Para citar : Sara Calderón, « La resemantización de dos figuras míticas : Lilith versus Eva en « Trilogía » de Brianda Domecq y El infinito en la palma de la mano de Gioconda Belli », Actas on line del VII Congreso Internacional de Análisis Textual (Las Diosas), 2015. Última consulta, diciembre de 2015
http://www.tramayfondo.com/actividades/vii-‐ congreso/las_diosas/downloads/calderon-‐sara.pdf
Palabras clave : Gioconda Belli – Brianda Domecq – postmodernidad – resignificación –
feminismo.
Resumen : El artículo explora la forma en que dos autoras del siglo XX resignifican en
sus respectivas ficciones los dos personajes míticos de dos primeras mujeres: Eva y Lilith. A través de un estudio pormenorizado de sus representaciones, el artículo reflexiona sobre la inflexión que los discursos periféricos pueden producir en el canon.
La resignificación de dos figuras míticas : Lilith versus Eva en « Trilogía » de Brianda Domecq y El infinito en la palma de la mano, de Gioconda Belli.
La diversificación de puntos de vista que caracteriza la producción cultural posmoderna da cabida a la expresión de grupos étnicos y sexuales que hasta que ésta irrumpió habían permanecido al margen de los discursos que vertebran nuestras sociedades. Con la expresión de estas voces social e históricamente construidas como “otras” del sujeto central, se emprende en el siglo XX un cuestionamiento de la visión monolítica construida por el hombre blanco occidental.
Dentro de esta dinámica, algunas voces femeninas se han hecho partícipes de este cuestionamiento al tratar de volver a definir el papel de las mujeres en la historia y en algunos de los relatos que han vertebrado las construcciones sociales.
En todas las culturas, los relatos de los orígenes adquieren especial relevancia por su importancia fundacional. Por ello, han sido estudiados desde perspectivas muy diversas : por su contenido psicológico o arquetípico o por su dimensión religiosa. Los abordaremos aquí por su papel en la institución y reproducción de un discurso y de unos valores que afianzan esquemas sociales y representaciones simbólicas.
En este sentido, estudiaremos las reescrituras de dos relatos de los orígenes efectuadas respectivamente por Brianda Domecq, que aborda el mito de Lilith en su novela corta “Trilogía” publicada en 1982, y Gioconda Belli, que aborda la historia de Eva en su novela El infinito en la palma de la mano publicada en 2008. Considerando los relatos de los orígenes como componentes de los sistemas míticos y semánticos que estructuran nuestro imaginario y nuestras representaciones, trataremos de valorar las líneas rectoras de la resemantización de cada uno de los personajes femeninos que efectúan estas dos autoras latinoamericanas contemporáneas.
Dos relatos que acotan las lindes de un espacio identitario
Lilith y Eva tienen el estatus de primera mujer en las tradiciones hebrea y cristiana, respectivamente. Aunque la Biblia prácticamente no menciona a Lilith, en cierto modo se puede decir que ambos mitos se encuentran contenidos en el Génesis, que presenta en un primer momento la creación del hombre y la mujer como simultánea, y sólo después la refiere como consecutiva1. La tradición hebrea explica esa
redundancia y aparente contradicción del texto bíblico diciendo que Lilith fue creada en un primer momento y después vino Eva.
No detallaremos la historia de Eva, por ser ampliamente conocida. Recordaremos sin embargo, por ser la historia de Lilith menos conocida, que ésta fue modelada con barro, como Adán, y se enfrentó a él en un conflicto a propósito de la manera en que harían el amor. Ninguno de los dos quería encontrarse bajo el cuerpo del otro por lo que, tras una terrible pelea, Lilith se resolvió a invocar el nombre del Inefable, brotándole un par de alas que la transportaron lejos del Edén.
Adán suplicó al Creador que le devolviese a la mujer, por lo que Dios envió a tres de sus ángeles con el fin de persuadir a Lilith de que regresara. Pero ésta rehusó y el Señor la castigó : daría a luz a numerosos hijos de entre los cuales cien morirían cada día. Más tarde Lilith se convirtió en la compañera de Sammaël, señor de los ángeles caídos, y se hizo por venganza asesina de los hijos de Eva.
1 En Gn. 1, 27 se refiere la creación de forma simultánea, mientras que en Gn. 2, 7-23 se refiere la creación de Eva a partir de la costilla de Adán. La Bible de Jérusalen, Gn. 1, 27 ; Gn 2, 7-23. Aunque la Biblia contiene una sola mención explícita de Lilith (Isaías 34, 14), el personaje está muy presente en el Talmud y el Zohar. Por otra parte, el Alfabeto de Ben Sirah refiere la tradición de « la primera Eva ».
Tanto Lilith como Eva son herederas de tradiciones ancestrales. Mientras que Eva parece ser heredera de alguna diosa de la fertilidad, como atestigua el calificativo “madre de todos los vivos” que le aplica la Biblia, se puede remontar la filiación de Lilith hasta a demonios sumerios y babilónicos. Ambas figuras parecen retrabajadas, resemantizadas y fijadas en el momento del asentamiento de los monoteísmos.
