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1.4.3. FUENTES LITERARIAS

1.4.3.4. OTROS REFERENTES: DE HOFFMAN A BORGES

Si cuando hablamos del tema del doble no podemos evitar citar a Stevenson, otro tanto sucede con Ernest Theodor Amadeus Hoffman, Edgar Allan Poe, Guy de Maupassant, Franz Kafka y, más próximos en el tiempo, los que marcaron la continuidad del género, aunque con otras visiones más contemporáneas: Jorge Luis Borges, Julio Cortazar, Adolfo Bioy Casares. Esa búsqueda incesante de la duplicación llevó a Borges a decir que aún a la edad de 80 años seguía esperando al “otro”.

Ya Otto Rank en su libro “El Doble” detalla los truculentos días de los torturados personajes de algunos de estos autores. Así recrea

cuentos o novelas como “El Horla” (1887), de Maupassant, “El Doble” (“Dvojnik”, 1846), de Dostoievski, o “William Wilson” (1939), de Poe, que escritos en tiempos y lugares diferentes parecen coincidir en un punto: el trueque del alma a cambio de perpetuar el amor, la vida eterna o la juventud, como en “El retrato de Dorian Gray”. Estos autores tienen una doble obsesión: la disociación de las funciones psíquicas que conlleva un estadio esquizofrénico y la manía persecutoria que se puede relacionar con la paranoia.

Otto Rank entendía que estos autores tenían personalidades patológicas, padecían enfermedades mentales y consumían drogas que los llevaban a encauzar su obra hacia esas atormentadas narraciones de alienación y muerte. Es que en buena parte de los escritos sobre dobles de fines del siglo XIX observamos características comunes:

a) la aparición del doble, que es reflejo, sombra o espejo, sitúa al sujeto en una situación de inseguridad y angustia que lo acerca a la locura;

b) la imposibilidad de vivir con otro yo -independiente- lleva a los protagonistas al suicidio;

c) el dinero o el amor están en juego en la aparición o desaparición del doble;

d) la dificultades en la relación con las mujeres (en estas narraciones los protagonistas son hombres, la mujer aparece como conflicto, como deseo inalcanzable, como meta para vender el alma al diablo, etc).

Un caso especial en cuanto a la pérdida del doble lo representa la ya célebre obra de Chamisso “La maravillosa historia de Peter Schlemihl”.

Se trata en este caso una de las prolongaciones naturales de la que nos habla Peirce60; la sombra es vendida a un desconocido que le entrega a cambio una bolsa de donde extrae dinero toda vez que quiera. Sin embargo por esta pérdida se convertirá en un marginado.

El amor le es negado, al igual que en toda la extensa obra sobre dobles del siglo XIX. La mujer es vista como un ángel y al ser una imagen tan etérea pasa a ser inalcanzable, no tocable. Dos tramos de la novela ejemplifican este razonamiento:

¡Oh, mi querido Chamisso, quiero creer que no hayas olvidado todavía lo que es el amor!. Te dejo pues imaginar muchas cosas. Mina era verdaderamente una niña digna de ser amada, buena y piadosa. Yo había cautivado toda su imaginación y, en su modestia, no se explicaba como había merecido siquiera mi mirada; retribuía mi amor con amor, poniendo en ello el apasionamiento juvenil de un corazón inocente. Amaba como mujer, sacrificándose totalmente y sin pensar en sí misma, entregada al que era toda su vida y sin cuidarse siquiera de la perspectiva de su propia ruina; es decir, amaba de veras.

¿Y en cuanto mí? ¡Cuántas horribles horas, horribles y, sin embargo, dignas de recordar, he pasado llorando en el pecho de Bendel después de volver de mi inconsciente embriaguez y contemplarme a mí mismo, sin sombra, dañando a aquel ángel con pérfido egoísmo, apoderándome de su alma pura con engaños! Unas veces decidía confesarme ante ella, otras apartarme y huir, pero por fin me ponía a llorar y concertaba con Bendel la forma de visitarla por la noche en el jardín del Inspector de Montes61.

60 Gubern realiza una observación particular sobre la obra de Peirce al referir que las prolongaciones naturales del hombre son: la sombra, el reflejo y la huella. Dice el autor: “La semiótica moderna planteó esta cuestión de modo distinto y reconoció que los seres y objetos se manifiestan de modo indicial (Peirce) a través de su huella, su sombra y su reflejo” (Revista “Anàlisi” 27, 2001,”Del rostro al retrato”) Pág. 37, 42

61 Von Chamisso, Adelbert: “La maravillosa historia de Peter Schlemihl”, Editorial Bruguera, Barcelona. 1982. Pág. 107

En todo el relato se distingue que la falta de la sombra es vivida desde el comienzo (a poco de iniciarse el relato) como una carencia que lo lleva a escapar de la luz (porque es allí donde todos observan que no proyecta sombra), y recluirse en las sombras del bosque, en la noche, en lo oscuro. Es así como se aparta de sus contemporáneos, que al conocer su falta lo miran con lástima o le recuerdan su pérdida. Es el momento en que sobreviene la soledad.

En este relato se produce el reverso de la persecución del doble, del acecho del otro. Muy por el contrario, aquí es el individuo quien desconsoladamente quiere reencontrarse con su sombra para constatar su existencia, alcanzar un testimonio exterior que lo reconcilie con el mundo. El final de la novela, es por cierto maravilloso: el hombre accede al mundo del conocimiento, vuelve a ver a la mujer amada y al fiel servidor y continúa su vida de intimo perfeccionamiento, dejando para otros una obra acabada y compacta. Ninguno de los personajes serán los mismos, ya que parecen haberse reconciliado con la vida y su destino.

Son universos dolorosos, claustrofóbicos; a menudo pareciera que viven al borde, al límite de sus fuerzas, pero negándose a la muerte, aún al precio de pactar con el diablo.

En otro extremo de estas manipulaciones y transformaciones se encuentra la obra de Franz Kafka, su profundos y dolorosos caminos por el alma humana, la angustia del hombre frente a la vida y lo absurdo que puede haber en ella.

En estos autores y en sus relatos subyace la base argumental de varias de las obras cinematográficas donde el tema del doble aparece con frecuencia.