderemos á lajusticia, y examinandola cues¬
tiónbajoel croble aspecto do la conveniencia públi¬
cayprofesional, á la vez que del respeto quela ley
semerece, presentaremos algunas consideraciones que esnecesariono perder de vista antesde decidir
en el asunto que nos ocupa.
Es un principio fundamentalparala sociedadque cada individuo de los que la constituyen debeser considerado y premiado por los demás,con arreglo á la importanciade ios servicios que puede pres¬
tarles, puestoque la sociedad tiene porobjetóla re¬
ciprocidad y mutuo cambio de ausiliosentre los hombres. Siendo esto así, nadie podrá desconocer queel bienestardel mayor número exige que aque¬
llasprofesiones que
djrectamente han
de intluirso¬breél, sean
desempeñadas
porhombresque
reúnan todas las condiciones de aptitud é idoneidadpropiasdesu época; y que por lo tanto, las profesiones
científicas únicamente deben ejercerlas los hombres científicos.
En efecto ¿no seria un contrasentido incalificable que en unsiglo eminentementeilustrado gozara to¬
davía el empirismo de las inmunidades que solo pudoconcederle laignorancia de otros tiempo.s? No
seria esto hasta
culpable,
cuando esas inmunidadesvanáser un armaterrible contra la sociedad que las otorga?¿Quién no calificaría de loco yde suici¬
da áun pueblo quepusierasusriquezasy aun su sa¬
lud á merced de hombres ignorantes, cuando
pudie¬
ra confiarlas áotrosinstruidos?
Porotraparte, obrar así seriauna
ingratitud
im¬perdonablepara conelqueconsagra una vida labo¬
riosaá la felicidad desussemejantes, y dar un gol¬
pe mortal á losprogresos de la ciencia, introducien¬
do el desaliento en el corazón de los quela cul¬
tivan.
Aplicando ahora estas sencillas ideas á la fijación
de los derechosrespectivos de los veterinariosy al¬
béitares,
héaquí indudablemente
las conclusiones áEL ECO
que
la
razoïinatural
yel sentido común nos con¬
ducen.
1.» Losveterinarios de
1.® clase
nopueden
re¬conocerlímite enel
ejercicio de la facultad;
porque la poseen entoda
suestension.
2.» Los veterinarios puros
estarán únicamente
autorizadospara
desempeñar la Medicina Veterina¬
ria;pero
sin restricciones, puesto que la estudiaron
tancompletacomo es en
el dia.
3.» Los veterinarios de 2.®clase
ejercerán laHi-
Elatría,
ienbajoobjeto
esteconceptoprimordial de serán su postergados carrera ; á los pero, ve¬ si
terinarios puros, porrazón-
de otros estudios espe¬
ciales aunque
incompletos
quehacen,, deberán ser preferidos á ellos
entodo lo que se refiera á la Pra¬
ticultura y
Zootecnia,
enlos reconocimientos de
pastospor
ejemplo.
4.® En cuantoá los albéitares,puestoque,
al
pa¬recer, son la clase
de profesores
que masdudas
ofrece para
algunos,
nosdetendremos algo mas en
ladeterminación desusderechos.
Laopinion mas
general
acercade las atribuciones
de estosprofesores, es
la de
que sonlos hipiatras
empíricos;
yasi
conefecto deben ser considerados
por
sustituios,
comotendremos ocasión de patenti¬
zar.Pero como quieraque en este
momento
nues¬tras deducciones nose refieren á la ley
sin6 al bien
nacional, vamos áconsiderar
la Albeitería bajo este
mismopunto
de vista.
Nadie,quehaya
siquiera saludado la ciencia, du¬
dará que para
combatir
conacierto las enfermeda¬
des delcaballo y sus
especies
esabsolutamente in¬
dispensable
poseerconocimentos tan minuciosos,
tan exactos, como para
la curación de todos los ani¬
males domésticos, sinmasdiferencia que
la aplica-
eionen menorescala; la
Anatomía general
ydes¬
criptiva, la Fisiología, la Patología
yTerapéutica ge¬
nerales.