Más allá del contenido simbólico que puedan integrar los relatos, abordaremos aquí la manera en que, en el marco de culturas patriarcales, ambos han sido vectores para definir un espacio social y simbólico destinado a las mujeres2. Aunque ambos
relatos instalan a ésta en el estigma, los dos lo hacen de diferente manera. La diferencia más obvia en cuanto al modelo de mujer que ambas narraciones vehiculan es la relación de igualdad o de subordinación con el hombre. Lilith es la igual de Adán, ya que fue creada como él de la tierra. Además, el diferendo inicial entre ambos contiene una metáfora apenas velada de una lucha por la predominancia. En cambio, Eva tiene con Adán una relación de subordinación, puesto que fue creada de su costilla.
Ambos relatos estigmatizan las figuras de las dos primeras mujeres, ya que Lilith se convertirá en la tradición en un demonio y Eva portará la responsabilidad de la expulsión del paraíso. Sin embargo, los dos relatos proceden de forma distinta. Puesto que en los dos se sanciona a la mujer con sufrimientos vinculados a la maternidad, ésta queda negativamente marcada en los dos casos. Sin embargo, la sanción vinculada a la maternidad no es la misma para Lilith y para Eva y casi podría decirse que es más pesada para Lilith. En efecto, mientras que Lilith es condenada a un dolor permanente y moral, puesto que cientos de sus hijos morirán cada día, Eva es condenada a un dolor pasajero y físico, puesto que engendrará a su descendencia en el sufrimiento.
La diferencia entre los dos castigos no puede sino acentuar la condena del personaje que es la igual del hombre. Si añadimos que luego se convertirá en un demonio caníbal, compañera del demonio, su ejemplo es definitivamente proscrito.
Un último elemento de reflexión a propósito de los imaginarios que ambos relatos contribuyen a plantear como marco identitario para la mujer es el vínculo de ambos personajes a la sexualidad. En el caso del relato de Lilith ésta aparece explícitamente, puesto que la disputa inicial viene a propósito de la desavenencia en la
2 En su ya clásico Sexual Politics, Kate Millet analiza brevemente los mitos de Pandora y el de la expulsion del Paraíso como principales resortes míticos para establecer una culpabilización e inferiorización de la mujer. En particular el segundo, ha tenido una importancia determinante para asociar en el imaginario colectivo la mujer a la sexualidad y al pecado. MILLET, Kate, Sexual Politics, Paris, Des Femmes-Antoinette Fouque, 2007. Pp. 73-76.
posición para hacer el amor. En el caso de Eva, ésta aparece de forma velada, con la vergüenza de la desnudez que aqueja después de comer el fruto prohibido a los dos primeros seres humanos. En ambos casos se responsabiliza de los efectos nocivos del acontecimiento a la mujer, y ambas figuras vienen estigmatizadas por ello.
A pesar de la diferencia de relación de igualdad o de subordinación que establecen entre los dos primeros seres humanos, ambos relatos estigmatizan a la mujer y la vinculan indefectiblemente a la sexualidad y a la maternidad que aparecen en ambos casos, por motivos y de formas diferentes, negativamente marcados.
En la medida en que estos mitos han actuado como instancia legitimadora de un orden social y guardan aún un peso importante en el acervo cultural occidental, trataremos de examinar ahora las estrategias de reescritura emprendidas por las dos escritoras.
“Trilogía” : la abolición de la ley del padre3
Los sistemas simbólicos occidentales han construido una serie de identidades, entre ellas las de las mujeres, como “otros” de un sujeto central que monopoliza el discurso, el hombre blanco occidental. Entre otros dispositivos de construcción de diversa índole, esto se logra a partir de una serie de dualismos que estructuran las identidades en un marco heteronormativo, situándolas en el espacio y en el marco cultural : masculino/femenino ; público/privado ; cultura/naturaleza… Así las identidades se definen en un plano simbólico tanto por oposición como por complementariedad. Para redefinir las figuras de ambas primeras mujeres ambos relatos operan en base a este sistema de dualismos, ya redefiniéndolos, ya desplazándolos.
Por otra parte, ambas obras hacen uso del texto bíblico, ya a través de la cita, ya a través de la parodia, instalan estrategias de desactivación de la figura punitiva del padre y dejan entrever, en filigrana, la imagen de la androginia que, además de ser un elemento
3 Por ser esta reflexión la continuación de un artículo escrito hace algunos años que analizaba de forma pormenorizada la novela corta de Domecq, abordaremos aquí de forma más breve este relato. El artículo es consultable en línea en CALDERON, Sara, « « Trilogía » : la reescritura de un mito, de la sátira a la construcción de una Utopía”, Lectures du genre, n° 6 Género, transgénero y censura. Novembre 2009. http://www.lecturesdugenre.fr/Lectures_du_genre_6/Calderon.html
inserto en la tradición, permite también suavizar la dicotomía genérica y la lógica de oposiciones.
El relato de Brianda Domecq a propósito de Lilith subvierte casi totalmente las estructuras de género recurriendo para ello ampliamente al humor, a través de la parodia del texto bíblico y de la sátira de los estereotipos de género.
La parodia del texto bíblico se inserta como mecanismo que subraya la distancia entre la visión general vehiculada por “Trilogía” y la vehiculada por la Biblia. Así, aunque la novela corta adopta el uso ortográfico del texto bíblico de escribir con mayúsculas algunos sustantivos referidos a la divinidad, lo hace de forma indiscriminada o bien aplicándola a términos usualmente opuestos a la caracterización patriarcal de Dios Padre. Por otra parte, si “Trilogía” integra algunos fragmentos del génesis, lo hace en una lógica de antífrasis, yuxtaponiendo proposiciones de sentido opuesto a dichos fragmentos.
