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2. Marco Teórico

2.2. Obra abierta

Precisamente, uno de los principios en los que se basa la Estética de la Recepción es el de pensar el texto literario como una obra abierta o inacabada. Muchos autores han reflexionado y

4 Sobre esta idea se retornará más adelante con motivo del concepto de autor y lector modelo o ideal.

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establecido su punto de vista al respecto de este concepto. W. Iser (1974), hablando desde la postura del lector, señala que este es el que debe llenar los vacíos y ausencias en un texto – dando a entender así que un escrito es siempre un producto inacabado que debe ser completado por el receptor. Además, sobre la relación dialógica antes mencionada entre lector y obra, se dice que el mensaje que se transmite se da en una doble dirección, ya que al tiempo de recibirlo el lector lo está componiendo, completando o elaborando una respuesta.

Si bien el autor crea y da origen, cada vez, a un texto nuevo –que como ya se ha mencionado no es totalmente independiente, sino que se relaciona y dialoga con otras obras tanto diacrónica como sincrónicamente– se puede decir que no es este el que pone el “punto final” a la obra. La estructura y configuración que obtiene el texto del autor no es más que un punto de partida y un abanico de posibilidades ofrecidos al lector, quien, a través del proceso de lectura, busca dar sentido a lo que lee y completar la narración.

En este sentido, Roman Ingarden (citado en Ricoeur, 2009: 881) habla de lugares de indeterminación para referirse a los espacios o lagunas que presenta la obra y que el lector, por medio de su imaginación y experiencia previa, debe figurar; entre ellos personajes y acontecimientos. Cuando un texto describe o habla de un personaje es la persona que lee quien completa la imagen virtual del personaje en su mente. Así mismo, si en la obra se emplea, por ejemplo, una elipsis para narrar un suceso, el lector completará o figurará aquello que el texto ha omitido.

Uno de los académicos que más ha reflexionado sobre el texto como una obra abierta es Umberto Eco. A través de sus conferencias llamadas Seis paseos por los bosques narrativos (1996) para la Harvard University, y posteriormente publicadas en forma de libro, Eco manifiesta que “toda ficción narrativa es necesaria y fatalmente rápida, porque –mientras construye un mundo, con sus acontecimientos y personajes– de este mundo no puede decirlo todo. Alude, y para el resto le pide al lector que colabore rellenando una serie de espacios vacíos” (1996: 11). Entonces, tenemos que es labor del lector completar aquellos espacios que el autor deja en la obra. Un texto literario, con un número de páginas limitado, jamás puede decir todo sobre la historia que cuenta. Se limita a narrar sucesos clave seleccionados y organizados por el autor con una intención comunicativa para con el receptor. Sin embargo, todo texto requiere del lector (o los lectores) para completar lo no dicho explícitamente por el

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autor e incluso para alcanzar un nuevo sentido y expandir su universo ficcional. Si una obra dijera por sí sola todo lo que hay decir, no sería esta de mucho interés para los lectores, puesto que no tendrían mayor trabajo que hacer con ella.

Si hablamos del caso de estudio del trabajo, podemos decir que se trata de una obra doblemente abierta en el sentido de que, además de la ambigüedad y los espacios que presenta toda obra, particularmente esta (aún) se encuentra abierta puesto que todavía no ha sido concluida por el autor canónico. En el caso de Juego de Tronos la necesidad de completar la historia es aún mayor al estar la obra, todavía, inconclusa –como se hizo notar en la introducción del trabajo.

Los fans se ven invitados a completar, tanto los espacios de la historia, como el final aún no divulgado de la serie. Esta tarea se realizará, en el caso de este trabajo, a través de la producción de textos fan fiction.

Pero no se trata de únicamente completar lo que el texto no dice, el lector va mucho más allá y muchas veces –como fan de la historia– busca expandir el universo ficcional de la obra.

Además, no se presenta una sola forma de rellenar los espacios de un texto. Umberto Eco (1996) dice que al referirse a “obras abiertas”, él piensa precisamente en obras literarias que pretenden presentarse ambiguas como la vida misa. Esta ambigüedad, frecuente en las novelas modernas, se abre a muchas posibilidades de interpretación y significación por parte de los lectores, de acuerdo a los conocimientos y experiencias de cada uno de ellos.

Aunque el concepto de obra abierta es pensado, inicialmente, para una obra literaria, este se puede transportar a los productos audiovisuales como películas o series de televisión. Charo Lacalle (2001) menciona que el concepto de Eco es uno de los pilares al momento de estudiar las relaciones que mantienen espectadores con productos televisivos como soap operas – aunque podría extenderse a otros formatos– y analizar cómo la audiencia reconstruye el sentido de los programas televisivos a partir de mensajes plurales y abiertos a más de un tipo de interpretación, es decir ambiguos como en los textos literarios.

Gracias a esta apertura de la obra es que el lector/espectador se puede involucrar más en ella.

Como se dijo, si el receptor no tuviera nada que completar, no se vería forzado por la obra; se enteraría de los datos y acontecimientos narrados por esta, pero no haría uso de su imaginación ni proveería al texto de la coherencia y significación que requiere. Como Wolfgang Iser señala,

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“la parte escrita del texto nos da el conocimiento, pero es la parte no escrita la que nos da la oportunidad de imaginarnos cosas” (1978: 41). Es esta acción de imaginación, durante el proceso de lectura, la que reconstruir y figurar los datos que el texto ofrece y que, a partir de ello, nos permite ofrecer una interpretación de lo leído (o visto).

Sin embargo, este proceso de lectura, imaginación e interpretación no será el mismo para cada persona. Un texto literario es todo un universo de significaciones que no puede ser agotado por una sola lectura. Cada lector completará los vacíos de la manera que él crea necesario y, de esta manera, creará su propio camino de significación, excluyendo las otras posibilidades ofrecidas por la obra (Iser, 1978). Tenemos, entonces, que cada lectura del texto es única y diferente ya que el lector, el momento y condiciones en que se aproxime a la obra no serán las mismas.

Incluso cuando sea la misma persona que lea la obra por segunda vez, la interpretación y los espacios que llenará no serán exactamente los mismos. Si usamos el término de Eco (1996), los caminos que tome el lector en el bosque narrativo no serán cada vez los mismos, puesto que algunos ya los habrá recorrido antes y, durante una segunda lectura, elegirá otros.