Farmacología
ylaCirujia,
sonramasde la
ciencia de que no
puede dispensarse todo aquel que
haya de conocer,
prevenir
ycombatir las enferme¬
dades deuna especie
cualquiera de animales;
porque ellas,ausiliadasporlaobservación
yla esperiencia,
sonlas que
engendran á la Higiene
yá la Patología y
Terapéuticaespeciales.
Ahora bien, laAlbeitería
¿comprende todas estas
ramasde laciencia?¿comprende una
siquiera
com¬pleta? No: la
Albeitería
esesencialmente empírica.
Una sintomatologíamas
ó
menosincompleta,
unasinonimia absurda y vulgar y unas
prescripciones
masómenosdescabelladasysiempre
idénticas
paracasos dados; helo aquí todo.
La Albeitería, repeti¬
mos, es esencialmente
empírica,
y comotal,
unade
las
profesiones
que porel bien de España y de la
ciencia y por
el decoro del siglo, debía-desaparecer
delcatálogo de tales; porque
tiene
suexistencia to¬
dos losinconvenientes que dejamos
señalados
pai'a elempirismoengeneral.
Sabemos muy bienque
hay albéitares
queforman
escepciones, tantomashonrosas cuanto
son masra¬
ras,respectode
los demás de
suclase;
pero,lo hemos
dicho ya enotro
lugar,
estoshombres instruidos
notienen de albéitaresmas queel
título,
ynada ofre¬
cen decomún consusmal llamadoscomprofesores;
puesto que sus
conocimientos
sonde Veterinaria
yno deAlbeitería. Verdad esque,según
el principio
de quelas
consideraciones
ypremios deben fundar¬
se en el mayoró menor mérito
de cada cual, los al¬
béitares que se
hubieran
elevado enconocimientos
ul nivel de los veterinarios de una úotra clase, de¬
berían también tenerlas mismas atribuciones.Pero
no basta poseerdichos conocimientos, es
necesario
atenderá la manera como sehan
adquirido.
Elrespeto
á la
ley porpartede jos ciudadanos
es indudablementeun requisitoindispensable
entoda
sociedad,porquerepresentando las leyes los deberes
yderechos de
los asociados, el eludirlas
enel
mas insignificantede
susefectos
esatacar porla base á
esamismasociedad. Asi,pues, cuandouna
ley
mar¬calosderechos inherentesáun título
profesional
yla
maneracomoeste título debeseradquirido, el
abro¬
garse
cualquiera de las prerogativas
quedá á
susposesores, es atacar
al individuo
yá la sociedad: â
aquelen sus
derechos,
en supropiedad; á esta en
sus leyes, en sus
mismos fundamentos. Hé aquí
como se conducirá cualquier
profesor
que,for¬
mandopartedeuna
clase de las
que se ocupanejercicio
dela Veterinaria, aspire á
gozarde los de¬
rechospropios deotra
clase
maselevada, sin tratar
al mismotiempode
adquirirlos
comola Ley previe¬
ne:este profesor
será, á
nodudarlo,
unintruso,
unmalciudano, ylos
demás estarán,
nosolo
enel
derecho, sinóenel deber de
impedir
susintrusiones
ydeprocurar que sean
castigadas.
Mas¿cómo conseguirlo si la leyno
está bastante
terminante y se presta por
lo mismo á falsas
ytor¬
cidas interpretaciones ?
Lo primero
que ental
casodebe hacerse es fijar de unamanera
justa é invaria¬
ble susentido; yestoes
precisamente lo
quedebe¬
mosprocurar
respecto de las
quecomprende la Ve¬
terinaria.
Nadadiremos
aquí
acercade los veterinarios de
primeraysegunda clase,
porque susderechos res¬
pectivos
están marcados de
una maneraterminante
en el Reglamento
vigente. Tampoco insistiremos
sobre las atribuciones de los veterinarios puros, porque estos
profesores ó han ingresado entre los
deprimera
clase, ó
secontentan
conser lo
queeran
antesde1847, conformándoseconlas
disposiciones
dedicho Reglamento.
No así los albéitares
quepre¬tendenburlarlas,y paraquienes
toda intrusion
es al parecerpermitida.