En este contexto, la redefinición del personaje de Lilith se efectúa gracias a una serie de paralelismos y de oposiciones insertas en una serie de dualismos, que no afectan ya a lo masculino/femenino sino al fuera y dentro de los estereotipos de género.
En efecto, las oposiciones no se hacen ya de personaje a personaje, sino de pareja a pareja entre Eva-‐Adán y Lilith-‐Sammaël. No obstante, el esquema no viene dado de entrada, y en parte el título del cuento, “Trilogía”, proviene del hecho de que la novela corta narra sucesivamente dos triángulos amorosos que implican a Eva, Adán y Lilith y a Eva, Adán, Sammaël respectivamente.
Por otra parte, la figura punitiva originaria del Dios padre se ve desactivada por su inserción en el marco del género. En efecto, la novela corta establece la necesidad de Dios de controlar a sus criaturas, pero lo ridiculiza a la vez por su irresponsabilidad con respecto a éstas, ya que con un mecanismo similar al que encontramos en la obra de Belli hace que se desinterese de su creación para realizar largas “Siestas” [DOMECQ : 1982, 86], así como por el hecho de que, una y otra vez, sus criaturas se le escapan. Los mecanismos de satirización son similares a los puestos en marcha respecto a Adán, aunque adquieren un cariz más marcado para acabar por dibujar un personaje infantil y voluble.
El andrógino que aparece en muchos pensamientos religiosos como atributo de la divinidad en tanto que expresión de la integración de contrarios, aparece como motivo en las dos obras que nos ocupan. Es un recurso común a los dos textos que corresponde
también a la realidad de la existencia de varias versiones rabínicas que postulan al primer hombre, Adán, como andrógino4.
“Trilogía” alude directamente a una etapa en que Lilith y Adán habrían sido un solo cuerpo. En su vena satírica, los presenta fusionados por la espalda por error de Dios y enzarzados en enormes peleas, [DOMECQ : 1982, 83-‐84]. Pero, más allá de esto, la novela hace también un abundante uso de la imagen de la androginia construida en filigrana.
En efecto, el texto lleva a la formación de la pareja Lilith-‐Sammaël estableciendo desde un principio complementariedades y paralelismos entre Lilith y Sammaël y oposiciones entre Lilith y Eva y entre Sammaël y Adán. Una de las principales oposiciones gira en torno a la ridiculización de los estereotipos de género en Adán y sobre todo en Eva y a la integración de lo masculino y de lo femenino en Lilith y Sammaël. Esta integración ya viene dada para Lilith en el relato originario y “Trilogía” la retoma atribuyéndole fuerza y agresividad. Por otra parte, en lo respectivo a Sammaël, el relato lo dota de características femeninas desde su primera aparición:
Alto, fornido, con cabellos color azabache, tez bronceada, verdes ojos de seductora iridiscencia y unas extrañas orejas picuditas que se confundirían incontables veces con cuernos, Sammaël era en verdad hermoso. Había conservado toda la armonía y la gracia viperinas y cada movimiento se producía con la sedosa fluidez de su doble naturaleza. (DOMECQ, 1982 : p. 100).
La fuerza se alía así a una seducción, una delicadeza y una sensualidad que son más asociadas dentro de los esquemas de género a lo femenino. La naturaleza andrógina de Lilith y de Sammaël los sitúa por tanto fuera de ellos, convirtiéndolos en seres fronterizos que los subvierten por el simple hecho de su existencia.
Por otra parte, un paralelismo se establece también entre ambos personajes por su búsqueda de un amor pleno y absoluto y la imposibilidad de encontrarlo en el ser elegido en un primer tiempo, respectivamente Adán y Eva, por culpa de los estereotipos de género que se interponen entre ellos : en el caso de Adán la absoluta necesidad de dominar, que choca frontalmente con la necesidad de autonomía de Lilith ; en el caso de Eva, su dependencia hacia Adán, que le impide irse.
Así el sufrimiento amoroso, la decepción es algo que también une a los personajes. En el caso de Lilith, esta decepción tomará la forma de un aprendizaje vital y participa para incidir en el personaje de forma que puede suscitar una identificación de
la lectora. En efecto, del personaje quizá excesivamente fuerte del relato originario pasamos aquí a un personaje fuerte en la medida en que defiende su individualidad pero hasta cierto punto vulnerable, en la medida en que sufre la pérdida y la decepción. Es pues a una auténtica evolución de la infancia a la edad adulta a lo que asistimos, que se manifiesta en una pérdida de la inocencia, y que es válida tanto para Sammaël como para Lilith.
En lo que respecta a Lilith, el paso de la infancia a la edad adulta integrado en la experiencia del dolor, la reafirma en realidad en su alejamiento de la Ley del Padre, subvirtiendo totalmente el relato de Domecq las dos esferas que los relatos de origen vinculan a lo femenino : sexualidad y maternidad.