Ya hemos dicho loque es la
Albeitería:
yahe¬
mosprobado conargumentos
sucintos
peroconclu-
yentes, quees una
institución ajena de
unpueblo
civilizado, y
solo propia de los tiempos
enquetodo
era
empírico
comoella. No
se nosoculta
quela
ar¬moníasocialexigeque serespeten
derechos adqui¬
ridos á la sombra de unaley. Mas tampoco desco¬
nocemosqueeste respeto,
si
esabsoluto
ysin
res¬tricción alguna, arrastra en pos
de sí la existencia
estacionaria de lascosas, la
oposición
masencarni¬
zadaalprogreso
científico. Las modificaciones
son,pues ,
indispensables
, auncuando ataquen mas ó
menos directamente á derechos adquiridos, pero
incompatibles
conla época
en que sepractican las
variaciones.
Podria, noobstante,
tolerarse
quela Albeitería
conservaselas mismas atribuciones que tuvo en su origen; pero
pretender equipararla á la Veterinaria
en ninguna de las tres
clases
quecomprende el ejer¬
cicio de estaciencia, esuna
audacia increiblc
yaun raya enestupidez.
Efectivamente ¿no está suficientemente
esplícita
para los
albéitares la ley 5.", título 14, libro 8.° de
la Novísima recopilación ?
¿No les dice
conbastante
claridad que
únicamente á falta de veterinarios es
como se echaria en adelante mano de
ellos
para cualquieractopúblico referente al ejercicio de la
profesión ? Pero los
albéitares
nosolo
nohiciei'on
casode estaley, sinóque
después, cuando la Ve¬
terinaria
comprehendió
enel círculo de
sudominio
la medicina de todos losanimalesdomésticos,se su¬
pusieron autorizados para
ejercerla también. Por
últitno, su locura ha
llegado hasta
creersesupcrio-
resá esosmismosveterinarios, puesto que hoy se diceniguales á ios de primera clase.
Veamos sin
em¬bargo, cual esel espíritu del real
decreto de 19
de agosto de 184-7.Lo que leyendo detenidamenteeste
documento,
salta á primera vista, es que á la vez que se
desea¬
ba crear dos nuevas clases de profesores, mas en armoníacon los adelantos de la cienciay las nece¬
sidades actuales, sequería
también evitar
quelas
clases fueran cuatro niauntemporalmente, puesto que se facilitaba á las antiguas
los medios de confun¬
dirse en lasde nueva creación. Probablemente, el ilustrado Sr. Pastor Díazno sospecharía jamás que
los albéitares habrían dedespreciar el favor que les dispensaba.
Sin
embargo así hasucedido;
y no con¬tentos con desoírtan honorífico llamamiento, han continuado sobreponiéndose á esa
clase respetable,
han afectado unasuperioridad
ridicula
y pueril so-^bre ella , insultando á larazón yà la ley; á la pri¬
mera, porque ellos, meros
hipiatras empíricos,
des¬precian á los hipiatras científicosque
al mismo tiem¬
po se adornan de otrosconocimientos especiales; á
lasegunda, porque despues
de desobedecerla la
es¬carnecenhasta el puntodo
considerar
comoinferior-
ai suyo un título para cuya
adquisición
se les exigiaun sacrificio pecuniarioy un
cxámen. Es hasta
don¬deun hombre pueda abjurar de
las nociones
mas sencillas de lo justoy de lo cin to.Según
esta nn-nera peregrinade discurrir, los
albéitares
que ha¬yanobedecido la ley y cambiado sus
títulos
porlos de veterinarios ilesegunda clase, severán
poster¬gados á los que la hayan eludido
!... Según
esto la leyno seria mas que un lazoparalos incautos
!... Yesos son los hombres queinvocan
la ley
en su apo¬yo ; y esos son losqueclamanque serespetendere¬
chosadquiridos !!
No; sobre estono es
posible
laduda
: los albéi¬taresson de una categoría muy
inferior á
la de losveterinarios desegunda clase, y
deben
serposter¬gados á estos.
Puede sin embargo, en este caso intentarse la
conciliaciónentrela necesidad de reforma y la ob¬
servancia de <lisposiciones que caducaron. Es fácil
observar quealgunos albéitares instruidos pugnan por arrojarsu antiguo tituloy abandonarunaprofe¬
sión á que en realidad nopertenecen;acaso no seria injustotendel losporúltima vezuna mano protecto¬
ra. Es cierto quemientrasno seadmita lavalidez del
concurso, libre para lodos, los albéitaresno debie¬
ransalir desuestado sin llenar los requiiitosque pa¬
ra ingresar en otraseexige á los demás; pero no lo es menosque si setratara do reducir las clases deprofesores, y de premiar al mismo tiempo los
desvelos de algunos albéitares cuya laboriosidad es
dignade elogio, se podria acceder á su ingreso en¬
tre los veterinarios desegunda clase, previo un de¬
pósito igual álos desembolsos quehacen dichos ve-
■ terinarios para adquirir lodoslos
libros
de testo y verificar los pagosde derechos dematrículas, exá¬menesyreválida, y obligándoles á sufrir un exá-
raenpúblico queconsistiera en una serie de pre¬
guntaseípiivalente á todos los de prueba de curso
y de reválida, con mas á las conferencias quedu¬
rantesu carrera sufren los alumnos. Y no se diga
queesto es demasiado exigir,porquetodo el mundo
sábe lo que es seguir una carrera y asistir portres años á las cátedras. Hecho esto, ennuestroconcepto
no deberla haber consideraciones para conlos inep¬
tos, los que precisamentehabrian de producirma¬
les de consideración á los dueños de animales, y por consiguiente á lariqueza
nacional.
orlo demás el mayor interés
de los veterina¬
rios estribaen que se lleveá cabo cuantose dispo¬
ne enel Reglamento de 1847. No lucharporelcum¬
plimiento,de este Real decreto, vale tanto como procurar la destrucción de los derechos que los
hombres verdaderamente científicos adquirieron;
seria por tanto imperdonable desatender los
princi¬
pios dejusticia inferidos de la ley, de lasnecesida¬
des de los
pueblos
y de lasverdades de la ciencia.Poreso esperamos quelos veterinariosse apre¬
surarán á cooperar con los consejos lie su esperien- cia al buen éxito del acontecimiento que nos ocupa;
y que el Roletin de
Veterinaria
ilustrará cuanto an¬tescon sucelo,saberybuena fé una cuestión tan capital. Por eso esperamos, en fin, que eldictámen
de la Junta deCatedráticos, no defraudará las espe¬
ranzas de millares de profesores y alumnos que
fijanconavidez susmiradasen laEscuela superior;
sí, confiamos en quenuestrosrespetables maestros
secubrirán de gloria, asegurando elporvenir de los profesores y
el
engrandecimientode.la
ciencia.Dado yaá laprensa
el precedente artículo, hemos
recibido el siguiente de nuestro corredactor
Viñas,
cuyapublicaciónnodemoramos,
atendida
suimpor¬
tancia.
Sabemos deunmodopositivo, quela Junta de
catedráti¬
cosdéla EscuelaSuperior, áconsecuencia de la
consulta
queacaba dehacerle el Gobierno acerca
del arreglo de la
facultad, se ha dirijido á varios subdelegados,
mariscales
delejército y también áalgunos albéitares,
pidiéndoles
sudictámen, paraen vista delodos los pareceres
proceder á
la adopción douna medida, que, conciliandotoiios loses- tremos, perjuiliqueenlo menos posible interesesya croa¬
dos. Estoes unaprueba evidente de lo espinoso de unIra- bajo, queencierranada menosqueel arreglo
definitivo de
nuestra facultad,en medio de laconfusion de clasesen que enel dia seencuentran divididos sus profesores; y cieitamente que sino noshubiésemos impuesto el grave cargodedefender los intereses moralesymaterialesdo la Veterinaria, suspenderíamos tal vez nuestro juicio en cuestión detanto pesoé importancia. —Si al menos nues¬
trocofrade elBoletín, como mas viejoy astuto, nos diera siquiera el pié ó abriera los ojos á nuestra
inesperiencia^
entoncesyaseriaotra cosa ; perodetodos modosespreci¬
so vencer ahora nuestra timidezy lanzarnos á la arena, tómese como sequieranuestro arrojo.