Por una parte, la sexualidad es reivindicada, por otra parte, la maternidad es mimizada. El relato abandona la idea del dolor en lo que concierne a Lilith, haciendo casi de la procreación un banal proceso fisiológico :
Encontró sobredesarrolladas sus facultades procreativas y comenzó a parir demonios a razón de cien por día desparramándolos encima del Mar Rojo como peces su esperma en el río. Para ahorrarse tiempo les ponía indistintamente lilín, y, prosiguiendo sus diversiones amatorias, los abandonaba a su suerte (DOMECQ, 1982 : p. 91).
El símil con el esperma de los peces desacraliza la representación de la maternidad. Por otra parte, el hecho de que la protagonista opte por no nombrar a su progenitura, negándole una existencia simbólica, acentúa este desapego quedando así anulado el sufrimiento psíquico que el mito le impone.
Pero la deconstrucción del papel de la maternidad viene complementada por el hecho de que Eva tampoco corresponde al perfil de la madre abnegada que ensalzan las culturas judeocristianas, sino que al contrario usa su condición de madre como elemento de presión sobre el varón, para que vuelva cuando la engaña con Lilith.
El relato se esfuerza así por deconstruir la imagen dada por el relato original, haciendo de la maternidad un rasgo anecdótico, desestigmatizando la sexualidad, situando a hombre y mujer sobre un mismo plano y desactivando la dimensión punitiva del Padre.
Si el principio de “Trilogía” había situado el relato en los orígenes del mundo, su final nos lleva al final de la Historia, que sin embargo no es el final del mundo, sino el final de la civilización construida sobre los esquemas patriarcales y de género :
Y Dios, cansado de todo aquello, recogió sus nubes y se fue […] Se hizo la Ausencia, la Ausencia Total, un infinito En-‐Sí de Ausencia … […] El tiempo se detuvo al borde del vacío y la Historia, se quedó, trémula, suspendida en un crepúsculo definitivo (DOMECQ, 1982 : p. 123)
Y entonces, sólo entonces, Lilith y Sammaël volviéronse a buscar, volviéronse a abrazar […] y en aquella específica fracción de instante el tiempo quedó anclado […] donde dos cuerpos ocupan un mismo espacio […] (DOMECQ, 1982 : p. 124)
Si desde el principio la novela corta había desactivado el peso de la figura del Padre, haciendo de él un ser infantil, su desenlace establece una utopía. La anulación de la ley del Padre conlleva la suspensión del tiempo (“se detuvo” ; “suspendida”) y por tanto el fin de la Historia. Esta Ausencia aparece como condición necesaria para que dos seres libres, Lilith y Sammaël, existan y se reencuentren.
Si la androginia caracterizaba desde el principio a los personajes de Lilith y Sammaël, el motivo vuelve aquí de forma más explícita con la mención a los “dos cuerpos [que] ocupan un mismo espacio”. Además de la anulación de las categorías genéricas, supone también de algún modo un retorno a un tiempo originario, al estado que era el del primer ser humano, que se integra perfectamente en el contexto de una refundación del mundo.
La redefinición integradora de El infinito en la palma de la mano
El relato de Gioconda Belli desestigmatiza también la figura de Eva y la saca de posiciones de inferioridad, aunque es menos subversivo que “Trilogía” para las estructuras genéricas.
El infinito en la palma de la mano resulta, como lo indica la propia Belli en la nota introductoria a la novela, de la lectura que hace la autora de un texto apócrifo titulado Libros de Adán y Eva, que relata las vidas de Adán y de Eva a partir de su expulsión del paraíso. La novela es pues el resultado de investigaciones realizadas por la autora en torno a esta temática.
El hecho de que el relato surja de un texto no seleccionado por instancias patriarcales para integrar el canon, ya parece significativo. El relato de Belli reelaborará los contenidos de este hipotexto5 dando “rienda suelta a [su] imaginación” [BELLI :
5 La terminología es de Gerard Genette. Recordemos que la relación hipertexto-‐hipotexto es para él uno de los tipos de relaciones transtextuales posibles, caracterizada por una relación de transformación, más o menos compleja, entre los dos textos : « toute relation unissant un texte B (que j’appellerai hypertexte) à
2008, p.13] para proponer una reconstrucción de la historia del génesis que va desde la creación de Adán hasta el momento en que la pareja es abandonada por todos sus hijos, años después de la expulsión del Jardín de Edén.
En contraposición a lo que ocurre en “Trilogía”, el relato de Gioconda Belli recurre a un lenguaje poético y una sintaxis depurada que potencian el aspecto mítico vinculado a los orígenes. El trabajo formal cobra por tanto especial importancia en tanto que contribuye a anclar el relato en tiempos primeros. Esto es perceptible ya desde las primeras líneas, que refieren la creación de Adán :
Y fue.
Súbitamente. De no ser, a ser consciente de que era. Abrió los ojos, se tocó y supo que era un hombre, sin saber cómo lo sabía. Vio el Jardín y se sintió visto. Miró a todos lados esperando ver a otro como él.
Mientras miraba, el aire bajó por su garganta y el frescor del viento despertó sus sentidos. Olió. Aspiró aire a pleno pulmón. En su cabeza sintió el revoloteo azorado de las imágenes buscando ser nombradas. Las palabras, los verbos surgían limpios y claros en su interior a posarse sobre cuanto lo rodeaba. (BELLI, 2008 : p. 17)
Las frases son muy cortas, simples o coordinadas, incluso a veces nominales. La simplicidad de la sintaxis, que evita tanto como es posible la subordinación, parece figurar la simplicidad de un mundo en gestación donde “las imágenes [buscan] ser nombradas”.
La focalización interna renueva por otra parte profundamente el relato, haciéndolo evolucionar a principio de la historia de la humanidad y permitiendo por otra parte a la autora transformar la percepción del ser humano en motor de la descripción. Así, el fragmento puede instalar una sensualidad (“tocó”, “vio”, “miraba”, “olió”, “aspiró”, “sintió”) que devuelve a Adán y a Eva una corporeidad fuertemente proscrita en el texto bíblico.
En efecto, de la noción de descubrimiento deriva una puesta de relieve del aspecto sensorial, así como una relación entre Adán y Eva dominada más por la noción de curiosidad que por la de jerarquía. Este cambio, que a primera vista parece insignificante, desactiva en la novela la rigidez del esquema de dominación que acompaña por lo general a los estereotipos de género.
Finalmente, el símil de las mariposas que cierra el extracto es un buen ejemplo del lirismo al que aludimos y que contribuye a anclar la temporalidad de la novela en
un texte antérieur A (que j’appellerai, bien sûr, hypotexte) sur lequel il se greffe d’une manière qui n’est pas celle du commentaire » [GENETTE : 1982, 11-‐12].
tiempos originarios. La forma contribuye así en gran medida a configurar ese mundo nuevo en el que la vida cotidiana se vuelve una aventura.
La recreación del tiempo originario dada por el estilo viene reforzada por la división de la novela en dos partes, cuyos respectivos títulos retoman versículos bíblicos : “Hombre y mujer los creó” [BELLI : 2008, p. 15] y “Creced y multiplicaos” [BELLI : 2008, p. 173].
Aunque flexibilizada, el relato de Belli mantiene, en una óptica esencialista, una diferenciación entre masculino y femenino próxima a la dada por los esquemas de género, pero redistribuyendo el reparto de fuerzas. La novela mantiene pues de forma bastante homogénea los dualismos naturaleza / cultura ; altruismo / egocentrismo ; público / privado (asociados en este relato a las nociones de exterior-‐activo e interior-‐ pasivo). Sin embargo, Eva no es un personaje sumiso y podemos notar que en varias ocasiones la novela reporta disputas y fricciones entre ella y Adán. Por otra parte, para fortalecer a la débil figura de Eva, Belli acude a la figura de la diosa madre.
La maternidad aparece pues potenciada, pero no idealizada. Así, varios fragmentos refieren el hartazgo de Eva vinculado al cansancio físico y psíquico que implica por momentos la condición de madre. No obstante, es sin equívocos la maternidad lo que dota a la protagonista de una empatía sobredesarrollada que la comunica con la naturaleza. En ese sentido la maternidad es incluso sacralizada, en un sentido pagano del término :
[…] le pareció que su piel se había llenado de oídos y su vista de tacto para palpar la angostura o intensidad de los sentimientos de sus hijos. Les leía los ánimos y las señales con una habilidad que a menudo la sorprendía. Salirse de sí misma, multiplicarse, le abrió misteriosamente los lenguajes secretos de la vida. [BELLI, 2008 : p. 178]
[…] animales de todas las especies y tamaños empezaron a seguir el lamento como si fuera un llamado […] como si aquel sonido sin palabras hubiese logrado atravesar el olvido que los poseyera al salir del Jardín.
[…] Eva los sintió antes de verlos ; se sintió rodeada de un aliento cálido, circular, un aire espeso y suave que ablandó el espacio que la circundaba y la sostuvo. Alzó el rostro y vio a los animales apretados en círculo alrededor de ella en un aire de reconciliación y reconocimiento, como si la naturaleza de golpe hubiese retornado a la época sin sospechas ni muerte cuando juntos compartían el frescor y los pétalos blancos del Paraíso. […] Los cuerpos recios de los animales, sus expresiones mansas, le hicieron recordar con nostalgia su propia inocencia […][BELLI, 2008 : pp. 157-‐158]
Mientras que el primer fragmento refiere las consecuencias de la nueva condición de madre de Eva, el segundo refiere su primer alumbramiento. La condición de madre dota así a Eva de una receptividad fuera de lo común, con la omnipresencia en el
extracto de lo sensorial, potenciado por la sinestesia, y que aparece como vehículo para conducirla a una forma de conocimiento secreta y casi sagrada.
Este rasgo aparece desarrollado en el segundo fragmento, en el cual la circunstancia del primer alumbramiento restablece entre todos los seres vivos una unión sagrada que había sido rota con la expulsión del paraíso. Del constante enfrentamiento derivado de la lucha, se pasa aquí a un momento excepcional, situado fuera del tiempo, en que la reconciliación se hace posible.
Por el íntimo vínculo a la dimensión natural que implica en esta configuración la condición de madre, ésta repercute en una mayor comunicación con el mundo por parte de Eva que por parte de Adán. Así, este íntimo nexo a la vida incide en el horror de matar y el rechazo a comer animales muertos que durante mucho tiempo Eva mantendrá, a pesar del hambre.
El vínculo maternidad-‐cosmos influencia también insospechadamente la relación de Eva a la divinidad como elemento desactivador de la figura del padre punitivo y del peso de la falta. En efecto, El infinito en la palma de la mano da una visión compleja del episodio de la transgresión ya que integra los puntos de vista de Adán y de Eva.