Si consideramos queel ánimo del Gobiernoen 1847 fué
reducir á dos clases losprofesoresdedicados al ejercicio
de la Veterinaria, pensamiento que no seha realizado por motivosque enotro lugar indicamos, y que no
pudieron
ásu debido tiempo preverse; quedan desdoluego
desva¬
necidasgran partede lasdificultadesque
la actual cuestión
dearreglo pudieraofrecernos, mayormente
si
se tomaen consideración, queestántotalmenteconocidos los motivos
quepudieran oponérseles.
Asi pues, si atendemosáque,
voluntaria ó involunta¬
riamente,algunosprofesores
veterinarios
noacudieron
en tiempooportunoárevalidar de 1." clase
sustítulos adqui¬
ridosantes de 1847; siconsideramos que muchísimos al,
béitaresdejaron pasar
desapercibidos aquellos preciosos
momentos, en que se les brindabacon un nuevo
titulo
y categoría,frustrando de
estemodo los intentos del Gobier»
no ;ysi tenemosencuentaque
la diversidad de clases
esI
unobstáculo á la realizaciónde las disposicionesdelPianEL ECO
rigente;no podémosmenos deopinar conel Gobierno,
querefundiendoestasclases á solo dos,podrían subsanarse
todos losinconvenientes.—Dejando al cuidado de profeso¬
resdemasilustración yesperiencia la ampliación delpro¬
yecto, tocaremostansolosuspuntosmasculminantes,los
únicosque, ennuestrohumilde concepto,
podrian. seniHe
de base: sonlossiguientes;
Reducir á solas dos claseslas de losprofesores que en lo sucesivosedediquen al ejercicio de la facultad veterina¬
ria; esto es,á profesores veterinarios de 1.'y de 2." cla¬
se,y enla forma que vamosá esponer.
1,® Concediendo à losprofesoresveterinarios,quelo
fueron antesdel47 y norevalidaronsustítulosde dclase,
un nuevoplazo paraefecluarlo conforme lo hicieron los demás qae sehallaban eniguales circunstancias;pero con
Obligación forzosa de verificarlo, quedandoenel casode
negarse á ello,comprendidosen la2.' clase.
2.® Obligando durante el mismoplazoálos actuales albéitares.yalbéitares-herradoresá revalidar sustítulos de 2.* clase, meilianteun examenpiiblicoen las Escuelas de Veterinaria, á fin deno perjudicarenlo masmínimoi los profesoresy alumnos de lasescuelas subalternas, cuyos actosdeexáraen, públicosen sumayornúmero, dejan muy atrásá la mprafórmula que, enlos de aquellos, sousaba
en las subdelegaciones.
3.° Reduciendo lasatribuciones de los albéitaresy albéitares-heriadoresque,cerrado el plazoqueselescon¬
cediere, no sehubiesen presentado árevalidar sus títulos ó no hubieren merecido la aprobación del tribunal, á la sola curaciónesternadel caballo, mulay asno yal ejercicio
delherrado, sintener facultadesparapracticar registros
ó reconocimientos á sanidad.
4,® Suprimiendo desde luego los exámenespara cas¬
tradores,pues quesiendo lacastraciónunaoperación qui¬
rúrgica, esabsolutamente inseparable de la verdadera Ve¬
terinaria; yademás porqueel títulodecastrador es mu¬
chasveces un salvo-conductoparaintrusarse sus profe¬
sores enelejercicio médico, condetrimentode los profe¬
soresautorizados y condesdoro deunacienciaque nunca han conocida.
Deestemodolas seis clases quedarían reducidas á dos
conlímites bienmarcados; clasificación sobradamentesen¬
cilla para que setpme encuenta,pues á nuestromodo de
ver,soloen la sencillezse encuentrala claridad y el or¬
den. Quedaránemperodosó tresclases deprofesoresque, al parecer, seles perjudique; massi se tieneen cuenta quela nación solo necesitahombres instruidos paraserle útiles,y quelus no,presentados, sin escrúpulo ninguno puede decirse,carecendela iustruccion competente para
ser consideradosenla 2.' clase;se viene inmediatamente álus'ojosqueninguno podrálamentarse de lasdisposicio¬
nesque setomen,ysí de suignorancia; yestosprofesores,
nopudiendo reproducirse, acabaránsu clasey sunombre
conellos mismos,sin quesu existencia pueda influiren nadjen elarreglo de las demás.