La condición maternal futura de Eva aparece prefigurada en el Jardín de Edén, haciendo que ésta establezca con Dios una relación de empatía y de comunicación que Adán desconoce. Así, le es dado contemplar en el fondo del río un burbujeo en el cual ve desfilar las siluetas apretadas de los que serán sus descendientes a lo largo de siglos :
La Historia, se dijo. La había visto. Era eso lo que empezaría si ella comía la fruta. Elokim quería que ella decidiese si existiría o no todo aquello. Él no quería hacerse responsable. [BELLI : 2008, 35]
Dentro de esta perspectiva, si bien el relato de Belli mantiene la transgresión de la prohibición divina como iniciativa de Eva, también la subvierte en parte haciendo corresponder los actos de Eva a esa motivación tanto como a una autoafirmación con respecto a Adán. En efecto, Eva llega finalmente a la conclusión que su anhelo es en realidad conocer y contemplar la Historia de la humanidad y que, en ese sentido, “[…] sólo ella, usando su libertad, podría darle […] la experiencia del Bien y del Mal que El anhelaba” [Belli, 2008 : p. 38].
Esto es algo que Adán no cesará de cuestionar, tildando a Eva de fantasiosa, en una negativa que, por otra parte, se inserta dentro de la dinámica relacional de la pareja marcada, como habíamos dicho, por la dinámica genérica patriarcal :
A menudo él temía dejarla sola. Temía su manera de soñar, de ausentarse de su lado sin moverse. Le sorprendían sus ojos que miraban señales que para él pasaban desapercibidas y su piel que advertía, con el olfato del perro y el gato, lo que estaba por acontecer. Muchas noches, mirándola dormir, sentía ganas de despertarla y hacerle daño. No podía evitar sentir rencor por la manera peculiar con que, a diferencia de él, ella estaba conectada con la tierra, como un árbol sin raíces. Le asombraba que apenas hubiese lamentado haber comido de la fruta. Insistía en que no era ella, sino el Otro quien lo había dispuesto, y se negaba a aceptar su parte de culpa, el peligroso afán de su curiosidad. [BELLI : 2008, 120-‐121]
Las dos versiones se hallan por tanto integradas a un mismo espacio narrativo. Notemos aquí que, salvando la diferencia del uso del humor, para explicar la pervivencia de otra versión, Belli recurre al igual que Domecq al hecho de que Adán no habría comprendido algo6.
Volviendo al extracto, se puede señalar que éste deja translucir el instinto posesivo de Adán desarrollado en otros momentos de la novela7. A menudo el texto
vuelve sobre el deseo de éste de abarcarlo todo, de no tolerar que ella vea lo que él no puede ver, entre otras cosas. Más allá de las varias discusiones que ambos personajes tienen, como reporta el final del extracto, a lo largo de la diégesis Adán mantendrá una firme condena hacia la curiosidad de Eva y hacia lo que podría calificarse de inquietud intelectual. Conjugada a esa necesidad de controlar a su compañera esto se traducirá en reproches recurrentes a Eva a propósito de su curiosidad ante los cuales ella señala dolida “me da rabia que me recuerdes que comí la fruta cada vez que quieres que te obedezca” [BELLI : 2008, 88].
La ambivalencia que afecta a ambos polos morales cuestiona sin embargo la visión vehiculada por la tradición. En los Libros de Adán y Eva la serpiente desempeña
6« La Versión Corregida y Autorizada, que llegó a oídos de Adán decía algo sobre una manzana y como él había comido manzanas el día anterior supuso que a ésas se refería. Eva corroboró la versión » [DOMECQ : 1982, 95] En el relato de Brianda Domecq, la expulsión fue debida en realidad a que Dios descubrió que Eva se resarcía de la decepción de no ser la primera mujer de Adán en una relación con Sammaël, que tenía en aquella época forma de serpiente.
7 « Eva dormía. ¿Estaría mirando su conciencia ? ¿Qué lugar era ese al que se llegaba al soñar ? ¿Comprendería ella lo que para él era incomprensible ? No le gustaba verla dormida, ni dormir. No le gustaba cuando sus ojos se cerraban y su mente dejaba de pertenecerle » [BELLI : 2008, 73]. La novela reporta por otra parte en varias ocasiones el disgusto de Adán cuando Eva desea ausentarse sola fuera de la cueva.
un papel decididamente negativo ya que no ceja en su empeño de perseguir a los dos personajes buscando a todas luces su exterminación.
En la novela de Belli ésta tiene un papel más matizado. En efecto, por una parte su existencia no corresponde a la de un ángel caído sino que parece ser tan antigua como Dios y se desconoce su origen. Por otra parte, aunque se incluyen varios paralelismos entre Eva y la serpiente [BELLI, 2008 : 25, 234-‐235], esto, más que asimilarlas, acaba resultando en un paralelismo Eva-‐Adán y Serpiente-‐Elokim. Si Eva se pregunta en reiteradas ocasiones si la serpiente no será “la Eva de Elokim” [BELLI : 2008, 105], es la propia serpiente quien más tarde declara a Adán, hablando de Dios, “mientras él exista, también existiré” [BELLI : 2008, 105].
El principio de integración que afecta a toda la novela hace que, más que aparecer bajo la forma maniquea que tienen en el cristianismo, Elokim y la Serpiente aparezcan como suerte de principios complementarios próximos de los que se encuentran en las filosofías orientales, como el ying y el yang. En efecto, en su largo y doloroso aprendizaje del Bien y del Mal, Adán y Eva acabarán descubriendo, a propósito del fuego, que “Es como todo, contiene el Bien y el Mal” [BELLI : 2008, 113].
Para terminar con este aspecto podemos decir que, en la novela de Belli, la representación de Dios corresponde más al Dios ambivalente, a la vez bondadoso y temible, del Antiguo Testamento que a la del Dios del Nuevo Testamento8.
Lo incomprensible de sus designios contradictorios les causa un dolor infinito a sus dos criaturas, Adán y Eva. Cuando al enfrentarse a la decisión de cómo emparejar a sus dos parejas de gemelos, Caín y Luluwa y Abel y Aklia, Eva se ve de nuevo desgarrada por la disyuntiva dolorosa entre desobedecer a Dios y respetar las inclinaciones afectivas naturales de sus hijos u obedecerlo y contrariarlas, ésta llega incluso a pensar “No estamos solos. Más nos valiera estarlo” [BELLI : 2008 , 202].
8 Cuando tras la expulsión del Jardín, Adán y Eva deciden humillarse y suplicar a Dios el perdón, éste los dirige a su nueva morada persiguiéndoles con unas llamas de fuego : « Una ráfaga de viento surgió súbitamente del precipicio y los envolvió alborotándoles los caballos y despojándolos de las hojas con que habían cubierto su desnudez. Frente a sus ojos el viento se tornó visible, una sustancia encendida y afilada […] restallando a sus pies, más ardiente y terrible que el calor que habían experimentado. La lengua de fuego se abalanzó sobre ellos inclemente, lamiendo las plantas de sus pies, las palmas de sus manos, chamuscándoles el pelo, fustigándolos. Alcanzaron a levantarse, empezaron a correr, retrocedieron. Sin cejar un instante, el fuego fue tras ellos, los empujo inmisericorde por toda la estepa […] Con los brazos sobre sus cabezas, protegiéndose como podían, los pies desollados y dolientes, Adán y Eva llegaron a la ladera y subieron trabajosamente seguidos de cerca por el fuego. En medio de unos arbustos espinosos avistaron la boca de una cueva […] Ellos comprendieron que habían llegado a la que sería su morada en aquel paisaje hostil al que los habían desterrado. Sobrecogidos de espanto, se refugiaron el uno en brazos del otro, agitados por un llanto que no lograban controlar » [BELLI : 2008, 66-67]
Además del componente de Padre-‐castigador, también hay una parte de arbitrariedad en Dios, señalada en recurrentes ocasiones por la serpiente, y que coincide un poco con un aspecto de la presentación del Creador que se hacía en “Trilogía”.
En efecto en ambos relatos se encuentra la idea de cierta forma de futilidad de la divinidad que consistiría en “olvidar” sus creaciones después de creadas. Así la serpiente explica a Eva :
“Hoy está descansando. Después se aburrirá. No sabrá qué hacer y de nuevo seré yo quien tendrá que apaciguarlo. Así ha sido desde la Eternidad. Constelación tras constelación. Las crea y luego las olvida” [BELLI : 2008, 27]
“Te dije que se aburre. Por lo mismo imagínate qué entretenido puede ser crear una criatura a tu imagen y semejanza, despojarla de todo excepto el conocimiento, darle un mundo y esperar a ver si es capaz de volver al perfecto punto de partida” [BELLI : 2008, 163]
Además de la idea de indolencia, vemos bien en este extracto el papel de la Serpiente, más ambivalente que el que se encuentra en la tradición católica, e incluso a contracorriente con la alusión “apaciguar” a Dios.
La segunda cita profundiza en esta idea, añadiéndole un componente cruel en esta falta de empatía y en esta arbitrariedad del poder absoluto. Cuando tras el frío, el miedo y el hambre Eva debe sufrir los dolores del parto llega a la conclusión de que Dios “no mide el sufrimiento ajeno” [BELLI : 2008, 149] lo cual prolonga la idea de la infinita soledad y el supremo aislamiento del Creador.
Todos estos elementos vuelven más compleja la transgresión de Eva y vedan la visión unilateral que transmite la tradición cristiana. El infinito en la palma de la mano, tomando componentes de filosofías orientales, otros de la figura del Dios del Antiguo Testamento y algunos más de tradiciones anteriores a los monoteísmos consigue esbozar otra visión de esta historia, que claramente dignifica a Eva.