Obrandode estasuerte, a,-¡ los veterinariospuros que pasen á la 1," clase, comolos albéitares que lo baganála 2.'podrán considerarsetan apiosparael desempeño desus funcionesrespectivas, comolosprofesores de ambasclases despues de 1847.—flechaesta divisiony llevandoá cabo
lo dispuestoen el artículo17, título 3. ® del Reglamento vigente,puedeplantearse el arreglo de partidosy dispo¬
nerlaprovision de los demás cargos quenoscorrespondan, segúnestá prevenidoenel mismo artículo; y no se nosdi¬
ga que la falta do una estadística exactade los animales domésticos existentesencadapoblaciónes unobstáculo
a'
arreglo do partidos,porquesise tomade un modo abso¬
lutoesteprincipio, es unasuposición gratuita,puestoque hay provinciasenEspaña,y entre ellas Cataluña,en don¬
desetieneunaestadísticaexactayfiel del ganado caballar,
mulary asnal existentesen todossuspueblos. Ko sabemos
comoestarán las demás provincias,,pero podemos inferir»
porloqueenCatalm'ia sucede, quesinó deunmodo posi¬
tivo, almenos muyaproximadase tendrán estas estadís¬
ticas. Yaunqueasínofuera ¿porquéno han de disponerse condicionalmente lospartidos donde estosdatos falteny deunmodo absoluto di)nde setengan? ¿óse espera quelas actualesescuelas produzcanun grannúmero de profesores
que, nohallandounpartido ó pueblo domle colocarse, se
veanreducidosá undeplorabley míseroestado?—¿Acaso
senecesitaríamasestímulo para que los alumnosdenues¬
trasescuelas emprendieranconnoble entusiasmoyféuna
carreraquetantostrabajosysinsabores acarrea, si desde
suprincipio, confiadas en suaplicación, pudieran tender
sus mirasáun partido que, ofreciéndolesuna posición honrosa,lesproporcionara losmedios deuna subsistencia cómoda ?
El Ecoseha ocupadoya aunqueligeramente de las ne¬
cesidadesdéla Veterinariaen lo relativo ásu ejercicio, y
no estálejos el diaen que de nuevo trate con esteNsión
estopunto: entretantosinuestravozpudieraencontraral¬
gun eco enlos individuos dela Junta encargaila del infor¬
mo,les recordaríamos que tres escuelas veterinarias les
estanmirando, queanhelantesesperanelmomentodel fa¬
llo,y queconfian á su rectitud nadamenos que un por¬
venir sembradodeatractivos,hijosde las disposiciones dej plan bajo cuyopié fueron instituidas. Pornuestra parteno dudamos unmomentodel éxitode una empresa en quese hallan interesados nuestros maestros, nuestros padres científicos, quienes,entan críticosmomentos,noperderán
de vista los intereses desus hijos hasta ahora desatendi¬
dos.—M. V. yM.
RKlllTlDOIS.
CASO DE ENDOCARDITIS.
Lapoca
frecuencia
con queciertas enfermedades
sepresentan enlos
objetos de Veterinaria, hace
que losprofesores, mirándolas
como masrarasde loqueson en realidad, lleguen al fin á echarlas encomple¬
toolvido. Tal sucede porejemjilo,con las delcora¬
zón,órganoque losautores
españoles
han escluido de laPatología,como si no fuerasusceptible de pa¬decer, y cuyas
alteraciones deben
ser no obstantemas comunesde lo que creemos, en atención á la
importancia de
susfunciones,
yá las relaciones
que le unen conlos demás.Seguramente
que se modifi¬caria la
opinion general si á ciertos
casos dediag¬
nóstico difícilse diera toda la importancia que me¬
recen, reflexionando sobre elloscontodo el deteni¬
miento que la ciencia reclama. En atención, pues, à
lo que llevo dicho,y descando llamar la de miscom¬
profesores
sobre
un punto tan interesante,remito á
la Redacción de El Eco de la Veterinaria, un caso de endocarditis, según mi
juicio,,
querecogí
hacealgun tiempo.
El dia 26 de diciembre de 1852, fui llamado por
Albert,
tratante encaballes en la ciudad de Játiva,para que vieseunoqueteniaenfermo desde aquella mañana. Al trasladarme ásu casa, me
dijo
el refe¬rido Albertpor el camino, que el caballo enfermo estaba muy delgadocuando locompró, y que en su
poderrecobró bastantescarnes enpoco
tiempo,
que aquella mismamañana habia venido desde la Cerda(una
horacortadeJátiva)
al pasocastellano, sinqueen todo el camino le hubiese notado novedad algu¬
na; pero que, cuando ásu llegada le echó un pien¬
so, no quiso comer, y queestabamuy tristey tcm-
blando.
Llegadoque hubimos, raepresentó uncaballoen¬
tero, castaño claro, de seis años, la marca, sin hier¬
ro, de temperamento muscular bien pronunciado, y sin destino determinado. El animal se hallaba en
la estación forzada, y presentaba tristes y opacoslos ojos, pulso reconcentrado, mucosas aparentes ru¬
bicundas,
respiración frecuente, sudor abundante detrás de lasorejas, espaldas y nalgas yfria la parte inferior de las estremidades. Cuando me hallaba en este exámen, noté un ruido bastante pronunciado semejante al que producirlael choque de un cuerpo macizo con otro hueco, y alindagar
su procedencia encontré que era en la region precordial izquierda, siéndome fácil conocer que se debia al corazón, cuyoritmo normal se habla alterado. Lo primero que se meocurrió es que el caballo habría corrido,siendo esta la causa del desórden de la circulacióny por consecuencia del de la
respiración;
no siendoen mi conceptomas que un resultado de este des¬
órden los demássíntomas, creí que con él
desapa¬
recerían por medio del descanso, y me limité á mandar enmantar al caballo y
hacerle
colocaren unsitio
abrigado.
Pasada una hora, volví á ver al animalque conti¬
nuaba lomismo, sin mas diferenciaquehaber cesa¬
do elsudor, disminuidoel desórden de la respira¬
ción y aumentado de intensidad losgolpes delcora¬
zónque eran también mas tumultuosos.
Practiqué
unasangrí.1 deseis libras, recogiendo la sangre, y prescribí elagua en blanco,
friegas
en las estremi¬dades y lavativas emolientes. Por los síntomas que elcaballo presentaba juzgué queloque padecía era unacongestionpulmonar;temí entonces que pasara al estado
inflamatorio,
sinó tenia lugar la reacción,y para hacer que se verificase,y procurar de este modo el restablecimiento de lacirculación y respi¬
ración ásu tipo normal,
fijé
toda mi atención en el éxito de lasfriegas.
La enfermedad sehallabaen ese estado crítico en
que los esfuerzos de la naturaleza parece que tien¬
den á
contrabalancearla,
estado de oportunidad tan recomendado para queel profesor ausilieenérgica¬
mente estos mismosesfuerzos. Por esta razón con¬
tinuamenteestabavisitando al caballo. A cosadélas doce del dia, hora en quevolví á verle, la respira¬
ciónera mas regular, aun cuando losijares se mo¬
vían con demasiada{irontitud, vivezaque nocorres¬
pondía á la calma de las fosas nasales; los
golpes
delGorazori eran de bastante
consideración,
pero regu¬lares, siendo mas perceptibles en la region dorsal que en ningúnotro sitio; el animal estaba muy es¬
trecho, y tandébil, que al moverse en
cualquier
sentido,la mañanavacilaba:sehabia convertidolasangre quecasi todahabiaguardadoen cuajo.por Lepractiqué unanuevasangría de cuatro libras, y le ordené lavativasestimulantes,
aguaaciduladaconácidoacéticoy friccionesdeaguarrás en las estre¬
midades.