El otro elemento inherente a lo femenino asociado a la transgresión que deriva del relato bíblico y que ha estigmatizado tradicionalmente a la mujer de manera a dibujar una necesidad de ponerla bajo tutela es la sexualidad. La novela de Belli también la vincula a la transgresión, surgiendo el deseo en la novela apenas unos momentos después de comer el fruto. El relato de Belli desestigmatiza la sexualidad, reivindicando la sensualidad como valor y acentuando en la sexualidad el componente de comunicación con el otro, casi de regreso a una unidad perdida. El fragmento que narra
el episodio del fruto prohibido es así referido con una abierta reivindicación de la dimensión sensual :
Tomó el fruto oscuro, suave al tacto. Lo llevó a su boca y lo mordió. La dulzura del higo se extendió por su lengua, la carne blanda derramó miel por sus dientes. El efímero pálpito de espuma de los pétalos blancos que caían del cielo se le antojó material insustancial comparado con el jugo penetrante, el aroma del fruto prohibido. Sintió el olor dispersarse dentro de ella. El placer de sus papilas se expandió como un eco en su cuerpo [BELLI, 2008 : p. 43]
La sensualidad está muy presente en la descripción tanto por la reiterada alusión a las percepciones derivadas de los sentidos como por la mención de partes del cuerpo tradicionalmente sexualizadas (lengua). Por otra parte, este episodio aparece directamente vinculado al descubrimiento de la sexualidad por Adán y Eva que se produce antes de la expulsión del Jardín :
Por fin uno dentro del otro, experimentaron el deslumbre de retornar a ser un solo cuerpo. Supieron que mientras estuvieran así, nunca más existiría para ellos la soledad. Aunque les faltaran las palabras y se hiciera el silencio en sus mentes, podrían estar juntos y hablarse sin necesidad de decir nada. Pensaron que, sin duda, era éste el conocimiento que la Serpiente les anunció que poseerían al comer la fruta del árbol. Meciéndose el uno contra el otro, volvieron a la Nada y sus cuerpos, desbordados al fin, se recrearon para marcar el principio del mundo y de la Historia (BELLI, 2008 : p. 51)
El propio fragmento asocia la transgresión y el descubrimiento de la sexualidad, situando éste último como posible conocimiento a alcanzar. Sorprendentemente, el extracto es sin embargo menos sensual que el que refiere la transgresión, ya que viene dominado por la noción de comunicación, de integración de lo masculino y de lo femenino y la dimensión de momento fundacional que adquiere el acontecimiento y que lo hace transcendente. A propósito de la integración de lo masculino y de lo femenino, podemos por tanto señalar que la androginia que subyace el relato de Domecq, aparece también aquí.
Aunque vinculado a la tradición, en el contexto de una resemantización feminista de personajes femeninos, este motivo logra flexibilizar la dicotomía genérica. En ambos textos subyace la cuestión de la androginia, como nostalgia de un pasado de unidad. En El infinito en la palma de la mano la androginia irrumpe al referir la creación de Eva :
Despertó recordando su inconsciencia. Se entretuvo reconociendo las facultades de su memoria, jugando a olvidar y recordar, hasta que vio a la mujer a su lado. Se quedó quieto observando su atolondramiento, el lento efecto del aire en sus pulmones, de la luz en sus ojos, la fluida manera con que se acomodaba y reconocía. Imaginó lo que estaría ocurriéndole, el lento despertar de la nada al ser.
Extendió la mano y ella acercó la suya, abierta. Sus palmas se tocaron. [BELLI : 2008, 19]
Tú estabas oculta dentro del hombre. Elokim te guardó en una de sus costillas ; no en su cabeza, para que no descubrieras el orgullo, ni en su corazón, para que no sintieras el deseo de poseer. [BELLI : 2008, 26]
El primer extracto narra la creación en sí misma, y podemos constatar que la manera en que es descrita la separación de los cuerpos se asemeja a la manera en que un recién nacido y su madre viven sus primeros momentos juntos. En efecto, Eva experimenta las mismas sensaciones que un recién nacido, con el atolondramiento y en particular con la necesidad de llenar por primera vez de aire sus pulmones. El gesto de tocar la mano, también es un gesto próximo al que realizan los bebés.
Por otra parte, el segundo extracto va más lejos e introduce una pequeña distorsión con relación a la versión bíblica : Eva no nació de la costilla de Adán, sino que, ya creada, fue “guardada” en una de sus costillas. Esta pequeña inflexión introduce un matiz importante, ya que Eva existía ya dentro del cuerpo de Adán.
La aparición subyacente del andrógino deriva en un paralelismo con la maternidad que será confirmado más tarde en la novela, cuando antes de su primer parto Eva se pregunte : “Allí estaban [los futuros bebés], igual que ella estuvo guardada en la costilla de Adán. Pero él ya no daría más a luz. ¿Por qué ella ahora? […] ¿Por qué Elokim la haría cómplice de su creación?” [BELLI : 2008, 153].
La rígida dicotomía genérica del texto bíblico también se halla pues perturbada por el hecho de la pertenencia previa de ambos, ya formados, a un mismo cuerpo, y por el hecho de que algo tan simbólico como la maternidad, permute.
El modelo de mujer vehiculado por la novela viene así dignificado con relación al que deriva del génesis. Recobrando una fuerza que entronca con divinidades femeninas, la sensualidad aparece como valor reivindicado. Por otra parte, la relación que Eva establece a Dios padre y la caracterización ambivalente de éste incide también en la resemantización del personaje y en el significado que adquiere el momento transgresor. En este contexto el episodio de probar la fruta del árbol prohibido cambia de sentido y pasa de ser una muestra de debilidad a significar una muestra de fortaleza que implica ir más allá de sus miedos.
Para acabar con el sorprendente movimiento conciliador que caracteriza al conjunto del texto, podemos señalar finalmente que éste logra conciliar creacionismo y darwinismo, partiendo del nacimiento sucesivo de dos parejas de gemelos e imaginando