Cuandoestaba
comiendo,
fueron ádecirmequeel caballosemoria; pasé inmediatamente á verle, yencontréque el ruido delcorazón eracada vez mas
tumultuoso y que el animal tenia los ojos saltones,
inquietud
suma, moviendo alternativamente las es¬tremidades comosiquisiera
echarse,
la cabezadiri¬gida al lado
izquierdo,
hasta tocar con los iábios detras delcodo, yelpulso duroy lleno. Estecuadro desíntomas me hizocreerinminente la muerte del animal; pero no por eso le abandoné:lernandéapli-
car vejigatoriosenel pecho, antebrazosy piernasy
en la regio i esterno-costal, porque continuaba el frió en la periferia, le receté diez granosdetártaro emético, que tomó sin repugnancia y quedéá laes- pectativa, dejándolebien enmantado.
Los golpesdelcorazón hablan
principiado
á fijarmi atención, con tanto mas motivo, cuanto queel estado de lacirculacióny respiración no se hallaba
en consonanciacon el desórden de aquelórgano.
Practiqué
la auscultación enla region esterno-cos- tal, ynoté queel ruido coincidiacon el diàstole y de ninguna manera con elsístole del corazón : en¬toncesquedé convencido de que este era el
órgano
afecto, y me fué fácilconocer porgué
sudesórden
nohabiaacarreado el de lacirculaciónyrespiración.
Pero ¿cuál era lanaturaleza de su padecimiento?En otro
lugar
trataréde ventilarlo.A las nuevehorasdeadministradoeleméticoprin¬
cipiaron áceder los síntomassobre todo el mas no¬
table. He aquí los qüe presentabaelcaballo á la si¬
guiente mañana; restablecimiento de la
alegría,
pul¬solleno y blando, apetito de sustancias verdes, con
repugnancialada, hasta el puntoalpiensodeseco,no poderleavidezpordarelcuantaagua acidu¬que¬
ría. Continué
administrándosela,
y le sometí al ali¬mento verde, pero encortacantidad,ocho escarolas al diaen cuatro piensos.
Siguió
bien todo aquel dia y la nocbesiguiente,
relinchando cuantas veces ea- traba gente enla cuadra.Eldiatercero de laenfermedad pasé á veralani-.
mal: Albert me dijoque seguia bien, que le habla dado dosescarolas y que todavía quería mas. Pero cuál seria mi sorpresa cuando al llegar á la puerta de lacuádra, oí el ruido delprimer dia, tan percep¬
tible, tan violento,,que parecía iba á salirse del pe¬
cho el corazón. El dueño me dijo que no hiciese nada mas, porque de todosmodos el caballo se mo¬
riria; pero yo no
quise
desistir. Habiendo reapare¬cido lossíntomasque cedieron el dia anterior, lesa¬
qué tres libras de sangre, le administrémedia
drag-
ma de tártaro eméticoenmedia libra de agua desti¬
lada, le mandé dar friccionesde aguardiente alcan¬
forado en toda la columna vertebral, y observando que los
vejigatorios
no hablan producidoefecto,
hice que le aproximaran unas planchas de hierro candenteá lospuntos en que aquellossehablanapli¬
cado;
además,
sele dió enmipresencia cuanta agua acidulada quiso. Enlas varias veces que aquel dia le vi, le encontré siempreenel mismo estado, contal decaimiento de las fuerzasmusculares, queno podia sostenerse ni menos moverseenningúnsentido:por mi parte hice continuarel mismoplan.El dia cuarto encontré los síntomas
siguientes:
calma aparente, estado comatoso, pulso
débil,
pero regular, mucosas aparentesalgo
pálidas, el ruido delcorazónsenotaba porintervalosirregulares,
una vez cada dos ótrespulsaciones;
la respiración nada ofrecíadeparticular; losvejigatorios principiaban
áobrar,
sobre todoel de laregion esterno-costal iz¬quierda, que habia ocasionado una vesicación tan
violenta, que hubo necesidad delavar dicho punto
con aguade malvas; por liltimo elcalor sehabia ir¬
radiado al esterior. La reacción que estossíntomas